"Había un cadáver de una niña en la panadería de mi tía", esa es la primera línea con la que Mona, protagonista y narradora, provoca el interés de las lectoras. No hay rastros de cómo ocurrió, así que Mona, quien solo tiene 14 años, busca la ayuda de su tía Tabitha y del tío Albert, para entender los pasos a seguir. Ese acontecimiento no sólo retrasaría a los hornos en el ejercicio de hacer pan, sino que la enfrentaría a la idea de un sistema fallido. Mona, una chica huérfana que solo quería ser panadera, es llevada al palacio a un juicio improvisado como presunta ejecutora de este crimen. El inicio de la novela suena bastante tremendo, pero la forma en cómo la autora se ocupa de narrar cada detalle de la historia, permite que sea un camino transitable por el lector. Con un tono de humor, a veces de sarcasmo, Mona no sólo fija su posición hacia el mundo adulto, a los sistemas de poder, sino que aprende del entorno a medida que su periplo comienza a ocurrir. En este caso, la palabra es periplo más que aventura, porque ella no quiere ser aventurera, ni heroína, Mona quiere ser panadera.
En paralelo, se encuentra Spindle, otro joven que vive en Nido de Ratas, una zona marginada y supuestamente "peligrosa" en donde habitan las personas más desfavorecidas. Aquellas a las que el sistema les ha dado la espalda. Ese día su vida también colapsa, pues descubre que su hermana Tibbie es la niña que murió dentro de la panadería. Lugar al que siempre acudían a hurtadillas, con el talento de ser sigilosos a la hora de robar comida. Spindle queda absolutamente solo, queriendo hacerle justicia a su hermana. Para eso tendrá que ayudar a Mona, quien sin saberlo también corre peligro. ¿La razón? Tibbie, al igual que Mona, eran Magas Menores. Y no por su edad, sino por el talento de sus poderes. Mona, en este caso, tenía el poder más inofensivo del mundo. Podía hacer magia con el pan: que se pusiera más duro, más esponjosito, siempre y cuando fueran hecho con la misma masa.
Por eso Mona guardaba en el sótano a Bob, una masa madre casi caníbal, que habitaba en el sótano de la casa. El tío Albert era incapaz de ir a buscar algo de su fermento.
También es cierto que existían pocos sótanos en Entrerríos, ciudad en la que ocurre esta historia y que forma parte de una desordenada comarca, heredera de viejas guerras. Se trata de una ciudad que tiene canales que suelen inundar los sótanos de las casas en primavera. De hecho, el palacio queda en la cima de una colina, sobre las ruinas de otros palacios que se han ido hundiendo, cediendo o incluso incendiado. Es como el trofeo de viejas glorias pasadas. Gobernado por un sistema en el que comanda la Duquesa, quien lleva treinta años de mandato tras la herencia de su antecesor; un consejo liderado por el Inquisidor Oberón; y luego el ejército comandado por Lord Ethan, el general dorado. Existen también un reducido número de magos experimentados, que forman parte de la corte de la Duquesa.
De hecho, el primer encuentro de Mona con la Duquesa, en aquel juicio kafkiano, hace que la niña se sienta protegida. Esa mujer representa a la gran figura de poder. Impone y genera la sensación de protección. De hecho, es quien interviene para evitar una injusticia. Libre del juicio, Mona no es llevada de vuelta a la panadería en ningún carruaje, al contrario, la dejan fuera y lejos. Recorrer la ciudad para volver a casa, enfrenta a Mona a muchos prejuicios.
Con este inicio del libro, la narradora se encarga de contarle al lector, no sólo la estructura geográfica de la ciudad, sino las condiciones de un sistema al borde del colapso. Esta novela se permite contar una historia de fantasía clásica, a través de la construcción subversiva de su protagonista. Es una joven que no se resigna a ser la heroína de un sistema que le da la espalda a jóvenes como a ella. Es por eso que reclama, cada vez que puede, su descontento con el mundo adulto. No es Mona quien debe dar las soluciones a un problema bélico en ciernes, ni mucho menos quien debe resolver el crimen de una niña que no tenía para comer. Acepta el rol, porque es su única forma de sobrevivir, pero no quiere transitar el camino del héroe. No es la única. Spindle no es capaz de verbalizarlo, porque no tiene nada que perder. Él lo hace desde la conciencia absoluta de que aprendió a sobrevivir en la pobreza, no tiene tiempo para el reclamo. O Molly, la Matarife, otra maga menor que habita en el Nido de Ratas, quien no quiere volver a formar parte del ejército. Este personaje adulto a quien le han arrasado su alma, su vínculo con lo humano, y quien apenas es capaz de cuidar de los huesos de su caballo muerto en vida: Nag. Sí, es un esqueleto cabalgante.
Ahora sumemos un conflicto más a esta historia, el hecho sobre el que se funda la estructura del libro: Mona corre peligro. El Hombre color retoño intenta matarla, como lo hizo con Tibbie en la panadería. A cada intento (no diremos si el último es afortunado), Mona descubre algo más de sus capacidades como maga, pero también de sus desventajas como joven. En ese sentido, Mona es un "cuerpo dócil", concepto que usa Michael Foucault en su libro Vigilar y Castigar. Es decir, "su cuerpo puede ser sometido, utilizado, transformado y perfeccionado", situación que efectivamente ocurre cuando la batalla parece innegable. Su magia menor es un arma que se debe perfeccionar y ella no tiene derecho a réplica. Porque en este sistema, no importa que seas mago, el poder es del adulto.
