Imaginen a Jude Law vestido de Papa caminando en un pasillo lleno de piezas de artes. Una estrella, como la de Belén, pero más en plan meteorito atraviesa cada uno de los cuadros -desde dentro- guiando los pasos de este nuevo "mesías". A cada paso que da, sobre la pared, vemos que aparecen los nombres del elenco en letras fluorescentes como si fueran letreros de luz de un hotel de carretera. Jude Law luego te picará el ojo, y el meteorito caerá sobre la escultura de algún papa, cualquiera de los últimos. Así es la introducción que Paolo Sorrentino (sí, el mismo director de La grande belleza) decidió darle a esta serie que cuenta la historia de Pío XIII, un sacerdote conservador, soberbio, petulante y que termina por ganar tanto adeptos como enemigos en la Santa Sede.
No es una serie para todo público, pues ofrece escenas largas, con parlamentos que contienen un alto nivel de reflexión acerca del poder, el rol de la iglesia, el oscurantismo de la religión y el lado más banal, superfluo y decadente del catolicismo. Sin embargo, estas escenas recogen desde grandes planos hasta un derroche de banalidad, contando con una fotografía preciosista, y una dirección muy cercana a un rococó posmoderno (si es que cabe el término). La composición de sus escenas juega con los planos, la distribución, la luz, los espacios. Juega, porque siempre juega pero con el sello Sorrentino. Busca entender los intríngulis del Vaticano con un dejo de banalidad. Es un ¡Hola! pero con pretensión intelectual.
Todo el periplo de este Papa por mantenerse firme en el poder, y los grandes desafíos que suponen las deslealtades de la misma iglesia, ponen en el escenario a tres personajes que, a mi parecer, brillan al mismo nivel que Jude Law. El Cardenal Vioello que lo interpreta el actor Silvio Orlando, la Hermana Mery con una soberbia Diane Keaton y el actor Javier Cámara haciendo del Cardenal Gutierrez, quien es además una buena imagen de espejo para este Papa que siempre busca imponer con mucha clase sus ideas. Es cierto que a mí, en lo personal, siempre me ha gustado Jude Law por lo cual tengo poco de objetivo. Sin embargo, luego de que la industria lo apartara por su vejez mal vista, se toma a este personaje con la mayor de las propiedades y entrega a un Papa leve, hambriento de poder, astuto pero que maneja en su potencial clasismo, un humor bastante europeo, cargado de acidez, de referencias culturales pero también de un grado de antipatía con el resto del mundo. Y eso que este joven Papa, a pesar de su soberbia, tiene adeptos en la pobreza, y por eso conspiran contra él. Es un elevado, se maneja de esa forma y si lo llegas a querer, será entendiendo estas reglas. Porque la serie no quiere complacerte, ni engancharte, quiere fijar el acento personal que un director de cine puede hacer.
Esta producción fue hecha entre Francia, España e Italia para HBO, y escrita por el mismo Sorrentino junto a Umberto Contrasello, Tony Grisoni y Stefano Rulli. Y la música, ¡bendito sea el creador!, cada vez que una secuencia de estas que parecen piezas de arte de la televisión, suele ir acompañado de una canción que aporta un tono emocional a la escena, casi siempre relacionado con el humor, el contraste o la vivacidad. Esta serie no será la favorita de muchos, incluso de la crítica, pero en mi valoración personal entrega una arriesgada historia que contrasta, como un meteorito, con muchas de las que hemos visto durante el año.
Mejor episodio 1x03 "Episode 3", porque "me amo a mi mismo, más que a mi prójimo, más que a mi Dios, sólo creo en mi mismo, yo soy Dios, omnipotente...", y otras maravillas papales.
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