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El poeta despierta. Percibe un sepulcral silencio. No entiende, se asoma a la ventana: hay movimiento pero sin un mínimo ruido que lo acompañe. Los niños se mantienen sentados, los adultos arrastran sus pasos hasta llegar a su trabajo, los gorriones se esconden debajo de la cama de los humanos. El poeta apenas tuvo oportunidad de encender la radio y oír la última noticia de la emisión antes de que cancelaran el programa: Mayor Dux, nuevo Ministro de Ruidos y Acústica, ha prohibido la música. El decreto, de amplia interpretación, confunde al colectivo. Al fin y al cabo: ¿qué es música? ¿El zumbido de una mosca? ¿Las ruedas de un tranvía que viaja por la ciudad? ¿La palabra de un poeta?

Dividida en compases, como una pieza de jazz, se construye la novela Mayor Dux ¡o el día en el que fue prohibida la música!. Fue publicada en español en el año 2008 por la editorial Lóguez y está ilustrada por el historietista alemán Martin Baltscheit, acompañada con un melódico texto escrito por él mismo bajo la máscara de Bartolomeus Bob. Este es un personaje que vive y narra la historia y a quien se le subraya una vida real al escanear un poema, aparentemente, escrito a mano y dedicado al silencio. Una foto ilustrada al final sirve de marco definitivo para esta ficción.

Esta divertida pieza de humor negro cuestiona la censura con una serie de personajes afines a la música. Escondidos en espacios subterráneos estos se sublevan a las nuevas leyes con sus instrumentos musicales y sus voces, ajenos a una ciudad en la no se puede acceder a la música, se respeta la siesta y se vigila a los ciudadanos para que transiten en silencio. Estos personajes, animales humanizados en su mayoría, se apropian del espacio con la libertad del sonido, huyendo de las autoridades que los persiguen.

Un sapo toca la trompeta, la sutil voz de la mariposa Billy Butterfly enamora a los incautos y la vitalidad de Chester Brown, un vecino del barrio que toca como pocos, hace estallar la mente a muchos: “la música era dinamita”.

El ritmo del texto y sus acordes improvisados se reúnen como un homenaje al origen del jazz, género musical complejo que invita a la concentración del oído en el sonido. Los músicos callejeros, exiliados de su mundo, crean rítmicos poemas que hablan del despotismo de Mayor Dux. Es, al fin y al cabo, la poesía la única forma de rebeldía con la que pueden cuestionar al poder.

Las acciones del relato, de tintes surrealistas, se amalgaman en una profusa narrativa de la imagen que apoya al texto. Con gran vigor, las ilustraciones retratan las formas del miedo y el silencio, con metáforas alternativas de libertad, juegos de sombras en la oscuridad y estallidos musicales con una estridente tipografía. Sus personajes, retratados con humor, pertenecen a una evidente herencia del cómic, género por el que el Baltscheit fue nominado al premio Max-und-Moritz en 1996.

Con numerosas publicaciones de libros para niños, cómics y películas animadas, este autor e ilustrador ha recibido varios premios entre los que se incluye el reconocimiento del libro más bello editado en Alemania por la Fundación Buchkunsten el 2007 por Mayor Dux, resaltando su diseño, el dedicado trabajo de la imagen, la apropiación de los espacios en las páginas del libro, el juego con los colores blanco, naranja, negro y marrón para evocar la luz y las sombras y el uso de la tipografía para resaltar los sonidos implícitos en el conmovedor y disparatado relato musical. Hazaña que repite en el 2011 con su libro El zorro que perdió la memoria, donde trabaja el tema del Alzheimer en un libro para niños.

El camino por el que transita el poeta lo ayuda a escabullirse de la censura y la intolerancia de muchos cobardes en la ciudad… hasta que llega al Ministerio, donde se enfrentará al verdadero motivo personal del mandatario, por el cual impone tan improvisado decreto. Finalmente, es una novela que narra y canta la censura desde un colectivo y su inteligente estructura hace del libro un objeto para que el lector cuestione sus coherentes imágenes, o la ironía transformada en mensaje.

Su lectura deja pistas para dudar del poder, pistas vitales para que sus personajes puedan recuperar, de nuevo, un derecho natural inherente al ser humano e incluso de los animales: el ruido.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021



¿Cuántos viven hoy en una lengua que no es la suya? ¿Cuánta gente ya no sabe ni siquiera su lengua o todavía no la conoce y conoce mal la lengua mayor que está obligada a usar? Problema de los inmigrantes y sobre todo de sus hijos. Problema de las minorías. Problema de una literatura menor.

