Actualizado: 2 mar
Esta entrada recoge algunos apuntes durante la preparación de talleres dirigidos a niños de quinto y sexto grado. Es la radiografía de un proceso mental. Son algunas ideas sueltas de un mediador acerca de cómo abordar el concepto del tiempo en la literatura y el arte.
Liliana Bodoc, en su novela El mapa imposible, construye una categoría propia del tiempo a partir del cambio del nombre de Julián. Este personaje, ya anciano, va organizando sus propias épocas a través de la forma en cómo lo han nombrado: el uso de los diminutivos cuando era bebé; el nombre derecho en las planas que le obligaban a hacer en el colegio; la forma respetuosa de tratarlo en la adultez. Durante su vida fue Juliancito, Julián, Jota, Don Julián.
Rodrigo Fresán, por su parte, cuestiona aquellas palabras que son atravesadas por el tiempo en su novela El fondo del cielo. Lo hace a través de dos primos adolescentes, Ezra e Isaac, fanáticos de la ciencia ficción, que crean el grupo de Los Lejanos. Esto antes de enamorarse de una misma chica y que, en esta compleja historia del fin del mundo (o inicio de la imaginación), uno de ellos decida dedicarse a la ciencia y el otro a la ficción.
"El pasado nunca deja de moverse aunque parezca algo inmóvil".
El narrador de la novela reflexiona acerca de las narrativas futuristas: ¿quién?, ¿desde dónde? y ¿cómo se contaban?. Pues, por mucho tiempo, el futuro de la ciencia ficción parecía estar contado a través de una única relación social e idiomática con el inglés. Las palabras alien o astronautas, no formaban parte de un imaginario colectivo como sí lo hacen en la actualidad:
"me invade la sospecha de que todos los habitantes de este planeta son, sin ser conscientes de ello, escritores de ciencia- ficción".
Ante la pregunta, ¿qué es el tiempo? Pueden existir múltiples respuestas, incluso formas o categorías para organizarlo. Para la cultura Aimara en América del Sur (entre Perú, Chile y Bolivia), el pasado está justo delante, es aquello que se conoce porque se observa. Es el nayra que significa ojo, pero también adelante, poder ver el pasado. En ese sentido, el futuro queda detrás del ser humano, es aquello que no se puede ver. Por otro lado, los aborígenes australianos creen en el tiempo del sueño, como una línea alterna al tiempo objetivo, una especie de ciclo infinito de la creación. Por lo tanto, en el sueño se expanden los valores y la símbolos a los que el humano debe estar atento.
En la física existe el principio de la entropía, en que a medida que pase el tiempo, los sistemas tienden acercarse irremediablemente al desorden o al caos. Aunque también está la idea reciente del filósofo matemático Sam Baron en la que los objetos y los humanos sólo somos partículas en el espacio, por lo que el tiempo realmente no existe, pues no puede ser validado por ninguna teoría física. Para ahondar en estas teorías, me falta mucho conocimiento técnico y científico. Soy más el personaje de Isaac que se aferra a la ficción.
Vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿cómo conversar sobre el tiempo desde lo literario?
Festival Cuéntalo
A finales del 2023, fui invitado al Festival Cuéntalo para hablar del tiempo con estudiantes de 5to y 6to grado de distintos colegios de Logroño. Fueron quince grupos con los que dialogué sobre las distintas formas de enunciar al tiempo. Más que proponer soluciones, eran talleres de preguntas y reflexiones. Leímos, observamos, analizamos y exploramos el tiempo real versus el tiempo de la ficción, de cómo el tiempo de la lectura no siempre se corresponde al tiempo del universo en el que habitamos al leer. A su vez, desarrollamos una cápsula del tiempo. Se trata de un archivo sonoro en el que todos los participantes grabaron sus disertaciones sobre el tiempo y el futuro. Para eso usamos algunos libros.
Pero antes de hablar sobre los libros, escuchemos a estas jóvenes personas maquinando sobre el tiempo. Aquí les comparto una cápsula resumen de estos quince grupos:
Cápsula del tiempo
En el siguiente enlace, comparto la cápsula de cada aula: Cápsulas del tiempo
La noche está llena de promesas
Este libro inspiró una propuesta y generó una interrogante. La propuesta fue hacer la cápsula del tiempo, esta compilación sonora que permitiera dar a conocer sus opiniones acerca del tiempo. Para aquellos que no conocen este libro, La noche está llena de promesas establece un ejercicio casi humanizado, del viaje de la sonda espacial Voyager 2. Está narrado en primera persona, con muy pocas palabras. Es una mirada reflexiva, tanto en texto como en imagen, del infinito como escala de la existencia de este artefacto.
