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Actualizado: 3 sept 2021


No todos los días se conversa por teléfono con un heredero de la más alta nobleza de Buenos Aires. Así que PezLinterna dispuso de algunas de sus galas y se comunicó con Ricardo Siri, descendiente del virrey de La Plata, Don Santiago de Liniers. El humorista gráfico atendió con voz mañanera e inició una cordial conversación en la que, más que de la realeza, parecía un personaje de Cosas que te pasan si estás vivo, tiras publicadas semanalmente en la revista “ADN Cultura” del periódico La Nación. Nos contó con humildad que sus tiras Bonjour fueron el inicio de todo, al publicarse en el suplemento NO!; que tres años después llegó Maitena, lo presentó a La Nación, y tras varios años de trabajo apareció Macanudo, transformándose en un éxito dentro y fuera de Argentina. Luego vinieron las respuestas, y Liniers nos habló de sus colaboraciones con Andrés Calamaro y Kevin Johansen, del cómic en Latinoamérica, de su trabajo con las historietas, el humor, la Editorial Común y de las cosas que pasan solo por estar vivo.

¿El cómic es arte? ¿Es literatura? ¿Qué es?

Me cago en dos. No tengo la menor idea, ¿sabes? Hago dibujos. Pienso cosas raras y las dibujo. No sé si eso es arte o es literatura o solo son historietas.

¿Cuando joven pensabas en dedicarte a este oficio? ¿Cómo fue tu acercamiento al cómic?

La verdad es que me encantaba la historieta de muy chico. Empecé leyendo Mafalda, después Asterix, Tin Tin y El Eternauta. Jamás me imaginé que esos libros los hacía alguien ni que iba a poder vivir de eso. Para mi Quino no era una persona, más bien era una abstracción. Mafalda existía por sí misma. Entonces la verdad nunca fue un plan mío dedicarme a las historietas. Me fui acercando de a poco. Así que lo primero que hice fue estudiar alguna carrera: Derecho. Después estudié Publicidad. Como te dije, nunca pensé que iba a poder vivir de dibujar historietas. En algún momento se ve que me envalentoné y me aburrí de las carreras que tenía conmigo, buscando siempre formas de disfrutar de lo que hacía. Así lo asumí: me gustaba dibujar historietas. A partir de allí, todo empezó a funcionar. Fue una cosa casi espontánea.

Eres prácticamente una estrella pop en la actualidad, ¿sospechas cuáles podrían ser las razones?

Tengo la suerte de que me fue mejor de lo que jamás me habría imaginado. Cuando me dediqué a hacer historietas, el techo que yo tenía era publicar algún libro, poder vivir más o menos de la historieta. Yo con eso estaba contento. Nunca me imaginé que me iban a publicar en España, mucho menos en República Checa. Es una de mis sorpresas más extrañas. Eso me pone muy contento, es un aliciente extra.

Argentina es un país reconocido mundialmente en el cómic gracias a personajes como Mafalda, El Eternauta, Mort Cinder, Corto Maltés, El Loco Chávez, Boogie el aceitoso, Inodoro Pereyra. ¿Qué marcó la diferencia entre Argentina con el resto de Latinoamérica para tener un discurso gráfico tan sólido?

Es culpa de los gigantes. O sea, Quino viene después del Eternauta, y tras Quino se vino Fontanarrosa, y luego aparece Maitena. Entonces la gente está esperando qué es lo nuevo que aparecerá en la historieta de acá. Por eso llama la atención cuando aparece algo nuevo. Supongo que es así. Es una historia muy larga del cómic en Argentina, y todos estaban bajo la sombra del anterior. Quizás por eso, los que vinimos después, fuimos subiendo un escaloncito más gracias a los colosos.

¿Por qué el discurso del humor es tan vital en la idiosincrasia latinoamericana? ¿Es una forma inteligente de manejar las crisis o es simple evasión?

A mí me parece más bien un tema de defensa. Es nuestra manera de defendernos ante los embates y los aplastamientos que sufrimos por política o ideologías. Por lo que sea. El caso es que cuando más te hunden, entonces aparecen los grandes artistas. Esto no quiere decir que los absurdos de las crisis deben reducirse en el humor, pero grandes artistas logran causar una reacción a partir de la risa. Es el mecanismo de defensa que tenemos ante lo negativo. Fíjate: el humor en los funerales siempre aparece. En algún momento alguien se ríe por alguna cosa rara que hacía el muerto. Siempre aparece porque es la manera de defendernos de eso, de la muerte, de estas cosas negativas.

¿Por qué el concepto de novela gráfica no tiene aún un asidero real dentro de los espacios culturales de Latinoamérica? ¿Crees que se está logrando en la actualidad?

