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El quicio


Elisa Victoria

Ilustra: Mireia Pérez

Bruguera, 2021


Nuestra protagonista tiene trece años, e inicia este largo monólogo en busca de entendimiento. No por parte del otro, sino de ella misma. ¿Quién es?, ¿quién fue?, ¿quién será? Un hermoso tránsito discursivo por las inseguridades e inconformidades de la adolescencia.


Justo en el medio de ese vacío, donde no se reconoce con la niña que aún es y tampoco se encuentra con esa pandilla del colegio que ahora se ha transformado: no visten igual, se comportan de manera distinta. Ella se siente apartada. Hasta ese día, donde la invitan a dar un paseo, y su crisis por encajar, por saber si es capaz de pertenecer y de ser, la obliga a cuestionarse absolutamente todo su mundo.


Una novela introspectiva, profundamente honesta, emocional, tierna. Con ilustraciones nada complacientes, bastante conceptuales, al mejor estilo fanzine, que ilustra la complejidad del pensamiento de esta narradora. Un ejercicio estético que visita la humanidad del vacío adolescente en tránsito. Eso sí, me queda la sensación de que a veces resuena tan cerca a su realidad, que esta representación puede que no sea lectura fácil.

"Pero yo tengo trece, no tendría que estar pasando por mierdas, al contrario, se supone que la vida debería ser dulce, los mayores no paran de repetir eso, debería estar descubriendo cosas bonitas, no tengo trabajo, no tengo hipoteca, las aprobé todas en diciembre y las voy a volver a aprobar en Semana Santa, mi piel es suave y tersa, no tengo arrugas ni canas, pero de algún modo envidio a los cuarentones deprimidos porque pese a los problemas que acarrean, de un modo u otro, todos se han dado un beso con alguien y eso a mí nunca me ha pasado".



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