Actualizado: 18 ago 2021
LA CALLE ES LIBRE
Kurusa Ilustrado por Monika Doppert Venezuela: Ekaré, 1981.
En la colección Así vivimos, la editorial Ekaré publicó hace más de treinta años un libro que aún mantiene vigencia en nuestro país. Un grupo de jóvenes, inspirado en los niños de la biblioteca de San José de La Urbina, se propone tener un parque y, manifestando su deseo ante las autoridades, logra que los demás miembros de su comunidad se unan para ayudarlos en su proyecto. El planteamiento social del libro se recrudece junto a las imágenes detalladas de la ilustradora de origen alemán, Monika Doppert, en un juego de imágenes a color intercaladas con ilustraciones en blanco y negro, que retratan como propia no solo la realidad de los ochenta venezolana, sino que, con detalles minuciosos, muestra la cotidianidad de los barrios y las zonas populares del país. Este libro ha sido traducido a varios idiomas. Universal y utópico, se lee desde la razón, la esperanza y el derecho a la libertad. Ganador de Los mejores del Banco del libro en 1982; Lista de Honor IBBY, 1982; The Other Awrads, 1983 y Skipping Stones Book Awards, 1996.
*esta publicación originalmente formó parte de una colaboración semanal que PezLinterna hizo para la revista Prodavinci en los años 2013-2014.
**Escrito a cuatro manos entre Isadoro Saturno y Freddy Gonçalves Da Silva.
Actualizado: 18 ago 2021
Vacaciones en Mendoza
Conocí La Saga de los Confines en el año 2009, en unas vacaciones en Mendoza, provincia de Argentina donde la cordillera de los Andes comienza a asomarse. Compré los tres libros que conforman la saga: Los días del Venado, Los días de la Sombra y Los días del Fuego, obedeciendo a la constante recomendación que me hacían mis amigos lectores. Tiempo después, me enteré que en Mendoza, zona bañada de ríos caudalosos y serpenteantes, con sus hermosos valles y quebradas, casualmente era el mismo lugar en el que su autora, Liliana Bodoc, escribió el primer libro de la saga. Adentrarme a los Confines fue una experiencia provocadora, empecé a soñar con los Lulus, a imaginar los Animales con Cabellera, a oler los panes de Kush. El universo de las Tierras Fértiles cobraba una nueva fuerza en mi cabeza, gracias a la influencia de los atardeceres Mendocinos. Llegaban tantas imágenes que necesité ilustrar torpemente en un cuaderno de bocetos que tenía: algunos Llamellos, Un Sideresio, Nanahuatli sin su trenza…
Involucrado con la saga, regresé de mis vacaciones buscando en la web la interpretación que otros artistas hacían de este imaginario de los Confines. Para mi sorpresa, nadie se había dedicado a darle trazo a esos paisajes y personajes. No tardé en decidir que mi tiempo libre estaría dedicado a ilustrar esta fantasía épica en mi cuaderno de bocetos.
Kupuka
Las primeras ilustraciones que realicé fueron de los Animales con Cabellera, pasando luego por Dulkancellin y Kush. Ninguno terminaba de convencerme. Sentía que mis imágenes no reflejaban completamente la profundidad de la obra de la autora. Hasta que, meses después, apareció Kupuka y sucedió algo distinto. Estaba caminando por la calle cuando me topé con una fotografía de un indigente, y me sorprendió que su rostro estuviera completamente curtido, surcado por arrugas. Era como si toda su vida estuviese escrita en su piel. Esos surcos fueron el camino para que Kupuka apareciera. El énfasis en su mirada, con tanto amor y sufrimiento en su historia, debía reflejarse de alguna manera a través de sus ojos. Sin embargo, fue una cita del capítulo La cabra y su leyenda en el tercer libro de la saga, Los días del Fuego, en donde terminé de encontrar las razones para concretar el alma de esa imagen: “Tanto envejecer y tanto amar, para que llegue este día en que no sé como ampararlos.” (Bodoc 2000: 274)
Al culminar la ilustración, también lo vi a los ojos y sentí como Kupuka se había hecho presente. La historia y amparo de sus ojos me apoyaron en la imperiosa necesidad de contactar a Liliana Bodoc. Necesitaba saber si mi Kupuka era su Kupuka.
