[El escenario está vacío, suena música estilo Arka, se proyectan imágenes mercadillo medieval futurista]
IVÁN.- Acérquense, acérquense, gentes de lugares lejanos, artistas malavenidos, humanos desafortunados, apestados y alejados de la benevolencia de los dioses, acérquense a contemplarme, disfruten conmigo del último bastión del arte.
[Mercedes y Alejandro entran en escena desde lugares opuestos, y curiosos, se acercan a Iván que con unos palos a modo de antorcha simula tragar y soplar fuego al ritmo que las llamaradas aparecen en la pantalla]
MERCEDES.- (Al terminar el espectáculo de Iván se le acerca para dejarle una moneda) Ojalá pudiera darte más que una moneda, todos los que aquí estamos merecemos el respeto que tuvimos antaño. El arte casi desaparece, pero gracias a gente como tú, aún podemos agarrarnos a ese “casi”.
IVÁN.- Agradezco tu ayuda, pero me sorprende tu aparente franqueza al hablar. ¿No estarás tratando de ganarte mi confianza para sacarme palabras comprometidas y acusarme ante quienes nos persiguen?
MERCEDES.- (Algo ofendida) No, claro que no. [Mercedes le muestra a Iván su tatuaje]
IVÁN.- Perdoname, pero ya sabes que tal y cómo están las cosas, últimamente ya no podemos fiarnos de nadie. Incluso en reductos del arte como este lugar, a uno ya le cuesta sentirse seguro.
ALEJANDRO.- (Que pululaba cerca y los escuchaba sigilosamente, entra a la conversación) Tienes toda la razón, compañero. (Enseña su tatuaje). Me presento, perdonadme, soy escritor, y vengo de la costa del Este. Allí las cosas andan mal, para variar, no empecé el viaje hasta aquí yo solo, pero a mitad de camino apenas quedábamos unos pocos y al pasar el último de los ríos perdí al único compañero que me quedaba. Como a tantos, nos vigilaban y perseguían desde que emprendimos el viaje.
MERCEDES.- Todos traemos historias parecidas, aún no me he presentado, pero si me permitís, lo haré en un lugar más recogido, podríamos tomar algo en la taberna. Me han hablado bárbaro de las cervezas de maíz que sirven allí.
IVÁN.- Pues no se hable más, tengo tiempo hasta mi próxima actuación, allí podremos conocernos bien.
[Los protagonistas salen del escenario y vuelven a entrar rápidamente, la proyección cambia a una ambientación de taberna, los protagonistas llevan jarras antiguas y de madera en las manos]
Por unos segundos, durante el cambio de escena, suena Danza del Osos.
(Los tres protagonistas ríen, bailan y brindan con sus jarras, después, se paran a hablar).
ALEJANDRO.- No te faltaba razón, amiga. Esta cerveza es la mejor que probé en mucho tiempo. Desde antes de la rebelión diría.
(Al mencionar la rebelión, los compañeros de juerga entristecen el semblante, se nota la pena y la nostalgia de un gran tiempo anterior)
IVÁN.- Ya que ha salido el tema, dinos, compañera (dirigiéndose a Mercedes), cuál es tu historia, prometiste que aquí nos la contarías.
MERCEDES.- Mi historia no es distinta a la de muchos de los que en esta taberna se encuentran, eso seguro. Pero si insistís en saberla, con gusto os la contaré.
Yo era una de esas niñas diferentes a las demás, ya sabéis, de esas que juegan a disfrazarse con los vestidos de mamá y a poner voces de hombre adulto o de anciana y algunas noches soñaba con enrolarme en la tripulación de un corsario, otras con atravesar los desiertos en busca de oro montada en un caballo e incluso muchas noches soñé con visitar las estrellas más lejanas.
(Mientras va hablando, Mercedes se entristece notablemente).
ALEJANDRO.- (Con cierta ironía) Pero por qué esa pena, nadie te impedía hacerlo, ¿no? Vivimos en el tiempo de las infinitas posibilidades, si querías ser astronauta y visitar la estrella más lejana imaginable, tan solo tenías que ahorrar y comprar un billete.
