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Actualizado: 3 sept 2021


Paco Roca era una foto viviente de la portada de su último libro Memorias de un hombre en pijama. Estaba sentado, con las piernas cruzadas, con un libro en la mano y viendo hacia un lado como esperando al próximo lector de la fila. Para ser honestos, solo le faltaba el pijama, y se le notaban las ganas de tenerlo puesto. Tampoco leía el libro que tenía entre las manos; solo servía algunos autógrafos con ese tono afable de aquel a quien el éxito parece no haberlo visitado. Era el tercero de una fila relativamente larga, donde se encontraban hombres entre sesenta y setenta años, junto a jóvenes entusiastas, todos fanáticos de las historias de este ganador del Premio Nacional del Cómic en el 2008. Aunque todos los que esperaban aplaudían su talento, ninguno imaginó que pocos meses después la versión cinematográfica de su aclamado libro Arrugas se llevaría el máximo galardón del cine español, el Goya, por mejor película animada y mejor guión adaptado. Menos pensarían que lo reconocerían pocos días después con el Premio del Japan Media Arts Festival y a las semanas con el primer lugar en el Festival de Cine de Animación de Stuttgart. Así que después de esta entrevista que me cedió aquel día, el éxito lo sigue visitando de sorpresa. Pero supongo que, aunque feliz, solo querrá quitarse la pajarita y vestir de nuevo algún pijama de rayas.

Así como El invierno del dibujante empieza con aquel guiño autobiográfico del niño que insiste a la madre para que le compre la historieta, ¿tienes noción de cómo fue tu acercamiento al cómic?

Sí, en El invierno del dibujante quería comenzar por mí mismo como lector, el niño, el kiosco, los tebeos y finalmente con los dibujantes que los hacían, que son quienes aparecen en escena en esas primeras páginas. En la mayoría de los recuerdos más felices de mi infancia están presentes los tebeos. Mis favoritos eran, por supuesto, los de la Editorial Bruguera y también Tintín y Astérix.

En una conferencia sobre el cómic, Marcello Serra hizo la salvedad de que el cómic es un medio, un sistema narrativo, y no un género. ¿Cómo defines tú el cómic?

Para mí es un medio, tan válido como cualquier otro. Es capaz de hablar de cualquier tema con su propia voz. Tiene herramientas propias y un lenguaje propio que lo hacen capaz de ello. El cómic, además, tiene una libertad creativa que pocos medios tienen. En los últimos años me parece que es de los medios que más innovan.Uno de esos nuevos caminos de exploración es la novela gráfica. Un formato que permite la total libertad creativa del autor. Algo así como el fin de las ataduras convencionales que tuvieron las vanguardias artísticas del siglo XIX.

Muchos expertos procuran en la actualidad debatir sobre la edad del lector a la que va dirigida la novela gráfica. Santiago García en su libro La novela gráfica sostiene que el cómic está “dominado por su función como producto de masas, y que se ha visto obligado a madurar grotescamente sin perder su apariencia juvenil” (p. 269). Junto a él, muchos expertos buscan en este acceso intelectual del cómic a la academia, la necesidad de separarlo del mercado juvenil o infantil. ¿Por qué esa necesidad de deslindarse de los orígenes?

Durante las últimas décadas, dentro del medio, ha habido autores que han querido contar historias diferentes, para un público más adulto. Esto lleva a buscar nuevas herramientas narrativas, un nuevo formato y también a buscar un nuevo nombre. Queramos o no, la palabra define al medio y todas las que tenemos hacen referencia al humor o a una lectura peyorativa. Más que posicionar al medio en el ambiente académico o intelectual, es más la necesidad de empezar un camino de cero, sin el lastre del lenguaje heredado, del prejuicio de ciertos lectores y con más ambición por parte del autor.

¿Qué te inspiró a escribir Arrugas? ¿Pensaste que con ella te llevarías el Premio Nacional del Cómic ese año?

