Actualizado: 18 ago 2021
El germen de la revista digital PezLinterna está en un grupo de cinco jóvenes que, hace un par de años, en un club de lectura, seleccionó uno de los libros postulados en Los Mejores del Banco del Libro para ser reconocido con la categoría “Los jóvenes hablan”. Juntos escribieron la reseña de Poe, un libro escrito por Jordi Sierra i Fabra, y que ellos consideraron ganador. Su reseña iba a ser publicada por la revista española Educación y Biblioteca, pero lamentablemente la crisis española no lo permitió y, en 2011, la revista dejó de publicar nuevos números. Por eso, a propósito del post dedicado a Jordi Serra i Fabra, aprovechamos la ocasión y nuestro espacio de Prodavinci especializado en Literatura Infantil y Juvenil para hacer público el trabajo de estos entusiastas lectores y colaboradores. Con sus edades para el momento en que escribieron esta reseña, la firman Lorena Ayala de 13 años, Leila Samán de 16 años, Jaime Yáñez de 17 años, Ramón Barreto de 17 años y Sebastián Martín de 15 años.
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Poe Jordi Serra i Fabra y Alberto Vázquez Barcelona: Libros del zorro rojo, 2009.
¿Qué se esconde tras las terroríficas historias de Edgar Allan Poe, uno de los genios más grandes de la literatura inglesa? El escritor español Jordi Sierra i Fabra recorre los pasos de este autor que se pasea por el trastorno inicial, la pasión por las letras y una misión de vida: escribir hasta la muerte.
Esta biografía, estructurada con capítulos breves, consigue mantener una narrativa ligera, sólida y fluida. Mezclando fragmentos de sus cuentos y estrofas del poema El cuervo (en la traducción del venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde), se unen al libro las ilustraciones en blanco y negro de Alberto Vázquez, creando todo un imaginario sombrío en donde El cuervo, El gato negro y La caída de la Casa de Usher se hacen presentes.
Destaca en este libro, por encima de todo, las puertas que abre a la literatura en general, el cuidado puesto por el escritor español en los detalles hace que la novela adquiera una intertextualidad que despierta en los más jóvenes un interés por la obra de Poe. La triste existencia de este clásico escritor cobra vida y se vuelve cautivante, incitando a investigar más sobre sus 40 años de miseria, renovando la novela gótica y la historia de terror.
*esta publicación originalmente formó parte de una colaboración semanal que PezLinterna hizo para la revista Prodavinci en el año 2014.
**Escrito a cuatro manos entre Isadoro Saturno y Freddy Gonçalves Da Silva.
Actualizado: 3 sept 2021
Juego de tronos: una puerta a la aventura y a la filosofía para los jóvenes (y no tan jóvenes)
¿Era predecible que un producto de siete libros (algunos aún por escribir), una epopeya de más de 5000 páginas, con cientos de personajes, pudiera ser un producto comercial y de moda? Creo que la respuesta es, rotundamente, no. El éxito de Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin ha sido, sin duda, a contracorriente. Una vez que está de moda podemos glosar sus virtudes hasta la saciedad, pero es evidente que a priori no es para nada un producto comercial. El hecho de que una editorial pequeña como Gigamesh comprara por 4.000 euros los derechos de la obra de Martin, ya lo dice todo.
Al leer los libros de Martin uno se da cuenta de varias cosas: la grandeza de su obra y también de la lograda adaptación que HBO ha hecho, pues trasladar la trama monumental sin sacrificar por completo el espíritu literario es algo que, si somos sinceros, ni los responsables de El Señor de los Anillos consiguieron. El éxito televisivo de Game of Thrones ha favorecido a convertir una obra de culto en el fenómeno del momento. Aunque también es cierto que su éxito no habría sido posible sin el boom de Frodo y compañía. Ellos sacaron a la literatura fantástica del boulevard de los sueños rotos. ¡Con él los frikis salimos del armario!
Las claves del éxito
¿Pero que tiene la obra de Martin que la haga tan interesante para miles de lectores en todo el mundo, jóvenes y adultos? La sinceridad. Martin es un escritor sincero, no tiene miedo de explicar como es la vida, la vida real incluso en un mundo de fantasía. Si hay que cargarse a Eddard Stark, él lo hace. Martin no es un escritor moralista, aspecto que sí tenía Tolkien (por su educación postvictoriana no podía evitarlo). Tolkien también era filólogo, pero Martin fue guionista en Hollywood. El autor de Canción de Hielo y Fuego no solo es un buen narrador, sino un lector apasionado de la historia de Roma y la Edad Media, con una larga carrera en la escritura, que bebe de la filosofía de Hobbes, Maquiavelo, aunque abundan homenajes a Lovecraft, Conan, Apocalypse Now de Francis Ford Coppola, entre muchos otros referentes.