Mi idea con la Editorial Común es publicar algunos trabajos que se están haciendo afuera para estimular y animar a los artistas de acá, porque en Argentina se encuentra mucho humor gráfico y poca novela gráfica. En lo personal, también es que me interesa conseguir artistas latinoamericanos. Conozco a varios autores argentinos, o una chica colombiana que es ilustradora. Eso también porque me gusta viajar mucho. Viajo no sólo por las historietas, sino por los recitales que hago junto a Kevin Johansen, y he tenido la suerte de descubrir en Latinoamérica a grandes dibujantes. Lo que aún no hay armado es el instinto comercial y el impulso editorial. Así que por eso me parecía lindo tratar de retribuir un poco la suerte que tuve de poder trabajar con la historieta; preparando un proyecto donde estos chicos que tratan de empezar pudieran publicar, o al menos encontrar un lugar donde te ilusione poder editar.

¿Qué tal la experiencia editorial?

Bien. Por un lado va apareciendo el material. Hay libros que publicar, que están a un nivel superior de lo que esperaba de los autores de acá. De haber sido lo contrario, habría sido muy decepcionante y no seguiría con la editorial. Pero, la verdad, me falta más bien la posibilidad de publicar toda la cantidad de libros que veo y que están increíbles. La historieta latinoamericana es igual que su literatura, los autores de acá tienen una manera de ver ciertas cosas y de explicarlas, que nos distingue. Entonces uno quisiera más de estos formatos del cómic o novela gráfica dentro. Por suerte hay mucho material, ojalá hubiera más editoriales que se enteraran de esto.

¿Sientes que en la actualidad el mercado editorial le da mucha importancia a la imagen? ¿Es una necesidad real del lector?

Sabes que la historieta tuvo un salto muy interesante en los últimos treinta años. El cine y la historieta son como hermanos chiquitos, y el cine inmediatamente como que pudo trabajar sobre cualquier tipo de historias: estaba la posibilidad de grabación de cine histórico, comedia, drama, policial, cualquier tema. En cambio las historietas, por el espacio que ocupaban dentro de los diarios, que era el lugar donde casi siempre se publicaban, quedó relegada a crear chistes o aventuras breves o superhéroes. Por ejemplo, jamás te habrías imaginado una historieta sobre Adolf Hitler en la prensa. Y existe. Culturalmente no se pensó que era un medio lo suficientemente importante para tratar este tema, y de Maus para acá se abrió un espacio, finalmente cayó ese prejuicio, y ahora tenemos autores que se dedican a la historieta lo mismo que los escritores a la novela. Bolaños se sentaba a escribir y no pensaba: “uh, no puedo hacer tal o cual cosa”, tenía libertad absoluta de escribir lo que quisiera porque la novela estaba abierta a eso. Pues parece que ya la historieta está igual de libre y abierta.

¿Piensas que con estos avances, factores como los libros digitales pueden alterar la calidad de las creaciones? ¿Cómo encajan estas nuevas tecnologías con el cómic?

A los avances tecnológicos siempre hay que verles lo positivo. Apareció la fotografía y alguno se habrá quejado, pero no desapareció la pintura. O también se pensó que el cine iba a matar al teatro. Esas cosas lo que hacen es sumar. A la gente le gusta que le cuenten historias. A mí no me gusta que me las cuenten solo en papel; también me gusta que me cuenten historias en el cine, en teatro, en libros o revistas. Si me cuentan bien una historia en digital, pues me va a gustar, pero no va a nublar lo otro. Ahora, para los artistas que lo que queremos es contar; es maravilloso que aparezcan nuevas tecnologías.

¿A quién va dirigido el cómic en la actualidad? ¿Sientes que ahora es un discurso mayor de edad?

En mi trabajo no dirijo mis historietas a ninguna edad en específico. Pero lo que sí realmente siento es que falta que todo el mundo se entere. Mostrar que el cómic tiene varias posibilidades. Por darte un ejemplo, en Francia o en Europa en general, mis padres comprarían cómics, pero en Argentina no. ¿Por qué? Porque pensarían que allá los cómics o novelas gráficas están destinados a ellos, y las de acá no las podrían disfrutar de igual manera. Es por estos detalles que siento que falta eso: abrir espacios para cualquier lector, y crear historias que podrían conmover a cualquier edad.

Tu imaginario está repleto de personajes absurdos, irónicos, entrañables, cándidos, pero sobre todo cotidianos. ¿Cómo es tu propia cotidianidad?

Absurda e irónica. Imagínate, tengo dos hijas pequeñas, y es prácticamente como vivir con dos comediantes. Es como estar con Charles Chaplin a diario. Además, que yo tampoco soy de una sola manera siempre. Entonces, cuando me siento a crear Macanudo, viene según como me siento. Al final, mi respuesta a las cosas que estoy creando depende de mi estado de ánimo en el momento en que me siento a trabajar.

Teniendo un universo tan complejo, ¿cómo se siente ilustrar relatos ajenos? Lo digo por ilustrar las letras de Kevin Johansen, o los discos de Andrés Calamaro, o el libro Pequeño mundo verde de María Martha Estrada, de Editorial Común.