"¿Será que cuando hay adultos intentando matarte, eso te convierte en una especie de adulto honorario? Si así fuera, yo hubiera preferido sencillamente crecer y que me viniera la regla y hacerme adulta como cualquier persona normal"
En adelante, cada uno de los adultos con poder, van dejando en evidencia su propia incapacidad de dar cara al conflicto. Ahora, no sólo de nivel interno, sino con el peligroso ejército carex cerca de invadir sus tierras. Por un lado, el inquisidor le miente al pueblo: "¡SÉ UN PATRIOTA!", "¿CONOCES A TUS VECINOS?", con carteles donde acusan a los magos menores de traidores, de aliados del ejército enemigo; mientras que la Duquesa se bloquea en sus propias estrategias de ataque.
Esta novela toma al poder como epicentro del cuestionamiento de su narradora, a quien le quieren dar el título de la gran heroína de la novela. Mona no lo es. No lo anhela. Y lo acepta, sabiendo las consecuencias injustas que eso tiene para ella. O incluso para Spindle, a quien al final tampoco se le valora, por ser un niño analfabeta, ladronzuelo y sin magia.
Suena a una novela desesperanzadora. Todo lo contrario. Es profundamente combatiente en lo que propone retratar. Cuestiona esa necesidad del adulto en atribuir las respuestas de la sociedad a un orden único, tradicional, y no confiar en la fuerza que se genera en el trabajo comunitario. En cada acción relevante de la novela que, además es acumulativa, existe una ingeniería en voces que parecen discretas, meros personajes secundarios, pero quienes sirven de motor para que ocurra una acción concreta a favor de la ciudad. Mona no podría ejecutar nada sin Jenny, tía Tabitha, Bob en la cocina; sin su galleta de jengibre mágica, Spindle y Molly en la ciudad; o sin Joshua, Harold en el Palacio; de la misma forma que no podría hacerlo sin sus vecinas que compran las galletas, o los vendedores de la cerveza negra, o la pareja del vidrero. Todas las personas colaboran con sus oficios no sólo a que el sistema de la sociedad funcione más allá de las jerarquías de poder, sino a que el ejército no venga a destruir su pequeña ciudad.
Desde siempre, existe una necesidad imperante de poner en las próximas generaciones, el foco de lo trascendente. Personajes como Greta Thunberg o Malala Yousafzai seducen a los adultos, por ser la voz de un "algo" heroico que no fuimos o no tuvimos la capacidad de hacer las generaciones pasadas. Son apenas ejemplos de agentes transformadores, pero a quienes se les imprime un tinte esperanzador. Ese es el futuro. Luego también tenemos a los personajes de ficción que se dejan llevar por la transformación del héroe: Lyra en la Materia Oscura, Katniss Everdeen o el propio Harry Potter. Es su destino.
¿Qué pasa cuando la joven reclama a un sistema al que le obligan a pertenecer? ¿Un sistema que construyeron otros y con el cual no están de acuerdo? En esta novela fantástica entra en cuestionamiento la idea mística de la transformación de la joven guerrera. Se puede traducir, paso a paso, el mito del héroe y observar todo el proceso transformador de Mona; pero ella no va a dejar de quejarse ante el lector. Su poder radica en tener la voz del reclamo. Que sea el lector quien también tome conciencia sobre la historia de Mona. Tiene catorce años y solo quiere hacer pan. No quiere estudiar, ni ser maga. Porque además no existe una educación que les permita formarse: "No hay libros para enseñarle a uno cómo hacer magia o, si los hay, no están a disposición de personas como yo". Sin embargo, asumiendo que es algo que no puede cambiar de forma inmediata, y que personas como Spindle están en peor condición; tampoco le interesa salvar al mundo, ni formar parte del ejército, ni del Consejo. Quiere hacer su vida a su manera. Y esto lo cuenta con mucha ironía, en una inesperada aventura con grandes momentos épicos, pero con la constante duda incómoda puesta sobre el adulto y lo difícil que es aprender a vivir con libertad de conciencia.
Ece Temelkuran en su ensayo Cómo perder un país (2019), cuenta la anécdota de una mujer que manifestaba en 2018, en Estados Unidos, en contra de la separación de los niños migrantes de sus padres. En su grito de acción repetía: "¡Este no es mi país!". Mona, a pesar de todo su constante reclamo en contra el orden adulto, no cuestiona a su idea de país. Quizás porque aún le falta crecer para llegar a esa duda. Sin embargo, Temelkuran hace una reflexión personal acerca de la idea de país, que quizás sí se asemeja a lo que aspira Mona:
"¿Qué es un país? Mientras buscaba una respuesta a esta pregunta recordé la gran película de Theo Angelopoulos ¿Qué es el mañana?, se preguntaba el filme, y la respuesta era el título: La eternidad y un día. Un país, pensé, es de hecho un vasto territorio y una mesa. Es una mesa rodeada de seres queridos a quienes no tienes que explicarles tus chistes, y el vasto territorio que la rodea, que es principalmente tu imaginación".
