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Actualizado: 3 sept 2021


Mireya Tabuas: la gata que se moja

Muchas veces he agradecido el merengue a todo volumen. Sobretodo cuando estoy aburrida de una conversación. Sin embargo, éste no era el caso. Yo quería escuchar a Mireya con todas mis orejas —sé que solo tengo dos, pero uno nunca sabe— y entenderla con todas mis neuronas. Misión entorpecida. Teníamos que gritar para atravesar la música, debatir con un mesonero antipático y repetir las palabras.

Mireya no tiene pose. Los niños la adoran y le dejan cartas en los kioscos, los autores la admiran y los estudiantes de su taller Cómo escribir para niños y adolescentes la ven —incluyéndome— como una gurú. Ella dice que lo hace por intuición. Habla desde su experiencia y no desde la referencia, dice lo que siente de manera espontánea y no le importa afirmar que cuando llueve, se moja. Mireya no tiene por qué posar. No lo hizo en el bar de Altamira donde nos encontramos, para qué… ella sabe, sabe mucho.

¿Qué sentiste cuando escribiste tu primer cuento para niños?

Yo nunca he tenido consciencia de que escribo cuentos para niños. Escribí mi primer cuento probablemente siendo muy chama y sentía que era como una extensión de mí misma, de una necesidad que yo tenía. Era algo muy poco trascendente: simplemente era una necesidad de contar algo.

Esa experiencia que contaste por primera vez, ¿estaba relacionada con la infancia?

No. Mi primer texto literario lo escribí porque yo leía los libros de Los cinco. Eran unos libros de la autora inglesa Enid Blyton que trataban sobre las aventuras de cuatro chamos y un perro. Uno de ellos era en realidad una chama que se vestía de chamo. Yo quería ser como ella y entonces me vestía de chamo. Escribí una historia algo parecida, que probablemente era una copia de eso que a mí me impresionó tanto.

¿Siempre supiste que ibas a escribir literatura infantil?

No. Siempre supe que iba a escribir literatura.

¿A ti te gusta la palabra infantil?

Considero que el infantil es un añadido que más bien se puede considerar a nivel editorial. Pero creo que si un escritor prioriza lo infantil sobre lo literario, no hace literatura.

¿Por qué?

Porque tiene una consciencia de lector por encima de la palabra. Es como si estuvieras haciendo algo a la medida de alguien, pero uno no escribe a la medida de alguien: escribe también a la medida de uno mismo, porque de alguna manera ese alguien es un ser imaginario que también está en poesía. Ese lector es el ideal, pero considero que tu propia necesidad tiene que estar por encima de eso. En ese infantil están todos los prejuicios y todos los valores que podemos relacionar con la infancia, producto de la sociedad. Y eso te puede prejuiciar demasiado como escritor.

Cuando llueve, ¿dónde te refugias?

Muchas veces me mojo.

¿Así estés de blanco?

Así esté de blanco. Se me han visto las pantaletas.

¿Cuántas cucharaditas de azúcar le pones al café?

Ahora no le puedo poner azúcar: tengo que ponerle edulcorante.

¿Tienes una buena relación con los gatos?

Aunque los gatos han estado en mi obra, nunca he tenido gatos. Me gustan los gatos, sí. Me gustan, pero no los conozco. Para mí son unos personajes extraordinarios por independientes, por su concepto de libertad y por la seguridad que tienen en sí mismos. Pero nunca he convivido con ellos. He escrito sobre ellos y quienes han leído mis libros sienten que yo conozco muy bien a los gatos. A lo mejor es que yo soy medio gata.

¿Te sientes independiente?

Yo creo que sí. Creo que mi mamá me crió para ser una niña muy independiente.

¿Cómo te llevas o te llevabas con tu suegra?

Nunca tuve suegra, porque la mamá de mi esposo se murió. Ahorita tengo la mamá de mi novio, pero la he visto dos veces y me adora desde el primer día que me vio.

¿Y una suegra imaginaria?

No sé. Creo que muchas veces me he llevado mejor con los hombres que con las mujeres. Aunque con los años eso ha ido cambiando. De niña, yo sentía que tenía mejores amigos varones que niñas y con el tiempo he conservado buenas amigas también. Entonces, no soy tan marcada con eso de los géneros…

¿Cuántas veces al mes lloras?

Depende del mes. Hay meses que lloro todos los días y he pasado meses sin llorar.

¿Por qué has pasado un mes llorando?

Por eventos más que por esa tristeza sin razón. Yo no suelo estar triste sin razón, aunque no soy de las personas del tipo alegre. No soy de esas personas que llegan y son el alma de la fiesta. Más bien soy de quienes se repliegan. Soy callada y muchas veces puedo ver el lado más triste de una fiesta. Me pasaba mucho en la adolescencia: todo el mundo estaba bailando y yo terminaba en un balcón como mirando al vacío, mirando lo absurdo de todo y me sentía como que yo no pertenecía. Me sentía rara. Esa sensación de rara me hacía algo inadaptada… aunque me tratara de adaptar. Yo soy muy adolescente: yo nunca pasé de los quince años a nivel emocional.

