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Paco Roca

Actualizado: 3 sept 2021


Paco Roca era una foto viviente de la portada de su último libro Memorias de un hombre en pijama. Estaba sentado, con las piernas cruzadas, con un libro en la mano y viendo hacia un lado como esperando al próximo lector de la fila. Para ser honestos, solo le faltaba el pijama, y se le notaban las ganas de tenerlo puesto. Tampoco leía el libro que tenía entre las manos; solo servía algunos autógrafos con ese tono afable de aquel a quien el éxito parece no haberlo visitado. Era el tercero de una fila relativamente larga, donde se encontraban hombres entre sesenta y setenta años, junto a jóvenes entusiastas, todos fanáticos de las historias de este ganador del Premio Nacional del Cómic en el 2008. Aunque todos los que esperaban aplaudían su talento, ninguno imaginó que pocos meses después la versión cinematográfica de su aclamado libro Arrugas se llevaría el máximo galardón del cine español, el Goya, por mejor película animada y mejor guión adaptado. Menos pensarían que lo reconocerían pocos días después con el Premio del Japan Media Arts Festival y a las semanas con el primer lugar en el Festival de Cine de Animación de Stuttgart. Así que después de esta entrevista que me cedió aquel día, el éxito lo sigue visitando de sorpresa. Pero supongo que, aunque feliz, solo querrá quitarse la pajarita y vestir de nuevo algún pijama de rayas.

Así como El invierno del dibujante empieza con aquel guiño autobiográfico del niño que insiste a la madre para que le compre la historieta, ¿tienes noción de cómo fue tu acercamiento al cómic?

Sí, en El invierno del dibujante quería comenzar por mí mismo como lector, el niño, el kiosco, los tebeos y finalmente con los dibujantes que los hacían, que son quienes aparecen en escena en esas primeras páginas. En la mayoría de los recuerdos más felices de mi infancia están presentes los tebeos. Mis favoritos eran, por supuesto, los de la Editorial Bruguera y también Tintín y Astérix.

En una conferencia sobre el cómic, Marcello Serra hizo la salvedad de que el cómic es un medio, un sistema narrativo, y no un género. ¿Cómo defines tú el cómic?

Para mí es un medio, tan válido como cualquier otro. Es capaz de hablar de cualquier tema con su propia voz. Tiene herramientas propias y un lenguaje propio que lo hacen capaz de ello. El cómic, además, tiene una libertad creativa que pocos medios tienen. En los últimos años me parece que es de los medios que más innovan.Uno de esos nuevos caminos de exploración es la novela gráfica. Un formato que permite la total libertad creativa del autor. Algo así como el fin de las ataduras convencionales que tuvieron las vanguardias artísticas del siglo XIX.

Muchos expertos procuran en la actualidad debatir sobre la edad del lector a la que va dirigida la novela gráfica. Santiago García en su libro La novela gráfica sostiene que el cómic está “dominado por su función como producto de masas, y que se ha visto obligado a madurar grotescamente sin perder su apariencia juvenil” (p. 269). Junto a él, muchos expertos buscan en este acceso intelectual del cómic a la academia, la necesidad de separarlo del mercado juvenil o infantil. ¿Por qué esa necesidad de deslindarse de los orígenes?

Durante las últimas décadas, dentro del medio, ha habido autores que han querido contar historias diferentes, para un público más adulto. Esto lleva a buscar nuevas herramientas narrativas, un nuevo formato y también a buscar un nuevo nombre. Queramos o no, la palabra define al medio y todas las que tenemos hacen referencia al humor o a una lectura peyorativa. Más que posicionar al medio en el ambiente académico o intelectual, es más la necesidad de empezar un camino de cero, sin el lastre del lenguaje heredado, del prejuicio de ciertos lectores y con más ambición por parte del autor.

¿Qué te inspiró a escribir Arrugas? ¿Pensaste que con ella te llevarías el Premio Nacional del Cómic ese año?