(Los tres ríen con pena).
MERCEDES.- Cómo bien sabes, el problema del poder sin límites, es que las conquistas pierden todo su valor.
IVÁN.- Y en un mundo en el que todos los deseos se cumplen, tener sueños como los que tú tenías es muy raro, eso es algo que aquí todos hemos sufrido.
MERCEDES.- Exacto, además, yo no quería ser vaquera, ni pirata, ni astronauta, o al menos no para siempre, digamos que yo tan solo quería soñar para sentirme así, sentir lo que aquellas personas con grandes emociones debían experimentar en sus adentros. (Respira un segundo) Yo… siempre quise ser actriz.
(Iván y Alejandro bajan la cabeza en síntoma de compasión por su amiga).
MERCEDES.- Fue en clase de historia, donde descubrí lo que eso significaba, disfrazarse de otras personas, vivir en sitios muy lejanos o muy cercanos, o de otro tiempo, pero todo, sin llegar a serlo del todo, sin perder la dificultad del arte, sin perder la imperfección.
Como supondréis nadie me entendió, mis padres trataron de centrarme durante mucho tiempo, mi adolescencia les pilló con el pie cambiado, nunca llegaron a comprender nada.
(Poniendo voz de padre regañando) “Vives en un mundo donde tienes la capacidad de ser lo que quieras ser, y decides que quieres no ser nadie. Decides disfrazarte de princesa de cuento antiguo en lugar de salir a conquistar otros planetas.”, - me recriminaba mi padre.
IVÁN.- ¿Y cómo acabaste aquí?
MERCEDES.- Bueno, decidí buscar gente como yo en mi ciudad, los encontré, formamos un grupo de teatro y ensayabamos en mi desván cuando mis padres no estaban en casa. Un día mi padre llegó antes de lo esperado y nos descubrió. Se enfadó muchísimo, él hacía tiempo que se sentía en peligro teniéndome en casa, me pedía que no llamase mucho la atención y después de aquello me pidió que me fuese, o me iba o tendría que denunciarme, me dijo.
Había oído hablar de este lugar y sin más sitio al que acudir pues decidí emprender el viaje.
ALEJANDRO.- Pues aquí has encontrado una nueva familia, de eso puedes estar segura, y tú, amigo, (dirigiéndose a Iván) ¿cómo acabaste haciendo espectáculos aquí? Debes ser muy bueno con el fuego para estar en este lugar.
IVÁN.- ¿Sabes?, no solo soy tragafuegos, es hora de mi próxima actuación, venid conmigo y conoceréis mi historia.
[Los protagonistas salen del escenario y vuelven a entrar rápidamente, la proyección cambia de nuevo a la calle, ahora de noche, Iván se muestra en una posición centrada, mientras que Alejandro y Mercedes le miran con atención sentados en el suelo delante de él].
IVÁN.- "De niños nos sentábamos en la hierba,
hundíamos las manos en la tierra.
Sentíamos cómo el pardusco & húmedo
universo se enroscaba, alerta & vivo,
la tierra contenida en el casco hueco de nuestras
El extenso mar de nuestros atónitos ojos.
hasta la suciedad es un regalo;
lo destartalado, extraordinario.
Arca: Barco con el que la familia de Noé & sus animales se mantuvieron a salvo del diluvio. La palabra proviene del latin arca, que significa «cofre», al igual que la palabra latina arce-re, «cerrar, defender o contener».
ponemos palabras en el arca.
Seguimos hablando / escribiendo / esperando /viviendo / amando /luchando.
Seguimos creyendo más allá del desastre.
También los finales terminan
en el confín de la tierra.
El tiempo se arquea sobre sí mismo.
No es inercia, es conjetura.
Los días caminan por pares sin poder evitarlo... Pasado & presente, pareados & paralelos.
Es el futuro lo que salvamos de nosotros mismos para nosotros.
pues el lenguaje es un arca.
el lenguaje es un oficio,
Un arte de navegación vital.
el lenguaje es un bote salvavidas.