Juego de Tronos y la filosofía
A simple vista, uno de los pilares sobre los que se sustenta el hilo argumental de Juego de Tronos, es una gran reflexión sobre el poder. Pero hay elementos más allá que pueden comentarse en la obra de Martin, entre ellas, una sinfonía de personajes interesantes, cada uno con sus matices, sus pasiones, virtudes y defectos. Esta gran cantidad de personajes permite una identificación que se fundamenta en los arquetipos inmemoriales, pero que cruzan la frontera para desbordar el libro o la pantalla, llegando al alma del lector y el televidente.
Carl Jung planteó los arquetipos para designar cada una de las imágenes originarias constitutivas del “inconsciente colectivo” y que son comunes a toda la humanidad. Configuran ciertas vivencias individuales básicas, se manifiestan simbólicamente en sueños o en delirios y son contenidos más o menos encubiertos en leyendas, cultos y mitos de todas las culturas. Goethe también los usó en Fausto para explicar que las madres iluminaban el camino del héroe, como Catelyn cuando va camino a Aguasdulces y acude al septón. El guerrero es un arquetipo en el que Catelyn no solo identifica a Robb Stark, su hijo, sino también a sus enemigos.
La evolución de los personajes que heredan el conflicto de los reinos, es proporcional a la evolución de una madurez propia del adolescente. No en vano, la infancia y la juventud son factores importantes de cambio en esta saga. Joffrey Baratheon es la representación de lo perverso con apenas 13 años, su maldad se inicia en un relato de su infancia, cuando abre una gata preñada para mostrarle las crías muertas a su padre. Pero no es la aparente semilla de la crueldad lo que arruina su destino, sino el juego del poder. Sus concepciones absolutas, propias de la adolescencia, no lo ayudan a manejarse en un mundo oscuro y lleno de posibilidades. Puede matar o torturar, sin consejeros, siendo su palabra la ley absoluta. Contrario ocurre con los valores de Sansa Starks, que con 14 años es prometida y negociada a Joffrey, debido a las virtudes que la educación de la época había impuesto en ella. Experta en bordado y otras actividades femeninas, se abduce ante la ilusión de un futuro matrimonio. Es el arquetipo de la dama. Ayra Starks, su hermana de 10 años, se aleja de este establishment, transformándose en una mujer sin rostro, capaz de enfrentarse a las adversidades con la valentía de su linaje desde la niñez. Igual ocurre con Robb Stark y Jon Nieve, de 16 y 17 años, guerreros que defienden el sentido del honor desde el estratega que lidera las batallas o el que las libera a favor de su gente.
Daenerys Targaryeen (14 años), al contrario de los anteriores pilares de la historia, es el personaje donde se emulará el concepto del héroe propuesto por Joseph Campbell en su libro El héroe de las mil caras, en el que profundiza el patrón literario del héroe, a partir de elementos en común en leyendas de distintas culturas. Daenerys también es obligada a comprometerse como Sansa, pero con Khal Drogo del pueblo Dothraki. La diferencia con Sansa es que la heredera Targaryeen no es un personaje pasivo. Se inquieta, busca soluciones, y sabe que en ella radica la única voluntad para poder salir de esa prisión que implica el matrimonio. Más que la resistencia, Daenerys aprende a abandonar el miedo a través del conocimiento. Aprende un nuevo idioma, otras costumbres, y su adolescencia va cruzando por los doce estadios del viaje del héroe, llegándose a transformar en la poderosa madre de dragones.