El punto de partida de Arrugas fue hablar de la vejez. Mis padres son mayores y quería intentar comprender qué sienten. A esto se añadió el hecho de que el padre de un gran amigo tenía Alzheimer. Pude ver cómo esta terrible enfermedad lo deterioraba y también cómo afectaba el entorno familiar.

En ningún momento pensé que pudiera ser un éxito. Las historias sobre la vejez no interesan; pocos libros, películas o cómics tratan de ello. Es como si fuese una etapa de la vida humana de la que no queremos saber nada.

¿Tú sientes que Arrugas fue concebida como una novela gráfica solo para adultos? ¿No crees que un joven quizás pueda descubrir cosas en ella?

Cuando hago un cómic, en primer lugar lo dirijo a mí, hago lo que a me gustaría leer. Pero en el caso de Arrugas si que es cierto que llega a un público muy amplio. Durante este tiempo he hecho muchos “bolos” con Arrugas y alguno de ellos ha sido en colegios. Es un público también sensibilizado con el tema porque muchos tienen abuelos en residencias o que padecen Alzheimer.

A pesar de que siempre los comparan, el cine y de la novela gráfica son formatos distintos. ¿Cómo fue la experiencia de adaptar Arrugas al cine?

Tienen en común que usan la herramienta del dibujo para narrar una historia, pero son dos medios diferentes. El cómic original ha sido muy útil como un pre-story board y para marcar la estética de la película. La adaptación que ha hecho Ignacio Ferreras, el director de la película, es muy fiel al cómic, pero ha tenido que cambiar escenas y el orden de alguna de estas para que funcionase mejor como película. Yo estoy muy contento con ella; ha mantenido el espíritu de la historia original, pero ha añadido matices y ha convertido Arrugas en algo más grande.

¿Cuál fue la respuesta en el festival de San Sebastián? ¿Cómo los trató el público de butaca?

Aún es pronto para saber cómo funcionará. La animación para adultos, al igual que el cómic, está luchando por encontrar también su camino y su público. Pero el arranque en San Sebastián fue bueno, tanto de críticas como de comentarios de los espectadores.

Siendo ganador del Premio Nacional del Cómic, quieras o no, te transformas en una institución dentro del campo. ¿A quiénes consideras los grandes maestros del medio? ¿De quién has aprendido o sigues aprendiendo?

Uf. Hay muchos, y cada uno de ellos por diferentes motivos. Hergé por el sentido del ritmo y por la seriedad y el respeto con los que afrontaba cada nuevo álbum. Richard Corben y Robert Crum por lo narrativo y por comenzar a agitar el medio. Frank Miller y Alan Moore por llevar el “lado oscuro” a los superhéroes. Otomo, Taniguchi y el manga en general me han ayudado a comprender que las historias se pueden contar con otro ritmo. Seth, Sacco, Ware… Y todos los autores españoles como Carlos Giménez, Miguelanxo, Guarnido, Max, Pacheco, Miguel Ángel Martín, Jaime Martín, Rubín, Zapico, Pepo, Aja… y me dejo muchos.

En Las calles de arena juegas con la casualidad y los imposibles en el amor, pero también con el recuerdo y las manías de las personas. ¿Tienes alguna particularidad extraña parecida a los personajes de tu novela?

Las calles de arena me sirvió como cajón de sastre en el que tenía cabida todo lo que me preocupaba, todas mis neuras… Hay un poco de mí en todos los personajes. Me aferro a las cosas y a los recuerdos como el conde Diógenes, soy inseguro como Ignacio a la hora de hacer su maleta… Pero, quizá, el personaje que más tiene de mí es Blanca, la cartera. Me veo así muchas veces, ajeno al mundo e inmerso en crear historias para los demás.

¿Cómo sientes la evolución del cómic en España comparado al mercado editorial en otras latitudes?

La gran diferencia es la industria editorial que se basa lógicamente en la cantidad de lectores. En Francia hay álbumes que venden mucho, que incluso sobrepasan el medio millón o el millón de ejemplares. Eso hace que las editoriales sean fuertes, que apuesten por nuevos autores y que les paguen unos buenos adelantos. Dicho esto, la calidad de los autores españoles está a la altura de los mejores del mundo. Por eso mucho de ellos trabajan para los mercados extranjeros, precisamente porque los editores pueden pagarles mejor.