En este caso, la sonda viaja sola en medio de la galaxia, descubriendo el universo, pero esperando que alguna otra especie desconocida la encuentre. En estas sondas se albergan unos discos dorados con información vital de la humanidad. En mucho menor escala, quise reunir con los jóvenes participantes, sus ideas sobre el tiempo y el futuro. Ideas que se mantienen almacenadas y que luego escucharán años más tarde.
Ahora bien, la interrogante que propuso el libro, está precisamente ligada al tiempo de la ficción. ¿Cuánto tiempo pasa realmente cuando leemos un libro?, ¿es posible medir el tiempo en el que transcurre una historia? Al leer este libro en voz alta, podemos calcular unos cuatro minutos leyendo sin atención al detalle de las ilustraciones, pero realmente el lector transita diez años en la historia del Voyager 2. Ese dato lo obtenemos al leer la información final del libro. Pero qué pasa si no tenemos ese dato, y leemos solo la narración en primera persona de la sonda espacial. Nos da la sensación de que su viaje es mucho más rápido, que avanza en cada detalle que nos cuenta de su exploración. Ahora bien, ¿y si nos olvidáramos del texto? Si siguiéramos únicamente a las ilustraciones, ¿cuánto tiempo realmente transcurre entre las páginas? Estamos observando a la sonda viajando sola en medio de espacio. ¿Acaso somos conscientes de cómo se mide el tiempo en el espacio? En teoría, allí no existe el tiempo, porque este concepto depende de la rotación de la tierra sobre su eje. Por lo tanto, el tiempo es una invención de la raza humana. Entonces, ¿qué es el tiempo?
Como ven, la interrogante propone la pregunta para la cápsula del tiempo. Sin embargo, otro libro nos ayudó a profundizar nuestra mirada del tiempo.
Existe una reseña de este libro en nuestro blog,
El mundo en un segundo
Este álbum ilustrado fue uno de los detonantes de la conversación. El mundo en un segundo propone, en cada doble página, un viaje a distintos lugares del mundo, en los que ocurre una misma acción durante un segundo. Es el mismo segundo en México, Japón, el Mar Báltico, Venezuela... aunque cada una de las imágenes representan el momento exacto de una acción diferente, provocando en el lector la sensación de suspenso, alivio o angustia.
Cada uno de esos actos parece ser irremediable: se acerca un temblor que predicen los perros; una pelota va directo al cristal de una ventana; una mujer mayor cierra los ojos (¿para dormir o para morir?). Todo está almacenado exactamente en el mismo segundo. Es un libro que, desde la ficción, da la sensación de lo efímero, del instante. Evidentemente hubo quien habló de las teorías de los multiversos y las diveras líneas temporales, inspiradas en Loki o Spiderman. Sin embargo, decidimos seguir con el libro, pues su lectura se articula en la realidad desde un conteo diferente. ¿Cuánto tiempo dura el disfrute de una imagen?, ¿qué pasa cuando alguien registra la historia de un instante?, ¿es capaz de abarcar todo la imagen en un mismo tiempo?, ¿el tiempo es acción o sensación?
Estas preguntas dieron la oportunidad de pensar en la percepción del tiempo. Por un lado, el aburrimiento y la diversión, que generan impresiones diferentes en la velocidad del tiempo. No es lo mismo estar esperando que se acabe un examen para el que no se está preparado, que echar la tarde jugando con los amigos en un parque. De la misma forma, nos detuvimos en la idea del sueño, en cómo el inconsciente nos puede conducir a una narrativa temporal infinita mientras que en la realidad objetiva, apenas pasan pocas horas o minutos. Por último, la percepción dentro del videojuego. ¿Qué ocurre dentro del universo Minecraft? Un espacio atemporal que se construye de la nada, un mundo abierto dispuesto a la construcción. O en The Legend of Zelda: Breath of the wild, donde existe un tiempo paralelo en el que ocurre la línea temporal de la historia, atravesada por distintas otras historias que ofrece su mundo abierto. Incluso en Fortnite, donde se proponen pequeños sistemas temporales. En estos sistemas se propone una competición en el que gana quien se quede en pie, o quien pueda huir de una tormenta que pone fin a las posibilidades de este mundo que es infinito. Esto hace que siempre se repita la misma acción en bucle. El tiempo objetivo se hace aún más relativo ante la velocidad de este sistema.
Jugar de forma colectiva, puede hacer que todos los que comparten ese juego, se conecten en una misma percepción temporal juntos. ¿Puede ocurrir lo mismo con la lectura en voz alta? ¿O el lector / oidor es un agente pasivo en la ejecución del texto?