La autora
No fue fácil. Contacté a mucha gente, rogué, y envié incontables correos electrónicos. Al día siguiente, descubro una invaluable sorpresa: Liliana Bodoc había dejado en mi blog, un mensaje justo debajo de la imagen de Kupuka. El mensaje decía lo siguiente:
Encontré en tus ilustraciones las imágenes que tuve presentes mientras escribía la saga. Kupuka, Dulkancellin y Vieja Kush recibieron no solo sus rasgos sino también sus almas. Gracias.
Sumado a este detalle, me escribió un correo con mucha gratitud y sencillez. Fue así como, abusando un poco de su confianza, le propuse seguir creando más imágenes de la Saga si ella me daba su consentimiento y su guía. No solo accedió, sino que a partir del primer encuentro que tuvimos nació este proyecto que tenemos en conjunto llamado El Arte de los Confines. Liliana escribe y comparte algunos textos en torno a la Saga, y yo trato de ir ilustrando algunos personajes y paisajes para subirlos a un blog. No nos hemos exigido alcanzar ningún objetivo ni ponernos compromisos. Cada uno respeta el tiempo del otro, y solo nos impulsamos ante el amor a esta historia.
Ilustrando los Confines
Los procesos para generar las ilustraciones nunca son iguales: para algunas imágenes hemos deliberado mucho a través de varios correos; otras veces simplemente ilustro y luego le mando las imágenes. Una humilde Liliana nunca ha retrucado nada y deja que yo trabaje libremente, aún sabiendo que es autora de la obra. Siento como ilustrador la importancia de trabajar codo con codo con el autor de la historia. Es un sueño conjunto.
Uno de los ejemplos, estuvo en darle forma al tablero forma al tablero del Yocoy, el juego de estrategia de Los Señores del Sol cuyo reglamento aparece en el último libro de la Saga. Realmente fue uno de los asuntos que ambos apenas discutimos. Ella tenía alguna idea para el tablero en forma de cruz, en donde cada una de sus salientes estuviesen conectadas por brazos o puentes. Ambos estuvimos de acuerdo en que tuviera forma circular. Luego pensamos que el juego tuviese varios niveles o escalones, de manera de poder situar en el medio del tablero y en lo alto, lo que sería el “trono” a conquistar por los contrincantes. También llegamos a discutir acerca de las distintas piezas del juego y de su forma, ya que algunas de ellas debían poder permitir ocultar en su interior una suerte de “traición”. Aunque sobre este último punto no se realizó todavía ninguna imagen que refleje estas conclusiones.
Por otro lado, hubo algunas divergencias en cuanto a las características del personaje Drimus, a quien imaginé como monstruoso y deforme: Liliana entonces me compartió unos textos inéditos sobre la niñez del personaje que permitían identificarlo como alguien mucho más humano de lo que mi imaginario había construido.
Otras imágenes en pugna fueron las representaciones de los Lulus. Liliana tenía algunas ideas físicas concretas sobre estos pequeños seres, así que investigamos junto a amigos paleontólogos sobre ciertos marsupiales extintos en esta región del mundo. Nos encontramos con la sorpresa de que existieron criaturas con rasgos muy cercanos a nuestros Lulus, unos marsupiales extintos de América del Sur. En casualidades como esas, se afianzaba lo increíble en la obra de Liliana: los Husihuilkes y los pueblos originarios de la Patagonia; las referencias a la isla de Pascua; el pueblo de los Bóreos y sus semejanzas con las incursiones de los Vikingos en América antes de la conquista; la repentina desaparición del pueblo Maya reflejada en la historia de Beleram; entre muchas otras referencias que suponían un desafío constante para mi trabajo como ilustrador. Debí estudiar a fondo referencias históricas de la cultura precolombina, para trabajar con una estética que concordara con los textos.
