Freddy Gonçalves Da Silva
9 de may de 20126 min.
Actualizado: 3 de sep de 2021
La autora cordobesa aún no lo podía creer. Estos días se mantiene sumergida, como ella misma afirma, en una catarata de llamadas, mensajes, entrevistas radiales. Son solo algunos de los compromisos adquiridos a raíz de su reciente triunfo, junto al ilustrador checo Peter Sís, en los premios Hans Christian Andersen. María Teresa Andruetto atiende a todos con la disciplina del escritor, oficio que lleva ejerciendo toda la vida. Fue merecedora del Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura Infantil en el 2009, y tiene publicados, entre otros, libros como El anillo encantado (1993), Stefano (1997), La mujer vampiro (2001), El país de Juan (2005), El árbol de las lilas (2006), y también poemarios y novelas para adultos como Lengua madre (2010) que fue finalista en el premio Rómulo Gallegos. En el fallo del jurado del Andersen se reconoce la creación de una obra original a partir de una estética propia, poética, que reflexiona sobre temas como la migración, la injusticia, la identidad, la pobreza, la violencia y el amor. De esta forma, se convierte en la primera latinoamericana de habla castellana reconocida por el que catalogan el “pequeño” Premio Nobel de la literatura infantil y juvenil. María Teresa Andruetto, promotora innata de la literatura en niños y jóvenes, atendió amablemente a nuestro llamado y nos respondió algunas preguntas:
La ficción es una “mentira” que tiene efecto estético, una mentira que nos permite descubrir una verdad más verdadera que “la verdad”, y su intención y sus búsquedas son también estéticas. Diría que mentira y ficción son algo así como primas, pero la segunda es la forma artística de la primera y no tiene intenciones de estafar sino de producir un cierto engaño que regocije y nos ayude a pensar y a sentir con mayor intensidad.
He regresado a ella y a otras zonas de mi pasado a través de la palabra. Solo tenemos el presente, o sea apenas un momento fugaz, pero a través de esa cantera -una cantera de imágenes y de palabras- que es la memoria, conservamos el pasado, atesoramos momentos y revisamos con dureza otros intentando ser coherentes con lo ya vivido o distintos tal vez, mejores. En cuanto a mi adolescencia, fue un momento muy rico, muy intenso de aprendizajes y experiencias, y seguramente ahí se definieron muchas cosas, muchas líneas de vida que ya no abandoné, pero no sé si fue el mejor momento de mi vida; tal vez no, porque yo era muy insegura, por entonces, muy acomplejada. Conservo más recuerdos dichosos de épocas de mayor madurez.
Sin memoria no hay pasado, tampoco hay posibilidades de revisar lo ya hecho para corregir el rumbo o reafirmarlo. La memoria individual y social, una memoria que puede ser verbalizada, es lo que nos distingue de otros seres vivos no humanos.
Tal vez la identidad de mi escritura sea una búsqueda constante, no sólo de temas (que corre por diversos caminos), sino una búsqueda del lenguaje. Me refiero a un lenguaje que siendo el castellano “de todos” o “de muchos” sea también mío propio, la búsqueda de una lengua privada, un acento propio, en este mar inmenso de la lengua social.
Bueno, el árbol a secas no sé, pero ese árbol sin duda es un árbol de amor. La espera ha sido tradicionalmente un tópico femenino en la literatura universal. Es la princesa la que espera. Pero aquí salió de ese modo: hay un hombre que espera (¿por qué no?) y una mujer que busca. Tal vez eso haya sucedido en el relato, porque yo soy más una persona que busca que una persona que espera.
No lo esperaba y sí. Porque al tener la espléndida noticia de que había quedado entre los finalistas, algo de ansiedad y de imaginación al respecto apareció. Pero corrí siempre la idea, tal vez por autoprotección. También porque me parecía demasiado para mí. Recibí la noticia en mi casa, en el momento en que estaba devolviendo copas y platos que había alquilado porque el sábado anterior habíamos celebrado en casa el casamiento de una de mis hijas.
El premio mismo y esa circunstancia me llena de orgullo, también de responsabilidad. Quisiera estar a la altura de las expectativas de todos, porque sé bien que tantas y tantas personas vienen trabajando, como yo misma, en la enorme tarea de editar, difundir, promover, escribir, ilustrar libros para niños y para jóvenes en Latinoamérica.
El mundo, los países, las lenguas tienen sus lugares en las relaciones de poder. El de Latinoamérica es un lugar periférico. A la vez es un lugar de tremenda vitalidad. Pienso que nuestra riqueza es ser plenamente conscientes de eso, de nuestras carencias, de nuestro lugar en los márgenes, de nuestra potencialidad, de nuestra creatividad, y desde ahí mismo, desde el corazón de lo que somos, escribir, ilustrar, editar, difundir, enseñar…
No, nada de eso. Nada es totalmente independiente en este mundo. Todos estamos insertos en una red de relaciones y tensiones políticas, culturales, económicas, sociales, geográficas… Eso es el mundo, la cultura. No hay forma de salirnos de eso y entonces es desde adentro de toda esa red, esa madeja de relaciones que debemos posicionarnos, escribir (enseñar, ilustrar, editar, construir lectores, dirigir instituciones o lo que fuere), como quería Marguerite Yourcenar “con los ojos muy abiertos”.
Me parece que la literatura infantil es más una zona de libros (que tienen puentes hacia ciertos lectores en formación) que un género, porque le caben todos los géneros. Aunque muchas veces y en muchas obras estemos rompiendo las pautas, ellos están ahí, construidos por generaciones a lo largo de los siglos y sirven de referente para abandonarlos, seguirlos o destruir sus bordes que es, por supuesto, también una forma de rendirles homenaje.
Se parecía mucho al trabajo con otros grupos, con otros jóvenes. Lo más fuerte de ese trabajo fue para mí haberme obligado a mirarme en mis prejuicios, en pensar que tal vez, como habían vivido algunas cosas, se interesarían por “ciertos” libros. Descubrir que yo estaba poniéndolos en casilleros me produjo vergüenza y una nueva conciencia.
Estoy/estaba escribiendo una novela; ya veré cuando la retomo.
Bestiario, de Cortázar. Ficciones, de Borges. La bastarda, de Violete Leduc…
Las dos cosas van juntas para mí.
Un gato o un caballo.
Yo misma metida en el canasto de cartas de un cartero que me devolvió a mi casa cuando era muy, muy niña.
Pavese.
El mate.
Verdi.
Un honor, un placer, un honor.
Muñeca brava.
Había una vez…
***Imágenes usadas para esta entrevista: 1. Fotografía de Juana Luján en la página web de la autora. 2. Detalle de la portada de la novela Stefano (2009), editado por Babel, e ilustrado por Álvaro Sánchez. 3. Detalle de la portada de Solgo, editado por Edelvives (2011). Ilustración de Cynthia Orensztajn.