Y por supuesto, en el caso de Mona, también con algunas galletas con formas de muñecos de jengibre bailando sobre esa mesa.
Publicada por Océano · Gran Travesía, es una novela divertida, crítica, de lectura muy sencilla. Es una historia que conoce su propia identidad, no se toma en serio a sí misma, es un catalizador contra un mundo adulto imaginado y sus reglas fallidas. La traducción de Mercedes Guhl permite que no observemos los detalles de este universo, sin perder la frescura de la narración de Mona. Una novela para quien le guste la fantasía. Ya sea lector en tránsito, que cruzan de la infancia a la adolescencia; o un joven o adulto. En catalán lo traduce Elena Ordeig y lo publica Indómita. Algunos de los nombres de los personajes cambian en la traducción.
Otros apuntes
En la novela Soldados de Salamina (2001), Javier Cercas entrevista a Roberto Bolaños, y hablan del tema de lo heroico. En esta novela, entra mucho en cuestionamiento, la idea de las figuras que durante la guerra civil española sirvieron como héroes. Cada vez que Mona enunciaba su descontento con los adultos, incluso cuando cuestionaba la estructura de gobierno, pensaba en esta novela de Cercas.
"—Sí, pero una persona decente no es lo mismo que un héroe —replicó en el acto Bolaño—. Personas decentes hay muchas: son las que saben decir no a tiempo; héroes, en cambio, hay muy pocos. En realidad, yo creo que en el comportamiento de un héroe hay casi siempre algo ciego, irracional, instintivo, algo que está en su naturaleza y a lo que no puede escapar. Además, se puede ser una persona decente durante toda una vida, pero no se puede ser sublime sin interrupción, y por eso el héroe sólo lo es excepcionalmente, en un momento o, a lo sumo, en una temporada de locura o inspiración".
En el capítulo veintiséis de Manual de panadería mágica para usar en caso de ataque, Mona se descubre con la etiqueta de heroína a cuestas, por lo que se siente muy frustrada:
"Yo tenía catorce años. Habían intentado matarme. No había hecho nada heroico. Había pasado miedo y sí, conozco ese dicho de que el valor es lo que te hace seguir adelante cuando tienes miedo, sólo que yo no había hecho nada semejante. No había seguido adelante, sino que había huido a toda carrera y la única razón por la cual había ido a parar ante la Duquesa era porque se me habían acabado las vías de escape".
Esa reflexión, en la que incluye también a Spindle como potencial héroe de la situación, es interrumpida por el tío Albert. Él, que perteneció al ejército cuando era joven y sobrevivió a una de las batallas pasadas de Entrerríos. Ahora tiene a cuesta el distintivo de héroe de guerra. En esta conversación, se revela uno de los momentos más emotivos del libro, donde se llega a cuestionar la idea de humanidad por sobre la guerra. La manera en cómo los imaginarios de la violencia son tapaderas del dolor de las personas que forman parte de una lucha "patriótica". Se deja en evidencia la frustración de Albert, la soledad de ese grupo de jóvenes en el ejército, y el abandono de un sistema que los vanaglorió por sobrevivir al campo de batalla. De esa forma se anuló cualquier reclamo en contra del sistema.
Es irremediable que piense también en la escena de la adaptación cinematográfica de Soldados de Salamina de David Trueba en 2003, en el que el chico baila Suspiros de españa, abrazado al fusil, bajo la lluvia. Este momento establece un vínculo humano entre combatientes, consecuente con lo que ocurre luego en la historia y la duda de quién es héroe en una guerra. Al final, todos eran también perdedores en ese estilo de vida.
Bob, la masa madre y Calcifer, la llama de un castillo
Cuando uno lee el libro de Diana Wynnie Jones y ve la adaptación cinematográfica que hace Hayao Miyazaki, encuentra algunas diferencias que son importantes. En el libro, existe un peso mucho mayor sobre la posición social de la mujer, y las razones que motivan a su protagonista a quedarse en la sombrerería a diferencia de sus hermanas. En la película, existe un énfasis a la guerra como sistema de caos que está destruyéndolo todo a su alrededor. En ambas situaciones, Sophie usa sus armas sociales para construir puentes seguros por los cuales transitar entre su vida cotidiana y ese castillo que la salvará de la maldición que le hace la Bruja del Páramo. Sophie es costurera, no quiere ni casarse, ni enamorarse, ni formar parte de una serie de tradiciones con las que no se siente cómoda. Solo que a ella no la han educado para decir que no. A sus dieciocho años no tiene más alternativas que ir aceptando, de a poco, cada nuevo obstáculo en su aventura. Entre ellos, ser una anciana de noventa años tratando de ayudar a Howl, un joven sin corazón. Es cierto que en este caso hay una historia de amor, situación que no ocurre en Manual de panadería mágica para usar en caso de ataque, pero existe una lucha constante con esa identidad de heroína en la que no se sabe reconocer. Aquí, sin tanta autoconciencia.
