La organización de los Colegios del Mundo Unido (CMU) es la única ONG educativa mundial que une a jóvenes de todo el planeta, seleccionados en su propio país en base al mérito y sin considerar su situación económica, para compartir una experiencia centrada en una misión, “hacer de la educación una fuerza para unir a las personas y las culturas por la paz y un futuro sostenible.”
El origen de los CMU -también en inglés United World Colleges (UWC)- se remonta a los días más tensos de la Guerra Fría, cuando un grupo de educadores europeos compartieron una visión inspiradora y única: que la comprensión entre los jóvenes podía sentar un camino hacia a la paz y la seguridad. Kurt Hahn, un reconocido educador alemán de la primera mitad del siglo XX, creía que se podía hacer mucho por superar las divisiones religiosas, culturales y raciales de su época si los jóvenes de todas partes del mundo lograban relacionarse mejor. Era un plan audaz; concebir un colegio con alumnos de diferentes naciones que trabajaran para lograr la meta común de superar las hostilidades de la guerra y construir la paz. Es así como en 1962, el año de la crisis de los misiles cubanos, fue fundado el primer CMU en el sur de Gales. En aquel entonces, el diario británico The Times of London calificó el movimiento como “el experimento educativo más importante desde la Segunda Guerra Mundial.”
A pesar de que el mundo ha cambiado mucho desde 1962, esa visión sigue siendo relevante y vital. El recrudecimiento de los conflictos en el Medio Oriente, la incertidumbre social en el mundo desarrollado, y los conflictos políticos en nuestros países nos recuerdan que las amenazas a la paz van más allá de las diferencias nacionales e incluyen la discriminación racial, religiosa y de nivel socioeconómico. En medio de tensiones, antiguas y nuevas, conflictos e incertidumbres, podemos apreciar aún más claramente que necesitamos líderes que puedan entenderse entre sí, y que estén preparados a reorganizar su entorno, para convertirse en lo que Nelson Mandela, el Presidente Honorario de los CMU, ha llamado “células de innovación y catalizadores para el cambio.” En los últimos 50 años, los CMU han pasado de ser un colegio en la costa sur de Gales a un movimiento de escala mundial, único en el reconocimiento de que la educación permite relacionarse con los demás sobre la base de un sentido de humanidad compartida. Por lo tanto, podemos estar seguros de que la misión fundadora, tan valiosa entonces, es aún más relevante en el siglo XXI.
Hoy, los alumnos de los CMU son seleccionados por Comités Nacionales en más de 140 países. Los candidatos son seleccionados a través de un riguroso proceso de selección en base al mérito personal y sin distinción de raza, religión, preferencia política o situación económica. Este esfuerzo garantiza que los CMU sean verdaderamente globales y reflejen todos los aspectos de la sociedad. No es coincidencia, entonces, que en la mayoría de los CMU, haya un promedio de 70 nacionalidades diferentes cada año.
El programa académico de todos los CMU se articula en torno al Diploma del Bachillerato Internacional (IB), uno de los cursos preuniversitarios más respetados y conocidos alrededor del mundo y, como tal, aceptado por las universidades más selectivas del planeta. Si bien, el desempeño académico es muy importante, los CMU procuran equilibrar las actividades académicas con una combinación de servicio a la comunidad, actualidad internacional y actividades físicas y creativas. Los alumnos de los CMU aprenden no sólo que pueden sobresalir en cualquier campo que elijan, sino que también pueden ayudar a encontrar las soluciones a algunos de los problemas más difíciles que enfrenta el mundo hoy en día. Esta seguridad crece a partir de una educación exigente y de vanguardia, pero comienza con el acto crucial del acercamiento al otro.
La teoría y la práctica de la resolución de conflictos adquieren una dimensión especial con alumnos que provienen de zonas afectadas por conflictos. Es particularmente emocionante, para todos aquellos que hemos tenido el privilegio de estudiar en un CMU, recordar las discusiones entre compañeros de Israel y Palestina, Serbia y Kosovo o la India y Pakistán, especialmente cuando las diferencias se transforman en amistades perdurables. Basta con pasar unos pocos minutos en alguno de los CMU para sentirse alentado por la pasión, la esperanza, el compromiso y la capacidad de los estudiantes de ver y sacar lo mejor de sí mismos.
La mayoría de los estudiantes, quienes ingresan a los colegios entre los 16 y 18 años, a pesar de estar muy arraigados en sus propias culturas, aún son lo suficientemente tolerantes para aprender de los otros. Como alumno de los CMU, se obtienen habilidades de vida esenciales a través de diferentes actividades que conforman la experiencia: ser voluntario en una comunidad local, participar en debates internacionales, realizar interpretaciones artísticas, solo por mencionar algunas. Aprender a administrar el tiempo propio para lograr un equilibrio entre las actividades académicas, el voluntariado, los deportes, las artes, socializar y dormir, es probablemente el reto práctico más grande que se enfrenta en los colegios.Viviendo y aprendiendo en una comunidad dinámica de gente joven de diferentes orígenes y culturas, y generalmente compartiendo tu habitación con otros estudiantes, representa una oportunidad de aprendizaje sobre sí mismo y sobre otros estudiantes cuyas costumbres y perspectivas son diferentes. El sencillo acto de acercamiento entre jóvenes de orígenes diversos aporta una riqueza adicional a la educación de todos en los colegios.
