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María Teresa Andruetto

Actualizado: 3 sept 2021


La autora cordobesa aún no lo podía creer. Estos días se mantiene sumergida, como ella misma afirma, en una catarata de llamadas, mensajes, entrevistas radiales. Son solo algunos de los compromisos adquiridos a raíz de su reciente triunfo, junto al ilustrador checo Peter Sís, en los premios Hans Christian Andersen. María Teresa Andruetto atiende a todos con la disciplina del escritor, oficio que lleva ejerciendo toda la vida. Fue merecedora del Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura Infantil en el 2009, y tiene publicados, entre otros, libros como El anillo encantado (1993), Stefano (1997), La mujer vampiro (2001), El país de Juan (2005), El árbol de las lilas (2006), y también poemarios y novelas para adultos como Lengua madre (2010) que fue finalista en el premio Rómulo Gallegos. En el fallo del jurado del Andersen se reconoce la creación de una obra original a partir de una estética propia, poética, que reflexiona sobre temas como la migración, la injusticia, la identidad, la pobreza, la violencia y el amor. De esta forma, se convierte en la primera latinoamericana de habla castellana reconocida por el que catalogan el “pequeño” Premio Nobel de la literatura infantil y juvenil. María Teresa Andruetto, promotora innata de la literatura en niños y jóvenes, atendió amablemente a nuestro llamado y nos respondió algunas preguntas:

En todas sus entrevistas, habla de su capacidad de mentir en la infancia. ¿Mentir es un oficio? ¿Cuándo es mentira y cuándo ficción? ¿Miente en la ficción?

La ficción es una “mentira” que tiene efecto estético, una mentira que nos permite descubrir una verdad más verdadera que “la verdad”, y su intención y sus búsquedas son también estéticas. Diría que mentira y ficción son algo así como primas, pero la segunda es la forma artística de la primera y no tiene intenciones de estafar sino de producir un cierto engaño que regocije y nos ayude a pensar y a sentir con mayor intensidad.

Una vez comentó que el regreso a un lugar es posible sólo a través de la palabra. ¿Cómo regresaría usted a su adolescencia?

He regresado a ella y a otras zonas de mi pasado a través de la palabra. Solo tenemos el presente, o sea apenas un momento fugaz, pero a través de esa cantera -una cantera de imágenes y de palabras- que es la memoria, conservamos el pasado, atesoramos momentos y revisamos con dureza otros intentando ser coherentes con lo ya vivido o distintos tal vez, mejores. En cuanto a mi adolescencia, fue un momento muy rico, muy intenso de aprendizajes y experiencias, y seguramente ahí se definieron muchas cosas, muchas líneas de vida que ya no abandoné, pero no sé si fue el mejor momento de mi vida; tal vez no, porque yo era muy insegura, por entonces, muy acomplejada. Conservo más recuerdos dichosos de épocas de mayor madurez.

¿Qué tan vital considera la construcción de la memoria para las sociedades en la actualidad?

Sin memoria no hay pasado, tampoco hay posibilidades de revisar lo ya hecho para corregir el rumbo o reafirmarlo. La memoria individual y social, una memoria que puede ser verbalizada, es lo que nos distingue de otros seres vivos no humanos.

Muchas de sus historias, buscan entender el concepto de identidad, ¿cuál sería la identidad de su escritura?

Tal vez la identidad de mi escritura sea una búsqueda constante, no sólo de temas (que corre por diversos caminos), sino una búsqueda del lenguaje. Me refiero a un lenguaje que siendo el castellano “de todos” o “de muchos” sea también mío propio, la búsqueda de una lengua privada, un acento propio, en este mar inmenso de la lengua social.

El árbol de las lilas es un cuento que leen niños, jóvenes y adultos por igual. ¿Qué simboliza este árbol que une tan amplias lecturas? ¿La espera es un asunto femenino o masculino?

Bueno, el árbol a secas no sé, pero ese árbol sin duda es un árbol de amor. La espera ha sido tradicionalmente un tópico femenino en la literatura universal. Es la princesa la que espera. Pero aquí salió de ese modo: hay un hombre que espera (¿por qué no?) y una mujer que busca. Tal vez eso haya sucedido en el relato, porque yo soy más una persona que busca que una persona que espera.

¿Esperaba ganarse el premio Andersen? Cuéntenos cómo fue el momento en que recibió la noticia.