Sin duda, por estas imágenes de fortaleza, algunas chicas se identifican con Arya, otras con Cersei o Sansa. Algunos adultos se reconocen en el sentido del honor de los Stark. Otros sienten fascinación por los campos asolados por los ejércitos de mercenarios, la marcha de los guerreros a la batalla, la cocina fastuosa y rica en detalles… Ya en la década de los años veinte Sigmund Freud planteó la necesidad del hombre moderno por escapar virtualmente de una vida segura, cómoda y civilizada, pero llena de restricciones que había refugiado en el inconsciente sus pulsiones más primitivas, aquellas precisamente que afloran de forma clara en Canción de Hielo y Fuego. Era en la literatura donde el hombre podía matar, morir y renacer, amar y ser amado sin cortapisas morales. La literatura, y la ficción por extensión eran el refugio del alma. Mircea Elíade fue más allá y recogiendo las ideas de Carl Jung, discípulo disidente de Freud, escribió en Lo sagrado y lo profano un párrafo que ayuda a explicar la clave del éxito de la obra de Martin:
Se podría escribir todo un libro sobre los mitos del hombre moderno, sobre las mitologías camufladas en los espectáculos que le gustan, en los libros que lee. El cine –esta fábrica de sueños- recupera y utiliza innumerables motivos míticos: la lucha entre el héroe y el monstruo, los combates y las pruebas iniciáticas. (Elíade 2012: 227-228)
Este libro podría ser cualquiera de los que conforma la saga Canción de Hielo y Fuego. Sus historias nos aprovisionan para la vida y así recuerdo las bellas palabras del novelista americano John Steinbeck acerca de la obra La muerte de Arturo de Thomas Malory:
No me asombraba que Uther Pendragon codiciara a la mujer de su vasallo y la tomara mediante engaños. No me asustaba descubrir que había caballeros malignos además de caballeros nobles. También en mi pueblo había hombres que lucían los hábitos de la virtud pero cuya maldad me era conocida. En medio del dolor, la pesadumbre o el desconcierto, yo volvía a mi libro mágico. Si yo no sabía escoger mi senda en la encrucijada del amor y la lealtad, tampoco Lanzarote sabía hacerlo. Podía comprender la vileza de Mordred porque también él estaba en mí; y también había en mí algo de Galahad, aunque quizá no lo bastante. Pese a todo también estaba en mí la apetencia del Grial, hondamente arraigada, y quizá aún lo esté. (García Gual 2007: 212-213)
Esto es lo que nos sucede ante la obra de Martin. Es un reflejo de los vicios y las virtudes que siempre han existido y anidan en nosotros. Quién puede negar que haya algo que admirar en la nobleza de Edd Stark, en su forma de vivir, de obedecer las leyes de forma kantiana y en su muerte, tan socrática; o en la ambición de los Lannister por alcanzar el poder, un poder que pocos filósofos han descrito tan bien como Hobbes o Maquiavelo, o incluso F. Nietzsche. Los tres son autores de referencia para comprender, para ver y no solo mirar y admirar la obra de Martin. Y también el sexo, descarnado en la obra.
En un mundo como el de los Siete Reinos que no conoce el cristianismo la religión no coarta en exceso el cuerpo, un cuerpo a veces al servicio del poder, un cuerpo que se exhibe, que goza y que sufre. Poniente es un mundo con moral, de una moral no cristiana pero de indudables raíces europeas. Una especie de siglo XIV-XV de transición entre el medievo y el renacimiento. Nada lo simboliza más como las dos familias de la primera parte de la saga: los Stark (una familia feudal, de tintes escoceses y creyentes de antiguos dioses) que acuden a la guerra con los estandartes de los señores que les son fieles y con quién les unen lazos de vasallaje renovados por las buenas o por las malas; y los Lannister (un nombre con regusto a los Lancaster de la Guerra de las Dos Rosas, bellos, ricos, anglosajones e intrigantes) precursores de un maquiavelismo que hace correr tanto el dinero como la espada, sin hablar de la estrategia incestuosa que los lleva a la corona en la figura del despiadado, cruel y un poco “degenerado” Joffrey Baratheon.
Para entrar de verdad en el mundo de Martin debemos ir más allá de donde nuestros ojos ven, comprender con el alma como decía Platón. Quizás descubrir si nosotros seríamos capaces de sentarnos en el Trono de Hierro y resistir su encanto, de no sucumbir a su embrujo de poder y reflexionar si seria posible obrar bien y ser reyes justos de las tierras de los Siete Reinos.
Obras consultadas
Campbell, Joseph (1997). El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito. México: Fondo de cultura económica.
Elíade, Mircea (2012). El sagrat i el profà, pgs. Barcelona: Fragmenta Editorial.
García Gual, Carlos (2007). Historia del rey Arturo y de los nobles y errantes caballeros de la Tabla Redonda. Barcelona: Alianza Editorial.