¿Lloras cuando te golpeas el meñique con la pata de la cama?

Más bien me arrecho. Peleo. Maldigo.

¿Qué groserías dices más?

Yo creo que coño. Digo muchas cosas feas, a veces mi hija me dice “¡Mamá, no digas esas palabras!”, pero las digo. Tampoco me arrecho con frecuencia.

¿Qué haces cuando estás molesta?

Si estoy molesta, duro un rato con la rabia… pero se me quita. Puedo pasar de la rabia intensa, pero con esa rabia intensa prefiero retirarme y caminar, caminar, caminar para pasar la rabia. He hecho eso a veces: camino y camino y camino y no paro de caminar, de drenar, hasta que algo en mí se sale. Sin embargo, puedo estar muy brava con alguien y al día siguiente ya no puedo estarlo. Me acuerdo de una vez en la que estaba brava y me fui al Parque del Este, me monté en los barquitos y empecé a remar para botar la rabia, por ejemplo.

De tus personajes, ¿cuál es el favorito?

Es difícil eso. Y es un lugar común lo que voy a decir, pero probablemente cada personaje significa algo para mí. Cada personaje tiene algo de mí o tiene algo de un momento mío. Hay personajes que me conmueven mucho y otros con los que me siento muy identificada. Desde la niña Inés Izarra, de la novela No abrir hasta el año 3000, que puede ser una suerte de alter ego en algunas cosas (pero no es que sea yo mi biografía; muchas veces los niñitos me preguntan eso; y sí: tiene cosas mías, pero no soy yo), hasta el niñito que muere de ganas de poner una bomba porque no aguanta la situación en su casa. Esos niños son sensaciones y yo me identifico con ellos porque puedo querer eso que ellos anhelan. Y con lo que ellos sufren me identifico también. Malísimo, por ejemplo, es un cuento que yo quiero muchísimo porque para mí el tema del amigo imaginario siempre ha estado muy presente en mi vida. Yo soy hija única, entonces el hecho de un personaje imaginario que le hable a quien lo creó está cerca de mí porque está cerca de lo que son mis monstruos. El amigo imaginario es algo que me acompañó mucho en mi infancia y me llevó a entender que esas fronteras de la fantasía y la realidad muchas veces no son tales: están ahí, juntos.

¿Cuando estabas chiquita querías hacer pipí parada?

Quería hacer pipí parada para hacer pipí en la calle, pero eso era cuando yo tenía como cuatro años y mi kínder estaba muy cerca de mi casa. Cuando yo salía, me provocaba hacer pipí en la calle.

¿Qué opinas de quienes escriben literatura infantil porque piensan que es fácil?

Un lugar común es que es fácil o que da real o ambas cosas. Otro lugar común es que es dificilísimo, una cosa que nadie puede. Yo creo que en ambos casos se está menospreciando a la literatura infantil. Se escriben muchos libros para niños, pero no todos los libros para niños son literatura. Entonces, escribir un libro para niños como escribirlo sobre cualquier cosa, de cocina o de lo que sea, puede ser fácil si lo haces a la machimberra, como decía mi mamá. Si lo haces de cualquier manera, todo es muy fácil. Pero escribir literatura, eso sí que no sé si es difícil o fácil. Hay gente que tiene la disposición en su vida y lo hace, pero no por eso son mejores ni peores.

¿Hay autores de literatura adulta que pueden creer eso y ser publicados?

Muchos de los autores de literatura adulta asumen la literatura infantil desde el cliché de lo que piensan que es la literatura infantil. Son cosas muy distintas. Hubo un autor que a mí me dijo, en un foro, que la literatura infantil no era literatura, pero lo decía porque muchos tienen un cliché que les viene de los libros que ellos le han comprado a sus hijos o que han leído. Piensan que el cuento que echan a sus hijos en la noche puede ser un libro publicable, pero eso creo que los mismos lectores saben identificarlo.

¿Te caen bien las niñas perfectas, a las que todo les sale bien?