El punto de partida de Arrugas fue hablar de la vejez. Mis padres son mayores y quería intentar comprender qué sienten. A esto se añadió el hecho de que el padre de un gran amigo tenía Alzheimer. Pude ver cómo esta terrible enfermedad lo deterioraba y también cómo afectaba el entorno familiar.

En ningún momento pensé que pudiera ser un éxito. Las historias sobre la vejez no interesan; pocos libros, películas o cómics tratan de ello. Es como si fuese una etapa de la vida humana de la que no queremos saber nada.

¿Tú sientes que Arrugas fue concebida como una novela gráfica solo para adultos? ¿No crees que un joven quizás pueda descubrir cosas en ella?

Cuando hago un cómic, en primer lugar lo dirijo a mí, hago lo que a me gustaría leer. Pero en el caso de Arrugas si que es cierto que llega a un público muy amplio. Durante este tiempo he hecho muchos “bolos” con Arrugas y alguno de ellos ha sido en colegios. Es un público también sensibilizado con el tema porque muchos tienen abuelos en residencias o que padecen Alzheimer.

A pesar de que siempre los comparan, el cine y de la novela gráfica son formatos distintos. ¿Cómo fue la experiencia de adaptar Arrugas al cine?

Tienen en común que usan la herramienta del dibujo para narrar una historia, pero son dos medios diferentes. El cómic original ha sido muy útil como un pre-story board y para marcar la estética de la película. La adaptación que ha hecho Ignacio Ferreras, el director de la película, es muy fiel al cómic, pero ha tenido que cambiar escenas y el orden de alguna de estas para que funcionase mejor como película. Yo estoy muy contento con ella; ha mantenido el espíritu de la historia original, pero ha añadido matices y ha convertido Arrugas en algo más grande.

¿Cuál fue la respuesta en el festival de San Sebastián? ¿Cómo los trató el público de butaca?

Aún es pronto para saber cómo funcionará. La animación para adultos, al igual que el cómic, está luchando por encontrar también su camino y su público. Pero el arranque en San Sebastián fue bueno, tanto de críticas como de comentarios de los espectadores.

Siendo ganador del Premio Nacional del Cómic, quieras o no, te transformas en una institución dentro del campo. ¿A quiénes consideras los grandes maestros del medio? ¿De quién has aprendido o sigues aprendiendo?

Uf. Hay muchos, y cada uno de ellos por diferentes motivos. Hergé por el sentido del ritmo y por la seriedad y el respeto con los que afrontaba cada nuevo álbum. Richard Corben y Robert Crum por lo narrativo y por comenzar a agitar el medio. Frank Miller y Alan Moore por llevar el “lado oscuro” a los superhéroes. Otomo, Taniguchi y el manga en general me han ayudado a comprender que las historias se pueden contar con otro ritmo. Seth, Sacco, Ware… Y todos los autores españoles como Carlos Giménez, Miguelanxo, Guarnido, Max, Pacheco, Miguel Ángel Martín, Jaime Martín, Rubín, Zapico, Pepo, Aja… y me dejo muchos.

En Las calles de arena juegas con la casualidad y los imposibles en el amor, pero también con el recuerdo y las manías de las personas. ¿Tienes alguna particularidad extraña parecida a los personajes de tu novela?

Las calles de arena me sirvió como cajón de sastre en el que tenía cabida todo lo que me preocupaba, todas mis neuras… Hay un poco de mí en todos los personajes. Me aferro a las cosas y a los recuerdos como el conde Diógenes, soy inseguro como Ignacio a la hora de hacer su maleta… Pero, quizá, el personaje que más tiene de mí es Blanca, la cartera. Me veo así muchas veces, ajeno al mundo e inmerso en crear historias para los demás.

¿Cómo sientes la evolución del cómic en España comparado al mercado editorial en otras latitudes?