Creo que el secreto está en admirar a esas personas. Eso te facilita mucho las cosas. En el caso de Calamaro o de Johansen es música que me gusta, además de que los admiro; y luego imagínate a Albert Pla pidiéndome hacer algo con él. Es muy bonito. En el caso de Pequeño mundo verde, es uno de los que más me ha gustado ilustrar, además todos lo habíamos mantenido como un secreto, pero la autora es realmente mi mamá. Era un gran compromiso ilustrarle. Ahora, si lees todas las ideas extrañas que tienen los cuentos de ese libro, entiendes perfectamente de dónde vengo yo.

¿Qué dibujantes o ilustradores consideras vitales para aprender de este oficio?

Art Spiegelman con su libro Maus es una puerta de entrada. El arte de Juanjo Sáez está muy bien. Jorge González me gusta también. No sé, creo que deben ser libros que te abran la cabeza. Hay una estrella para cada uno, lo importante es salir y buscarla.

¿Liniers se siente un maestro?

No, lo lindo de ser artista es ser alumno siempre.

¿Planes a futuro?

Ahora sale Macanudo 9. Además viajo otra vez a recitales con Kevin Johansen a México, Venezuela, Colombia, y vienen por allí dos libros más con la editorial.

Conversaciones minúsculas

¿Un personaje tuyo?

Enriqueta.

¿Un libro que marcó tu adolescencia?

Catcher in the rye, Salinger.

¿Un animal en el que metamorfosearse?

Conejo. Me la pusiste fácil.

¿Una palabra?

Mamarracho.

¿Una obra de arte?

Tiempos modernos, de Charles Chaplin.

¿Un chiste?

Soy malísimo contando chistes.

¿Una canción?

Hindue Blues de Kevin Johansen. Me gusta dibujarla.

De no ser dibujante…

Músico, aunque sería un desastre.

¿Una película?

Ya la tenía, pero bueno, hagamos algo, acá te dejo El grito de Munch.

¿Una personalidad de la actualidad?

Stephen King.

¿Un miedo?

Cualquier cosa mala que le pase a mis hijas. Así sea cortarse un dedo.

Un cómic que no se debe dejar de leer…

Mafalda.

¿Dónde es mejor guardar las ideas?

En cuadernos, que si las guardas en la cabeza se te van.

***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Portada del libro Conejo de viaje de Liniers (2008), editado en español por Reservoir Books-Random House Mondadori. 2. Detalle de tira de los diez años de Macanudo. 3. Viñeta en cabecera del blog Macanudo: Cosas que te pasan si estás vivo. 4. Episodio 6 del programa “Momentos con Liniers”, con Kevin Johansen de invitado.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021


Francisco Montaña es afable. Su amabilidad y sencillez conectan con el nivel de reflexión contenido en cada una de sus obras. Sus libros no son espacios únicos de entretenimiento, son piezas de gran estilismo. Sus historias, contadas al ritmo de un director de cine, con la exactitud del detalle preciso, abordan temas complejos que van desde la pobreza hasta el amor. Bogotano, formado en filología e idiomas en la Universidad Nacional de Colombia y en cine en la Escuela de cine de Moscú, ha ejercido labores en el área de la promoción cultural y como profesor de cine y estética. En hermandad con el oficio de la escritura, ha publicado numerosas obras reconocidas en el área de la literatura para niños y jóvenes en Latinoamérica. Títulos como Manzanas o pomas (1982), El adulto y el sastre (1997), Cuentos de Susana (2005), Los tucanes no hablan (2006), El cocodrilo amarillo en el pantano verde (2007), Las primas del primíparo Juan (2008), sirvieron de lobby para la publicación de No comas renacuajos, su libro más reconocido en la actualidad. Esta obra publicada por la editorial Babel en 2009, fue incluida junto a otros 249 títulos, en la lista White Raven 2010, selección que hace la Internationale Jugendbibliothek München (Biblioteca Internacional de la Juventud de Munich). Posteriormente su arte sigue resaltando por libros como El amor por las tinieblas (2010), La muda (2011), Historia de amor verdadero entre una rana y un cucarrón (2013). La incomodidad en algunos de sus temas se reconcilia con la ternura y la tenacidad de la sólida estructura de sus novelas. Revisar a Montaña es identificarse con la realidad vista desde una butaca de cine. No solo logra soldar palabras, también consolida su estructura.

¿Qué tanto influye su formación de cineasta en la creación literaria?

Muchísimo. De hecho creo que llegué a escribir narrativa debido al entrenamiento en la escritura para cine. Tal como lo aprendí en la Escuela de Cine de Moscú —el VGIK—, en el guión literario se expresa la novela pero exclusivamente a través de las acciones de sus personajes. Esto está relacionado también con ciertas ideas de composición narrativa de las escenas y de los diálogos que creo que han pasado a mis novelas. De todas formas yo escribo las historias tal como me gusta a mí recibirlas. Hay escenas que debo escribir muchas veces buscando el ritmo, el lugar de entrada del lector, la intensidad con que debe ser recibido en ese mundo. Además, en el cine se discute mucho el problema del realismo. Esa noción que tiene que ver con el arte burgués e industrial me ha interesado mucho, tanto en la creación como en la reflexión teórica. En relación con las novelas creo que he tenido una evolución. Al principio pretendía ser muy realista. Ahora me parece que cada vez soy más honesto acerca de que el punto de vista que aparece es el mío y en consecuencia es una perspectiva sobre el mundo, o por lo menos eso creo, o eso me imagino.

