Alerta: muchos, muchos spoilers.
Jill Soloway crea y dirige esta arriesgada historia de tintes "hipsterosos", que cuenta las vidas de una familia judía en Los Ángeles que se enfrenta a la descubrimiento de Mort, el padre, quien asume su transexualidad. Suena a un gran drama, pero realmente tiene mucho más de comedia. Es decir, ya estamos acostumbrados a este género, Transparent es un dramedia en toda regla.
El tema principal de la serie es, sin duda, el proceso de Mort reconociéndose como Maura. Nadie pone en duda que el gran peso de la serie lo tiene el actor Jeffrey Tambor, quien da cátedra de actuación en cada una de sus escenas. Maura busca ser cada vez más femenina, auténtica, libre de prejuicios. Al inicio de la segunda temporada, el miedo a la soledad le juega sucio y se deja arrastrar por un extraño pero lógico acercamiento afectivo-sexual con Shelly, su ex mujer. La interpretación de Judith Light (Shelly) es muy divertida, de madre judía ansiosa y controladora.
Una de las escenas más hermosas en este proceso de Maura, está en el final del episodio 2 de esta temporada, en el que ella se atreve a bailar Chandelier de Sia frente al espejo del bar. Es el momento en el que ella decide desatarse de todos los lazos familiares y dedicarse plenamente a su proceso. Porque una cosa es ser Maura y afrontar ponerse los vestidos y los peinados ante el mundo, pero otra muy distinta es que él se asuma mujer en la intimidad, lo que incluye preguntas acerca de su cuerpo, su futuro y el sexo.
Porque la experimentación en las distintas vertientes del sexo son un leiv motiv fundamental para entender la serie. Los procesos de Sarah y Eli son los más importantes esta temporada, es un encuentro con su feminidad y con el placer. En el caso de Sarah, parte desde ese impecable primer episodio de la boda, en el que se da cuenta de su error. Sus necesidad van variando hasta toparse con una posibilidad, al final de la temporada, que la haga reconocerse en una libertad alternativa. El caso de Ali está mucho más ligado al pasado, a esos flashbacks que nos cuentan las historias de Maura en 1994 cuando se reconoce en la primera temporada y ahora en la vida de la madre de Maura antes de huir de los nazis a los Estados Unidos en la segunda. Ella trata de entender el concepto de mujer de la familia, trata de unirse con Maura en este proceso del ser femenino. Son procesos que parecen distintos, pero que van de la mano. La diferencia es que Ali es la hija menor, es joven, desprejuiciada y su padre/madre fue criada en una cultura heteronormativa. Esa misma cultura le dan a Josh, el único hijo varón, la dificultad de comprender a su padre y pasa por el proceso del duelo. Parece estancado, reconociéndose en su inesperada paternidad, pero esa escena del episodio final donde lo invitan a llorar la muerte de Morth, es gloriosa. Él está dolido, es la única fuerza masculina que se enfrenta a este universo femenino. No sabe cómo aceptar a Maura, y es que en el fondo nadie sabe cómo hacerlo.
Y lo hermoso de esta serie, sin duda, es cuando los tres hermanos se unen. La química es increíble, ellos son una familia, sólida, en medio de sus disfuncionalidades saben que cuentan con el otro. Esta fortaleza de los tres, produce las escenas más hermosas de la serie. No en vano, el final de temporada son ellos tres en la piscina, bebiendo té bajo el agua, compartiendo sus tristezas. Son una buena familia.
No me canso de recomendarla. A mí me conmueve mucho la franqueza de esta serie, su sencillez y, aunque le pueda perturbar a muchas personas, lo que más me gusta es cómo a pesar de esta experimentación sexual e individual de todos, no dejan de reconocerse en el pasado, en la memoria, en la religión, en las emociones y en el sentido de familia. Porque ellos, a pesar de todo, nunca dejan de ser una familia.
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