(Nota al pie: que importante sería hablar del tiempo con otros videojuegos fuera del corpus comercial/convencional)
Suena complicado, pero es el enganche de la competición que te mantiene avanzando constantemente hacia nada concreto en el tiempo del juego. Esto nos condujo a otro ejercicio, en cuanto a la forma en cómo somos capaces de construir la memoria colectiva.
Para eso, tomamos en consideración una de las obras de Liza Ambrossio.
La ira de la devoción
Más que profundizar en el proyecto de esta artista mexicana, queríamos asomarnos a su intención. Con esta exposición, Liza Ambrossio pareciera querer descomponer su propia historia personal para reiniciarse. Existe mucho del dolor hacia su madre, de la extrañeza, la oscuridad, del orden esotérico. Sin embargo, la intención no era abarcar esa idea general sino inspirarnos en ese reconfigurar su propio pasado. ¿Cómo cuentas una imagen?, ¿cómo una imagen es capaz de contar una historia?, ¿cuántas subjetividades habitan entre el pasado de quien cuenta una imagen y de aquel que la reinterpreta en el presente? Es por eso que un sencillo ejercicio de descripción de la imagen a ciegas, permitió una especie de dictado colectivo en donde las interpretaciones construyeron múltiples alternativas. Para eso, se les ofrecía a dos de los alumnos la posibilidad de ser quienes narraran la imagen de la forma más objetiva, sin mostrársela a sus compañeros.
El uso de esta imagen no es casual. Los elementos que forman parte de la fotografía permiten jugar con el espacio, la disposición, los objetos anacrónicos, el arte con un filo clásico en contraposición de la silueta de la artista. Se cruza la idea de los tiempos como rastros de épocas diferentes. El tiempo como línea argumental de la historia humana.
Por un lado, en la obra da la sensación de reencuentro con piezas de un pasado clásico en donde la artista es apenas una sombra. Busca poner orden en su propia historia, en la relación con su pasado. Pero cuando eres un espectador de esta foto, sin contexto o sin ver el resto de la exposición, ¿qué es lo que estamos viendo?, ¿dónde nos está ubicando la foto?, ¿qué queremos que se vea? Esto nos da otra sensación del tiempo. Aquello que interpretamos al ver una imagen, no es lo mismo que puede interpretar otra persona, ni siquiera su propio creador. Existe una especie de mirada atemporal que nos ofrece la libertad de recrear ese espacio. Y mucho más cuando buscamos transmitirlo.
Tras la descripción a ciegas, se dieron una serie de nuevas interpretaciones a partir del ejercicio "objetivo" de poner la imagen en palabras. Por citar algunos ejemplos, fueron problemáticos elementos como el teléfono, difícil de describir por su casi inexistencia en el imaginario colectivo contemporáneo; el libro sobre la mesa que lo veían como un ordenador cerrado; o la estampa del pesebre católico, cuya descripción se hacía confusa no solo por su composición dentro de la foto sino por desencuentros culturales de quienes participaban en los talleres. Esto permitió construir formas distintas de narrar esa fotografía.
Sumado a esto, si se trata de una exposición fotográfica, ¿tiene valor intrínseco porque es arte o su valor real se lo da el tiempo? Aquí comparto algunas interpretaciones:
Tiempo cero
Quizás una de las curiosidades de los talleres, fue el interés que este pequeño libro experimental despertó entre los jóvenes participantes. No es casual que en cada curso, mientras revisaban libremente los libros que había llevado, se detenían en este, lo leían, lo compartían y preguntaban dónde se podía encontrar. Es un libro que, materialmente, pareciera no tener ningún interés comercial. Son hojas de cartulina negra, con imágenes en blanco y negro dispuestas en los laterales de las hojas (solo tres páginas usan el azul o el rojo). Estas imágenes son fotogramas de un audiovisual que realizó David Jiménez a partir de un fragmento de la novela Lo demás es aire de Juan Gómez Bárcena. En sí, existe una complejidad técnica en cuanto a su diseño. Cuando lo abres, debes leerlo en vertical, porque se trata de dos historias que ocurren en paralelo. Ambas, siguiendo el curso de sus páginas, al derecho y al revés. Por un lado te habla del espacio, de la sensación de infinitud que genera, hasta que aparece un ammonites, un cefalópodo de concha espiral que empieza a habitar en este mar (que podría ser espejo del cielo). Al final, de forma continuada o independiente, se genera una nueva historia. La de este ammonites muriendo, fosilizándose, formando parte de ese espacio infinito hasta que una mano humana llega a tocarlo.