La gran diferencia es la industria editorial que se basa lógicamente en la cantidad de lectores. En Francia hay álbumes que venden mucho, que incluso sobrepasan el medio millón o el millón de ejemplares. Eso hace que las editoriales sean fuertes, que apuesten por nuevos autores y que les paguen unos buenos adelantos. Dicho esto, la calidad de los autores españoles está a la altura de los mejores del mundo. Por eso mucho de ellos trabajan para los mercados extranjeros, precisamente porque los editores pueden pagarles mejor.

Poco a poco las cosas van cambiando, cada vez tenemos más lectores, cada vez el cómic está más presente en la prensa, la televisión y, muy importante, en las librerías generalistas.

¿Qué opinión te merece el hecho de que algunos de tus fanáticos hayan leído tus obras descargadas ilegalmente por internet? ¿Has visto los videos que algunos fanáticos hacen con tus viñetas en YouTube? ¿Qué opinas?

La verdad es que no he visto ninguna de esas ediciones piratas. Sé que existen, claro. Hace un par de años di una charla en México y la mayoría de los que habían leído Arrugas se lo habían descargado ilegalmente de internet. En aquel momento Arrugas no se vendía allí y comprarlo de importación era carísimo. No es que lo apruebe, pero lo entiendo. Para todo este tipo de cosas creo que va a ser una buena solución el formato digital y la compra por internet a un precio realmente económico. Este es un mercado que aun está arrancando y el éxito puede estar en ajustar los precios al máximo.

¿Crees que se pueda leer Astérix, Sin City o incluso El invierno del dibujante en formatos digitales de la misma manera que en la edición física? ¿No sería una ironía leer sobre la época Bruguera, la importancia de una editorial y del ejemplar del libro en físico, para que luego lo descarguen en formato digital?

La lectura digital es una experiencia diferente, pierdes el tacto del papel, la encuadernación, la lectura de la doble página o el olor de la tinta. Pero ganas en otras como por ejemplo en la fidelidad del color. En cierta forma es parecido a la diferencia que hay entre los que les gusta ver una película en el cine y a los que prefieren verla cómodamente en la televisión de sus casas. Solo espero que ambos soportes convivan, pues cada uno tiene sus ventajas y van a públicos diferentes.

Tu último libro publicado, Memorias de un hombre en pijama, recoge las viñetas humorísticas de tinte autobiográfico publicadas en el periódico valenciano Las Provincias. ¿Por qué esa necesidad de muchos autores de novelas gráficas en retratar su vida ante el mundo?

Como decía antes, el cómic puede tratar cualquier tema. Hasta ahora parecía que lo normal era contar historias grandilocuentes: la destrucción de Neo Tokyo, la salvación del mundo de una invasión alienígena… ¿Por qué no hablar también de las cosas pequeñas, las que nos pasan a todos día a día y las que nos hacen ser como somos? El cómic tiene una frescura y una libertad narrativa perfecta para contar este tipo de historias en las que la necesaria voz del narrador te obliga a dibujarte y convertirte en un personaje.


Conversaciones minúsculas

¿Un libro?

Meridiano de sangre, de Cormac McCarthy. Lo leí hace poco y me gustó mucho.

¿Tebeo, historieta, cómic o novela gráfica?

La Compañía. Segunda entrega de Parker de Darwin Cooke.

¿Una película?

Código fuente. De Duncan Jones

¿Un héroe del cómic?

Haddock.

¿Un Goya o un Óscar?

Cualquiera de los dos mientras se pueda recoger en pijama. Uno elegante, por supuesto.

De no ser Paco Roca, ¿qué otro oficio tendrías?

Me dedico a esto por estar totalmente negado a hacer otra cosa.

¿Alguna promesa?

A Dios pongo por testigo que no volveré a comprarme un Astérix.

¿Algo que olvidar?

Tengo muy mala memoria. Ya me gustaría olvidar menos.

¿Una actriz para interpretar en el cine a Blanca de Las calles de arena?