Además está Calcifer, la pequeña llama que genera la energía del castillo. Es un personaje vital dentro de la historia. Malvado, odioso pero también a ratos travieso y adorable. Él es el corazón del castillo y del propio Howl. Y no podía dejar de compararlo con Bon, cada vez que Mona lo nombraba. Bob era la masa madre descontrolada que vivía en el sótano de la panadería. Una representación del corazón de Mona, en conflicto, caótico, frente a la constante contradicción del mundo que la rodeaba, devorando todo, sobreviviendo.
De la autora
T. Kingfisher es el seudónimo de Úrsula Vernon (1977), una autora estadounidense que se dio a conocer en 2003 cuando empezó a publicar su web cómic Digger. Se publicaba en su blog dos veces por semana y tras el éxito entre sus lectores, su obra se editó en papel. Seis tomos entre 2006 y 2011. Se comenta que Patrick Rothfuss, escritor de El nombre del viento, creó la imprenta Underthing Press para poder publicar Digger en papel. En 2021 se hizo una edición conmemorativa de los diez años. Es por esa razón, que mantuvo su nombre original para las obras dirigidas a la infancia o al campo de la ilustración. Cuando explora la literatura fantástica, juvenil o de terror, usa el seudónimo. Su obra ha sido reconocido por los grandes premios de la fantasía y la ciencia ficción. Sin ir más lejos, Manual de panadería mágica para usar en caso de ataque, entre los muchísimos premios que tiene, se impone el Nebula que se entrega desde 1996. Actualmente estoy leyendo dos de sus otras novelas traducidas al español, Corazón de acero (2023) y Ortiga y Hueso (2023), esta última se ganó el Premio Hugo, prestigioso galardón a la fantasía y ciencia ficción que se entrega desde 1953.
En 2023, edité junto a la Universidad del Rosario en Colombia, el libro Los jóvenes tienen voz: por un diálogo ciudadano entre generaciones. Más que un libro, esta recopilación de textos teóricos es un ejercicio de reflexión alrededor del concepto de juventud a nivel social, cultural y político en Latinoamérica. La lectura de este libro propone un diálogo intergeneracional entre académicos especializados y otros investigadores jóvenes en formación que navegan a través de la crítica, el pensamiento historicista, el análisis sociológico, la literatura y la crónica. Se busca analizar este concepto desde distintas variantes, poniendo el foco en territorio latinoamericano y en las universidades. Catorces textos inéditos se intercalan con seis entrevistas a jóvenes innovadores del continente. Una pieza en construcción de nuestra historia que busca explorar las voces jóvenes, con sentido ciudadano, en esta conversación que también les pertenece.
Me emociona, en lo personal, que uno de los ensayos que forman parte del libro, es un ejercicio crítico sobre el fanzine en América latina escrito por Jaime Yáñez y Valerie Weilheim, dos de los jóvenes que forman parte original de la creación de PezLinterna. Espacio que además se ganaron por mérito propio, tras una ardua evaluación externa que hacen otros especialistas académicos antes de la publicación final del libro.
La idea siempre fue provocar este diálogo entre distintas generaciones pero desde la rigurosidad académica. Lo que nos permite observar las diferentes formas de narrar a los jóvenes como sujetos. Y también de poner en valor la educación universitaria como un posible agente transformador. Por lo tanto, no se trata de un libro definitivo, al contrario, es una obra incompleta. Esta compilación es una pieza en construcción de nuestra historia. A partir del momento que se publica, su esencia es el tránsito. Es por esa razón que, en esta entrada, les comparto el texto introductorio ¿Qué aspiran los jóvenes en la actualidad? (pp. 15-21). Lo escribí para explicar los objetivos, el índice y la estructura del libro. Con estas voces, esperamos que se abran nuevas oportunidades para reflexionar académicamente sobre la juventud contemporánea fuera de la nostalgia y más allá del adultocentrismo.
¿Qué aspiran los jóvenes en la actualidad?, es una pregunta que se devanea entre lo genérico y lo relevante. Existen constantes trabajos de investigación que aspiran traducir el código de este grupo de personas, enmarcados en una frontera de edad específica: de 18 a 31 años. No sólo viendo la edad como un factor biológico de tránsito a la madurez, sino como ejercicio de la experiencia, de la comprensión del mundo adulto y del compromiso ciudadano. Es por eso que cada generación propone una idea conceptual de joven, con la que pretende abarcar también sus necesidades como ser social y cultural. Por ejemplo, en 1883, el barón alemán Colmar von der Goltz terminó de escribir un libro titulado La nación en armas. Muchas de sus reflexiones, ligadas al nacionalismo, invitan a pensar en la estrecha relación de los jóvenes con el mundo militar. Resalta la importancia del joven como parte de la maquinaria de la guerra por sus cualidades: “El enigma que su curiosidad aspira a resolver aparece todavía ante ellos como un libro cerrado. Suben la colina sin percibir lo abrupto del precipicio del otro lado. Su amor por la aventura eleva su entusiasmo por la batalla. «La fortaleza de una nación reside en su juventud”» (2018: 21)[1] Es decir, una de las primeras consideraciones en la que se tuvo a este grupo social, fue vinculándolos con la guerra.