Hemos recordado cómo tocarnos
cómo confiar en lo que es bueno & adecuado.
Hemos aprendido nuestros verdaderos nombres...
No lo que nos llaman, sino lo que estamos llamados a cargar en adelante.
Qué cargamos sino aquello & a aquellos que amamos.
sino el sacrificio por la luz dada.
La pérdida es el precio que pagamos al amar,
una deuda que bien merece cada impulso & cada impetu.
Lo sabemos porque hemos decidido
El mundo, una imperfección maravillosa.
He aquí la custodia de esa luz magnífica.
La verdad es: hay alegría
en desprenderse de casi todo:
nuestra rabia, nuestra ruina,
nuestro orgullo, nuestro odio,
nuestros espectros, nuestras envidias,
nuestras garras, nuestras guerras,
Nos encaminamos hacia el mañana,
más que el propio mundo encima"*
*Poema "Lo que cargamos" de Amanda Gorman -traducción de Nuria Barros-
[El escenario está vacío, tan solo, en el centro de este, se extiende una sábana dibujada, suena Rebeleon, proyección en negro]
[Mercedes entra en escena]
MERCEDES.- Venid aquí, compañeros. La batalla se acerca a la velocidad de los proyectiles enemigos, pero serán nuestra lucha, nuestros bailes y nuestros sentimientos los que marquen el ritmo de la guerra.
[Iván y Alejandro entran en escena desde lugares opuestos, y se colocan junto a Mercedes, alrededor de la sábana]
ALEJANDRO E IVÁN.- (Saludando a Mercedes) Comandante.
MERCEDES.- (Señalando la sábana) He aquí el mapa del campo de batalla. Como veis, nos rodean.
ALEJANDRO.- Y nos superan en número.
MERCEDES.- (Deja un segundo de reflexión) El plan ya lo conocéis, en minutos empezará la batalla, así que, como supondréis no os he pedido que vengáis aquí para explicaros nada que no sepáis ya. De hecho, me gustaría sentarme con vosotros y que sean nuestras historias las que den la bienvenida a los disparos.
[Los tres protagonistas se sientan en las sillas. Tras unos momentos de dubitativo silencio, Alejandro se anima a hablar]
ALEJANDRO.- (Señalando un punto de la sábana) Yo nací ahí. Tras aquellos ríos que desembocan en el lago. Mi pueblo, siempre a sus orillas, encontró en su entorno el escenario perfecto para desarrollar sus leyendas. Como todas las leyendas de todos los pueblos, estas hablaban de personajes míticos, de héroes y heroínas, de viajes épicos, de luchas, de victorias pírricas y también hablaban de bestias.
El cuento más famoso de mi pueblo contaba la historia de una terrible bestia subacuática. Hace muchos, muchos años.
ALEJANDRO.- Eso no importa. Hace muchos, muchos años el pueblo vivía aterrado por un monstruo que habitaba las profundidades del lago. Su nombre era Morgawr. Era una terrible serpiente de veinte metros de largo capaz de matar a decenas de pescadores de un solo bocado. Los habitantes del pueblo estaban desesperados, cada vez eran menos y los que no morían devorados por Morgawr, lo hacían de hambre, pues ya nadie se atrevía a salir a pescar y la comarca nunca tuvo un buen suelo para las cosechas.
Así que los habitantes se reunieron y decidieron proponerle un pacto a la bestia. Era un pacto horrible, un trato que sacrificaba mucho a cambio de paz. Cada año, Morgawr podría escoger a un joven del pueblo y se lo llevaría consigo al fondo del lago. A cambio de esto, debería dejar en paz al resto de habitantes y permitiría pescar a las gentes del pueblo.
IVÁN.- ¿Por qué? podría haber matado a más personas si no hubiera aceptado el trato.
ALEJANDRO.- El hecho es que a Morgawr le gustaba matar pescadores para provocar miedo en el pueblo, pero sabía, que la desesperación de una familia que pierde a uno de sus hijos sería mucho mayor que la de un pueblo entero desnutrido.