No. Me dan miedo. La gente perfecta me da miedo. Toda. Parecen unos muñequitos plásticos, como la Barbie y el Ken que dan miedo. No, no. A mí me gusta la gente imperfecta, con rollos, esos a los que no les va bien en la vida, los perdedores. Creo que es la gente más bella y más de verdad. Fíjate: cuando cumplimos quince años de graduados en el colegio, un grupo empezó a contactarse por Internet. No había Facebook, sino una lista de correo en la que íbamos a estar todos. Un muchacho estaba haciendo la página web y nosotros teníamos que escribir unas biografías y a mí me dio miedo lo que la gente escribía porque era una cosa así como: yo soy tal, soy ingeniero, soy doctora, vivo en una casa en Alto Prado, viajamos todos los años para Europa… y todas eran unas vidas tan artificiales y perfectas que a mí me daba vergüenza contar mi vida. Yo vivo en Chacao. Vivía alquilada. No tengo el matrimonio perfecto. ¿Qué voy a contar yo aquí? Entonces yo dije “No, yo voy a contar mi vida” y la conté tal cual: que tuve parejas y se acabaron porque no funcionaron, que he sufrido, que he llorado, siempre desde la derrota. Al final todos hemos vivido eso. Bueno, después de que yo escribí eso la gente empezó a cambiar su biografía porque se dieron cuenta de que esas apariencias no valían de nada y de que la perfección, al final, es una falsedad.

¿Cómo sabes que un cuento para niños es un buen cuento?

Te lo diré intuitivamente, porque no soy experta teórica: porque me llega al alma. Cuando un cuento me llega al alma yo sé que le va a llegar al chamo, porque yo soy una chama.

¿Cómo tratas a tus lectores niños? ¿Te intimidan?

A mí me gusta hablar con ellos, porque te hacen preguntas inesperadas. Te pueden decir lo que no les gustó del libro, lo que hubieran cambiado. Me parece que son muy auténticos y eso me gusta. Toda la vida yo he tenido una facilidad muy curiosa para estar con chamos y con adolescentes. Siempre la tuve. Desde adolescente se me pegaban niños pequeños. Me cuentan sus cosas. ¡Yo debí haber sido maestra! Probablemente les despierto confianza porque me ven como una niña vieja. Incluso, algunos me han contado cosas que no le contarían a una mamá: se pueden abrir mucho en el tema del amor, por ejemplo. Con los adolescentes también me pasa mucho eso, por eso mis talleres terminaban siendo una suerte de terapia de grupo. Yo lo único que trato es verlos como personas grandes. No bajo el lenguaje: si me dicen que no entienden, me explico de otra manera pero no los minimizo. Ellos tienen un mundo muy amplio y a veces es uno quien puede pasar como un gallo. Por ejemplo: hablar de sexualidad de una manera inocente y de repente te preguntan otra cosa. En el colegio, a mis hijos les hablaban todo el tiempo del tema en una materia que se llamaba Sexualidad, pero los chamos preguntaban más. Eran unos chamos preparados en el área sexual. No preguntaban cómo nacen los bebés, sino cuál es el mejor condón. Eso te desbarata el discurso.

¿Y tú crees que, por ese acceso que los niños tienen a otro tipo de información, la literatura infantil vaya mermando? ¿El libro para niños puede desaparecer?

No. El libro tiene algo que no tienen los demás productos: esa capacidad de ser algo muy íntimo. Esa capacidad de intimar, de ser un mejor amigo, no la tiene un programa de televisión. La televisión te puede divertir, entretener, pero es difícil que puedas sentir el programa de televisión. En cambio un libro te puede hablar de soledad sin hablarte, ¿no? Una historia graciosa que toque temas de una manera profunda es algo que no hace Internet. Lo mismo pasa con la literatura para adultos. La literatura no va a desaparecer. El arte no va a desaparecer.

¿Sabes bailar reggaeton?

No sé bailar nada. Bailo pegado y de broma. Ése es mi trauma en la vida. Bailo como las alemanas, piso a la gente. Soy muy, muy mala. Creo que si bailaría no haría más nada, por eso es que no bailo.

¿Sabes cargar un bebé?

Sí. He cargado dos bebés. Aunque tengo mucho tiempo que no cargo bebés. Los cargo y no se me caen. Yo quisiera tener otro bebé.

¿Qué te hace sentir orgullosa?

Ahí tengo la maternidad súper inflamada y subida, sí. Los logros que puedan tener mis hijos me llenan de orgullo, más que cualquier logro mío. Haberlos enseñado a hacer su vida y a hacer de sus vidas algo que a ellos les guste. Los triunfos de la gente no tienen que ser solamente ganarse becas, premios o dinero, sino ser felices. Enseñarlos a ser felices es mi orgullo.

¿Escribirías para adultos?

Escribo para adultos. Es más, escribo literatura erótica.

¿Cómo es esa relación literatura erótica/literatura infantil?

Creo que se parecen mucho, porque hablan desde lo más innato, desde lo más natural, desde lo más verdadero. Yo creo que la literatura infantil es muy verdadera. Aunque sea fantasiosa, es muy verdadera. La literatura erótica también lo es. Además, son subgéneros: para los grandes estudiosos de la literatura, todo lo que tiene adjetivo policial, erótico, infantil, juvenil, es considerado literatura menor. Y como yo reivindico el hecho de que eso no es literatura menor siempre que haya un escritor detrás de ella, escribo en todos esos géneros: esos géneros que no son los grandes géneros.