No comas renacuajos representa una oscura realidad de la infancia latinoamericana. Como autor, ¿qué siente al saber que su obra es reconocida por un tema tan árido? ¿Cómo accedió a la historia real por la que se inspiró en este libro?

Es verdad que es una realidad oscura la que aparece en ese libro. Pero también es cierto que hay una de las más bellas historias de amor que he escrito. Y el amor es luz, ¿no? Es que me parece que en ese libro, que ha tenido tan buena acogida, hay un mundo muy vivo. Y me pasa que después de intentar no mirar las cosas que no me gustaban de la vida, pues estas terminaron imponiéndose, como si reclamaran su espacio, como si dijeran, mira acá estoy, soy horrible, soy lo peor, lo que nadie quiere ver. Y la verdad es que sí, que a pesar de todo existe ese mundo, esa realidad que todo el tiempo brota frente a nuestros ojos. Y a mí me ocurrió de una manera impresionante. En medio de una celebración fantástica para los escritores y los lectores que fue la nominación de Bogotá como ciudad capital del libro, fui invitado a muchos colegios públicos de la ciudad. Pudieron ser cerca de veinte colegios. Eran jornadas enormes y muy emotivas. En esas instituciones recibí lecturas de mis libros profundas y cuidadosas, muy valiosas. Habían visto cosas en las que yo no había pensado jamás, pero que efectivamente estaban como constantes en los libros, por ejemplo, la configuración familiar de mis personajes. En una de esas escuelas vi, como cuento en el libro, a un niño con el pelo aindiado que me miraba con una intensidad tremenda, con rabia creo. Cuando me decidí a devolverle la mirada un poco incómodo por lo que me hacía sentir, me di cuenta de que me apuntaba con una mano a modo de pistola y me disparaba varias veces. Era evidente que él quería que yo me muriera. De modo que le hice caso y fingí morirme, tal como uno juega a morirse. Cuando logró su cometido se fue. Le pregunté a mi acompañante, una profesora de ese plantel, por el niño. Me respondió contándome la historia más horrible que hubiera escuchado en mucho tiempo. Esa historia, que hubiera preferido no oír, se adueñó de mí. Usaba todos los recursos narrativos que había en mi cabeza para mostrarse cada vez como una posible novela. No me abandonaba. Cada vez que le permitía aflorar a mi conciencia se presentaba más y más interesante. Y un día decidí dejarla fluir y materializarse en palabras sobre papel. Fue la experiencia de escritura más extraña que haya tenido en mi vida. Dolorosa, terrible, intensa. Tal vez el primer borrador no duré más de quince días escribiéndolo. Claro, llevaba casi un año reprimiéndola, de modo que salió muy rápido y fácil. Sentí, como había leído que le ocurría a ciertos escritores, que me la dictaban. De ahí supongo que viene la intensidad de ese libro, su destino tan maravilloso.

¿En qué se diferencia la literatura para niños latinoamericana de la europea o anglosajona?

Tengo que confesar que no soy un experto. Yo leo literatura. Mucho menos literatura publicada para niños y jóvenes que simple literatura. Leo a mis amigos, claro. Leo algunos premios. Leo escritores extraños. En general me parece que no todo el mundo se toma en serio el asunto de la literatura para jóvenes y niños. Pero, en fin, eso es otro asunto.

¿Sus libros son escritos pensando en un lector infantil implícito? ¿Cómo es el proceso creativo?

Creo que lo que ocurre es que me interesa la infancia como noción. Me interesa la mirada de los niños y me interesan las cosas que supongo que a ellos les interesan. De modo que, desde un cierto punto de vista, sí tengo ese joven-niño como lector implícito. Pero no siempre. Eso me ha ocurrido en pocos casos. En general lo que sucede es que hay algo, un sueño, un recuerdo, una historia que oigo, una idea que aparece de repente, que me lanza a intentar encontrar una forma narrativa en la cual esa semilla se sienta bien, navegue e irradie todo el encanto poético con el que me conquistó a mí. Entonces lo que sigue es el trabajo consciente e intuitivo de ir construyéndole el mundo a esa imagen, a esa palabra, a esa escena para que viva en todo su esplendor. Y en efecto, en casi todos mis libros, tengo muy claro cuál es esa idea germinal.

La aridez de algunos de sus temas apuestan a un lector mucho mayor. ¿Cómo es la mirada del adolescente para las colecciones infantiles colombianas?