Aunque finalmente no se parece en nada, en los primeros bocetos me inspire en Christina Ricci.

¿Una palabra?

Barlovento.

¿Algún libro que marcara tu adolescencia?

Un mundo feliz, de Aldous Huxley.

¿En qué animal te gustaría metamorfosearte?

En tortuga. Parece el animal menos estresado del mundo.



***Imágenes cortesía de Paco Roca.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021


La autora cordobesa aún no lo podía creer. Estos días se mantiene sumergida, como ella misma afirma, en una catarata de llamadas, mensajes, entrevistas radiales. Son solo algunos de los compromisos adquiridos a raíz de su reciente triunfo, junto al ilustrador checo Peter Sís, en los premios Hans Christian Andersen. María Teresa Andruetto atiende a todos con la disciplina del escritor, oficio que lleva ejerciendo toda la vida. Fue merecedora del Premio Iberoamericano a la Trayectoria en Literatura Infantil en el 2009, y tiene publicados, entre otros, libros como El anillo encantado (1993), Stefano (1997), La mujer vampiro (2001), El país de Juan (2005), El árbol de las lilas (2006), y también poemarios y novelas para adultos como Lengua madre (2010) que fue finalista en el premio Rómulo Gallegos. En el fallo del jurado del Andersen se reconoce la creación de una obra original a partir de una estética propia, poética, que reflexiona sobre temas como la migración, la injusticia, la identidad, la pobreza, la violencia y el amor. De esta forma, se convierte en la primera latinoamericana de habla castellana reconocida por el que catalogan el “pequeño” Premio Nobel de la literatura infantil y juvenil. María Teresa Andruetto, promotora innata de la literatura en niños y jóvenes, atendió amablemente a nuestro llamado y nos respondió algunas preguntas:

En todas sus entrevistas, habla de su capacidad de mentir en la infancia. ¿Mentir es un oficio? ¿Cuándo es mentira y cuándo ficción? ¿Miente en la ficción?

La ficción es una “mentira” que tiene efecto estético, una mentira que nos permite descubrir una verdad más verdadera que “la verdad”, y su intención y sus búsquedas son también estéticas. Diría que mentira y ficción son algo así como primas, pero la segunda es la forma artística de la primera y no tiene intenciones de estafar sino de producir un cierto engaño que regocije y nos ayude a pensar y a sentir con mayor intensidad.

Una vez comentó que el regreso a un lugar es posible sólo a través de la palabra. ¿Cómo regresaría usted a su adolescencia?

He regresado a ella y a otras zonas de mi pasado a través de la palabra. Solo tenemos el presente, o sea apenas un momento fugaz, pero a través de esa cantera -una cantera de imágenes y de palabras- que es la memoria, conservamos el pasado, atesoramos momentos y revisamos con dureza otros intentando ser coherentes con lo ya vivido o distintos tal vez, mejores. En cuanto a mi adolescencia, fue un momento muy rico, muy intenso de aprendizajes y experiencias, y seguramente ahí se definieron muchas cosas, muchas líneas de vida que ya no abandoné, pero no sé si fue el mejor momento de mi vida; tal vez no, porque yo era muy insegura, por entonces, muy acomplejada. Conservo más recuerdos dichosos de épocas de mayor madurez.

¿Qué tan vital considera la construcción de la memoria para las sociedades en la actualidad?

Sin memoria no hay pasado, tampoco hay posibilidades de revisar lo ya hecho para corregir el rumbo o reafirmarlo. La memoria individual y social, una memoria que puede ser verbalizada, es lo que nos distingue de otros seres vivos no humanos.

Muchas de sus historias, buscan entender el concepto de identidad, ¿cuál sería la identidad de su escritura?

Tal vez la identidad de mi escritura sea una búsqueda constante, no sólo de temas (que corre por diversos caminos), sino una búsqueda del lenguaje. Me refiero a un lenguaje que siendo el castellano “de todos” o “de muchos” sea también mío propio, la búsqueda de una lengua privada, un acento propio, en este mar inmenso de la lengua social.

El árbol de las lilas es un cuento que leen niños, jóvenes y adultos por igual. ¿Qué simboliza este árbol que une tan amplias lecturas? ¿La espera es un asunto femenino o masculino?

Bueno, el árbol a secas no sé, pero ese árbol sin duda es un árbol de amor. La espera ha sido tradicionalmente un tópico femenino en la literatura universal. Es la princesa la que espera. Pero aquí salió de ese modo: hay un hombre que espera (¿por qué no?) y una mujer que busca. Tal vez eso haya sucedido en el relato, porque yo soy más una persona que busca que una persona que espera.

¿Esperaba ganarse el premio Andersen? Cuéntenos cómo fue el momento en que recibió la noticia.

No lo esperaba y sí. Porque al tener la espléndida noticia de que había quedado entre los finalistas, algo de ansiedad y de imaginación al respecto apareció. Pero corrí siempre la idea, tal vez por autoprotección. También porque me parecía demasiado para mí. Recibí la noticia en mi casa, en el momento en que estaba devolviendo copas y platos que había alquilado porque el sábado anterior habíamos celebrado en casa el casamiento de una de mis hijas.

¿Cómo se siente ser la primera latinoamericana de habla castellana que recibe el premio?

El premio mismo y esa circunstancia me llena de orgullo, también de responsabilidad. Quisiera estar a la altura de las expectativas de todos, porque sé bien que tantas y tantas personas vienen trabajando, como yo misma, en la enorme tarea de editar, difundir, promover, escribir, ilustrar libros para niños y para jóvenes en Latinoamérica.

¿Por qué es tan difícil como latinoamericanos hacer llegar nuestras realidades en la literatura para niños y jóvenes a otras latitudes?

El mundo, los países, las lenguas tienen sus lugares en las relaciones de poder. El de Latinoamérica es un lugar periférico. A la vez es un lugar de tremenda vitalidad. Pienso que nuestra riqueza es ser plenamente conscientes de eso, de nuestras carencias, de nuestro lugar en los márgenes, de nuestra potencialidad, de nuestra creatividad, y desde ahí mismo, desde el corazón de lo que somos, escribir, ilustrar, editar, difundir, enseñar…

¿Considera usted que la literatura juvenil es realmente un género independiente?

No, nada de eso. Nada es totalmente independiente en este mundo. Todos estamos insertos en una red de relaciones y tensiones políticas, culturales, económicas, sociales, geográficas… Eso es el mundo, la cultura. No hay forma de salirnos de eso y entonces es desde adentro de toda esa red, esa madeja de relaciones que debemos posicionarnos, escribir (enseñar, ilustrar, editar, construir lectores, dirigir instituciones o lo que fuere), como quería Marguerite Yourcenar “con los ojos muy abiertos”.

¿Cómo concibe que aún se hable de géneros en una actualidad que presenta tanto juego de discursos?

Me parece que la literatura infantil es más una zona de libros (que tienen puentes hacia ciertos lectores en formación) que un género, porque le caben todos los géneros. Aunque muchas veces y en muchas obras estemos rompiendo las pautas, ellos están ahí, construidos por generaciones a lo largo de los siglos y sirven de referente para abandonarlos, seguirlos o destruir sus bordes que es, por supuesto, también una forma de rendirles homenaje.

¿Cómo fue su trabajo en los talleres de creación literaria con jóvenes en riesgo social? ¿Cómo estimularlos a escribir? ¿Alguna anécdota?

Se parecía mucho al trabajo con otros grupos, con otros jóvenes. Lo más fuerte de ese trabajo fue para mí haberme obligado a mirarme en mis prejuicios, en pensar que tal vez, como habían vivido algunas cosas, se interesarían por “ciertos” libros. Descubrir que yo estaba poniéndolos en casilleros me produjo vergüenza y una nueva conciencia.

¿Cuáles son los proyectos a futuro?

Estoy/estaba escribiendo una novela; ya veré cuando la retomo.

Conversaciones minúsculas


¿Un libro de su adolescencia?

Bestiario, de Cortázar. Ficciones, de Borges. La bastarda, de Violete Leduc…


¿Leer o escribir?

Las dos cosas van juntas para mí.


¿Un animal en el que metamorfosearse?

Un gato o un caballo.


¿Un recuerdo?

Yo misma metida en el canasto de cartas de un cartero que me devolvió a mi casa cuando era muy, muy niña.


¿Autores que fueron influencia?

Pavese.


¿Algo argentino?

El mate.


¿Algo italiano?

Verdi.


¿Peter Sis?

Un honor, un placer, un honor.


¿Una canción?

Muñeca brava.


¿Una mentira?

Había una vez…


***Imágenes usadas para esta entrevista: 1. Fotografía de Juana Luján en la página web de la autora. 2. Detalle de la portada de la novela Stefano (2009), editado por Babel, e ilustrado por Álvaro Sánchez. 3. Detalle de la portada de Solgo, editado por Edelvives (2011). Ilustración de Cynthia Orensztajn.


 
 

Reflexiones sobre literatura juvenil y mercado editorial

La literatura juvenil es un género escabroso que aun vive en la permanente búsqueda de un espacio propio dentro de las academias. La literatura infantil y el resto de la literatura se contraponen culturalmente de forma evidente. Pero a partir de los doce años, el niño cambia y entra en un espacio de crisis que alcanza sus intereses y formas de acercarse a la lectura. A partir de esta premisa, iniciamos la conversación con el editor Alejandro García Schnetzer, editor en Libros del zorro rojo, quien se pasea por las incógnitas del mundo editorial y los conceptos básicos que vinculan la imagen y el libro como objeto al joven lector.


¿Cómo fue su acercamiento a la literatura cuando joven?

Fue irregular y tardío. Entre los veinte y los veintitrés años contraje fiebre lectora; solía leer cuatro novelas por semana. Si miro hacia atrás, creo haber comprendido solo dos.

¿O sea que la casualidad lo arrastró al mundo de la edición de libros para niños y jóvenes?

En primer lugar, pienso que las categorías de infancia y juventud son sinuosas; los proyectos que asumo se ofrecen a los públicos que la industria determina pero, dado que la lectura es un ejercicio de apropiaciones, desarrollo mi trabajo en un sentido plural. En segundo lugar, muchos álbumes nominalmente infantiles que he abordado, han tomado como partida textos de repertorios considerados para adultos, y conviven con discursos gráficos que trascienden las nociones habituales de infancia y juventud. De modo que no reconozco la práctica de mi oficio en esos límites.


En sus eventuales trabajos para algunas colecciones de la editorial Libros del Zorro Rojo, ¿cree que el éxito y los reconocimientos a esta editorial van ligados al riesgo de reinventar los clásicos, adentrarse en temas que para otros son escabrosos en el área infantil o presentar nuevas alternativas para el mercado de consumo literario juvenil? ¿O es por su trabajo con los libros como objetos estéticos de consumo?

La edición suele ser la etapa más social de la producción literaria, de modo que todo reconocimiento a un libro, o a un proyecto editorial deviene –por encima de cualquier alienación– necesariamente colectivo. No podría aventurar un motivo particular. En mi opinión, el riesgo es una condición inherente a toda industria cultural; las empresas que pueden, recurren a estudios de marketing; las demás, a la intuición. Respecto de los temas, me costaría identificar cuáles son escabrosos para la infancia; ahora bien, en muchas editoriales, esos temas se reconocen con facilidad: son los mismos que no aseguran a sus inversores un lucro abundante. Sobre el libro como objeto estético para los consumidores, creo antes en el libro como soporte de ideas ofrecidas al ciudadano, figura que Octavio Paz proponía recobrar hace más de treinta años.