De manera paralela, también en Europa se reflexionaba sobre la importancia de la educación en los niños. No en vano, en 1880, se decreta la ley de escolarización que condujo una nueva disposición social en las familias. Los niños debían alfabetizarse, y los individuos mayores de edad serían responsables de la carga familiar. Cumplirían ciertos oficios, recibiendo un salario que les daba la posibilidad de independizarse económicamente. Fue así como los jóvenes comenzaron a ser conscientes de un gasto que antes no consideraban: el del ocio. Dentro de esa categoría las revistas, los juegos de azar y el cómic comenzaron a formar parte de sus necesidades. De ese modo, vino la psicología, la literatura, la sociología y en cada ámbito, en cada etapa de la historia, los jóvenes comenzaban a conceptualizarse como grupo etario y factor generacional. En ese sentido, la idea europea y anglosajona del joven como motor de guerras, impulsador de un sistema adulto, terminó dando por respuesta un final del siglo XX cargado de profundo desencanto social. En este sentido, la educación como un derecho igualitario, se reforzaba como una alternativa para mantener a flote las próximas generaciones dentro de la sociedad.
Más de un siglo después, en 2011, la alemana Meredith Haaf, escribe un texto ensayístico sobre la juventud de su generación, el título en español es Dejad de lloriquear[2]. Se trata de un recorrido poco complaciente a través de la relación que los jóvenes estaban teniendo con el mundo al inicio del siglo XXI. Estos individuos que se habían sometido a un constante cambio de códigos discursivos y sociales, obligándose a un proceso de adaptación inagotable. La generación de los millennials que según los antropólogos abarca del año 1980 al 2000, fue la abanderada de la frustración. Habían sido educados para un mundo que se hizo obsoleto, enfrentándose a la actualización de las herramientas electrónicas cotidianas (teléfonos, reproductores de música), a cambios ideológicos de ciertos gobiernos, el impacto cultural de la caída de las torres gemelas en Estados Unidos y el inicio de la era virtual.
En este libro, Haaf anuncia que probablemente el problema radica en que los jóvenes millennials “muy pocas veces percibimos los acontecimientos políticos como experiencias”. Pone como ejemplo que, si hubiera caído el muro de Berlín en la actualidad, más serían las personas grabando el evento con sus móviles que viviendo el momento. Evidentemente habla desde la posición en que el futuro implica crisis y no superación. Para este nuevo adulto y, por lo tanto, para la infancia de una parte de la generación z que empieza en el 2000, los constructos educativos de la academia y los adultos estaban puestos en duda. Estudiar, aparentemente, no te hace profesional, o ser profesional no te garantiza que tus conocimientos dejen de ser útiles en el futuro y, mucho menos, garantizan que vayas a tener una vida digna. Eso los obligó a aprender a ser pragmáticos, lo que mermó la relación con el otro y el mundo. ¿Qué pasa entonces con la generación actual?
En 2019, Alesandro Barrico, publica el libro The Game[3] en donde reflexiona sobre la relación del hombre con el mundo virtual. Explora el impacto que las redes sociales y otras formas de dinamización han tenido en la relación del ser humano. La generación z, nacida a partir entre los años 2000 y 2010, se formó consciente de la tecnología, apropiándose de ella, y adaptándolas a su forma de ver el mundo. Es decir, la relación con los productos y los servicios, cambió de forma radical. La fácil y natural relación con los dispositivos móviles, amplío las mejoras en cuanto a movilidad e inmediatez. También los expuso a un mundo distinto, poco propenso a la crítica, transformando la idea de lectura, educación, sociedad, afectividad.
Esta mirada genérica, suele trasladarse desde occidente al resto del mundo, arropando la idea de los jóvenes como un patrón sin esencia. No se toma en consideración los entornos de estos individuos, la diversidad de sus realidades, el impacto transformador de la educación como detonante social y aislante de la idea masificadora de las sociedades. Entonces, ¿qué tan útil es el término generación?, ¿realmente sirve de escala para comprender la evolución de cara al futuro? Latinoamérica siempre se ha confrontado a una idea del joven heredada de Occidente, contrarrestando su propia identidad personal, esa que les toca construir a partir de las dificultades de un sistema complejo, desbalanceado, caótico, ideológicamente variante, y culturalmente enriquecido.
En 2020, en Colombia, la Universidad del Rosario contó con el apoyo de la firma encuestadora Cifras y Conceptos, para llevar a cabo diversas encuestas a nivel nacional dirigida a los jóvenes entre 18 y 32 años. Con la intención de comprender el impacto social que tuvo, no sólo la pandemia del COVID-19, sino los diversos movimientos sociales y políticos que estaban ocurriendo dentro del marco histórico contemporáneo en el país. La pregunta ¿qué aspiran los jóvenes en la actualidad? dejó de ser una idea retórica para ser una variante. A partir de este proceso de investigación, nace la idea de este libro, que buscaba atender a la pregunta a través del diálogo centrado en Hispanoamérica.
En primer lugar, proponemos un arqueo histórico en donde no sólo se traslada el concepto "juventud" visto desde Latinoamérica, sino en cómo las variantes históricas, sociales y educativas fueron un importante motor de transformación en la idea arquetípica del joven para las naciones. Iniciamos esta primera parte del libro titulada generaciones transformadoras, del siglo XVIII al XX, con la historia de Colombia como epicentro, en el que los catedráticos Sebastián Ariza, Rodrigo de J. García Estrada, Diana Gómez Navas, Carlos Andrés Charry, hicieron un arqueo sobre la transformación de la idea de la juventud, fácilmente trasladables a realidades vecinas dentro del continente.
Posteriormente, llegados el siglo XXI, damos paso a la segunda parte del libro que recoge trayectorias vitales, formativas y comprometidas en la actualidad. Para esta parte reunimos las voces colombianas de Nathalia Urbano, Claudia M. Diaz Ríos, Javier F. Galindo Bohorquez, Alba Lucía Cruz, Ángela Cristina Pinto Quijano, David Caro y Emmanuel Quiroga quienes, hacia el final, se mezclan con la de Bruno Souza y Felipe Costa, autores de Brasil, quienes ayudan a matizar el concepto de jóvenes dentro de un continente tan enriquecido en diversidad como el nuestro.
Este detonante, abre paso a la tercera y última parte del libro: otros retos, otras representaciones en donde Sara Bertrand de Chile; Koro López de Uralde de España; y María Beatriz Medina, Samuel Díaz, Jaime Yáñez y Valerie Wielheim de Venezuela, analizan la propuesta conceptual de los jóvenes desde otros espacios, incluso con otras formas de narrar.
La lectura de este libro propone un diálogo entre académicos especializados y otros investigadores jóvenes en formación que navegan a través de la crítica, el pensamiento historicista, el análisis sociológico, la literatura y la crónica. Se busca analizar el concepto de juventud desde distintas variantes, en nuestro territorio y enmarcado en las necesidades de nuestros contextos.
De la mano a esa misma necesidad estructural por entrecruzar formas narrativas, se han incluido entre los capítulos, seis entrevistas a jóvenes estudiantes y emprendedores: Catalina Sofía Sánchez Melo y Lënmec Tiller de Colombia; María Paula Altamirano Benítez de Ecuador; Lú Céspedes de Perú; Florencia Manolakis de Argentina y Pamela Escobar Vargas de México.[4] Cada uno de las voces de estos jóvenes enriquece el análisis de estos capítulos, con su reflexión en primera persona, enunciando su propia realidad y tomando conciencia de sus contextos. Algunos de los temas contemporáneos que suelen abordar son discidencia, feminismo, diversidad, virtualidad, compromiso social, herencia cultural, desarrollo socioeconómico, ambientalismo y, uno de los más imperativos, el derecho a la educación universitaria. Este es, sin duda alguna, uno de los grandes pilares sobre los que se construye la narrativa de este libro: la educación como posibilidad para el cambio.
Quizás no haya una respuesta concreta alrededor de las aspiraciones de los jóvenes contemporáneos, pues cada una de ellas se construye a partir de sus identidades individuales; lo que sí pretende este libro es proponer una reflexión intergeneracional, la invitación abierta al debate, al diálogo, en donde jóvenes y adultos estén dispuestos a proponer como sujetos transformadores del cambio y no como un mero ejemplo de sus generaciones. Leernos, sin brechas, para entendernos como una sociedad justa e igualitaria, necesitada de un sistema educativo sólido y con las mismas posibilidades profesionales para todos, que sirva de motor para el tránsito que supone ser, más que un adulto, un ciudadano.
[1] Savage, Jon. Teenage: la invención de la juventud 1875-1945. Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2018
[2] Haaf, Meredith. Dejad de lloriquear: sobre una generación y sus problema susperfluos. Barcelona: Alpha Decay, 2012.
[3] Baricco, Alessandro. The Game. España: Anagrama, 2018
[4] Reconocemos que existe la ausencia de voces de Centroamérica. Debido a los tiempos de edición del libro, no se pudieron concretar algunas de las propuestas consultadas.
Para los lectores en Colombia, puedes adquirir el libro físico en la web de la editorial. En otros países se puede adquirir el ebook en Play Store, Apple Store y otras plataformas.
Si tienes más curiosidad acerca del libro, les compartimos las siguientes entrevistas que hice para el podcast chileno La biblioteca de noche, y para el programa Las voces del libro que forma parte de la editorial. Al final, pueden encontrar una de las cuatro presentaciones que llevamos a cabo en ferias y librerías. En este caso, en la librería Lerner de Bogotá, donde conversaron Maité Dautant y Carlos Andrés Charry, uno de los autores del libro.
Pedro miente. Dice que está enfermo para no ir a la escuela. Sin embargo su pequeña mentira pasará inadvertida cuando, en esa misma mañana, se encuentre con un leño que habla. Corrección: se trata de un Paloñeco, con identidad propia, que afirma haber sido antes un hueso. Quizás toca iniciar el relato con la tradicional pregunta del huevo y la gallina: ¿fue primero leño o hueso de ciruelo?. O para ir más al grano -o a la semilla-, ¿cuándo realmente ese ser de madera fue un Paloñeco? Bajo esta premisa, inicia una rocambolesca aventura en la que progresivamente este leño, charlatán y desenfadado, cuenta su atribulado tránsito a través de los distintos materiales: Hueso, Ciruelo, Leño, Paloñeco.