Esa es un pregunta difícil. Primero porque yo no diría que mis temas son áridos. Al contrario, creo que tienen una intensidad enorme, un poder de convocatoria emocional tremendo, de manera que tal vez sean duros, tal vez estén alejados de eso que se ha establecido como lo apropiado para la infancia, pero no creo que sean áridos. El asunto tiene que ver con la noción de infancia que hay en la cultura. Y creo que un marcador de la cultura es precisamente esa misma noción. A través de ella podemos ver, leer a esa cultura. Algunos de mis libros más fuertes Los tucanes no hablan, por ejemplo, han sido leído con mucho placer e interés por niños de 8 y 9 años. En fin, creo que el asunto de los libros y las edades es muy complejo y muy difícil de determinar completamente. Yo he creído desde siempre, tal vez porque viví en una ciudad como Bogotá, en unas condiciones de violencia alucinantes, estatal y no estatal, que el mundo es duro y bello tanto para los niños como para los adultos. Y yo creo que si en algo el arte puede contribuir a la vida es precisamente ofreciéndole a la gente maneras de entender eso tan difuso y complejo que llamamos lo real. El arte puede darle complejidad a la mirada sobre asuntos nimios, puede cuestionar lo establecido, puede romper los límites de la cultura. En ese sentido, mis libros posiblemente hayan contribuido en la configuración de un adolescente que vive en un mundo muy material en el que hay pobreza y riqueza, hay desigualdad, hay amor y abandono, en fin, como en cualquier ciudad del continente. En cuanto a las editoriales, sólo puedo decir que agradezco que sigan confiando en lo que escribo y le sigan permitiendo a muchos jóvenes leerlo.

¿Alguna vez se ha desahogado con un tucán? ¿Le ha respondido?

Je je je je. No, son unos pájaros bellos. Muy vanidosos. Exhiben su gran pico con mucho orgullo. A ellos llegué porque en Tical, la ciudad maya en Guatemala, estaban en cada rincón de ese sitio mágico y conmovedor.

¿Cómo fue el proceso de creación de La muda? ¿Usted elaboró un guión? ¿Daniel Rabanal ilustraba respetando sus espacios en blanco o escribían e ilustraban a cuatro manos?

Fue bien divertido. Cuando la editora leyó el original yo me arrepentí de publicarlo. Yo tenía y tengo ganas de hacer una novela gráfica y pensé que esa podía ser la historia. Le dije a la editora que la convirtiéramos en una novela gráfica. Ella tuvo el enorme acierto de impedírmelo. Pero me propuso que hiciéramos un libro no con ilustraciones sino con cómic. Entonces me pidió que escribiera el guión de la historieta para que Daniel lo dibujara. Tuve la suerte enorme de tener mi primera experiencia como guionista de cómic con alguien como Rabanal, que tiene toda la cancha y el talento del mundo. Muchas de mis solicitudes fueron desechadas por imposibles. Fue muy interesante. Aprendí mucho y creo que es uno de los libros mejor editados que tengo.

¿Cómo fue su acercamiento a la escritura? ¿Eras un gran lector o el cine se encargó de todo?

Empecé leyendo, claro. Aunque al principio veía más cine. Pero pronto las novelas se apoderaron de mí. Pero lo primero que escribí fue poesía. Mucha poesía. Después fueron los guiones, después novela negra y luego la primera novela juvenil, Bajo el cerezo. Hoy día leo novelas y veo cine con casi igual intensidad y cuando siento que no alcanza la vida para ver y leer todo lo que quiero, cierro los ojos un rato y después me quedo mirando las montañas, en ellas está la razón de todo, y entonces me calmo.

No teme hablar de Colombia como un territorio peligroso, sin embargo mucho del panorama actual evidencia a una Colombia mucho más estable y sólida para sus habitantes. ¿Cómo ve el encuentro del joven y el niño con este espacio? ¿Existe tal apropiación de las ciudades?

La Colombia que yo vivo es peligrosa. No hay forma de que no lo sea. Es el tercer país en la tabla de desigualdad social del mundo, si no estoy mal. Entonces, es un lugar donde alguien que tiene un teléfono es un rico para alguien que no tiene como comer: la ecuación es evidente. Nuestra sociedad ha aceptado cosas increíbles, por ejemplo, que nos diferenciemos socialmente en estratos, un eufemismo para eludir la noción de clase social a la que tanto miedo le tenemos. Y yo creo que le tememos porque si algo es claro en la sociedad colombiana es el clasismo, la discriminación de clase. Eso hace que vivamos en una sociedad muy heterogénea, moderna, industrial y cosmopolita, y al tiempo feudal, violenta y machista. Mientras las ciudades principales, tres o cuatro, son muy parecidas en ciertas cosas a ciudades de otros países, el campo sigue siendo un lugar del que se saca la riqueza pero al que no se mira de frente ni con orgullo. Creo que son pocos los niños en Bogotá que pueden salir solos a la calle. La iniciación de cualquier adolescente en esta ciudad es un atraco, una requisa por parte de la policía, cuando no una detención. No hace tanto un policía asesinó a un joven estudiante por hacer un graffiti en un pared de un puente. Trataron de encubrirlo todo diciendo que el muchacho estaba armado, que era un delincuente. Mentiras tras mentiras. Y al que organizó la gran mentira lo condecoraron. Sin embargo, parece que no lograron salirse con la suya y van a tener que responder por ese crimen. Esa es la Bogotá que viven muchos de los jóvenes que la habitan. Claro, también hay centros comerciales muy buenos y restaurantes estupendos. Y sobre todo, cada vez que todo va mal uno puede cerrar los ojos y abrirlos para mirar las montañas… Yo lo veo así.