Dentro de la novela de Bárcena, se trata del año 1995, cuando un niño se encuentra a este ammonites fosilizado del período Cretácico. Porque de eso va la novela, de la memoria histórica de un pueblo, a partir de las múltiples vidas y líneas temporales que se recogen en ella. Solo que Tiempo cero decide tomar únicamente este fragmento, a ratos poéticos, en donde el lector flota a través de un universo de partículas que revelan nuestra propia esencia y temporalidad en medio del todo. Sí, puede parecer angustiante, o quizás un ejercicio de conciencia acerca de donde nos ubicamos cómo parte de una especie. ¿Quiénes somos?, ¿a qué pertenecemos?, ¿qué dice el tiempo de nosotros? O como diría el libro, del libro: "Nada tan difícil como imaginar ese tiempo que nadie ha visto".
Curiosidades mainstream
Asistí con una camiseta de con una frase de Karol G: "Mañana será bonito". Esto permitió una conversación acerca del tiempo con un chico que había recibido un mensaje de la cantante, en donde se hablaba de futuros alternativos como estímulo para que él se dedicara a cuidar y pensar en su presente. Él le pedía matrimonio, ella le explicaba cómo su juventud iba a contrastar con la futura vejez de ella; por lo tanto, para evitar el desencuentro, era mejor dedicarse al desarrollo de su presente para que pudiera admirarlo como él lo hacía con ella. Un mañana será bonito en toda regla. Esa camiseta resonó en muchos participantes, tanto que incluso tuvo su propio dibujo.
2. De tanto hablar del tiempo, me salió un video de la tiktoker @blux.gigi, joven que dice habitar en villaot. Ella hace compilaciones obre los momentos icónicos del reality Operación triunfo, del que es una fanática conocedora de su historia. Es un archivo andante. En este caso, recoge una clase de Hugo Cobo, concursante de la edición del 2020, en donde pensar en el tiempo le causa un dilema existencial que parece divertido y obvio; pero que realmente me pone a pensar qué tanto nos dedicamos a los grandes conceptos.
Otros libros para pensar el tiempo
Otras conversaciones de Cuéntalo
Si te interesa el tiempo como concepto, vale la pena que asistas a estos vídeos recopilatorio de los encuentros propuestos por el festival. Existen distintas maneras de hablar del tiempo:
Actualizado: 16 feb
Quien no lo quiera ver así, es válido. Sin embargo, los desfiles de moda pueden contener narrativas mágicas, espeluznantes y a veces esperanzadoras.
En 2010 el diseñador británico Alexander McQueen nos llevaba en su último desfile a la Atlántida de Platón, con patrones naturales intervenidos con geometría sagrada y zapatos con forma de armadillo, al mejor estilo de una transformación Kafkeana.
McQueen, obsesionado con la tecnología y el diseño industrial nunca llegó a ver lo que seríamos en 2020: un mundo dominado por cámaras y transmisiones en vivo, algo que le fascinaba explorar en sus desfiles. De estar vivo, seguro estaría dando shows increíbles… Quién lo sabe.
Diez años después, con una cámara y en transmisión simultánea con todo el mundo, Jeremy Scott también vuelve a contar otra gran historia desde la pasarela. Scott es otro gran provocador dentro de la moda, el americano más francés que lidera la casa de moda italiana Moschino, nos sorprendió a todos con un desfile bastante entrañable. En esta oportunidad, a causa de la pandemia, tuvo que dejar de lado el evento masivo en algún palacio de Milán, lleno de vestidos, modelos y medios por aquello de minimizar contagios.
Scott decidió asumir lo que en verdad es: un maestro titiritero a cargo de una firma de modas que no deja de ser cercana al público. Esta tendencia exploratoria de alcanzar una voz más cercana a las personas no es nueva, se pueden registrar propuestas como las de Balenciaga, quien fue de las primeras casas de moda que tuvo un boom en el mercado con una colección de zapatos que parecían calcetines. Su intención fue resaltar el "street style" o estilo de calle, nada ajeno al impacto de la cultura musical que impera en la actualidad. No es casual que Cardi B, artista del trap y el hip hop, sea una de las imágenes oficiales de la marca. Ella incorpora no solo las prendas de Balenciaga sino enunciar el nombre de la marca dentro de sus canciones, como parte de su estilo de vida. Uno de los ejemplos más sonados ocurre con el éxito del 2018 "I like it", canción que cantó junto a los también exitosos J Balvin y Bad Bunny. Esta canción fue número uno en las listas de las canciones más sonadas en Estados Unidos y el mundo. Tanto en la letra como en el vídeo, se habla de las zapatillas Balenciaga con la misma naturalidad que de las muchísimas referencias de la cultura popular latina. Para el 2019 muchas otras casas de moda, fueron imponiendo los "ugly shoes" como parte de sus colecciones y varios artistas famosos fueron incorporando esa moda en sus estilos de vida.