Kafka. Deleuze y Guattari

A manera de lente, la teoría crítica nos ofrece miradas; ópticas que nos permiten ver y explorar ámbitos que generalmente escaparían a nuestras lecturas habituales. Deleuze y Guattari nos invitan a pensar la obra literaria fuera de nuestros esquemas convencionales. En vez de “libro”, ellos proponen aproximarse a una “máquina”, entendiendo la obra literaria como un agente que “hace”, que “crea efectos” en vez de sólo representar y significar. Así quiero yo releer la celebrada novela gráfica de Shaun Tan. A cinco años de su publicación inicial, no es secreto para los adeptos de la literatura infantil y juvenil el hito que ha marcado Emigrantes.

A mi parecer, esta obra nos ofrece materia para considerarla como parte de la tradición de obras modernas que han buscado ofrecer una visión descentrada de la cultura, posicionándonos frente a perspectivas no hegemónicas ni dominantes. Creo que allí reside su carácter subversivo. Para desarrollar esta lectura me gustaría apelar a la noción de literatura “menor” que Deleuze y Guattari elaboran a partir de los textos y reflexiones literarias de Franz Kafka. No me interesa plantear una correspondencia directa entre la obra de Tan y la de Kafka (si bien mucho podría elaborarse sobre instancias de esta obra como experiencias “kafkianas”), sino aludir a la tipificación que Deleuze y Guattari elaboran en torno a un cuerpo de obras que definen como “menores”: “Una literatura menor no es la literatura de un idioma menor, sino la literatura que una minoría hace dentro de una lengua mayor.” (Deleuze y Guattari 13) Precisamente, una literatura menor se vale de una lengua dominante, pero la “presiona” y “desterritorializa” hasta convertirla en una lengua de fuerzas (en vez de significaciones). Creo que esta operación es esencial en la novela gráfica de Tan y la conecta –más allá de su tema central- con la situación de las minorías, de los grupos minoritarios y de todo sujeto que busca alejarse de las formaciones sociales mayoritarias o dominantes.

Bajo esta mirada, el carácter “menor” de ciertas obras literarias involucra tres procedimientos fundamentales: desterritorializar una lengua, articular lo individual como un gesto político y funcionar como un dispositivo colectivo de enunciación. Con estas tres claves, trataré de ofrecer una lectura política de esta particular obra de Tan (y sospecho que son categorías atribuibles a otras de sus obras para niños y jóvenes).

Desterritorialización

La “desterritorialización” implica fundamentalmente un proceso de liberación o separación de las premisas socialmente reconocidas y aceptadas, específicamente de las premisas sobre el lenguaje. Me gustaría reflexionar sobre este proceso a partir del lenguaje visual. Emigrantes no sólo nos traslada a ámbitos sin palabras y en este sentido “desterritorializa” –como otras novelas gráficas- las formas clásicas de contar una historia y nuestras convenciones de lectura de textos escritos. Además, dentro de su propuesta pictórica y gráfica, ocurren desplazamientos, juegos, re-significaciones y dislocaciones sobre ciertos lenguajes artísticos tradicionales y soportes.No deja de resultar curioso que a finales de la primera década del dos mil, Tan escogiese explorar el viejo álbum fotográfico como formato para su obra más monumental. Abrir un álbum fotográfico parece en la actualidad un gesto casi arcaico y remoto. Los álbumes fotográficos recientes ya hace más de una década que emigraron a espacios digitales en los que lo íntimo y lo público se conjugan. Sin embargo Emigrantes reconstruye el soporte residual del álbum con nuevos sentidos. Esta operación ya nos invita a pensar una forma de “desterritorialización”.

La evocación que nos propone Tan de los procesos migratorios de finales del siglo XIX y principios del XX –rememorados en alusiones a fotos de archivos como el de Ellis Island– se nos plantea desde una posición desorientada, lejos del discurso histórico de los anales. Estos datos se re-significan al estar hilados dentro de un mundo memorativo pero extraño e inédito, invitándonos a pensar los procesos migratorios fuera de nuestras convenciones históricas, y a internalizarlos con cierta intimidad a través del formato del viejo álbum de fotos.