MERCEDES.- Dudoso trato. A los enemigos hay que destruirlos, no negociar con ellos.
ALEJANDRO.- Eso mismo pensó la madre de la niña que fue entregada aquel año a la bestia. Le pareció una injusticia que Morgawr escogiese a su única hija, cuando había familias con muchos más jóvenes. Entendió que la bestia sabía perfectamente cómo hacer más daño y que por eso fue a por su niña.
La ira la inundó, así que convocó al monstruo, le prometió que ella también se entregaría a él. Que ya le había quitado lo que más quería y que no soportaba la idea de morir lejos de su hija. Le dijo que esa misma noche se dejaría caer al inicio del río y que esperaba que Morgawr estuviese allí para encontrar el mismo final que había tenido su hija.
La bestia aceptó. Y la mujer reunió a varios vecinos para que la ayudasen con su plan. Cuando empezó a caer el sol, Morgawr comenzó su camino río arriba, al principio rápido, pero conforme más avanzaba, más le costaba impulsar su pesado cuerpo contra un cauce cada vez menos profundo pero más potente. Nadaba y nadaba, y lo hizo durante horas, finalmente, a media noche y exhausto, llegó al principio del río y allí encontró a la mujer.
Esta se le acercó y al observar lo agotada que se encontraba la bestia gritó: - ¡Ahora! Y de los árboles aparecieron el resto de vecinos que empezaron a lanzarle piedras a Morgawr, que estaba tan cansado, que apenas pudo plantarles cara a los humanos. Pronto cayó y su cuerpo lo arrastró la corriente de nuevo al lago, donde yació para siempre.
Desde entonces nadie volvió a ser víctima de Morgawr, pero siempre contó la leyenda que la bestia no murió, sino que aún permanece en el fondo del lago reponiéndose y cogiendo fuerzas para un día, dar el golpe definitivo, salir del lago y cobrarse su venganza acabando con el pueblo entero.
Los siglos pasaron, convirtiendo la historia en mito, el mito en cuento. Y como todos los cuentos, servía para meter miedo a los niños y evitar que se acercasen demasiado al peligroso lago.
Hace un año, al principio de la guerra, un enorme vehículo anfibio, infestado de soldados enemigos surgió de las profundidades y destruyó todo el pueblo. Muchos jóvenes fueron raptados como rehénes para luchar en su bando, los demás, tratamos de huir a nado, que era la única salida. Muy pocos lo logramos. Los demás, ya imagináis con quien descansan.
IVÁN.- Triste es la historia de tu pueblo. El mito no pudo salvaros contra aquellos que pretenden arrasar la cultura con sus tanques.
MERCEDES.- Pero sobrevivió, el mito, la cultura de su pueblo sigue bien viva mientras tu la cuentes.
ALEJANDRO.- Y mientras exista una resistencia dispuesta a luchar por ella. (Dirigiéndose a Iván) Cuéntanos tu historia, compañero, ¿por qué luchas con nosotros?
IVÁN.- Mi historia nunca la protagonizó una criatura mágica, tampoco se desarrolla en un pueblo y nunca vi un tanque hasta que llegué a este batallón. Fue algo más sutil, más rutinario.
La casa se reformó, nada fuera del otro mundo: Estaba algo anticuada y mis padres querían modernizar. Paredes blancas, líneas rectas. “La cocina la quiero siempre limpia y ordenada”, repetía mi padre cada vez que me veía entrar a por la merienda.
Al poco tiempo desaparecieron los cuadros, los marcos de fotos y en su lugar, una voz robótica enlatada en un altavoz empezó a callar el ruido.
“Nada de sal, nada de azúcar, nada de carbohidratos después de las ocho”.
“Nada de polvo, nada de gritos, nada de hablar después de las nueve”.
“Nada de calor, nada de frío, nada de estar despierto después de las diez”.