***Imágenes usadas en este artículo: 1. Ilustración de la emblema de la casa Stark. 2. Detalle de portada del libro Canción de hielo y fuego I: Juego de tronos, ilustrado por Enrique Corominas y editado por Gigamesh. 3, 4, 5, 6. Fotogramas de la serie Game of Thrones transmitida en HBO. 7. Trailer de la serie de televisión.
Actualizado: 18 ago 2021
En otro tiempo, cuando era profesora de literatura, sabía enseñar a mis alumnos a hacer comentarios de texto, lo que no imaginaba es que tenía que llegar un día en el que una alumna me pediría a mí un comentario. Y no es tarea fácil, por cierto. Pero he recibido carta blanca de la autora, Olalla Hernández, para expresarme con impunidad de esta nueva publicación de A buen paso, y así lo haré, porque todo relato se transforma en el corazón de cada lector, especialmente si encierra un secreto.
Así digo que, cuando abrí este libro por su primera página, antes de poder saber lo que me iba a ir contando, recordé ese momento de la infancia, cuando de pronto aparecía la belleza sin haber avisado y nos hacía comentarios. El corazón de la infancia, para comprender las cosas, no necesita de muchas palabras, pero sí que tienen que ser certeras; el corazón de la infancia, muchas veces, tiene recovecos aterradores y viaja por ríos profundos cuya oscuridad un niño no puede expresar, pero que comprenderá si se lo explican; y al final, y eso es lo justo, acabas llegando al valle encantado.
De modo que estamos delante de un cuento de palabras certeras desde su principio, y aunque enseguida quieres desentrañar el enigma que estas encierran -así como su imagen reflejada en un plato mágico-, ya aceptas que te vas a distraer por un tiempo, como se distraen los niños, cuando algo muy bonito concentra su atención de tal manera que sólo lo perciben instante tras instante, olvidando en el disfrute de lo inmediatamente anterior. Es así, como en esta historia empieza a contarnos el último “Érase una vez” que nos lleva, embobados con su lengua, a esa aventura atrevida.
Todo trascurre con las esperadas dificultades para la princesa valiente, hasta que llega a las puertas ¿del sueño?, que, como en los mejores relatos infantiles, no se pueden cruzar sin contraseña. Eso lo saben todos los escritores. Desde los que creyeron que el vocablo idóneo se descifraba por la escritura automática, a los que hablaron de las puertas de Moria; de los que hallaron la llave de plata a los que repetía ábrete Sésamo. Y nadie cree en las contraseñas con tanto fervor como quienes de verdad las necesitan, los propios niños. Pero no la encontrarán si les escamoteamos las palabras importantes: vida, lucha, viaje, muerte.
Lo cierto es que ningún verdadero cuento ha hablado de cosas que no fueran esenciales para nuestra equipación como viajeros de esta vida. Curioso que en este relato, la estética de las ilustraciones de Nafría estén vinculadas al cine mudo, en blanco y negro, dando la sensación de una historia antigua, siempre contada pero jamás repetida. Las fotografías, intervenidas como parte de una herencia de Mèlies y su cine de ciencia ficción en 1900, nos cuenta el viaje de esta princesa en medio del silencio. Cuando la princesa encuentra la palabra clave todavía le queda por hacer, pero eso es sólo cuestión de tiempo si ya has llegado al sitio. Y no me parece casual el sitio de este cuento. Boca: lengua, paladar, úvula, laringe; la cueva de los sonidos; cuando miras al mundo y te parece tan maravilloso que no lo puedes ni decir y, aún así, lo que más deseas es decirlo y vale la pena ir tras el origen de tus propias palabras. Es allí finalmente donde nace la hierba más verde y, después de llegar y abrigar tu casa con ella, es cuanto te darás cuenta de algo que intuyen los niños y decía William Blake: “en mi principio está mi fin, y en el fin mi principio.”
Por eso la muerte dejó su guadaña donde siempre había estado, junto al plato cuyas sombras son el final del cuento. Y es también por ello que recuerdo la contraseña que aún está en mi boca y que me fue revelada el día en que osé salir a este mundo, sólo armada de indómitas palabras: ese mapa del tesoro con el que todos los niños merecen ser equipados.
***Imágenes usadas en este artículo: Todas las fotografías en blanco y negro son del libro La hierba más verde realizadas por Nafría, editado por A buen paso.