El lenguaje de los archivos -por excelencia fotográfico y realista- es “desterritorializado” y “reterritorializado” con elementos fantásticos, incluso afines a la ciencia ficción y otras formas de expresión de lo ficticio. Así, en su formato de álbum antiguo, la clásica imagen fotográfica sepia la hallamos conjugada con otros elementos inquietantes y nuevos. En este sentido, lo que creemos comprender o ubicar es realmente un referente huidizo.

Esta operación nos prohíbe entender a Emigrantes como una simple novela (gráfica) histórica que pretende hacernos ver verosímilmente un hecho distante de otra época. Aunque el juego de la remembranza se suscita al encontrarnos con tecnologías como el barco de vapor, los vestuarios anticuados y otros elementos de tono costumbrista, estos códigos están siendo “presionados” por la presencia de nuevas cosas: figuras oníricas, lenguajes trastocados, objetos que producen ciertas analogías –se sabe que hay “animales”, “grafías”, “frutas”, “máquinas” “verduras”, “sistemas de transporte”- pero no pueden nombrarse porque pertenecen a un mundo desconocido y relativamente ininteligible. Esta operación desestabilizadora no sólo nos conecta con un proceso que está subvirtiendo las formas tradicionales de representar (el lenguaje mayor), también logra ofrecernos una experiencia imaginaria del asombro y desconcierto de quien llega a tierras nunca vistas.

No obstante, la “desterritorialización” ocurre en su forma más plena a partir del código pictórico. El dibujo marcado por un tinte realista se ve constantemente “desterritorializado” con formas cercanas a la tradición surrealista. Emigrantes nos lleva así a leer un lenguaje que disloca lenguajes artísticos convencionales. Hay instantes donde la imagen adquiere rasgos simbólicos que rozan lo cósmico. En estas instancias del dibujo, se violenta el tiempo y las representaciones precisas para que lo emotivo puro cobre relevancia en la imagen.

Bajo esta mirada, no estamos frente a una obra que demande precisiones. No hay que saber con exactitud qué es todo lo que vemos, pero sí transitar una experiencia inédita. Esta neutralización del sentido –del ¿qué significa todo esto que leo/veo?- implica una alteración de los hábitos de lectura tradicionales. Así, el sentido es materia para la “línea de fuga” y lo que predomina es una experiencia que oscila entre lo que se “desterritorializa” y se “reterritorializa” generando nuevas posibilidades. El sujeto emigrante va conociendo y negociando su nuevo lugar y sus posibilidades de comprensión, al igual que nosotros como lectores de imágenes.

Todo es político

La literatura “menor” es –en esencia- un tipo de escritura política que se conecta necesariamente con una lucha. En otras palabras, la literatura “menor” se distingue de las “grandes” literaturas porque “en ellas todo es político” (29). Según Deleuze y Guattari:

“La literatura menor es completamente diferente: su espacio reducido hace que cada problema individual se conecte de inmediato con la política. El problema individual se vuelve entonces tanto más necesario, indispensable…Es en este sentido que el triángulo familiar establece su conexión con los otros triángulos, comerciales, económicos, burocráticos, jurídicos…”(29)

En la literatura “menor” los asuntos aparentemente individuales están inmediatamente conectados con una discusión política más amplia. Emigrantes es una novela (gráfica) moderna cuyo tema central no es sólo el desplazamiento, sino el poder. Desde el inicio, vemos en la partida del hombre protagonista una suerte de cola de dragón que acecha su existencia. Igualmente se muestran -con lenguajes simbólicos- otras historias de injusticias y emergencias, fijando una denuncia del abuso del poder autoritario en cada una de las historias de emigrantes que vamos conociendo a través del viaje del hombre. Así, estamos frente a una relectura “gráfica” de lenguajes que nos hablan -desde su particular construcción- de las vidas de quienes se han desplazado a la fuerza porque han vivido el horror de las guerras, las dictaduras, los totalitarismos y las persecuciones políticas.

Asimismo, la novela nos expone la vida de los emigrantes en un nuevo espacio que tampoco es ajeno a las mecanizaciones y las divisiones económicas. Las alusiones a las fábricas, la automatización de la cotidianidad y el empleo informal se manifiestan una y otra vez en los tránsitos del personaje.