Lo asumimos con naturalidad, sabíamos que era lo mejor para nosotros, para nuestro bienestar. Respecto a los libros también fueron esfumándose poco a poco. No sé si mi padre los tiró porque quisó, si fue aquel altavoz quien se lo aconsejó o si se fueron por su propio pie a un lugar donde se les hiciera caso. El caso es que un día, sin casi habernos dado cuenta, ya no quedaba ni una sola letra escrita en toda la casa.
La apatía que rezumaban las paredes hacía que nuestro cerebro pidiese estímulos. “Puedo recomendarte algunas series, o si lo prefieres, renovamos tu armario con la nueva tienda virtual”, deslizaba la dulce voz robótica cada vez que notaba aburrida nuestra mente. Apatía generalizada para inducir a la sobreestimulación consumista, una y otra vez y vuelta a empezar.
Alguien me sacó de ahí, mi hermano enfermó, enfermó de ausencia. Él ni siquiera había aprendido a escribir, mis padres ya ni recordaban cómo se hacía. Los cuentos que el altavoz le contaba antes de dormir, apenas eran distinguibles de su día a día y una mañana, amaneció llorando. Y lloró y lloró, y nunca dejó de hacerlo. Sus gemidos inundaban con vida la casa, pero mis padres no lo veían así. No sé si por miedo, porque aquel altavoz lo sugirió, o si lo hicieron por convicción, pero como los cuadros, como los marcos, como el color, un día mi hermano se esfumó de la casa. Eso me hizo estar hoy aquí. Aunque me duela, yo lucho contra mi hogar, no por él. Y sobre todo lucho por mi hermano.
ALEJANDRO.- No. Tú, al igual que yo, luchas por un hogar. Por un hogar arrebatado. No lo olvides.
MERCEDES.- Gracias por contar vuestras historias. Contra la destrucción de la cultura, nos rebelaremos.
[En el escenario se encuentran Alejandro, Iván y Mercedes comiendo pipas, como en el barrio]
ALEJANDRO.- Así que cultura, eh.
IVÁN.- Sí, del latín cool-turras, es decir, ser un pesado guay.
MERCEDES.- O creerte guay por ser un pelma, vaya.
ALEJANDRO.- Eso explica también lo de litera-turra. Ser un pesado literal.
IVÁN.- Jajajaja, buah, literal.
ALEJANDRO.- (Tras unos segundos de silencio) Nah, enserio, ¿qué es la cultura? Porque parece tantas cosas a la vez…
MERCEDES.- Ya está aquí el litera-turras, anda pregúntale a Chat Gpt.
IVÁN.- (Saca el móvil y le pregunta a la IA, luego lee) La cultura es el conjunto de conocimientos, creencias, costumbres, valores, normas, símbolos, lenguas, arte, tecnología y formas de vida que caracterizan a un grupo humano y que se transmiten de generación en generación.
En otras palabras, la cultura es todo lo que una sociedad crea, aprende, comparte y vive.
MERCEDES.- ¿Y se puede vivir sin cultura?
ALEJANDRO.- Bueno, si una comunidad viviese sin desarrollar ninguna idiosincrasia, supongo que esa sería su propia cultura.
IVÁN.- Sí, pero no llegaría muy lejos. Ni siquiera podrían comunicarse entre ellos.
MERCEDES.- No habría malentendidos.
ALEJANDRO.- Qué va, guerras siempre habrá. Y sin palabras para entender malentendidos nadie podría pedir la paz.
IVÁN.- ¿Y si solo hubiera una única cultura en el mundo? Nadie podría luchar en nombre de un dios, ni de una creencia, ni nada.
MERCEDES.- Esas siempre han sido las excusas, nunca las razones.
ALEJANDRO.- (Dirigiéndose a Mercedes) Tienes toda la razón. Además, si nos mantenemos humanos, será imposible unificar una sola cultura. La humanidad es efervescente, y cada burbuja que nace al fondo del vaso es una nueva idea, una costumbre, una lengua, un código penal, una cultura, en definitiva. Y esa burbuja crece, flota y sube y al llegar a la superficie explota y se diluye en el aire. Es imposible ser una única burbuja. Y lo es aún más apagar el motor que hace que las burbujas nazcan y mueran, y vuelvan a nacer.