Si nos detenemos en el origen creativo del libro, también nos encontramos con una metamorfosis progresiva. Su ilustrador, Chrudoš Valoušek, reveló en algunas entrevistas que la inspiración original de Paloñeco fue Pinocho de Carlo Collodi. El editor e ilustrador eslovaco Juraj Horváth fue hasta Italia en busca de los derechos del libro para publicarlo en su editorial con las ilustraciones de Valoušek. Como no consiguió los derechos , se reunió con el historietista y guionista de cine Vojtěch Mašek, para sacar adelante una idea diferente del libro (esto cuenta el ilustrador en sus entrevistas, estamos corroborando con el editor qué ocurrió puesto que los derechos de Pinocho son de libre uso). En esta reunión, los tres encontraron la manera de contar una versión libre de un muñeco de madera humanizado. Para este proceso, se apartaron de la idea de un muñeco que transita hacia la infancia a través de un camino que lo dirige a la "virtud". Al contrario, el personaje de Paloñeco no busca trascender ni dar lecciones morales, sino que se resigna a contar el origen de sus distintas formas y comprender cómo su esencia material genera las distintas peripecias.
En el capítulo seis ocurre un debate lógico entre Pedro y el leño, puesto que la historia se quiebra narrativamente en múltiples posibilidades (o personalidades). Es el momento donde el árbol que nace del hueso de la ciruela, termina hecho pedazos por los cinco tipos con hachas. En ese sentido Paloñeco no es sólo un leño, es muchos leños. Esa reflexión de tintes filosóficos, solo busca quebrar el sentido literal de lo que este narrador oral de madera cuenta. Si en los primeros seis capítulos de veinte, cuenta que es hueso y ciruelo, ¿cómo se llega al instante en el que no es sólo un leño? Son muchos leños, al menos diez. La identidad del personaje se vuelve prácticamente vulgar. No se trata de un personaje especial, sino del parte de un todo. Su historia es tan vulnerable y efímera como la inexistente enfermedad de Pedro. En ese sentido, no es un personaje al que le crece la nariz, sino que confronta desde el mismo lugar, del que inventa, a ese otro niño que usó una excusa para no asistir al colegio. No hay una lección moral, sino un reto de ficción. No hay solo un Pedro ni un Paloñeco, hay nueve leños más como muchos otros niños existirán creando sus propias ficciones.
Valoušek, Mašek y Horváth dejaron de lado las múltiples capas de exploración del clásico de Collodi, para centrarse en contar una historia humorística. Paloñeco usa la oralidad como voz narrativa. La historia se construye a partir del diálogo, a ratos absurdo, entre un niño incrédulo que mintió y un leño que puede estar inventando su propio periplo.
La mayoría de los acontecimientos que narra Paloñeco, toscamente y sobre la marcha, no dejan de formar parte del ideario cotidiano. Es decir, hay árboles que crecen, insectos que carcomen, niños caprichosos, madres complacientes, perros inquietos, gatos incrédulos, niñas creativas, juguetes mecánicos, parejas aventureras. Paloñeco narra esos engranajes de forma tan grandilocuente que más que mentiras, parecen solo exageraciones. El lector pacta con su delirante fantasía, porque desde el primer instante está instalado en la historia que narra un leño. Sus puntos de giro son tan afines a situaciones cotidianas de la infancia, que esos momentos absurdos cobran forma en la duda. No es hasta la llegada del cocodrilo, donde se evidencia que Paloñeco es dueño arbitrario de su historia.
Paloñeco no sólo transgrede a Pinocho desde la idea, sino también en la estructura. Pinocho originalmente se publicó en un folletín de prensa en 1883, por lo que cada capítulo pertenecía a una nueva publicación. En ese sentido, esas descripciones en los títulos de los capítulos trataban de dar sentido a lo que iban a leer. En el caso de Paloñeco, cada capítulo tiene un largo título que sirve de metatexto. El autor no sólo reseña lo que está por contarse sino que, algunas veces, carga de profunda ironía el recorrido que narra su protagonista. En ese sentido, la traducción al castellano de Daniel Ordóñez, imprime esa sensación directa del relato. Confronta al lector a la circunstancia, en esa compleja armazón del que debe traducir la narración una historia atribulada, sin saber cuál será su destino.
Capítulo seis, en el que llegan a la casa los nuevos propietarios y cinco tipos con hachas. ¡Y vuelven a pasar cosas!
Capítulo nueve, que es largo y en el que el leño por fin se convierte en Paloñeco.
En ese mundo de posibilidades narrativas, el ilustrador Chrudoš Valoušek también hizo su propio ejercicio creativo. Ante la propuesta original de ilustrar Pinocho, hizo su propio trabajo de investigación estética. No sólo exploró las ilustraciones originales de Enrico Mazzanti, sino que quiso buscar los libros que ilustró la checa Helena Zmatlíková, quien para la época era uno de los referentes más conocidos de la ilustración infantil en Europa del este. Su forma de representar la historia de Collodi, fue referencia para la infancia de esa región.