Poco a poco las cosas van cambiando, cada vez tenemos más lectores, cada vez el cómic está más presente en la prensa, la televisión y, muy importante, en las librerías generalistas.

¿Qué opinión te merece el hecho de que algunos de tus fanáticos hayan leído tus obras descargadas ilegalmente por internet? ¿Has visto los videos que algunos fanáticos hacen con tus viñetas en YouTube? ¿Qué opinas?

La verdad es que no he visto ninguna de esas ediciones piratas. Sé que existen, claro. Hace un par de años di una charla en México y la mayoría de los que habían leído Arrugas se lo habían descargado ilegalmente de internet. En aquel momento Arrugas no se vendía allí y comprarlo de importación era carísimo. No es que lo apruebe, pero lo entiendo. Para todo este tipo de cosas creo que va a ser una buena solución el formato digital y la compra por internet a un precio realmente económico. Este es un mercado que aun está arrancando y el éxito puede estar en ajustar los precios al máximo.

¿Crees que se pueda leer Astérix, Sin City o incluso El invierno del dibujante en formatos digitales de la misma manera que en la edición física? ¿No sería una ironía leer sobre la época Bruguera, la importancia de una editorial y del ejemplar del libro en físico, para que luego lo descarguen en formato digital?

La lectura digital es una experiencia diferente, pierdes el tacto del papel, la encuadernación, la lectura de la doble página o el olor de la tinta. Pero ganas en otras como por ejemplo en la fidelidad del color. En cierta forma es parecido a la diferencia que hay entre los que les gusta ver una película en el cine y a los que prefieren verla cómodamente en la televisión de sus casas. Solo espero que ambos soportes convivan, pues cada uno tiene sus ventajas y van a públicos diferentes.

Tu último libro publicado, Memorias de un hombre en pijama, recoge las viñetas humorísticas de tinte autobiográfico publicadas en el periódico valenciano Las Provincias. ¿Por qué esa necesidad de muchos autores de novelas gráficas en retratar su vida ante el mundo?

Como decía antes, el cómic puede tratar cualquier tema. Hasta ahora parecía que lo normal era contar historias grandilocuentes: la destrucción de Neo Tokyo, la salvación del mundo de una invasión alienígena… ¿Por qué no hablar también de las cosas pequeñas, las que nos pasan a todos día a día y las que nos hacen ser como somos? El cómic tiene una frescura y una libertad narrativa perfecta para contar este tipo de historias en las que la necesaria voz del narrador te obliga a dibujarte y convertirte en un personaje.


Conversaciones minúsculas

¿Un libro?

Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy. Lo leí hace poco y me gustó mucho.

¿Tebeo, historieta, cómic o novela gráfica?

La Compañía. Segunda entrega de Parker de Darwin Cooke.

¿Una película?

Código fuente. De Duncan Jones

¿Un héroe del cómic?

Haddock.

¿Un Goya o un Óscar?

Cualquiera de los dos mientras se pueda recoger en pijama. Uno elegante, por supuesto.

De no ser Paco Roca, ¿qué otro oficio tendrías?

Me dedico a esto por estar totalmente negado a hacer otra cosa.

¿Alguna promesa?

A Dios pongo por testigo que no volveré a comprarme un Astérix.

¿Algo que olvidar?

Tengo muy mala memoria. Ya me gustaría olvidar menos.

¿Una actriz para interpretar en el cine a Blanca de Las calles de arena?

Aunque finalmente no se parece en nada, en los primeros bocetos me inspire en Christina Ricci.

¿Una palabra?

Barlovento.

¿Algún libro que marcara tu adolescencia?

Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

¿En qué animal te gustaría metamorfosearte?

En tortuga. Parece el animal menos estresado del mundo.



***Imágenes cortesía de Paco Roca.


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