¿Cómo se lleva con los libros digitales? ¿Está dentro de su panorama futuro publicar alguna aplicación? ¿Considera que Latinoamérica realmente está lista para estas nuevas tecnologías?

Realmente no creo que estemos listos. Tiene que ver con esa condición de la desigualdad tan tremenda. Porque mientras en unas partes del país se vive como en Manhattan, en otras se vive a años de distancia en términos de ese desarrollo. Y para mí, tampoco es urgente ese desarrollo. Todo el asunto ese tiene que ver con abrir nuevos mercados de consumo; entiendo que el libro como artefacto también lo fue; nuevas maneras de producir mercancías. Es decir, a mí no me afana avanzar en eso cuando a veces el sesenta por ciento de mis libros se leen en ediciones piratas, cuando a veces en fotocopias. Otra cosa es reconocer que se trata de una posibilidad deliciosa de creación. Un libro en el que se combine el sonido, la imagen en movimiento y el texto, es una posibilidad creativa maravillosa. Pero por ahora no he pensado en hacer nada en ese sentido.

Mucho se comenta de lo entrañables que son los personajes de su más reciente libro Historia de un amor verdadero entre una rana y un cucarrón, ¿qué difícil es evitar que encasillen a un autor en una sola novela o un género específico? ¿es un problema de promoción editorial, de los promotores de lectura o de los lectores?, ¿cómo ha sido la respuesta lectora de los niños con este libro?

La rana y el cucarrón son entrañables, divertidos, absurdos. Este libro es un juego. Fue muy divertido escribirlo. Fue una solicitud de mi hija Violeta, que necesitaba hacer algo en su curso sobre las ranas y Egipto. Y entonces, me pidió que escribiera un cuento. Estuve paralizado como seis meses sin poder hacer nada al respecto. Pero en unas vacaciones encontré la historia y me encantó. A ella también y creo que logró su cometido en el curso. Tal vez la pregunta se refiere a que Los renacuajos sea el libro que más reconocimiento me ha dado. Es extraño, pero es así. Seguro que eso tiene que ver con lo que somos nosotros los colombianos, supongo. Yo la verdad siento que todo el tiempo estoy tratando de ponerme retos nuevos. Hay retos que dan para dos o tres libros, de modo que se podrían agrupar por retos. Por ejemplo, Bajo el cerezo, Las primas del primíparo Juan y Cuentos de Susana; Los tucanes no hablan, No comas renacuajos y La muda, El cocodrilo amarillo e Historia de amor verdadero entre una rana y un cucarrón; y El amor por las tinieblas y El gato y la madeja perdida. Es posible que en quince días lo entienda de una manera distinta. De modo que aunque siento una continuidad obvia entre todos ellos, también puedo ver cómo en cada uno he tratado de expandir alguno de los límites. De modo que si me encasillan, no lo sé, supongo que será cuestión de que haya crítica más profunda y cuidadosa, como la que hacen ustedes. De cualquier manera la rana y el cucarrón son seres que merecen una visita.

¿Es difícil atrapar a un público lector infantil o juvenil? ¿Alguna anécdota importante con los lectores?

Creo que de lo que se trata es de escribir libros intensos. Hay escritores que hacen cinco y hasta diez libros por año. Yo no podría. Para mí cada libro es un proyecto complejo que lleva mucho tiempo cocinándose.

¿Novedades a futuro? ¿Próximos libros o proyectos?

Acaba de salir una novela en Alfaguara El gato y la madeja perdida, que creo, por ahora, que hace parte de un grupo de tres novelas en las que me sumerjo en la historia reciente del país desde varias perspectivas. La siguiente será Madre Revolution y después vendrá Un sol indiferente. También estoy trabajando en mi segunda novela para adultos, después de La ficción del monje, que se llama provisionalmente Sombra de refugio. Ya veremos cómo va siendo todo porque me parece que son proyectos para unos seis años por lo menos.

Conversaciones minúsculas


¿Una palabra?

Luz.

¿Un libro que marcó tu adolescencia?

La montaña mágica.

¿Un guión de cine?

Solaris.

¿Una leyenda urbana?

Goyeneche, un loco que quería ponerle marquesina a Bogotá y pavimentar el río Magdalena, claro, si llegaba a la presidencia.

Si Colombia fuera una obra de arte, ¿cuál sería?

Esto no es una pipa de Magritte

¿La mejor hora para escribir?

La madrugada y hasta las once de la mañana.

¿Un animal en el que metamorfosearse?

Un gato.

¿La secuencia de una película?

La carrera de Antoine Doinel hacia el mar huyendo del reformatorio.

¿Un personaje histórico?

Dos: Francisco José de Caldas y Emma Reyes.

¿Top cinco de películas que deben verse en la adolescencia?