Antes de este boom mediático, Moschino fue realmente una de las primeras marcas en capitalizar la idea de lo mundano y lo terrenal para llevarlo a un sitial divino. Lo hace, además, retando a su propio público, al comprador de prendas de marca. Para el 2013 sacó al mercado un perfume cuyo frasco venía dentro de un oso de peluche. Este primer ejercicio estético en el mundo de la moda, elevó su propuesta en el 2015, cuando tomó la idea de una importante marca de limpiador de cristales para crear el frasco de su nueva fragancia "Fresh couture Moschino". En palabras de su diseñador Jeremy Scott, quiso:
"contraponer el lujo y la preciosidad de una esencia de alta costura con el envase más ordinario y común de los productos utilizados para la limpieza doméstica, […] creando así la máxima dicotomía entre alto y bajo, entre exclusivo y masivo".
PRIMAVERA / VERANO 2021
Durante la crisis generada a partir del COVID, el mercado de la moda también tuvo que hacer del ingenio una forma de representación. En este caso, Jeremy Scott, con hilo en mano y trabajando en miniatura, decidió seguir un poco la línea que propuso Dior al inicio del año con su campaña otoño-invierno 2020-2021.
Dior, justo antes de la crisis sanitaria, decidió presentar algunos de sus diseños exclusivos en formato miniatura, con la intención de minimizar el uso de materiales en la realización de la alta costura y dejar un mensaje de sostenibilidad y conciencia ambiental. Su intención era resaltar el trabajo artesanal, estético y manual. Enviaría estas muestras únicas a las personas interesadas, para que pudieran observar más allá de lo digital, cuál era la propuesta de este diseño. Según palabras de María Grazia Chiuri, diseñadora de Dior:
“sinceramente, la moda no es solo digital. No es algo que solo puedas ver. Hay que tocarla, hay que ver la artesanía, especialmente en alta costura”. Sin embargo, Moschino, decidió elevar esa propuesta a otro nivel: desfilar los vestidos de su colección primavera/verano 2021 en miniatura, recreando un desfile de modas sin modelos, sólo con títeres.
En este juego de simulación y teniendo en cuenta todo lo que nos hemos transformado luego del virus, es necesario aclarar que ya la frontera de los invitados de primera fila y estas marionetas no se rompió tanto. Allí inmóviles y comentando una que otra cosa vimos a los grandes editores y periodistas de la moda: Ana Wintour, Anna Dello Russo, el editor de Vogue UK, Edward Enninful; Vanessa Friedman… Todos estaban ahí y a la vez no. Con sus caras sin mucho movimiento, como en la vida real. El desfile no solo fue una oda al trabajo de Franco Moschino, con vestidos sobrios y guantes muy de los cincuenta, sin dejar a un lado las bolas, cremalleras y los corpiños al aire que introdujo Jeremy Scott al tomar el control, sino que también una muestra de inclusión con distintos tipos de muñecas y no solo las de “porcelana”.
Un homenaje al trabajo de los artesanos italianos que al igual que en estas muñecas, dejan sus costuras en vestidos de gran proporción. El trabajo de Jim Henson's Creature Shop logró darle ese tono un poco inquietante de los desfiles de Moschino y sumarle a la narrativa de imaginarnos un mundo mejor a través de muñecos que no se pueden contagiar y que podemos vestir al antojo.
No deja de ser una historia, una historia de moda y fantasía en medio de tanta monotonía. Y así como las modelos de McQueen en su último desfile se deslizaban por la pasarela como una suerte de figuras de cera poseídas con cierto halo de vida, en este caso las marionetas de Jeremy Scott no dejan de tener ese carácter raro, incluso perturbante al saber que algo más las controla.
De cualquier manera, hasta traje de novia hubo e incluso aplausos. La caja de curiosidades se cierra hasta la siguiente temporada.