No lo esperaba y sí. Porque al tener la espléndida noticia de que había quedado entre los finalistas, algo de ansiedad y de imaginación al respecto apareció. Pero corrí siempre la idea, tal vez por autoprotección. También porque me parecía demasiado para mí. Recibí la noticia en mi casa, en el momento en que estaba devolviendo copas y platos que había alquilado porque el sábado anterior habíamos celebrado en casa el casamiento de una de mis hijas.

¿Cómo se siente ser la primera latinoamericana de habla castellana que recibe el premio?

El premio mismo y esa circunstancia me llena de orgullo, también de responsabilidad. Quisiera estar a la altura de las expectativas de todos, porque sé bien que tantas y tantas personas vienen trabajando, como yo misma, en la enorme tarea de editar, difundir, promover, escribir, ilustrar libros para niños y para jóvenes en Latinoamérica.

¿Por qué es tan difícil como latinoamericanos hacer llegar nuestras realidades en la literatura para niños y jóvenes a otras latitudes?

El mundo, los países, las lenguas tienen sus lugares en las relaciones de poder. El de Latinoamérica es un lugar periférico. A la vez es un lugar de tremenda vitalidad. Pienso que nuestra riqueza es ser plenamente conscientes de eso, de nuestras carencias, de nuestro lugar en los márgenes, de nuestra potencialidad, de nuestra creatividad, y desde ahí mismo, desde el corazón de lo que somos, escribir, ilustrar, editar, difundir, enseñar…

¿Considera usted que la literatura juvenil es realmente un género independiente?

No, nada de eso. Nada es totalmente independiente en este mundo. Todos estamos insertos en una red de relaciones y tensiones políticas, culturales, económicas, sociales, geográficas… Eso es el mundo, la cultura. No hay forma de salirnos de eso y entonces es desde adentro de toda esa red, esa madeja de relaciones que debemos posicionarnos, escribir (enseñar, ilustrar, editar, construir lectores, dirigir instituciones o lo que fuere), como quería Marguerite Yourcenar “con los ojos muy abiertos”.

¿Cómo concibe que aún se hable de géneros en una actualidad que presenta tanto juego de discursos?

Me parece que la literatura infantil es más una zona de libros (que tienen puentes hacia ciertos lectores en formación) que un género, porque le caben todos los géneros. Aunque muchas veces y en muchas obras estemos rompiendo las pautas, ellos están ahí, construidos por generaciones a lo largo de los siglos y sirven de referente para abandonarlos, seguirlos o destruir sus bordes que es, por supuesto, también una forma de rendirles homenaje.

¿Cómo fue su trabajo en los talleres de creación literaria con jóvenes en riesgo social? ¿Cómo estimularlos a escribir? ¿Alguna anécdota?

Se parecía mucho al trabajo con otros grupos, con otros jóvenes. Lo más fuerte de ese trabajo fue para mí haberme obligado a mirarme en mis prejuicios, en pensar que tal vez, como habían vivido algunas cosas, se interesarían por “ciertos” libros. Descubrir que yo estaba poniéndolos en casilleros me produjo vergüenza y una nueva conciencia.

¿Cuáles son los proyectos a futuro?

Estoy/estaba escribiendo una novela; ya veré cuando la retomo.

Conversaciones minúsculas


¿Un libro de su adolescencia?

Bestiario, de Cortázar. Ficciones, de Borges. La bastarda, de Violete Leduc…


¿Leer o escribir?

Las dos cosas van juntas para mí.


¿Un animal en el que metamorfosearse?

Un gato o un caballo.


¿Un recuerdo?

Yo misma metida en el canasto de cartas de un cartero que me devolvió a mi casa cuando era muy, muy niña.


¿Autores que fueron influencia?

Pavese.


¿Algo argentino?

El mate.


¿Algo italiano?

Verdi.


¿Peter Sis?

Un honor, un placer, un honor.


¿Una canción?

Muñeca brava.


¿Una mentira?

Había una vez…


***Imágenes usadas para esta entrevista: 1. Fotografía de Juana Luján en la página web de la autora. 2. Detalle de la portada de la novela Stefano (2009), editado por Babel, e ilustrado por Álvaro Sánchez. 3. Detalle de la portada de Solgo, editado por Edelvives (2011). Ilustración de Cynthia Orensztajn.


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