El reconocimiento de que los temas regionales son manifestaciones locales de problemas mundiales sirve de motivación a los ex-alumnos para que se conviertan en líderes en las artes, las ciencias, los negocios, el gobierno y hasta los viajes espaciales. Miles de ex-alumnos de los CMU son educadores y médicos que diariamente hacen innumerables contribuciones a la vida de los demás. Hay muchos otros menos visibles, cuyas acciones están haciendo diferencias fundamentales en sus lugares de trabajo, sus universidades y sus comunidades. Pero en todos estos casos, el factor común es la inspiración que toman de la misión y los valores de los CMU y su convicción de que “cada graduado es un potencial arquitecto para la paz”, en palabras de la Reina Noor de Jordania, presidenta de los CMU.
Recientemente, el único CMU en Sudamérica, ubicado en los llanos venezolanos, y especializado en la enseñanza de agricultura, fue clausurado en medio de la coyuntura política venezolana. Decenas de estudiantes, comprometidos con la misión y los principios de los CMU, perdieron la oportunidad de promover los ideales de la organización en una de las regiones más desiguales del planeta. A pesar de las tensiones políticas, los conflictos y las incertidumbres, en los próximos 50 años el movimiento debe continuar su labor pionera precisamente en aquellas regiones del planeta donde las tensiones políticas, raciales y religiosas encuentran sus peores manifestaciones.
Fiel a esta visión, en 2009, se inauguró el Colegio del Mundo Unido de Mostar, ubicado en Bosnia y Herzegovina, para convertirse en la primera institución completamente multicultural de ese país. Este colegio, como muchos otros CMU, busca apoyar e influenciar positivamente a jóvenes que quieren cambiar su futuro en una sociedad que aún no ha hecho las pases con su pasado. El efecto transformador que tiene la educación de los CMU no se limita a los ex-alumnos, sino también a las comunidades en las cuales éstos operan. El Colegio en Mostar recientemente organizó el primer Modelo de las Naciones Unidas en los Balcanes, regularmente dicta cursos de verano sobre “La paz y la reconciliación”, apoya a grupos deportivos locales y gestiona un centro de desarrollo profesional para docentes en Bosnia y Herzegovina.
Para celebrar el 50 aniversario de esta organización pionera, los CMU deben seguir siendo una fuerza que une a la gente en un mundo en el que se ensanchan nuevas brechas divisorias como la disparidad en la riqueza, la educación, la seguridad y la distribución desigual de los costos asociados al cambio climático. En los próximos 50 años, los CMU deben tomar su legitimidad y fortaleza de aquellos que desean un futuro más pacífico y sostenible.
Este año, 1500 alumnos de más de 146 países se graduaron de uno de los doce Colegios del Mundo Unido (CMU). En 2013, tomará su lugar otra generación de jóvenes seleccionados en su propio país, en base al mérito personal y la curiosidad intelectual. Para mayor información sobre el proceso de selección en tu país, visita nuestro sitio web http://bit.ly/fnevvu
Testimoniales
Tessa Devreese, 17 años, Belga. CMU Costa Rica
Mi proceso de selección fue muy tranquilo, hasta la etapa de la entrevista donde siete personas me presionaron haciéndome preguntas muy incómodas y a veces hasta incoherentes. Mi experiencia más impactante en los colegios, ocurrió no con un hecho aislado sino al darme cuenta de cómo, en otras culturas, particularmente asiáticas, muchachos de nuestra edad no tienen derecho a cuestionar las autoridades y a emitir sus opiniones. Estas mismas personas provenientes de esas culturas no cambian ese arquetipo de pensamiento sin importar cuánto cambie lo que los rodea.
Kshitij Kapur, 18 años, Hindú. CMU Costa Rica
En la India el proceso de selección se hace directamente en Mahindra UWC of India, y durante dos días hay una especie de convivencia y entrevistas. Ambas cargadas de preguntas que buscan incomodar a los participantes. Mi impacto más grande fue ver la sinceridad de la gente. Ese tipo de confianza y “comportamiento”, en India, solo se ve entre gente que tiene por lo menos dos años conociéndose muy bien. Aquí en UWC, desde el primer momento, la gente es muy sincera y abierta. Para mí es una sorpresa muy agradable, pero para otras personas de mi cultura quizás resulte muy incómodo.
Roberto Della Neve, 19 años, Venezolano. CMU Costa Rica
El proceso de selección venezolano, en comparación al resto de los que he oído aquí, es MUY fuerte. Teniendo etapas más numerosas y difíciles que otros procesos. En la nota personal, para mí fue muy complicado estar en la convivencia, porque la noche anterior había muerto el papá de mi mejor amigo, y un padre para mí también. Ese hecho, sin embargo, representó una motivación extra, un obstáculo más que superar. Una vez llegado aquí, el impacto cultural más grande que he tenido no tardó en llegar: al final del mes de Ramadán musulmán, la comunidad judía del Colegio le preparó un festín a los musulmanes que habían estado siguiendo las costumbres de dicho mes. Entendí que en este lugar, todo lo que creemos entender del mundo se ve desafiado, y muchas veces el sur se confunde con el norte.