Actualizado: 3 sept 2021
“Entender cómo está cambiando el mundo es cambiar al mundo”
Robert Pepperell [1]
Aproximarse al fenómeno del fanzine pasa, inevitablemente, por la pregunta básica sobre qué son. Si pensamos la cultura de masas en el siglo XX y XXI, nos enfrentamos con una industria editorial que crecía de manera desbordada: reimpresiones de clásicos, poetas con hordas de fanáticos, best-sellers controversiales e, incluso, enormes tirajes de revistas especializadas. Viendo de cerca estas últimas, encontramos con un mercado saturado de todo tema cuanto pueda desear un consumidor, todo pareciera estar cubierto y procesado, listo para llegar a las manos indicadas que devorarán sus páginas con interés. Sin embargo, es justo en medio de esa saturación donde nace el fanzine: surge desde un espíritu profundamente contracultural. Esto los pone en una relación complicada con el Libro, con la industria masiva que controla la palabra impresa y desde donde tendemos a analizar las producciones literarias del siglo pasado. Stephen Ducombe, en su libro Notes From Underground: Zines and the Politics of Alternative Culture, afirma:
“En una era marcada por la rápida centralización de los medios corporativos, los zines son independientes y localizados, salen de ciudades, suburbios y pequeños pueblos al rededor de los Estados Unidos, son armados en mesas de cocina. Celebran a la gente común en un mundo de celebridades. Los perdedores en una sociedad que premia a los mejores y más brillantes. Rechazar el sueño corporativo de una población atomizada, separada en discretos mercados instrumentales, los creadores de zines forman redes y forjan comunidades en torno a diversas identidades e intereses” [2]
Hay, entonces, un ejercicio de conciencia social en el proceso de hacer un fanzine. La decisión de hacerlo-tú-mismo (Do it yourself) está atravesada por una reflexión sobre las carencias, los vacíos, de la cultura masiva. Más que una necesidad, o de la mano con ella, el hazlo-tú-mismo es un compromiso. Es una exploración individual (que da paso a colectividades) de las sensibilidades que afectan la identidad de las personas. Estas publicaciones se convierten en un soporte donde los afectos obligados a permanecer al margen en lo masivo tienen cabida, donde pueden ser discutidos. Respecto a este uso del fanzine como herramienta anti-hegemónica, Rafael Uzcátegui (uno de los precursores del movimiento fanzinero en Venezuela, defensor de los derechos humanos, @fanzinero en sus redes sociales) plantea en su libro Corazón de tinta que este permite que: “Los jóvenes soñadores subviertan las expresiones culturales con usanzas y costumbres diferentes a las oficiales”[3]. Se construyen redes en torno a un código casi secreto, en tanto discurso emergente, en diferentes niveles.
Pensemos, por ejemplo, en el origen del fanzine: una compilación de cartas donde diversos fanáticos de la Ciencia Ficción discutían sobre un género evidentemente menor para el momento:
Cartas de fanáticos. The Leaflet, 1937.
O, más tarde, la importancia que cobró para los movimientos políticos que tomaban cada vez más fuerza: los anarquistas, sobre todo los punks, volvieron el zine una parte esencial de su (contra)cultura, donde asentaban y jugaban con los postulados estéticos del movimiento, al mismo tiempo que reafirmaban lo amateur, la producción independiente, como ejercicio anarquista:
Fragmentos. Sniffin’ Glue, 1976
O el movimiento feminista, con el cual el fanzine se acercó más a su raíz de panfleto y funcionó como espacio de rebeldía y unión (pienso en los manifiestos que abundaron en los años ‘90):
Riot Grrrl! Manifiesto. Bikini Kill Zine 2, 1991.
Es un territorio donde el lenguaje puede ser transformado con el fin de hacer visible un espacio del margen.
Estas publicaciones son, entonces, un espacio de agenciamiento político donde se encuentran aquellos que la producen y quienes la leen, trazando los vínculos que los unen como sujetos atravesados por el vivir bajo un conjunto específico de símbolos, sucesos y costumbres. Los fanzines se vuelven un espacio donde re-construir. Es decir, un espacio de comunicación entre individuos que, desde sus respectivas subjetividades, buscan ejercer un pensamiento crítico respecto a su entorno, dar y quitar sentido a los discursos que nos rodean. De allí que el zine mantenga una relación distinta que el libro (y la revista) con la figura del autor: el formato exige una independencia de las estructuras bajo las cuales se piensa una publicación. Donde el libro tradicional se propone a sí mismo como el paradigma de una razón lineal, el centro de una cultura, el zine se siente cómodo estando al margen, agujereando discursos, siendo la nota al pie de un proceso demasiado pulcro, demasiado cerrado. Es un movimiento, en tanto práctica que construye identidad a partir de cartografiar elementos de la cotidianidad.
