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Foto del escritorManuel Hevia Carballido

What Mary didn't know



En su discutido artículo “Epiphenomenal Qualia” (1982), el filósofo australiano Frank Jackson esgrimió tres argumentos contra el fisicalismo, la tesis de que toda la información (correcta) es información física. Para ilustrar el primero de ellos, el conocido knowledge argument for qualia (argumento del conocimiento), Jackson inventó el experimento mental del cuarto de Mary. 


En él se nos plantea que imaginemos que Mary es una científica que investiga y acaba conociendo toda la información física del color en el mundo, encerrada en un cuarto en blanco y negro, sin poder percibir los colores. Mary sabe, por ejemplo, qué longitudes de onda del cielo estimulan la retina y cómo esto produce, mediante el sistema nervioso, la contracción de las cuerdas vocales y la expulsión de aire de los pulmones. Pero, a pesar de saber toda la información física del color, si lograra salir de la habitación o si la pantalla de su televisión, de repente, dejara de ser en blanco y negro, aprendería algo nuevo sobre la experiencia visual del color, al sentirla. Esto muestra que su conocimiento anterior sobre este tema era insuficiente y que hay más información que la física.


Así, para conocer al completo fenómenos como el color es necesario experimentar subjetivamente sus cualidades. En 1986, Jackson escribió un texto para responder a tres objeciones que le hizo el filósofo materialista eliminativo Paul M. Churchland. Lo llamó What Mary didn´t know. No parece casual que la cineasta griega Konstantina Kotzamani haya puesto este nombre a su último y disfrutable mediometraje. 



Presentado en Locarno, What Mary didn´t know (Retueyos) es un esquemático y sucinto cuento sobre el apasionado primer amor. Rodado en un barco real con estética kitsch, el filme nos presenta a Mary (interpretada por una atinada Tora Sandström), una adolescente sueca aburrida en su viaje familiar en el crucero Neoromantica. Allí, observa desde la distancia las muestras de afecto de los ancianos turistas y escucha una voz que anuncia a los pasajeros la carta de bebidas disponibles: Marriage Margarita, French Kiss, Forever Wedding Date, Soulmate Sour… El amor la rodea. Y, sin embargo, no lo comprenderá plenamente hasta que se encuentre con Manos (Yasin Houicha), un atractivo camarero de la embarcación, y se enamore de él, pasando de la obsesión al placer, del miedo al sentimiento de abandono. 



Pero Kotzamani va más allá de Jackson a la hora de dar al sentimiento un papel central en el conocimiento humano. Y es que sitúa en el desconsuelo de la incomprensión (amorosa) -en este caso, fruto del malentendido idiomático- el móvil central para la búsqueda del conocimiento. Dando tanta importancia a la experiencia sentimental subjetiva como condición del saber, uno puede preguntarse si Kotzamani conoce a su personaje plenamente, lo que supondría, bajo las premisas discursivas de la cinta, que se tratase de un reflejo de su propias vivencias. 



La directora hablaba así del origen del proyecto, lo que quizás nos dé una respuesta: “Es una historia muy íntima y personal. La idea surgió cuando me separé después de 10 años de amor. Me quedó mucho el miedo para el futuro, para enamorarme otra vez, y quise hacer algo muy dulce y tierno sobre el amor como una terapia, para recordar cómo es enamorarse por primera vez y ser niña. En el verano estuve en una isla de vacaciones sola, en Santorini, y había un crucero gigante que se llamaba Neoromantica, enfrente mío. Vi el título del barco y me quedé casi llorando. Y entonces me fijé que en el balcón del crucero había una chica muy joven, sola y rubia. La miré y pensé que quería hacer algo para ella, para mí y para todos”.


La historia de amor de Mary encandila al espectador en su inocencia de colores pastel, simetrías y atmósfera mágica, con irreales y saturadas puestas de sol y una apuesta por la transparencia actoral en la transmisión de emociones a través de la mirada. En su juego con lo surreal, la película comparte con la coral y “lanthimiana” Electric swan, el anterior trabajo de la realizadora, la inclusión de elementos fantásticos que, en este caso, apelan a la simbología de las mitologías griega y árabe. Con todo, si en este anterior mediometraje se presentaba una contundente crítica a cuestiones como la estratificación social por clases, la denuncia al turismo masivo es solo esbozado en What Mary didn't know. El centro, queda claro, es otro: un primer amor que hace que todo lo demás permanezca en segundo plano. 










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