Horas extras, Robert Altman; Stalker, Andrey Tarkovsky; Macunaima, Joaquim Pedro de Andrade; El ángel exterminador, Luis Buñuel; Apocalipsis now, Francis Ford Coppola, por lo menos y todas las demás que estén disponibles.

***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Detalle de fotografía del autor en la página de Fundalectura. 2. Detalle de portada del libro No comas renacuajos, ilustrado por Álvaro Sánchez y editado por Babel. 3. Detalle de portada del libro La muda ilustrado por Daniel Rabanal y editado por Random House Mondadori.


 
 

Actualizado: 3 sept 2021


Actualmente, en estos espacios de crisis económica, el mercado editorial en España reflexiona constantemente sobre varios aspectos que conducen su trabajo: la calidad, el negocio, el libro digital, los blogueros, la promoción de la lectura. Pablo Cruz, editor de Anaya infantil y juvenil, comparte no solo su punto de vista sobre estos temas sino también su acercamiento personal al mundo del libro.

¿Editar actualmente, junto a la crisis, es un campo árido en España?

Editar hoy en día es complicado debido a las dificultades económicas y a los problemas propios del sector del libro, que no son de ahora, sino que vienen gestándose desde hace mucho tiempo. Las editoriales son empresas y por tanto buscan la rentabilidad, pero al mismo tiempo producen cultura, y es necesario combinar ambas facetas de la mejor manera posible. El descenso en las ventas, el descenso de tiradas y márgenes, y la demagogia que se viene haciendo últimamente contra las industrias culturales, no hacen sino perjudicar la viabilidad de muchos proyectos editoriales, ya sean grandes o pequeños. Hay gente interesada en transmitir la idea de que las editoriales no aportamos valor, sino que nos aprovechamos de los creadores. Lo que no se cuenta es la cantidad de medios y conocimientos que invertimos en transmitir y difundir cultura, trabajando junto a los creadores. Obviamente, como decía antes, las editoriales buscan su rentabilidad, su supervivencia, pero si alguien tuviera como objetivo hacerse rico, no fundaría una editorial. Cualquiera que tenga una o trabaje en ella sabe que es un oficio sacrificado. Requiere de vocación y de otras aspiraciones, que no son las económicas.

¿Cuáles son las ventajas y desventajas de ser una editorial con una gran maquinaria de producción frente a editoriales más pequeñas como A buen paso, Bárbara Fiore o El jinete azul, por dar algunos ejemplos?

La ventaja es que una editorial grande cuenta con mejor capacidad de producción, distribución y promoción. La desventaja, por este mismo motivo, es que las decisiones editoriales son más complejas ya que involucran muchos más factores y personas que en una pequeña editorial. A otro nivel, las ventajas y desventajas son similares a las que pueden existir entre trabajar en una empresa familiar y una multinacional.

¿Cómo coinciden el buen comerciante y el buen editor?

Creo que ambas cosas son compatibles y, aun más, deseables. Un buen editor es el que consigue encontrar un autor de talento y conseguir llevar sus libros al mayor número de lectores. Si bien es cierto que algunos libros que hoy consideramos clásicos pasaron en su momento sin pena ni gloria por las mesas de novedades, lo normal es que los buenos títulos y autores acaben triunfando frente a otros fenómenos más pegados a las modas o a la actualidad. La calidad, tarde o temprano, se acaba imponiendo.

¿Actualmente el libro digital dirige las exigencias del mercado en Europa?

El problema del libro digital es que en estos momentos vive gracias al libro impreso, al menos en España. Poco a poco las ventas digitales van aumentando, pero no lo suficiente como para permitir su supervivencia de manera independiente. Es cierto que las editoriales nos hemos puesto las pilas, lanzando nuestras novedades y fondo en formato digital, pero los resultados de esta inversión (que a pesar de lo que se pueda pensar, es considerable, en tecnología y personas) se verán a medio plazo. Nuestra labor, además de digitalizar nuestros fondos, es explorar todas las posibilidades técnicas, y aplicar los mismos criterios de excelencia que utilizamos con los libros impresos (diseño, maquetación, edición…). Hay que estar preparados para el momento en el que el mercado del libro madure, y los lectores se acostumbren a pagar por contenido digital igual que pagan por contenidos en papel.

¿Existen razones por las que el mercado infantil y juvenil en España publique tan pocas novedades latinoamericanas?

Yo no creo que sean tan pocas. En el mercado Español encontramos a grandes escritores latinoamericanos y a ilustradores de primera fila. Si mencionara algunos, los otros se iban a sentir ofendidos, pero creo que todo el mundo sabe en qué nombres estoy pensando. En el sector de la literatura juvenil, por ejemplo, reconozco que las editoriales se inclinan más por autores anglosajones, pero en infantil hay una mayor variedad, y más aún si nos acercamos al álbum ilustrado donde el cruce de culturas es muy enriquecedor. Sin ir más lejos, los últimos ganadores del premio de Compostela fueron dos mexicanos con un estupendo álbum: Bandada. Y una poeta chilena, María José Ferrada, fue la ganadora del premio Ciudad de Orihuela también el pasado año. Por mencionar dos ejemplos.