Anton Baleato, 19 años. Español. Ex CMU del Atlántico
Abby Robinson, 17 años, USA. CMU Costa Rica
Nuestro proceso de selección consistió de dos etapas. La primera fue la presentación de aplicaciones, y luego las recomendaciones de los maestros, una recomendación de un consejero universitario, una declaración personal, tres ensayos cortos, y una lista de los libros más allá de la que el solicitante haya leído. Alrededor de 500 personas solicitaron mi año, y 120 de ellos son seleccionados para asistir a entrevistas regionales. Hubo más de 10 sitios de entrevista a través del estado. En la entrevista del día había muchas actividades de grupo y una entrevista individual. Lo que más destacó para mí fue que hubo actuales estudiantes UWC USA en mi entrevista o compartiendo con nosotros, lo que realmente me ayudó a comprender que UWC era algo que existía (y no un lugar de culto), con personas reales beneficiándose de los colegios. Supongo que mi mayor sorpresa fue que al llegar al colegio, las demás personas no eran las utopías que me imaginaba que fueran. Esperaba encontrar personas que estudiaran constantemente o que conscientemente trataran de mejorar el mundo de acuerdo con los valores de UWC. Pero gracias a Dios, me dio más seguridad ver que mis compañeros de los segundos años, y mis co-años, son personas también imperfectas, y no solo mini-diplomáticos y futuros fundadores de otras ONG. Eso no quiere decir que no tengamos todos un similar principio ético vinculante y que, ¿por suerte?, creemos en lo que UWC representa, pudiendo tener la posibilidad de crear un cambio positivo global del que constantemente se habla.
Aitor Luna, 32 años, Español. Ex CMU del Atlántico
El proceso de selección fue intenso, pero muy divertido. Es inevitable estar un poco nervioso porque las ganas de ir a un Colegio o a un curso de verano son enormes, y sabes que te juegas una plaza con los otros chavales que están allí contigo. Pero, sin darte cuenta, la tensión se diluye, sale lo mejor de ti, y del grupo. La selección es también parte de la experiencia de los UWC, aunque no te den una plaza, porque durante el fin de semana de la selección conoces y colaboras con gente muy distinta a ti, pero a la vez muy cercana y parecida, con la que forjas lazos muy fuertes, amistades que duran. Al legar al colegio, el primer fin de semana que estuve en Atlantic College, tuvimos que presentarnos y hablar un poco de nuestros países y culturas. Nos habían recomendado llevar un traje típico, para hacerlo más colorido y divertido. Como yo no tenía traje de alicantino y no se me ocurrió otro cosa, le pedí prestado un traje de rosa de lunares a Miriam, una estudiante de Jaén, y salí allí con traje de flamenca, sombrero cordobés, imitando un baile andaluz y recitando un poema de Espronceda. Miriam y mis compañeros se morían de la risa. Después de aquello, no hubo hielo ni barreras con mis nuevos compañeros.
Creo que lo más fácil fue hacer amigos. En todos los países hay gente con la que te une mucho. Para un adolescente, ir a un UWC es como abrir un cofre del tesoro. Las personas que encuentras y las experiencias que vives con ellas son inimaginables hasta que llegas allí. Lo más difícil al principio fue compaginar tantas cosas nuevas a la vez: vivir solo, estudiar fuerte en otro idioma, hacer y consolidar nuevas amistades con gente de 90 países distintos, tener que liderar y participar en ideas, actividades, proyectos, meterme de lleno en el servicio social… pero precisamente esa responsabilidad y esas posibilidades son las que te hacen madurar y crecer. A los 15 o 16 años, una educación genuinamente internacional con sólidos valores, rigor académico e infinitas oportunidades de asumir responsabilidades y vivir experiencias impensables en tu entorno de siempre, te transforma. Lo más tangible es mencionar que gracias a la experiencia en los UWC he podido estudiar en las mejores universidades del mundo, trabajar en lo que me gusta y desarrollar mis otras pasiones sociales, culturales, etc., siendo fiel a la idea que me hice de mí mismo y de los valores que desarrollé en los Colegios del Mundo Unido. Y ha sido así porque en los Colegios te haces consciente de tus responsabilidades y de tu potencial, y tienes la oportunidad de ponerlos en práctica. Yo era un adolescente con hambre de mundo, y en el Colegio empecé a comérmelo.
David González, 22 años. Venezolano. Ex CMU Noruega
***Imágenes usadas en este artículo: 1. Detalle del logo de los colegios del mundo unido. 2. Detalle de fotografía cortesía de Aitor Luna. 3, 4, 5. Fotos tomadas de la página en Facebook de la selección venezolana de los UWC. 6. Video cortesía de Anton Baleato y a la selección española de los UWC. 7. Video cortesía de David González.
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