MERCEDES.- Yo odio la Coca-Cola sin gas.
IVÁN.- (Pensativo) Visto así… Pero no creo que sea imposible apagar ese motor, yo cada vez veo menos burbujas a mi alrededor, lo encuentro todo más uniforme, más impersonal, más…
MERCEDES.- Estandarizado.
IVÁN.- Y sin embargo, mucho más desigual. Los ricos cada vez son más ricos, los pobres más pobres, pero mientras, todos vemos Netflix. En algún momento alguien confundió la igualdad de oportunidades con la estandarización de los pantalones y la cagó.
ALEJANDRO.- ¿Cómo que qué hacemos? Lo de todas las noches de todos los julios de nuestra vida, comer pipas en el parque.
IVÁN.- Que qué hacemos para evitar que las burbujas se mueran, idiota.
MERCEDES.- Hablar. Hablar y escribir, y cantar y recitar y contar y leer. Decirlo todo, lo que conocemos y lo que no, decir cosas sin sentido, crear palabras, gritar nuevos idiomas. Es nuestra obligación, hacer saltar la chispa.
MERCEDES.- La que haga explotar la burbuja, la que dé comienzo a la Rebelión de las Palabras.
IVÁN.- Pues vamos allá. Hablemos, leamos, contemos. (Saca un libro, se pone en pie y lee) “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”
ALEJANDRO.- (Saca un libro, se pone en pie y lee) “Y allí todos los animales eran iguales, pero unos animales eran más iguales que otros.”
MERCEDES.- (Saca un libro, se pone en pie y lee) “Sabían que la ignorancia era la noche de la mente, una noche sin Luna ni estrellas”.
IVÁN.- Y cometieron el mayor de los pecados, no ser triste ni feliz.
ALEJANDRO.- Les gustaban los sueños del futuro más que la historia del pasado.
MERCEDES.- No sabían que quien controla el pasado, controla el futuro.
IVÁN.- Y les prometieron una eternidad, dentro de sus días contados.
ALEJANDRO.- Olvidaron que a veces perder el equilibrio por amor, es parte de vivir una vida equilibrada.
MERCEDES.- Y que no hay mayor agonía que llevar una historia no contada dentro de ti.
IVÁN.- Que si buscas la perfección, nunca estarás contento.
ALEJANDRO: Que solo con el corazón se puede ver bien.
MERCEDES.- Yo te amo para amarte, y no para ser amado, puesto que nada me place tanto como verte feliz.
IVÁN.- Amor y deseo son dos cosas diferentes: que no todo lo que se ama se desea, ni todo lo que se desea se ama.
ALEJANDRO.- Pero llegará un día, si nada cambia, en que el amor y la vida sean una historia contada por un idiota, llena de ruido y furia, que no significará nada.
MERCEDES.- (A Alejandro) Podremos remediarlo. No dejes que el miedo te impida jugar el juego.
IVÁN.- Recuerda, alma dormida, despierta, contempla cómo se pasa la vida..
ALEJANDRO.- Construiremos un castillo sobre las nubes, ¿no lo veis? Ya está aquí.
MERCEDES.- Y allí, en lo más alto de la más alta torre, entenderemos que las personas libres jamás podrán concebir lo que los libros significan para quienes vivimos encerrados.
IVÁN.- El que lee, vive mil vidas antes de morir. El que no lee, vive solo una.
ALEJANDRO.- Pero la infancia es el reino donde nadie muere.
MERCEDES.- La gente no muere cuando deja de vivir, sino cuando deja de ser recordada.
IVÁN.- Y aunque las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma.
ALEJANDRO.- Estas son, en mi no tan humilde opinión, nuestra más inagotable fuente de magia.
MERCEDES.- Incluso en el desorden de las letras se puede encontrar belleza, como en un cuadros surrealista, ¿no creéis?
Los tres protagonistas dejan sus libros y los cambian por sus móviles, los miran y parece que buscan algo. Entonces se proyecta en la pantalla el siguiente vídeo: