Sam Esmail lo tenía claro, al crear Mr. Robot no quería hablar solamente del sistema corrupto, de hackers, de las crisis que crean revoluciones. No quería hablar de la actualidad, del poder que ejercen las redes sociales a la hora de analizar la psicología de una sociedad exhibicionista. Iba más allá de los juegos de poder con fsociety y Evil Corp. Él tenía en mente a un personaje sobre el que profundizaría episodio tras episodio: Elliot. Un hombre asocial, complejo, con una profunda incapacidad a pertenecer a algo pero además con la necesidad de salvar al mundo. Elliot, en algún momento de la historia, es cada uno de los espectadores tratando de entender esa historia, de infiltrarla, retorcerla. Uno se convierte en un provocador más, en Elliot.
La actuación de Rami Malek es poderosa. Es quizás el setenta por ciento de la serie. Uno le ve los ojos grandes, abiertos, como tratando de encajar. Ve su sufrimiento. Lo entiende, te conmueve. Te atrapa. Es un personaje torturado, un antihéroe que, además, es reclutado por Mr. Robot.
Vale la pena sumarle la buena interpretación que Cristian Slater hace de este misterioso Mr. Robot como un motivo más para ir enloqueciendo a Elliot, enfrentándolo a una encrucijada que alimenta la angustia del espectador. Por último, el personaje de Ángela Moss es un aliciente, transmite la serenidad tensa que ayuda a Elliot. Son buenas interpretaciones, con una impecable dirección y el uso de la música para potenciar la atmósfera de esta ciudad en caos, de una New York asfixiante, de un mundo que empieza a caerse a pedazos en la actualidad.
Hablar de la increíble escena del Times Square en el episodio final, es lanzar un spoiler por el que me lanzarían un virus devastador a mi computadora. Sin embargo, es el momento clave para entender los movimientos de la historia que ya se habían estado revelando. La estructura no deja de sorprenderte. Apenas es su primera temporada, pero con estos diez episodios entró con paso firme y buenas expectativas de futuro.
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