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Jairo Buitrago

Ilustra: Israel Barrón


Gabriel es un adolescente común, con sus angustias, su cotidianidad, sus amores, su vida aparentemente normal. Una mañana cualquiera, de mitad de semana, llega al colegio junto a su hermano Sergio para enterarse que hubo un ataque en el centro de la ciudad. Esto más que un conflicto, representa una oportunidad, pues tras una serie de obstáculos no le queda más remedio que acompañar a Manuela, la chica que le gusta, a llegar sana y salva a su casa.


El inconveniente está en que ella vive cerca de la Plaza Bolívar, en el centro, y transcurre la mañana del 6 de noviembre de 1985 mientras ocurre la toma del Palacio de Justicia en Bogotá. Esta novela traduce la rutina heredera de los estados en crisis, la forma natural, sobria y, muchas veces, divertida, en la que la vida sigue transcurriendo en las personas a pesar de que los acontecimientos históricos sean los protagonistas.


El foco de esta novela no está en incluir el temario de historia, sino que ahonda en la realidad de sus personajes, sus angustias, superficiales o profundas, sin distinción ni cuestionamiento. Aunque esté narrada en primera persona por Gabriel, el autor no abandona el retrato de sus personajes a través de los diálogos, de esa mirada, muchas veces ingenua y tierna, de su propia realidad.


Una novela de intención amorosa, de vida cotidiana, de personajes que se ven obligados a evolucionar en medio de las circunstancias y como estas alteran sus aspiraciones, por simples que parezcan. La ilustración tiene intención de acompañar, recrear y aportar contextos, espacios y detalles graciosos como el Gizmo sobre la cama.

"-¿Tus abuelos? -pregunté extrañado. -Adentro, no oyen bien, es decir, son sordos como tapias, a lo mejor no se han enterado de nada. Sergio y yo nos miramos. No era posible que no supieran nada. La guerra estaba afuera".

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Actualizado: 29 ene 2022


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Paula Anta


Este libro recoge las imágenes de una exposición fotográfica sobre figuras que se encuentran en la costa senegalesa. Khamekhaye, en la lengua Wolof significa hito. Un acontecimiento definitivo, un punto de encuentro.


Estas estructuras, construidas a partir de diferentes objetos, muchos de ellos basura: redes de pesca, desperdicios, ropa, troncos, algas, incluso objetos como teteras o televisores; van tomando forma a medida que la sal y el viento las ataca.


El ojo humano es capaz de ver en ellas no sólo una posibilidad de encuentro hacia alguno de los pueblos cercanos a la costa, un faro, un anuncio; sino que también es capaz de construir figuras fantásticas, seres con vida propia, que habitan cerca del mar. Como la foto a continuación, titulada: Maam bu Jiguén (Abuela), tomada en 2018.


Comparto este libro no sólo porque dicha exposición me marcó durante todo el año, y la usé en distintas charlas, clases y clubes; sino también por lo que significa. Quizás es hora de empezar a tomar restos del caos que somos, del caos de esta sociedad, y empezar a darle forma a esas piezas, darle humanidad, calidez y un punto de encuentro para nuestro baile de aves tenga un lugar al que llegar. Un referente desde el cual podemos seguir construyendo nuestra propia idea de humanidad.


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Miguel Rojo

Ilustra: Carmen Segovia


Zeta es un zorra que vive en un hueco, salvaje, que corre constantemente y busca encontrarse más allá del resto de los animales que lo observan. Está viviendo un proceso de transformación. Ceto es un zorro hecho de aire, que la observa, que busca comprenderla en el vanidoso gesto de observarse a sí misma en la charca. Solo que para que dos extraños se encuentren, hace falta la voluntad de ambos, la necesidad de reconocerse en el otro, en el mundo del afuera. Este libro ilustrado no se trata únicamente de un relato alegórico acerca del espacio transformador de la adolescencia, sino que propone un texto poético a dos voces, a dos colores, que arman la historia en sincronía. Es un ejercicio estético, una propuesta literaria en donde la palabra, las voces, y la configuración del diseño, también enuncian intenciones. Carmen Segovia, ilustradora que repite en la lista, sorprende con un trabajo donde se ve su identidad gráfica, aunque expuesta de forma distinta: el uso de fondos rojo como propuesta al diálogo siempre equilibrado entre la naturaleza, lo onírico y la relación de lo animal con lo humano. Este es un libro profundamente conmovedor, que da inicio a la colección Libros que Ni Pintados, álbumes gráficos que comenzará a publicar la editorial.

"Zeta vive en el hueco de un árbol que tiene una trampilla que da a un túnel que llega a una gruta que baja a un tobogán que desemboca en una escalera que sigue a una cascada que acaba en el centro de la Tierra. Allí, junto al calor del fuego, Zeta ha hecho su hogar. A veces lo presiente a la vuelta de una acacia".

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Cultura, libros, infancia y adolescencia

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ilustración de las jornadas @Miguel Pang

ilustración a la izquierda @Juan Camilo Mayorga

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