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Por el camino de Cenizas

Actualizado: 22 ago 2021


Quizá no exista el término Road Comic para referirse a la versión en cómic del subgénero cinematográfico de las road movies o películas de carretera; pero el hecho es que Álvaro Ortiz ha hecho –y además maravillosamente– eso mismo: la primera novela gráfica que haya conocido que encaje en esa categoría de Road Comics.

Cenizas (Astiberri, 2012) es una película de carretera, con todos los ingredientes delirantes que no pueden faltar en una buena road movie, sólo que esta vez hecha desde el discurso del cómic. Sí, Cenizas son viñetas en acción; se mueve, suena, cambia de ritmo y de paisaje, a sus personajes les pasa de todo, absolutamente de todo, y obviamente –como en toda película de carretera que se respete– los amigos que iniciaron el viaje llegan a destino convertidos en otras personas. El viaje sobre el asfalto es una metáfora del transcurso de la vida, ese tránsito por la existencia que te hace crecer y te transforma.

Polly, Moho y Piter son tres amigos que, a pesar de estar atravesando por una etapa de distancia y silencio en su amistad, deciden emprender un viaje con la misión de cumplir con la última y muy peculiar voluntad de Héctor, un cuarto miembro del clan que ha muerto recientemente. En el camino tendrán que enfrentarse a sí mismos (porque la amistad también es un viaje; a veces va en bajada, a veces conduce a un barranco y otras veces las cuestas se hacen empinadísimas, casi irremontables, pero sólo así acaba en buen destino), tendrán que escapar de unos matones con nombres rusos pero con pinta de roqueros gringos de los años 80, además de lidiar con una cantidad insólita de gente rara, loca, peligrosa. También se las verán con un fantasma que les pegará unos sustos del demonio en los momentos de soledad… Ah, y con Andrés, un monito de circo muy bien entrenado (que si no es por el mono no llegan ni a la próxima curva).

Y gracias a Álvaro Ortiz nosotros acabamos también a bordo de ese auto, convertidos en pasajeros en un viaje lleno de picos y valles que no nos dejará indiferentes; porque nosotros también seremos otros cuando lleguemos a la última página de esta travesía.

Cenizas es una novela gráfica que pareciera estar dialogando con la mítica obra de Jack Kerouac En el camino. También con la formidable road movie de Terrence Malick Badlands, con la famosa Easy Rider de Dennis Hopper y también con esa demoledora e imprescindible novela de Cormac McCarthy sobre un padre y su hijo que intentan sobrevivir en un mundo apocalíptico llamada La carretera. Pero no sólo de letras y fotogramas están llenas estas cenizas de Álvaro Ortiz, también está plagada de música, porque la música no puede faltar en ninguna película de carretera, así que en los Road Comics tampoco, sobre todo si es la de los Pixies. Por si fuera poco, Cenizas echa mano a una información muy bien documentada sobre la historia de la cremación: entre las tribus de aborígenes, ¿cuáles la practicaron?, ¿quiénes fueron sus promotores a lo largo de la historia y cómo acabaron?, ¿qué tuvo que pasar para que fuera aceptada por las élites religiosas y se convirtiera en una práctica frecuente? Esos fragmentos informativos e históricos se van insertando a lo largo de la novela gráfica y nos ofrecen una pausa entre tanto frenesí, un poco de calma en medio de la locura, al tiempo que nos aclaran asuntos cruciales para poder atar los cabos sueltos. La frontera entre el libro divulgativo y la ficción queda así difuminada con gracia absoluta, con armonía y, muy importante, sin traicionar jamás el espíritu del buen cómic.

No conozco los detalles del proceso de elaboración de Cenizas, pero hay algo importante digno de ser compartido: gracias a que su autor ganó la beca de cómics Alhóndiga Bilbao, estuvo dedicado a su novela gráfica entre 2011 y 2012 en la Casa de los Autores de Angoulême (población francesa donde se lleva a cabo anualmente uno de los más prestigiosos festivales de cómics del mundo). Y así, en estas condiciones, Cenizas tardó año y medio en realizarse. Los lectores, ya lo sabemos, nos tomamos licencias, fantaseamos, así que mientras recorremos esta carretera de Cenizas no es difícil imaginarnos a Álvaro Ortiz encerrado, trabajando allí en ese recinto silencioso, lejos de casa, intentando avanzar en la obra para así mantener su beca, buscando la manera de armar su propio viaje, construir la carretera, subirse al auto, acelerar el motor y así cumplir con la misión encomendada. Año y medio de trabajo y encierro para poder hacer su Road Comic y ponerlo todo en marcha. La ficción salva, eso también lo sabemos, y esa debe ser la razón por la que Cenizas resulte una obra tan rebosante de vida.

No cometeré la tontería de revelar el final de Cenizas, es una obra que debería ser leída por lectores de todas las edades –porque una buena novela gráfica es una buena novela, así, sin adjetivos y punto–, pero sí les diré que es de las cosas más entrañables que haya enfrentado en años. Un final de esos que te hace respirar hondo, dan ganas de aplaudir, de llamar a los amigos, de abrazar a alguien. También dan ganas de intentar uno, ¿por qué no?, su propio cómic, su propia película, guion o road movie. O incluso pueden dar ganas enormes de contactar al mismísimo autor, Álvaro Ortiz (@alvaroortiz_), para darle las gracias aunque uno no lo conozca; les aseguro que vale la pena, resulta ser un tipo muy agradable.

***Imágenes usadas en este artículo: Ilustraciones del libro Cenizas de Álvaro Ortiz, publicado por Astiberri.


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