Hay un hombre en la orilla. Nadie en la Isla sabe de dónde viene, ni por qué su barca vino a encallar justamente en su apacible hogar. No saben qué hacer. Sospechan, analizan, discuten. El hombre es un humano cualquiera: puede ser blanco o negro, lampiño o velludo, flaco o gordo. No importa su apariencia física, sino lo que representa. “No era como ellos”. Ese hombre es un extranjero. Y viene a enturbiar la paz de esta pequeña Isla.
En el 2007 la editorial Lóguez publica en español La Isla, un duro y reflexivo libro álbum creado por el autor e ilustrador suizo Armin Greder. La historia de este foráneo se cuenta desde la perspectiva de la pequeña sociedad jerárquica de una isla. En este territorio, los que hablan más fuerte son aquellos a quienes la mayoría sigue. El pescador, por el contrario, imagen del sentido común en el texto, propone posibilidades de convivencias con este recién llegado. Ideas que, en su momento, serán condenadas también al exilio. Su lectura, provocadora, se enriquece con ilustraciones expresionistas, heredadas de Edvard Munch, con representaciones de la angustia de este pueblo que se va dejando arrastrar por el miedo a lo desconocido, y que conecta con los referentes de un adulto que se une en complicidad con la lectura de este libro.
La doble moral de los habitantes de la isla es uno de los constantes juegos: el texto enuncia una utopía, y las ilustraciones dejan en evidencia las reacciones del ser humano ante el miedo. Un libro que no sólo habla de la xenofobia, sino que profundiza en los instintos más básicos del ser humano y su reacción ante el miedo. El extranjero no calza bien en el coro de la iglesia, las costumbres de los salvajes “dicen” que pueden ser terrible y “los niños tienen miedo de él”. ¿Qué hace este extranjero? Nada. Su cuerpo permanece encerrado en un establo, pero la sola idea de su existencia se infiltra en las mentes de lo hombres y las mujeres. Es un asesino, es el diablo, es el Coco, pueden ser todos los monstruos y las pesadillas. “El otro” está al servicio de la creatividad del miedo, y deja de existir como persona para ser el blanco de las inseguridades de la isla.
Los niños, sin embargo, son representados como imitadores del adulto. La conducta, decisiones y temores de los más grandes son repetidos, como un patrón, por la infancia de la Isla. El extranjero, de esta manera, no tiene más alternativas. Al llegar a un nuevo país debe encontrar la forma de adaptarse, pero con sólo pisar la arena perdió el derecho a expresarse, a defender sus ideas y a pedir asilo. No tiene voz. Los demás deciden por él, porque no tiene oportunidad de defender su punto de vista. Es hombre o mujer, adulto o niño, alto o bajito. Es indiferente.
La tolerancia se marcha de la Isla, y junto a ella se aplican todas las terribles decisiones con las que se cierra esta historia. Un libro amargo, que contempla la reflexión de forma natural, desde una incómoda cotidianidad. No en vano el título: La Isla. Una historia cotidiana. Merecedor de varios premios, el libro interpela al lector con un tema complejo, acercando al niño, al joven y al adulto a una obra de arte que invita a la reflexión. Un hombre en nuestra orilla es alguien distinto, queda de nosotros reaccionar para acercarnos a él sin ideologías, condenas o miedo. Cuando menos lo esperes, puedes ser el otro.
*esta publicación originalmente formó parte de una colaboración semanal que PezLinterna hizo para la revista Prodavinci en el año 2014.
**Escrito a cuatro manos entre Isadoro Saturno y Freddy Gonçalves Da Silva.
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