La respuesta de varios lectores me sorprendió gratamente. Muchos asumen que las ilustraciones captan fielmente el espíritu de los personajes y paisajes narrados en los libros, y se debe al resultado del exhaustivo análisis que debo realizar antes de enfrentar cada nueva imagen. Esto permite que el resultado sea bastante coherente. Por supuesto que las ilustraciones que realizo son tan solo una de las tantas visiones que puede tener el imaginario de los libros; jamás podría decir que son unívocas ni definitivas. Ni siquiera para las visiones que pueda llegar a tener en un futuro al revisitar las ilustraciones que ya realicé. ¡Creo que cualquier que intente esto estaría quitándole al género fantástico su mayor riqueza!
Finalmente, el trabajo constante que realicé junto a, mi ahora amiga, Liliana Bodoc, se consolidó al concretar mi participación en el universo de los Confines. Ser no solo la imagen de las tapas de las nuevas ediciones de los libros tanto en el mercado hispano, como sus traducciones en italiano y polaco, sino también, las ilustraciones que acompañan el interior del último libro Relatos de los Confines-Oficios de Búhos, son un inesperado cierre de ese viaje a Mendoza donde conocí la vitalidad de esta historia.
Cucub ausente
Cada ilustración tiene un 80% de trabajo de análisis, de pensar, investigar, volver a leer una y otra vez. El otro 20% es exclusivamente ilustrar y plasmar lo que voy amasando durante tanto tiempo. Mucho de este proceso metodológico se lo debo a mi formación de diseñador. A veces pienso que en este proyecto tengo mucho más de diseñador, en cuanto a la búsqueda conceptual, que de artista en sí. Asumo también que en el ensayo, tengo muchos bocetos e ilustraciones para la Saga que nunca concluí porque no creía muy coherentes con los libros, ya sea porque me había apresurado en hacerlas o porque no había sido consecuente con lo que había analizado. Quizás por esa razón, algunos personajes que podría haber ilustrado ya, aún no han aparecido, como es el caso de Cucub, a quien todavía debo buscar y amasar un poco más para que venga a hacerse presente. Igual no tengo apuro, seguiré ilustrando de a poco esta inagotable Saga, y creo que me llevará toda mi vida. Cucub vendrá cuando él crea necesario hacerse presente.
Obras consultadas
Bodoc, Liliana. (2000) Los días del fuego. Bogotá: Norma.
***Imágenes usadas en este artículo: 1. Ilustración de Nakin realizada por el ilustrador argentino Gonzalo Kenny para El arte de los Confines 2. Ilustración para Los días del venado ilustrado por Gonzalo Kenny y editada por Suma. 3. Fotografía anónima. 4. Ilustración de Kupuka realizada por Gonzalo Kenny para El arte de los Confines.
Actualizado: 18 ago 2021
Advertencia: el artículo contiene spoilers del libro
Números y letras. Voces acalladas. Delitos invisibles. ¿Realidades que superan la ficción?
Según UNICEF, 5500 niños y niñas son explotados sexualmente por día en América latina y el Caribe. Esto se multiplica en Asia y la Polinesia. Los mayores consumidores de “turismo sexual infantil” son adultos del llamado primer mundo. En España y en otros países de la Unión Europea, EEUU y Canadá, estiman que un 23-25% de las niñas y un 10-15% de los niños sufren abusos sexuales antes de los 17 años. No hay condición social para este crimen. Ricos, pobres, clases medias son víctimas o victimarios de esta perversión centrada en saciar fantasías y actos sexuales con niños y adolescentes. Y lo peor es que las tres cuartas partes de los abusadores denunciados son familiares directos de las víctimas.
Un tremendo tema para la literatura infantil y juvenil, que durante décadas consideró cualquier acercamiento a temáticas en torno a la sexualidad como un tabú. Ya en los años ochenta del siglo veinte, Marc Soriano alertaba acerca de estas ausencias de contenidos y los dobles discursos y ambigüedades que se generaban alrededor del tema. Es decir, lo que Graciela Montes llamó “el corral de la infancia”, donde la realidad cotidiana en general, y sobre todo los problemas sociales quedaban fuera de los temas a tratar en esta literatura. Dice Soriano, en su ya imprescindible ensayo La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas, que “las obras que se ocupan de estos problemas” -los sociales- “se consideran –casi peyorativamente- comprometidas”, por el contrario “las que los ignoran son artísticas.” Si la ficción –que opera como un motor entre lo posible y lo soñado, entre lo real y lo impensado- no habla también de estos temas “difíciles”, en realidad lo que sucede es que los niños acceden a estos conocimientos por otras vías, pero desde medios mucho menos comprometidos con el arte. La desinformación actúa no solo a través de la vulgaridad en la televisión sino también obturan la posibilidad de formar, a través del arte y la literatura, lectores como cuestionadores potentes, con capacidad de establecer relaciones y desarrollar juicio crítico frente a diferentes situaciones de la vida, aun cuando éstas sean perversas. Cuando de “eso no se habla”, el silencio no solo desinforma sino que funciona como cómplice. Ya decía Paulo Freire “Los hombres no se hacen en el silencio, sino en la palabra, en el trabajo, en la acción, en la reflexión”.
La literatura infantil y juvenil dice ahora “presente”, está entre nosotros para comprometerse con la fantasía y también con la realidad cotidiana construida con aciertos y contaminada de adulteraciones. Silencios asesinos. ¡Silenciosos asesinos!
Como dice la contratapa del libro Palabras envenenadas: “A veces, la verdad permanece oculta en la oscuridad y solo se ilumina al abrir una ventana”.
Palabras envenenadas
Una niña, Bárbara Molina, es abusada por su propio padre. Su madre –Nuria Solis- parece mirar para otro lado. Una amiga -Eva Carrasco- quien no olvida afectos ni rencores. Un subinspector a punto del retiro –Salvador Lozano- policía que no se resigna a cerrar el caso de la chica desaparecida años atrás. Estos son los personajes que a lo largo de 28 capítulos -casi testimoniales- van narrando en tiempo presente, cual parlamentos para un guión cinematográfico, la potente historia de la desaparición misteriosa de una quinceañera, cautiva y dada por muerta durante cuatro años. Una adolescente que fue sometida a maltratos y abusos sexuales por ese “sujeto-padre” que jura amarla.
Tramada en tres partes, la novela para jóvenes Palabras envenenadas de Maite Carranza, compone cuadros contundentes que se articulan en la retina del lector para componer el rompecabezas de la ausencia forzada de Bárbara. Cada personaje entra y sale de la historia contando el misterio y sus propias obsesiones en torno al hecho. Ningún parlamento -en formato de capítulo de esta novela- es habilitado para el delincuente, Pepe Molina. Él no narra. Actúa. Su presencia apesta a golpes, abuso, encierro.
Es inevitable referenciar esta historia ficcional con la sucedida en Austria en 2006. La propia Maite Carranza afirma que la escritura de esta novela fue motivada por el resonante y estremecedor caso de la niña vienesa, Natascha Kampusch, quien permaneció cautiva en un sótano a pocos kilómetros de su hogar, durante ocho años (entre sus diez y dieciocho años), secuestrada y abusada por un desconocido que la raptó en la calle mientras se dirigía a la escuela. Ese cobarde criminal terminó suicidándose cuando por fin la joven logró escapar.
Las similitudes entre el caso real de Natascha y el ficcional de Bárbara se entrecruzan pero, a veces, también se distancian. Ambas niñas fueron encerradas en sitios oscuros, tenebrosos. Su único contacto con el mundo era a través del propio abusador, quien justificaba con regalos, libros y vestidos su amor enfermo, su obsesión por las niñas; a la vez que golpeaba y amenazaba minando la dignidad, el temperamento y la autodeterminación de las pequeñas.
Pero la novela va más allá. El criminal es el propio padre, no un desconocido. Bárbara es sometida a maltratos y abusos por quien le dio y le robó la vida, urdiendo siniestras mentiras y actuando una doble vida para ocultar y sostener su vandálico proceder.
Ese andamiaje de doble vida que monta el represor para sostener su crimen en el anonimato y el olvido, implanta en la narrativa un sesgo de novela policial. Sus mentiras, las sospechas de la amiga y de la madre, el olfato y la persistencia del detective van aportando datos precisos para que el lector, aun prefigurando el desarrollo del delito, se involucre en la búsqueda que permita finalmente salvar a Bárbara.
Y es que Bárbara revela, en cada monólogo interior, que cualquiera joven lector pudo o puede ser Bárbara. Que el delito invisible y silencioso del abuso infantil está tan cerca de cada uno de nosotros que es preciso apurarse, estar alerta y alertar.
En propias palabras de la autora, se revela el móvil de su escritura: “Mi voluntad era dejar claro que el abuso sexual es la forma más completa de posesión de un niño o una niña y que el abusador, además, destruye la autoestima y la personalidad de la víctima”.
Los nombres de los personajes son llamativamente simbólicos en la obra. Bárbara, la bravía y resistente jovencita, extranjera dentro de su propia vida durante los cuatro años de cautiverio. Nuria, esa madre atormentada, amurallada, paralizada, viviendo (cual el significado de su nombre) “entre montañas” de culpas, dudas e inacciones pero que repentinamente, casi como un milagro, puede leer el entramado de la situación y actúa. Eva, la que da vida, la que no pierde esperanzas, la que reacciona a pesar de todo para hallar a su amiga. Salvador, el policía que no se da por vencido, cual sabueso sigue todas las pistas, no se rinde, llega a tiempo para rescatarla en un final tan trágico como heroico.
En cambio el criminal, el padre, tiene nombre de un cualquiera: Pepe, o mejor dicho no tiene nombre de pila sino un apodo, un sobrenombre. Indicando que quizás la persona menos pensada puede ser quien ataca día a día a un niño, pasando ante los demás como un tipo del montón.
Por esta novela, escrita originalmente en catalán, la autora recibió el premio Edebé de literatura juvenil en el 2009, y Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2011 que otorga el Ministerio de Cultura de España. Sin duda, reconocimientos este libro representa un valioso aporte para la literatura infantil y juvenil iberoamericana.
Otras lecturas sobre el tema
Por aquello de que una lectura lleva a otras lecturas, y para quienes deseen explorar en textos literarios referidos a esta temática, se citan en este artículo tres obras que no pretenden ser emblemáticas ni excluyentes de algunas otras: la novela juvenil El abrazo de la brasilera Lygia Bojunga, comentada anteriormente en Pezlinterna. También, para niños en edad escolar primaria, el libro de cuentos ilustrado por el canadiense Stéphane Poulin, ¡No me toques!, con texto del francés Thierry Lenain, donde una niña es acosada por una anciana, pariente suya de clase alta. Y para niños pequeños, la novela álbum escrita en once burbujas: El que nada no se ahoga, donde un pececito que nada al revés es acechado por la Vieja Bigotuda del Agua.
Las voces que hoy la literatura infantil y juvenil hace visibles acerca del abuso sexual infantil ya no susurran, se hacen oír en voz alta, cual Palabras envenenadas que una vez destiladas y dichas, inoculan vacunas de nuevos modos de expresar, desde el arte, palabras desintoxicadas de prejuicios.
Fuentes y obras consultadas
Bernadet, Vicki. Fundación http://www.fbernadet.org/manifiesto/
Bialet, Graciela (2012). El que nada no se ahoga, Colección Bicho Bolita. Argentina: Editorial Comunicarte
Bojunga Nunes, Lygia (2008). El abrazo. España: SM.
Freire, Paulo (1999) Pedagogía del oprimido. Buenos Aires. Siglo XXI, 10 ma. ed.
Lenain, Thierry y Poulin, Stéphane (2007). ¡No me toques!. Venezuela: Editorial CEC.
Montes, Graciela (1990). El corral de la infancia. Colección Espacios para la lectura. México: Fondo de cultura económica.
Soriano, Marc (1995). La literatura para niños y jóvenes. Guía de exploración de sus grandes temas. Buenos aires: Colihue.
***Imágenes usadas en este artículo: 1, 2. Detalle de portada del libro Palabras envenenadas, fotografía tomada de Jupiter Images Corp. por y editada por Edebé. 3, 4. Dos fotografías de la campaña de la UNICEF, Si no peleas contra el abuso infantil, ¿Quién lo hará?, desarrollada por Y&R Johannesburgo, en Sudáfrica