¿Cómo ves el panorama de la literatura infantil? ¿Las cosas han cambiado desde que publicaste por primera vez con Monte Ávila?

Creo que hay más gente publicando. Esa colección con Monte Ávila fue muy importante porque nos abrió el panorama a escritores venezolanos de literatura infantil. Es decir: no era hacer libritos ilustrados con cualquier texto, sino hacer libros de literatura que tuvieran ilustraciones. No era el libro álbum, no era ese género que había sido más trabajado en Venezuela por editoriales como Ekaré, que era casi la bandera y que abrió camino hacia ese género. La colección de Monte Ávila dio la posibilidad de hacer libros donde había lecturas, varios textos, varios poemas, y además ilustrados. A partir de eso, otras editoriales han abierto con altibajos. Hay momentos en los que el mercado se cae, hay momentos en los que se abre. En casi todas las editoriales los libros que más se venden son los de literatura infantil. Sin embargo, creo que faltan autores. No pasa como en otros países de Latinoamérica, donde el movimiento se siente más consolidado, los autores tienen más presencia y están más unidos. Organizan eventos para que la literatura infantil se conozca y se tome en cuenta. Durante estos quince años, las publicaciones se han multiplicado por mil. Una labor importante ha sido la de las pequeñas editoriales, de cierta forma más artesanales, como Camelia que apuestan más por un libro artístico que a lo que dice el mercado. Esa idea del mercado puede dañar mucho al libro para niños, porque está muy unida a la posibilidad de comercialización y también a la posibilidad de masificación y terminan empeñados en hacerlo más fácil y más rápido, porque es el libro que más se vende de todos.

Conversaciones minúsculas

¿Un libro de tu adolescencia?

Los cinco de Enid Blyton.

¿Un animal en el que metamorfosearse?

Una gaviota o un pelícano. Volar sobre el mar.

¿Un espacio geográfico?

El mar de mi país. Las calles nocturnas de cualquier otro.

¿De qué te gustaría armar un rompecabezas?

Un rompecabezas de un rompecabezas.

¿Periodismo?

La otra pasion.

De no ser escritora…

Si supiera bailar, bailarina. O científica. Antropóloga. Médico. Me gustan muchas cosas. Por eso las escribo.

¿Una película?

Muchas, pero te digo dos: París, Texas y Perdidos en Tokio.

¿Un personaje histórico?

Me gustan más los héroes anónimos. Pero puedo elegir Chaplin.

¿Un acto de rebeldía?

Cuando a los 15 años armé una revolución en el transporte escolar por el exceso de niños y los pocos asientos.

¿Una historia por contar?

Demasiadas, más de las que he escrito.

***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Detalle de fotografía tomada por Manuel Sardá. 2. Detalle de portada del libro Cuentos prohibidos por la abuela ilustrado por Walther Sorg y editado por Alfaguara. 3. Detalle de portada del libro No abrir hasta el año 3000 ilustrado por Fernando Belisario y editado por Alfaguara.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021


En el año 2000, cuando Liliana Bodoc publicó su primera novela Los días del venado junto a la editorial Norma, jamás imaginó el revuelo que ocasionaría en la feria del libro de Buenos Aires. Su libro era el inicio de una saga de fantasía épica vinculada con un imaginario latinoamericano, tema ausente en tierras del realismo mágico. Es quizás por esto, y su buena literatura, que los tres libros no conocieron fronteras. Consiguió innumerables lectores, sobre todo jóvenes, que se identificaron con la contundencia de esta historia. Pero Bodoc demostró, además, que no se trataba de la suerte del principiante, sino de la demostración de un constante trabajo y respeto a la palabra. Garantía de esto permanece en libros como Sucedió en colores (2004), Memorias impuras(2007), El mapa imposible (2008) o Presagio de carnaval (2009), por citar solo algunos ejemplos. Liliana atendió a nuestro llamado y compartió con nosotros sus impresiones sobre la literatura, el arte de escribir y su vida:

Tu primer trabajo publicado dentro de la literatura para jóvenes fue una saga fantástica. Una historia planteada en varios tomos, y con una estructura y elementos de fantasía épica. ¿Por qué escogiste este formato? ¿Qué puntos a favor tiene la saga que ha atrapado a la juventud contemporánea?

La sinceridad es un buen comienzo, por eso debo admitir que mientras escribía la saga de Los Confines no tuve intención de hacer literatura para jóvenes. Lo supe después y lo agradecí. Con esto procuro decir que cualquier reflexión que haya podido hacer respecto del género ha sido posterior a la edición de la trilogía. Creo que las épicas fantásticas, por definición de género, proponen al lector un espacio de pertenencia, una ética, un “ejército” al cual adherir, una causa. Las épicas fantásticas reclutan lectores que las honran con un alto grado de lealtad. Por otro lado, tienen una doble condición, ¡tan semejante a la vida!, de ser al mismo tiempo un espacio familiar y un espacio misterioso. Y esto también nos enamora. Los relatos épicos, sabemos, tienen como mandato original crear individuos pertenecientes a una cultura. Aunque los siglos han pasado, algo de eso subsiste y sigue siendo eficiente. Cuando nos calzamos las botas de una saga es para siempre, y esa saga crece con nosotros.

Para el lector de la saga, sufrir la muerte de un personaje querido es difícil. Como creadora de los mismos, ¿cómo se vive la muerte de algunos personajes importantes de la saga?

Con seguridad sufrimos menos como escritores que como lectores. Debe ser porque lo venimos maquinando fríamente, analíticamente y, llegado el momento, no nos tiembla el pulso. En mi caso, sentí como lectora la pérdida de algunos personajes mucho más de lo que sufrí en la acción de matarlos, párrafo a párrafo, con mis propias manos.

En el 2010 iniciaste el proyecto El Arte de Los Confines junto al ilustrador Gonzalo Kenny, quien ha hecho nuevas portadas para la saga e ilustraciones para Oficio de Búhos. ¿Por qué este acercamiento con el mundo de la ilustración? ¿Cómo ha sido el proceso creativo con el ilustrador?

Encontré a Gonzalo a través del rostro de Kupuka. Tuve ante mí ese dibujo y enseguida supe que ahí había alguien que veía lo que yo imaginaba. Cuando pude conocerlo personalmente todo terminó de cerrar. Profesionalmente Gonzalo es un artista de excelencia y humanamente es un husihuilke. Nos entendimos sin necesidad de muchas palabras y hoy siento, con toda sinceridad, que la saga también le pertenece.

¿Qué te llevó a caminar nuevamente las Tierras Fértiles con Oficio de Búhos? ¿Siempre tuviste planes de hacerlo o fue una necesidad posterior?

Dije más de una vez que la saga de Los Confines había llegado a su final definitivo con la tercera parte. Pido disculpas por la contradicción. La verdad es que uno de los factores que renovó el deseo de volver a Los Confines fueron, justamente, las ilustraciones de Gonzalo. Vi lo que vi, y quise regresar a ese lugar querido. Kupuka tuvo una mirada y yo sentí que quería reencontrarme con esa historia. Después vino el tiempo de pensar muy bien el modo de hacerlo. No quise una cuarta parte tradicional. Preferí estos relatos que se sitúan en distintos tiempos y espacios, preferí el fragmento, la niebla.

Aunque tocas temas universales, tus libros tienen una marcada referencia latinoamericana. ¿Hay una necesidad intencional en tu producción literaria de realzar lo latinoamericano? ¿Cómo ves la literatura publicada para jóvenes en Argentina y en Latinoamérica?

Sí, hay claramente una intencionalidad en el uso de la simbología. Soy de los que creen que es difícil hablar y contar acerca de lo que no conocemos, no comprendemos y no amamos. No hubiese podido escribir una saga con simbología anglosajona… En todo caso, hubiera sido un texto más externo, más parecido a una escenografía que a una casa. Por lo demás, es indispensable que el arte trabaje desde y sobre nuestra identidad continental, nadie sino nosotros vamos a hacerlo. Con seguridad, el orgullo bien entendido, sin prepotencia, sin dogmatismo, sin autoritarismo, es bueno para la gente.

Has publicado libros para niños, jóvenes y adultos. Cuando escribes, ¿piensas en el lector? ¿Adaptas el discurso de acuerdo a un público específico?

Sí, claro que sí… Pienso, y no poco, en aquellos lectores a quienes está destinada la obra. No para simplificarles la lectura, no para agradarles, no para buscar una rápida identificación sino para comunicarme con ellos. Si deseamos que, al menos en parte, la comunicación suceda es necesario trabajar en registros compartidos.

Tus obras tienen en común un tono antiguo, mítico. ¿A qué se debe este trabajo particular con la palabra?

El lenguaje tiene que ver con la coherencia del mundo ficcional y con la verosimilitud de la historia narrada. La saga de Los Confines intenta posicionarse en un tiempo sin tiempo, en un espacio fuera del espacio, y eso me exigió un lenguaje, digamos, “mítico”. ¡Hasta donde eso es posible! Durante el proceso de escritura tuve muy en cuenta no interferir con expresiones que pusieran el texto en unas coordenadas espacio-temporales reconocibles. Y ni hablar de los argentinismos. ¿Te imaginás a Vieja Kush diciendo “Che, vos”? Me gustaría aclarar que no digo que sea imposible que los personajes de una épica fantástica hablen en lengua coloquial y actual, digo que eso no funcionaba en la saga de Los Confines.

Filmaste un documental llamado “La madre de Los Confines” dirigido por Diego Ávalos. ¿Cómo fue la experiencia de recorrer tu pasado?

Lo primero, y quizás más arduo, fue comprender que no se puede volver del todo. Nunca jamás. Ya nada era aquello que yo recordaba, aunque la apariencia fuera la misma. Aún así fue intenso ese regreso a los lugares de mi infancia y de mi adolescencia: al sitio donde está la tumba de mi madre, a mi escuela primaria… Diego Ávalos, y quienes hicieron la peli, trabajaron con la idea de que todo eso estaría presente, de un modo u otro, en la saga. ¿Estará? Yo no sé en qué capítulo aparece mi madre, en qué línea está mi primera vergüenza, qué episodio representa mi vestido celeste con flores azules y blancas… No creo que en la vida de las personas, esas líneas puedan rastrearse con precisión. Pero, al menos, habrá una hipótesis.

Luego de la muerte de tu madre, católica, creciste en un entorno ateo. ¿Cuándo llegó tu conversión a la religión musulmana y de qué manera ha influido en tu obra?

Llegó, y no casualmente, durante la primera guerra del golfo, cuando sentí mucha cercanía con esa nación arrasada. Tiempo después caminé por una calle de Mendoza y llegué a la mezquita de la ciudad. Me atendió uno de los seres humanos más luminosos que he conocido. Jaled, el hermano Jaled, Jalito para los amigos. Vale aclarar que Jaled es el encargado de cuidar la mezquita, el que atiendo, sirve té y asea. Él me acercó al Islam con una humanidad poco común. Hoy, si bien no practico con rigor los rituales y las costumbres musulmanas, sigo aferrándome a las palabras de Jaled. Hermanito, le pregunté un día, después de escuchar un sermón apocalíptico de boca del sheik, ¿qué es el fin del mundo? Jaled se sonrió. “El único fin del mundo es el desamor”, me dijo.

Sé que para escribir necesitas orden; es un proceso, intelectual, pensado, ¿cómo desarrollaste tu forma de trabajo?

Es cierto… Necesito de bastante orden: anotaciones, listas, líneas temporales y a veces mapas. Es casi imposible que arranque en el procesador de texto, sin antes pasar por un cuaderno. Pero para que la cosa no quede en lo literario, también necesito de orden a mi alrededor, en mi casa, en mi mesa de trabajo.

¿Qué ocurrió con la continuación de Memorias Impuras?

Puedo decirte, con mucha alegría, que esta misma tarde envié a editorial Alfaguara el texto de las dos partes de Memorias Impuras, Los padres y Los huérfanos, para que empiece el proceso de edición. Parece que por fin va a suceder.

En tu obra has tocado una temática variadísima. ¿Sobre qué tema en particular te gustaría escribir?

Me gusta hablar de nuestro mundo desde otro mundo, de nosotros desde otros. Me gustan las alternativas a nuestra realidad cotidiana. Será por eso que mi cabeza ronda lugares remotos, tiempos idos, culturas distantes. Más allá de lo argumental, la idea que me persigue siempre mediatizar el espejo que suele ser la literatura, intervenirlo con otros paradigmas. De un modo o de otro, es lo mágico lo que me importa.


Conversaciones minúsculas


¿En qué animal te metamorfosearías?

En oso pardo.

¿Qué libro marcó tu adolescencia?

Los capitanes de la arena de Jorge Amado

¿Un recuerdo de tu infancia?

Una muñeca a la que quise mucho, con la que convivía más allá del juego. Juntas dormíamos, juntas tomábamos la merienda, juntas nos sentábamos a leer o a mirar tele. Un día, a los trece años, después de una impugnación burlona de mis amigas, ¡ay!, la tiré al canal y se la llevó el agua.

¿Un olor?

A pan recién horneado.

¿Un sonido?

Campanas al atardecer.

¿Una comida?

Pastel de papas.

¿Algo que siempre has querido hacer, y nunca has hecho?

Andar a caballo, ¡pero andar bien!

¿Algún temor?

El dolor de mis hijos

¿Un vino?

Malbec de Mendoza.

¿Un autor?

Dostoievsky.

¿Un país o un viaje?

Sicilia, la isla donde vivió mi abuelo.

¿Una película?

La Strada de Fellini.

***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Detalle de retrato hecho por Juan Nacht. 2. Detalle de fotografía realizada por Alejandra López. 3. Detalle de ilustración del libro Cuando San Pedro viajó en tren ilustrado por Valeria Docampo, editado por SM. 4. Trailer del documental La madre de los confinesdirigido por Diego Ávalos.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021


Maite Carranza intimida. Pero su amabilidad quiebra con el prejuicio, y es la razón por la que aún impresiona a tantos lectores, quienes se ven seducidos ante la fuerza de su palabra enérgica pero sin descuidar un tono afable. Sus respuestas a la entrevista se entonaban con el vigor de una amplia trayectoria en la televisión y en el campo literario. Antropóloga y también educadora, ha escrito un gran número de guiones, y publicado una importante obra literaria que se pasea por diversos estilos, donde resaltan la novela ¿Quieres ser el novio de mi hermana?, la saga fantástica La guerra de las brujas, y el policial Palabras envenenadas por el que recibió no solo la admiración de los jóvenes lectores, sino el premio Edebé 2010 y el reconocimiento del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil del 2011. Maite Carranza es, actualmente, una figura vital en el campo de las letras para jóvenes en español.

Ante tanta diversidad de profesiones, ¿cómo llegas a conectar con la escritura?, ¿era una idea que tenías desde joven?

La escritura literaria era y ha sido siempre la primera idea, la que soñaba desde niña, la aspiración máxima. Pero para conseguir dedicarme a ello he debido profesionalizarme en ámbitos cercanos como la docencia y la escritura de guiones. Reconozco que ambas tareas me encantan y que me han enseñado mucho.

¿Prefieres escribir guiones o libros?

Empecé con los libros y creí ingenuamente que podría escribir guiones para ganarme la vida mientras continuaba con los libros. Craso error. Ambas actividades son incompatibles. Ahora no las hago en simultáneo, las alterno. He descubierto que los guiones me dan fuerza y me conectan al mundo y que los libros me permiten explorar con mucha más intensidad mi propia voz. La literatura, sin duda, es un ejercicio autoral mientras que los guiones constituyen un trabajo de equipo.

¿Cómo compaginas cine, televisión y literatura?

Concibo historias y luego decido cuál es el marco y el género adecuados para ellas. A veces las trasvaso, como me sucedió con La Guerra de las Brujas que comenzó siendo una propuesta de película de cine, o como Palabras envenenadas que partía de una sinopsis para una TV.Movie.

La televisión, la mayoría de las veces, es satanizada por la cultura, ¿consideras que ambos mundos pueden sustentarse?, ¿cómo se logra?

La televisión es un medio audiovisual con posibilidades infinitas. El uso que se haga del mismo por parte de las cadenas, los publicitarios, y los productores no invalida el medio. Yo creo en la televisión puesto que tiene la virtud de penetrar en los hogares y conectar cómodamente con los espectadores. Lamento que su faceta cultural e innovadora esté infrautilizada en España donde predomina un modelo más populista y generalista. En nuestro país solo se juega seguro sobre modelos importados o ya previamente probados. Somos miméticos y poco creativos, aunque confío que esa tendencia se vaya corrigiendo. Actualmente la renovación de la dramaturgia y la narrativa audiovisual se está produciendo en la televisión americana. Las series de culto están sustiyendo al cine de autor. ¿Quien dijo que la televisión era basura?

Series de televisión para jóvenes como Skins, Física o química, El barco o Pulseras rojas, por citar solo algunas, ¿son representaciones válidas del joven actual?, ¿crees que exista un espacio que conecte de igual manera con el adolescente dentro del mundo literario que va dirigido a ellos?

Las series citadas son modelos muy diferentes. Algunos jóvenes considerarán que Pulseras rojas es ñoña o que Skins es demasiado atrevida, por eso hay ofertas variadas y espectadores para todos los gustos. Los jóvenes pertenecen a una misma franja de edad, pero no son miméticos, tienen ideas políticas diferentes, gustos estéticos y musicales diferentes, procedencias y hablas diferentes y pertenecen a clases sociales diferentes. No se puede pretender reducir la “juventud” a una única tendencia. En literatura ocurre lo mismo, cada autor ofrece su particular visión del mundo y los jóvenes conectan con sus autores en función de sus gustos.

Logras salir del fenómeno de la trilogía fantástica La guerra de las brujas, para adentrarte en el crudo policial que significa Palabras envenenadas, ¿cómo te tratan tus lectores al dar un salto tan violento de la fantasía a la realidad?

Se ha dado el curioso fenómeno de que algunos lectores han crecido durante esa transición y aceptan el cambio de buena gana. Si leyeron La guerra de las brujas con catorce años y Palabras envenenadas con dieciseis se sienten recompensados por esa novela más adulta, más reflexiva. Los fanáticos de la literatura fantástica ya no se prestan a leer nada fuera de la fantasy. Son los menos.

¿Cómo te sentiste al recibir el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil el año pasado?, ¿te lo esperabas?

Recompensada y reconocida. Recompensada por haber premiado un libro diferente y atrevido. Reconocida por haber premiado una dedicación de 25 años a la literatura infantil y juvenil. El Premio nacional aúna ambas cosas, un libro y una trayectoria. Reconozco que ha sido un gran espaldarazo y que me llena de orgullo.

¿Has renunciado a temas como el humor y la infancia de tu obra primigenia? ¿O sientes más bien una evolución?

En absoluto. No solamente no he renunciado sino que mis libros más recientes publicados a lo largo del 2011 y 2012 corresponden a una serie infantil/juvenil humorística, desenfadada e ilustrada en forma de cómic por Agustín Comotto. Víctor Yubacuto, un personaje de once años transgresor y algo gamberro se inscribe en el estilo de mis primeros libros que rescaté en el 2002 con ¿Quieres ser el novio de mi hermana?. Mis Víctor (Víctor y los vampiros, Víctor y los romanos, Víctor y los duendes) están escritos desde la óptica de un humor esperpéntico y costumbrista que disecciona inmisericordemente la infancia y sus mundos adyacentes: familia, escuela, amigos. La escritura de Víctor son mi píldora semestral de optimismo. Me encanta el humor y la infancia.

¿Cómo crees que la crisis actualmente pueda afectar a la experiencia de la lectura?

A grandes males grandes remedios. Las situaciones difíciles agudizan el ingenio. Tal vez sea la ocasión para la lectura digital o para lecturas compartidas o para experiencias novedosas. Lo que no creo es que la gente deje de leer a causa de la crisis. Leer posibilita soñar y escapar de nuestra cotidianidad insufrible. Un buen remedio a nuestos males.

Danos tu opinión sobre el fenómeno de blogueros adolescentes que critican y comentan la producción editorial que va dirigida hacia ellos. ¿Sus opiniones se pueden legitimar en un espacio tan efímero como la red?

Es un tema controvertido que ha sido objeto de polémica en más de un encuentro con autores. Si bien me parece excelente que los jóvenes tomen la iniciativa de recomendar libros de su gusto a sus amigos y amigas de la red, hay algunos – los menos- que sin poseer conocimientos suficientes sobrepasan su grupo de conocidos y adquieren una dimensión pública excesiva pontificando con faltas de ortografía y sin argumentos sobre libros que no comprenden. Hay blogueros universitarios, cultos, estupendos lectores y tan válidos como los críticos literarios de cualquier publicación impresa. Lo peligroso es la excesiva juventud e inexperiencia de algunos y el trato de favor que se les da sin merecerlo. Debería publicarse siempre el currículum del bloguero como garantía de honestidad y trayectoria. Algunos autores consideran que las editoriales son las causantes del fenómeno puesto que regalan libros y difunden los comentarios de los jovencísimos blogueros. Yo soy poco intervencionista y me siento atraída por el fenómeno. Creo que la misma red regula esas excesivas ofertas y equilibra las demandas. No es necesaria ni la censura ni la represión, aunque si alguien se siente ofendido la red le permite el derecho de réplica. Esa es la grandeza de la democracia y de la libertad de expresión.

¿Cuáles son tus manías básicas a la hora de escribir?

El silencio y el aislamiento. Me gusta escribir sola y sin ruidos. No pido demasiado.

¿Cómo logras mantenerte actualizada sin perder la trascendencia en la escritura?

Me actualizan mis hijos, mis lectores, la red y la realidad circundante. No desconecto jamás del mundo y, si bien he sentido deseos de hacerlo, creo que es un gran error.

¿Qué planes tienes para el futuro?

Estoy adaptando para guión Palabras envenenadas, tengo ya dispuestos dos libros de Víctor para ser escritos próximamente y una idea de novela que planea desde hace dos meses y que si puedo concretaré este verano. En febrero saldrá finalmente una novela para adultos en Espasa Calpe titulada El fruto del baobab. Sinceramente, creo que mis jóvenes lectores también podrán leerla.

Conversaciones minúsculas

¿Una palabra?

Experimentar.

¿Una verdad?

Todos moriremos.

¿Un animal en el que metamorfosearse?

Un delfín.

¿Un libro de tu adolescencia?

Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

¿Un guión?

El verdugo de Rafael Azcona.

¿La antropología?

Harris, el maestro de la divulgación.

¿Y la educación?

Clausurar las aulas del siglo XIX.

¿Anaíd, Selene o Demeter?

Selene.

¿Una escena?

El padrino. La cabeza de caballo en la cama. (La aspiración de todo guionista).

¿Una canción?

Brown eyed girl de Van Morrison.

Si dentro de tres días se acabara el mundo…

Pasar esos tres días con los míos gozando y riendo.

***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Fotografía realizada por Júlia Prats. 2. Detalle de la portada del libro Magia de una noche de verano, ilustrado por Enrique Corominas y editado por Edebé. 3. Detalle de portada del libro El clan de la loba, diseñada por César Farrés y editado por Edebé.


 
 
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Cultura, libros, infancia y adolescencia

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ilustración de las jornadas @Miguel Pang

ilustración a la izquierda @Juan Camilo Mayorga

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