Desde hace años, los blogueros lectores en España han tenido una importante presencia a la hora de la crítica de los libros para jóvenes, ¿un editor atiende a estas críticas?, ¿de qué manera?

Sí, la actividad de los jóvenes lectores en internet se ha multiplicado durante estos años. Para el editor es muy interesante conocer de primera mano los análisis y opiniones de lectores de esas edades, algo que hasta la explosión de la web social era de acceso más limitado. Pero no hay que olvidar que también hay blogueros adultos, en muchos casos bibliotecarios, docentes y especialistas, que hacen un gran trabajo de difusión, sobre todo de libros infantiles ilustrados. Internet sin duda ha facilitado la visibilidad de libros y editoriales sin depender exclusivamente de la promoción en prensa y puntos de venta. Pero es importante también establecer criterios de calidad, que haya buenos “curadores” de contenidos y así podamos distinguir a aquellas personas que aportan valor mediante sus reflexiones y análisis. La opinión de todo el mundo no es igual de valiosa, por muy respetable que sea.

¿Cómo fue tu acercamiento a la lectura?

Tuve la suerte de crecer en un hogar donde se leía, y donde tenía a mi disposición muchos libros infantiles, y también de adultos. Desde pequeño aprendí que la lectura era una actividad placentera, equivalente a los juegos o a la televisión, y me pasaba tardes enteras devorando libros. Las primeras lecturas que recuerdo son los Los Cinco de Enid Blyton, El pequeño Nicolás, todo lo de Roald Dahl, los relatos de Fernando Alonso, David McKee, Christine Nöstlinger, Michael Ende… Y por supuesto, los cómics de Astérix, Tintín… Eran los primeros años ochenta y, afortunadamente, pude disfrutar de grandes colecciones de literatura infantil como las de Alfaguara, Altea Benjamín, Austral Infantil o Noguer. Para mí, el trabajo que realizaron los editores de estos sellos, en esa época, es un modelo a seguir.

¿Qué formas de promoción de lectura consideras acertadas en la actualidad de cara a las nuevas generaciones?

Considero que la mejor forma de acercar la lectura a los jóvenes es a través de mediadores que sepan darles el libro adecuado, y poco a poco ir abriendo su horizonte de lecturas. No hay niños a los que no les gusten los libros, simplemente no han tenido la suerte de que alguien se preocupe de formarles en su hábito lector. Sin imposiciones, claro está. Con eso no se consigue nada. Un niño puede pasar de leer los libros de Teo a disfrutar con Juan Farias, pero entre medias hay un trabajo permanente de padres y educadores.

¿Los libros para niños y jóvenes deben educar?

Cualquier libro, ya sea para niños o para adultos, educa de una manera u otra. Todo texto tiene un mensaje detrás, una intención o simplemente nos muestra algo que desconocíamos. No hace falta que el autor se plantee transmitir de manera expresa ciertos valores, de hecho muchas veces es perjudicial para el propio libro, porque se tiende a simplificar, a transmitir mensajes evidentes o manipulados, y a no dejar que el lector aporte su propia reflexión.

¿Existe la literatura infantil y juvenil o es una excusa editorial?

Decía Tournier que hay autores “que escriben tan bien que los niños pueden leerlos”. En realidad, los buenos libros infantiles los disfruta de igual modo un adulto, un joven o un niño. Obviamente, y por cuestiones de vocabulario o temáticas, hay ciertos libros que a un niño le aburrirían, igual que ocurre con una película. Considero que sí existe la literatura infantil y juvenil, y que en ella se pueden enmarcar libros que por sus características resultan apropiados para los lean no solo los adultos.

¿Cómo te imaginas la muerte del libro en la historia?, ¿es posible?

No creo que el libro llegue a morir nunca, lo que puede que cambien sean los formatos o las maneras de acceder al libro. Contar historias es algo esencial al ser humano y se ha venido haciendo desde hace miles de años.

¿Cómo sería el libro ideal para ti?

He leído algunos libros ideales a lo largo de mi vida. Una de las cualidades que tiene que tener un libro, según mi criterio personal, es la capacidad de sorprender, de ofrecer una visión original o interesante sobre el mundo. Y creo que uno de los elementos con los que mejor se consigue este propósito es el humor.

Biografía

Pablo Cruz nació en Jaén en 1976. A principios de los años 90 se incorporó como redactor a la revista de literatura infantil Babar, que coordina desde su paso a soporte digital, en el año 2000. Después de colaborar como lector y redactor para varias editoriales, en 2001 se incorporó como editor de literatura infantil a la editorial Anaya.

***Imágenes usadas en esta entrevista: 1. Fotografía cortesía de Pablo Cruz. 2. Logo de la editorial Anaya, colección infantil y juvenil. 3. Portada del libro Los caminos de la luna, escrito por Juan Farias e ilustrado por Alicia Cañas Cortazar, editado por la colección Sopa de libros de Anaya infantil y juvenil.


 
 

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