¿Es más un asunto de forma que de contenido?

He procurado trabajar atendiendo lo mejor posible ambas exigencias; pero, desde luego, es muy difícil alcanzar un equilibrio. La edición opera bajo dos lógicas diferentes que provienen de la doble naturaleza del libro –bien cultural y mercancía–. A esto se añaden las tensiones propias de la condición humana, si se me permite la expresión. No obstante, para clarificar mi punto de vista a través de dos extremos, diré que prefiero contenidos valiosos en un continente humilde –como los libritos batalladores de Boris Spivakow–, que la desolación de la forma hueca.

¿Cómo percibe a la actual literatura juvenil?

Como otro artificio de la industria para organizar la producción y su circulación. En términos de lectura, la categoría carece de sentido. No hay libros para jóvenes y libros para adultos. Como tampoco hay rosas para chicos y rosas para grandes. Durante la lectura, el hecho intelectual –o estético– sucede o no sucede; quizá sea la única distinción aceptable.

¿Siente poderoso el uso de la imagen en muchas de las nuevas ediciones para adolescentes y jóvenes?

El poder lo determinan los lectores, quienes revisten de significado una imagen. Ilustraciones y textos, ya transformados en libros, carecen de realidad sin el fundamento da la lectura; en eso radica parte de la distinción entre un cubo de papel y un libro.

¿Esta fuerza de la imagen repotencia el sentido estético del joven o entorpece una lectura mucho más pura e imaginativa?

La imagen, bien o mal, propone su discurso. Muchas veces, en relación con un texto, ambos registros establecen un diálogo; luego cada lector lo aprecia a su manera. Esos diálogos son semejantes a los de la vida real, en toda su variedad: los interlocutores pueden estar o no a la altura del tema, la alocución de uno resulta muy superior a la del otro, pueden discutir, anularse, coincidir; a veces no entendemos de qué hablan, otras veces tampoco ellos lo saben, y en el mejor de los casos derivamos ciertas verdades que guardamos del olvido; la experiencia puede ser memorable o tediosa, un estímulo o una distracción para el pensamiento.

¿Cómo ve al libro como objeto en la actualidad?

Cada época ha visto al libro en peligro y ha elegido sus amenazas. Las alarmas del presente, por ejemplo, denuncian el tipo de producción y la lógica comercial que impone. En mi opinión, la principal transformación proviene de la lectura, al confirmarse la presunción de Roland Barthes en 1971: «La lectura como actividad se retrotrae al tiempo que la lectura como operación se universaliza».

¿Las nuevas tecnologías hacen vulnerable al mercado editorial?

Lo que vulnera al mercado editorial es el iletrismo, las políticas oficiales erradas, la circulación parcial de ideas y toda oferta donde subyacen prácticas que agreden la cadena del libro. Habrá que preguntarse, entonces, en qué medida las nuevas tecnologías resuelven esos problemas, los agudizan o añaden otros; reflexión que nos ocuparía un lustro.

¿Cómo sería, en su caso, el libro ideal?

El libro que releo y que influye de algún modo en mi escritura. Por estos días, ese libro ideal es La academia de Piatock, del poeta Alberto Szpunberg. Palabras mayores.

***Imágenes usadas para este encuentro: 1. Foto realizada por Lucio Ramírez. 2. Portada del libro Discurso del Oso (2009) de Julio Cortázar ilustrado por Emilio Urberuaga, editado por Libros del zorro rojo. 3. Portada del libro El ciempiés y la araña (2001) de Juan Gelman, ilustrado por Elena Arroyo y editado por Conaculta. 4. Portada del libro El gran zoo (2009) de Nicolás Guillén, ilustrado por Arnal Ballester y editado por Libros del zorro rojo.


 
 
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Cultura, libros, infancia y adolescencia

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ilustración de las jornadas @Miguel Pang

ilustración a la izquierda @Juan Camilo Mayorga

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