Enunciación colectiva

En palabras de Deleuze y Guatarri, “lo que el escritor dice totalmente solo se vuelve una acción colectiva, y lo que dice o hace es necesariamente político.” (30) En este sentido, las literaturas “menores” funcionan como dispositivos de enunciación colectiva. No son simples obras maestras de un autor (en este sentido la obra no depende de la figura de Tan). En su maquinaria, Emigrantes nos lleva a experimentar los problemas de comprensión de una comunidad: la de quienes se han desplazado por problemas e injusticias graves. El sujeto que llega no es sólo el personaje masculino a quien conocemos de cerca. Son también las otras personas que están insertas en este relato de desplazados. Es su mujer, su niña, y todos los otros que han tenido que irse. Desde las guardas esta obra nos está pautando esta importante pista al ofrecernos una galería extensa de retratos anónimos.

Creo que Emigrantes nos permite repensar la literatura infantil y juvenil como un campo de acción y de fuerzas. Así, desde su carácter “menor”, nos ofrece vías para reflexionar el mundo con miradas empoderadoras que nos hacen ver y pensar otras cosas: experiencias marginales, luchas y anonimias trascendentales de lo humano.

Obras citadas

Deleuze, G. y Guattari, F. Kafka. Por una literatura menor. Trans. Jorge Aguilar Mora. México. D.F.:Ediciones Era, 1993.

Tan, Shaun. Emigrantes. Cádiz: Bárbara Fiore Editora, 2007.

***Imágenes usadas en este artículo: ilustraciones del libro Emigrantes (2007) de Shaun Tan, editado en español por la editorial Bárbara Fiore.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021


Hace unos cuatro años, con motivo de la Feria del libro en Bogotá, una joven periodista celebró con alegría que la Caperucita roja estaba cumpliendo 25 años de su primera edición -quizás la misma edad que tenía dicha corresponsal-. La saqué de su error, pensando que era un desliz del directo, y le expliqué que el aniversario era de una versión que había escrito Triunfo Arciniegas sobre el cuento original. Ella, algo desestabilizada, continúo con su rol de prensa y empezó a dar vueltas alrededor de la historia que tenía en su cabeza sobre el personaje de la niña que es alcanzada por el lobo. En su explicación, nunca mencionó a la abuela.

Indagué y no era que la había olvidado. Simplemente, en su cabeza, no estaba contemplada ese personaje dentro de la estructura de la historia. No formaba parte de su genética. Quedé alarmado. Mucho más cuando Pilar Posada, experta en la tradición oral de América latina, también me compartió su preocupación sobre el mantenimiento de los cuentos y juegos de cara al futuro. La tendencia no era que estos relatos siguieran transformándose con el tiempo, como había ocurrido hasta la actualidad, sino que parecían condenados a desaparecer.

La alerta no era novedad. Antonio Rodríguez Almodóvar lo había asomado en algún anterior artículo de prensa. Junto a él, una ristra de autores e investigadores no sólo han ido alertando por este atentado del siglo XXI a la cultura, sino que ponían en tela de juicio el uso y abuso de las versiones de estos cuentos con intenciones morales. Tema que asomó Phillip Pullman en el 2012 al escribir la introducción los cuentos de los Hermanos Grimm que recopiló. Esto es una posibilidad que, para muchos otros, es imposible. Como dijo León Felipe: "la cuna del hombre la mecen con cuentos (...) los huesos de los hombres los entierran con cuentos". Sólo que finalmente se puede creer que esto es improbable e irracional, e incluso leer y debatir las teorías de tantos expertos con algo de desconfianza; pero otra muy distinta es enfrentarse a ese olvido de una forma tan cotidiana. Nadie te lo está contando, acaba de ocurrir.

Esta advertencia también fue uno de los motores del discurso con el que Ana María Matute agradeció su ingreso a la Real Academia Española a inicios de 1998. Ella, previsora, dejó ver en su disertación una profunda inquietud acerca del descuido de los cuentos tradicionales pero también de la imaginación como recurso de la verdad. Enalteció, de manera preventiva y sin descuidar su voz literaria, el poder que la palabra y los relatos ejercen en el ser humano:

“No seamos tan descreídos, no tanto como para imponer la desmemoria al conocimiento, si no queremos encontrarnos, al final, con las manos vacías. No olvidemos que el diablo entra en todos los conventos, que Dios reside en todas las criaturas vivas del mundo, que la palabra descubre, desentierra del olvido o de la indiferencia futura aquello que nos hace distintos de las bestias”. (Matute: 23)

Este preámbulo puede parecer algo arbitrario, pero es una muestra del ejercicio que se activó en mi cabeza como lector al acercarme al libro En el bosque editado por Libros del zorro rojo. Porque más que un libro, es una propuesta estética con identidad propia que, sin reclamo, hace homenaje precisamente al núcleo de ese discurso de Ana María Matute en la Academia.