Este espacio de expresión y divulgación en pequeña escala se ve transformado, como todo, por el desarrollo y crecimiento del internet y los medios digitales. Si bien el fanzine no se vuelve un medio masivo, sí es interpelado por la globalización. La experiencia sensible desde la que parte no es la misma: cualquier tipo de expresión pasa por cómo nos afectan ciertos estímulos, cualquier extensión o tecnología nueva tiene consecuencias individuales y sociales. Algunas características de este soporte se traducen con gran facilidad a la aparición de la web: la primacía de lo amateur, la democratización de las herramientas de publicación, el pensamiento en red que da paso a la formación de tribus. Si decíamos que el fanzine es un ejercicio de conciencia, en la actualidad podemos afirmar lo mismo. Este formato se presta para reflexionar en torno a cómo la cultura nos afecta y, por tanto, también se ha convertido en un lugar de aproximación a los medios digitales y nuestra relación con ellos. Bajo la proliferación de las redes sociales la pregunta no se torna “¿qué es un fanzine?”, sino “¿para qué un fanzine?”. Nos preguntamos qué sucede con ellos en un mundo donde en todo momento estamos expuestos, somos exterioridad, donde podemos escoger qué mostrar de nosotros y los movimientos más mínimos son maxificados; donde las personas, su subjetividad, tienen el centro de atención. ¿Qué sucede con los zines en una modernidad donde la tecnología cambió la manera en que nos expresamos?
Esta transformación radical en la manera en que nos comunicamos, en que (nos) entendemos (en) el mundo, parece evidenciar que la subjetividad dio una vuelta hacia afuera. Esto quiere decir que donde el discurso dominante antes rodeaba ciertas interioridades y las condenaba al silencio, ahora parece haberlas obligado a volcarse hacia afuera para vaciarlas de contenido, perdiéndose en la inmensidad. Si antes la existencia, la creación, de un fanzine era en sí un acto de disidencia, en la era digital no podríamos afirmarlo con tanta firmeza. Cuando antes los fanzineros no se sentían representados, no encontraban nada con qué identificarse, en las revistas de los quioscos, ahora existe un quiosco digital aparentemente ilimitado. El discurso dominante encontró formas de acallar y expulsar ciertas voces sin tener que apresarlas y borrarlas: las vacía para luego exponerlas bajo sus propias estructuras.
¿Puede el fanzine, en esta dinámica, aún conservar algo de su disidencia? Si es así, este debe encontrar una nueva manera de agujerear el discurso más allá de su mera existencia.
Quizás, una de las cosas que justifican la existencia del fanzine en un mundo hipermediático sea precisamente la potencialidad que surge de ese vacío: despojado de contenido, queda el gesto. Volvemos al momento en que la decisión de hacer un fanzine era de por sí un acto rebelde, pero esta vez va más allá: nombrar algo un fanzine es un gesto disidente. Tomar una serie de fotografías, poemas, videos e, incluso, objetos y agruparlos bajo la figura de “fanzine” es un performance que busca enrarecer un discurso ya latente e incorporado en nuestras vidas. Cuando todo está expuesto, la re-exposición es una pequeña burla, un espacio cómplice que nos da la posibilidad de explorar las fronteras para conseguir ese elemento “extraño”. El signo vacío del fanzine no tiene sobre sí el peso de representar, de dar la cara por una causa, sino que está repitiendo su historia, está jugando con sus referentes para (des)decir su propia realidad. Se vuelve un performance en tanto que cada pequeño gesto está vinculado a la sospecha de un diálogo con la inmensidad de referentes que coexisten en todo momento en la era digital.
Notas de las experiencias de Perro Amorfo y el Diari del resguard
En el año 2017 Venezuela se encontraba en período de duras protestas y gran tensión política, lo cual interrumpió severamente las actividades de instituciones educativas y trastocó los espacios culturales y las posibilidades de ocio y recreación. Es medio de este caos surgieron propuestas para acompañamiento enfocadas en niños, pero existían pocas iniciativas enfocadas en los adolescentes. En conversaciones del equipo de La Rana Encantada salió a flote la necesidad de abrir un espacio donde los jóvenes pudieran explorar sus propios procesos internos (sus frustraciones e impotencias respecto al entorno, por ejemplo) a través de la expresión artística. El fanzine se asomaba, entonces, como un vehículo ideal para plantear diálogos entre un contexto tan convulso y las inquietudes identitarias propias del autodescubrimiento adolescente. El proyecto Perro Amorfo (bautizado así por los participantes primer taller) buscaba incentivar una mirada crítica a la relación de los participantes con la cultura, indagar en sus vínculos con la literatura, artes plásticas y audiovisuales en medio de un consumo globalizado atravesado por una cotidianidad inestable. La intención de este recorrido era que los jóvenes tomaran consciencia de su capacidad de crear lugares de encuentro e intercambio que pudieran llamar y sentir suyos.