Encontrar, observar y analizar todas estas técnicas para representar a Pinocho, le permitió un campo amplio de inspiración. Fue por eso que, al tener la historia de Paloñeco, Valoušek se arriesgó a usar la técnica de la linografía. Quiso darle una identidad completamente distinta a través de unos grabados de gran formato. Las imágenes juegan con el uso de colores vivos, con mucha pigmentación, y que permite un contraste luminoso ante la luz natural, además de generar una sensación de textura en la ilustración. Cada doble página parece un cartel de gran formato. Aunque luego, las páginas que dialogan con el texto, abren paso al formato cómic. Las viñetas permiten una tercera posibilidad del texto narrativo. El lector primero se encuentra con el nombre del capítulo a manera de enunciado, continúa el hilo de la historia con el desparpajo y afabilidad del narrador, y termina observando una nueva interpretación de lo narrado en forma de historieta. El contenido de sus ilustraciones da otras dimensiones a lo absurdo del relato, aunque gráficamente parecen un ejercicio clásico de imprenta.
Para que estas formas encajen, se requiere de una conciencia absoluta de la narrativa gráfica, del diseño, del uso de la tipografía y el color. No en vano, el diseñador gráfico Jan Čumlivski le echó una mano para explorar la digitalización de su trabajo, aunque fue el editor Juraj Horváth quien finalmente hizo todo el seguimiento de los arreglos gráficos y del color.
Es cierto que Valoušek, antes de llevar sus ideas a la práctica artesanal, hace las ilustraciones en papel para poder componer espacios, personajes, organizar elementos y usar los colores. A la izquierda verán una de las ilustraciones que luego traslada a este grabado de abajo que forma parte del libro.
La suma de elementos textuales, de diseño e imagen, condujo este libro a merecer diversos reconocimientos: el premio infantil checo más bello del año de su edición, la cinta de oro al logro artístico del año en su país, y ganador de mejor libro ficción en el Festival de Bologna del 2019. El jurado apuntó que era un "álbum psicodélico, pop, absurdo, cómico y satírico".
Basta con tenerlo entre las manos, con perderse en su historia, para entender la trascendencia del trabajo artesanal de este libro. Paloñeco, hueso, ciruelo, leño y otra vez Paloñeco es un deleite visual que rinde homenaje al formato libro y sus posibilidades.
Apuntes curiosos
El escritor Vojtěch Mašek, es también escritor de guiones cinematográficos. Las dos últimas películas que escribió: Arvéd (2022) y Okupace (2021) recibieron el galardón Czech Lion que entrega la Academia de cine y televisión checa a mejor guión.
Además, Mašek estuvo nominado como mejor director por el film Arvéd y recibió el premio a mejor cartel de película del 2022, que realizó junto a Soňa Juríková, demostrando también su talento en el campo de la ilustración.
Helena Zmatlíková, ilustradora de una de las ediciones de Pinocho que inspiró a Valoušek, fue bastante reconocida por su labor en el siglo XX. Tiene una amplísima obra de libros para niños y se dice que fue la mujer ilustradora que más vendió durante ese siglo. Su prestigio en Europa del Este era tal, que Google llegó a hacer un doodle en 2014, en homenaje a su obra. También trabajó en animación.
La linografía es una técnica de grabado en relieve, cuyo material nació originalmente para el uso del revestimiento del suelo.
A principios del siglo XX, artistas del expresionismo alemán empezaron a experimentar con este tipo de material, resaltando casi siempre el uso del negro.
Si bien se le adjudica a Pablo Picasso en 1939, las primeras obras con uso de color en este tipo de grabados, ya Henri Matisse en 1932 había introducido el color en esta técnica. El acierto de Picasso fue explorar el uso de una misma plancha con distintos colores. Es decir, descubrió una técnica de relieves en la que imprimes con la plancha un color, y luego estampas otro color encima con la misma plancha, y así sucesivamente. Esto hace que cambie la plancha a cada color, y no puedas repetir el mismo grabado. A esa técnica se le llamó plancha perdida. Compartimos algunas obras significativas del linografía.
En 2021 encontré en la ciudad de Granada, Nicaragua, una pequeña casa iluminada por ventanas intervenidas con óleo, y en cuyo interior habían muchos grabados vistiendo las paredes. Al asomarme salió Alicia Zamora Noguera, artista gráfica e ilustradora que encabeza el colectivo Tonatzin.
Me contó que este colectivo da continuidad al proyecto Arte, Mujeres y economía en la Red, en el que más de 21 mujeres jóvenes exploran los linograbados y la xilografía, usando como recurso la suela de zapatos. Ellas tienen edades entre 10 y 22 años y pertenecen tanto a barrios urbanos como a zonas semirurales. Con el trabajo de esta gráfica han podido exponer a nivel nacional e internacional, sorteando las diferentes crisis de los últimos años.
Me impresionaron los trabajos de autorretrato y la representación del entorno desde el ejercicio creativo. También pude ver algunos de los números de la revista Artefacto que fue bastante vanguardista en los noventa, no sólo como propuesta de contenido, sino como objeto. Alicia participó ilustrando en esa revista cuando tenía 16 años. La linografía sigue siendo una herramienta de exploración artística en diversas partes del mundo.
Otras páginas de Paloñeco