Al enfrentarse a la experiencia, el lector se encuentra en primer lugar con una caja roja o de color ladrillo, que encierra dos formas posibles de leer:

1. Un pequeño cuaderno, con espíritu folletinesco, en el que apenas habita un extenso párrafo extraído del discurso de Matute en la Real Academia Española. Sus letras, grandes y vistosas, están acompañadas de pequeñas ilustraciones de Elena Odriozola que, como seres del Bosque, recorren o sorprenden entre las letras. Al final, de manera más formal y con letra de imprenta, nos ofrecen una biografía de la autora coherente con el texto citado. El párrafo del cuadernillo, es una metáfora de la autora con la que reflexiona en la idea del bosque como generador de fantasías, espacio de la creatividad y amplificador de los mundos posibles de la palabra.

2. Las nueve ilustraciones de Elena Odriozola. O, para ser más justos, las tarjetas o barajas con las que la artista nos propone un juego que dialoga con el texto. Imágenes en las que prioriza el azul, el rojo, y el dorado que hace encender al bosque. Es una forma de representar la edad dorada del hombre, no su infancia, sino esa oralidad que se mantiene latente en la esencia de las cosas. La niña que es el centro de la historia está vestida con una camiseta amarilla. Ese color, particularmente, me invita a pensar si el simbolismo del color tenía alguna relación con su elección. Entre los significados, llego a uno que calza libremente: la intuición. Es una forma de representar a la niña que habita y se pierde en este bosque, como lo hacía Ana María, como lo hizo Alicia, como lo sigue haciendo Caperucita. Eso sí, lo más brillante que contiene estas barajas -porque me gusta imaginar que como objeto, las barajas tiene esa identidad de ver el futuro-, es que al conectarlas unas al lado de las otras, siempre calzan como un rompecabezas. El camino es infinito, dan alrededor de trescientas mil posibilidades, de historias. Incluso algunos de los animales se llegan a transformar en seres misteriosos. Es vivir en la fantasía.

Ambas lecturas, por separado, son poderosas. Pero si al leer el texto, se van desplegando las ilustraciones, es como ver un cortometraje musical. En esta forma de lectura tan cercana al juego, ambos discursos suenan en el mismo tono. Es un acercamiento sonoro en el que, además, resaltan las voces de las dos mujeres. Esto, de cara a la moda comercial de resaltar lo femenino desde el marketing, es una forma más contundente de elevar el mensaje reivindicativo de la mujer: Ana María Matute ingresó a la Real Academia de la Lengua a finales del siglo XX, e hizo un discurso que ahondaba en la humano y sus pasiones, pero ante todo de imponerse ante toda la grandeza y la miseria del ser humano.

Confieso que, en la primera impresión, me pareció un desacierto editorial que no publicaran el discurso completo. Quise que las palabras estuvieran completas, que pudiéramos acceder a esta defensa tan bien argumentada de la imaginación. Pero, al leerlo, entiendo que el resultado no hubiera sido el mismo. Este libro propone ser un juego exploratorio, una forma de pensar el bosque desde la activación de la fantasía. Su construcción es lógica en lo literario, y es desde ese punto que vale la pena leerla.

No por eso dejo de invocar a los jóvenes lectores, y también a los adultos -y a aquellos que coquetean constantemente con la escritura- que busquen el discurso y lo lean. Esa es una gran virtud de este libro versus al discurso completo, que son dos tipos de goces estéticos distinto.

La conclusión de esta entrada no ofrece respuestas a las inquietudes planteadas al principio, pero sí presenta una propuesta estética para la defensa de lo oral. Y apelando a la imaginación, si pudiera jugar con estas barajas en mi memoria, viajaría al pasado para encontrarme de nuevo con la periodista. Y así poder escarbar en la forma de cómo llegó a esa historia. Tal vez sí hubo una Caperucita en su vida más allá de una vista rápida al Wikipedia antes de iniciar la entrevista. A lo mejor, en esa versión de su familia o sus maestros, no hubo abuelas sino sólo lobos.

Quisiera poder invitarla al Bosque y oír juntos, como oímos a Matute en este libro, a “la antiquísima voz que se eleva de lo más profundo de la primera historia contada.


 
 
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Cultura, libros, infancia y adolescencia

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ilustración de las jornadas @Miguel Pang

ilustración a la izquierda @Juan Camilo Mayorga

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