La estructura de este taller planteaba una tensión que se convertía en reto: por un lado, debía responder a un espacio intinerante, distintos ciclos de encuentros en espacios diferentes; por el otro, debía funcionar como un taller abierto, un lugar en que el trabajo constante y diálogo se mantuviera más allá de su duración inicial. Es decir, que a pesar de no tener un espacio físico fijo al que pudieran regresar sus integrantes cada vez que quisieran, había que buscar la forma de que pudieran seguir publicando y compartiendo sus fanzines. Las redes sociales se convirtieron en un aliado esencial para lograr este diálogo prolongado, ya que además de publicar los fanzines realizados en persona durante el taller, las cuentas de Perro Amorfo estaban a la disposición de los participantes a futuro para que compartieran otros trabajos, incluso no necesariamente fanzines. Esta dinámica solventaba también la irregularidad con la que podíamos acceder a fotocopiar y repartir los fanzines, permitiendo una democratización total de los faccímiles. En estos espacios la incertidumbre que rodeaba la rutina de todos se convertía en potencia y conversación, la cual además podía plasmarse con libertad a través de la estética e intención del fanzine, donde lo inacabado, la transparencia de los procesos (el rayón, la pega, las grapas, los errores), facilitaba más aún una apertura emocional y el flujo creativo. Perro Amorfo se transformó para algunos en un sitio de juego y exploración, en un refugio desde el cual encontrar una voz para hacerla escuchar.
Tres años después, cruzando el mar, las integrantes del club de jóvenes lectoras en la Biblioteca de Montornès del Vallès, las "traficantes de libros”, se enfrentaron a una interrupción radical de sus formas: la cuarentena a raíz de la pandemia del COVID-19. Para este grupo de jóvenes el diálogo necesariamente virtual llevó a una reflexión sobre el encierro, la teconología y cómo atraviesan la experiencia vital. Entre canciones, stickers y mensajes que iban y venían para contar y testimoniar todo aquello que parecía relevante, o no, de su adaptación a la “nueva normalidad” nació un diario, que poco a poco cobraría la forma de un fanzine: el Diari del resguard. En este se plasma el discurso trastocado por lo digital de la vida cotidiana, una necesidad de explicarse a través del medio digital porque a través de él nos entendemos a nosotros mismos. Es, también, una exposición de lo íntimo, de una conversación entre amigas, vuelta pública; y, por tanto, un poner en evidencia la facilidad con que puede hacerse este movimiento al ser mediado por lo digital. La libertad del formato fanzine permitió a este grupo de adolescentes hablar de sus contingencias íntimas a partir de los símbolos, íconos y guiños que guiaban la labor de mantenerse a flote en una circunstancia, sin volverla el centro de sus reflexiones. Las inquietudes que dialogan en el Diari del resguard, más que orbitar las consecuencias y catástrofes de una pandemia, están vinculadas a los ejercicios de instrospección que se dieron en el confinamiento, tanto individuales como colectivos, y a la riqueza que se encuentra en ellos. Actualmente ese mismo ejercicio se lleva a cabo con otros grupos, en otras ciudades.
El fanzine hoy en día es una puerta abierta a la rebeldía para encarar el sistema, una búsqueda muy propia de la adolescencia. Dar paso a la reflexión crítica de un adolescente sobre sí mismo y sus relaciones con el mundo es propiciar la movilización de un individuo a actuar en función de, y teniendo siempre presente, estos entrecruzamientos y construcciones. El fanzine no sólo posee la potencial agencia de construir (y reconstruir) comunidades como en el siglo pasado, sino que puede hacer visible ese proceso de construcción; y no hay mayor disidencia que la conciencia.
Fanzine "Plantitas en tus manos" de Valerie Weilheim
Figura A:
Copia e imprime el siguiente fanzine en una hoja tamaño carta. Cuando tengas la hoja impresa, dóblala por la mitad, de manera que en ambas caras se vean los dibujos. Luego irás doblando en forma de zig zag, usando la forma de acordeón de la figura A. Esto hace que cada planta esté creciendo dentro de su página. Verás que hay dos espacios en blanco, pues en ellos puedes dibujar las plantas que te gusten o que te acompañen en tu vida diaria.
[1] Pepperell, Robert. The Posthuman Condition, Consciousness beyond the brain. Intellect Books, 2003.
[2] Pág. 7. Duncombe, Stephen. Notes From Underground: Zines and the Politics of Alternative Culture. Microcosm Publishing, 2008.
[3] Pág. 27. Uzcátegui, Rafael. Corazón de tinta. Naufrago de Ítaca Ediciones, 2001.