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Llegada al festival de cine de San Sebastián

¡Llegamos! Pocas horas después de pisar Donosti, comienzo mi festival en el Teatro Principal con el segundo largometraje de stop motion del australiano Adam Elliot: Memoir of a Snail (Perlak), ganador del Cristal a la mejor película en Annecy. Y no se me ocurre mejor forma de estrenar mi Zinemaldia 2024.

MEMORIAS DE UN CARACOL
cartel de memorias de un caracol

He llorado y he reído muchísimo con esta levemente autoficcional vida contada llena de dolor, soledad, muerte, marginación, decadencia, fanatismo, bullying, abuso o adicción, pero también de bella excentricidad y amor. Con una impresionante y muy plástica animación con poca variación cromática y un convincente doblaje de Sarah Snook o Kodi Smit McPhee, Memoir of a Snail me funciona más en su conmovedora narración en off de anécdotas llenas de un irresistible y macabro humor negro, que cuando desarrolla en profundidad ciertas escenas con obvios golpes de efectos o cuando explicita su moraleja hasta resultar forzado.


fotograma de la película memorias de un caracol

La película lidera las votaciones del Premio del Público Ciudad de Donostia, con un 8,69. Veremos si Anora, The seed of the sacred fig, Bird o All we imagine as light la superan.


votaciones del premio del público en el festival de cine de San Sebastián

publicada el 21.09.2024


EMILIA PÉREZ
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La identidad trans, la violencia de género, la sororidad, el drama de los desaparecidos, el narcotráfico o la corrupción son algunos de los temas que entremezcla con soltura Emilia Pérez (Perlak), vibrante melodrama telenovelesco y musical operístico de Jacques Audiard, en el que las heterogéneas canciones y los memorables momentos musicales son tanto alegato político, como expresión de la identidad sentida frente a la del performance.



Y es que Emilia Pérez, con magnético arrojo, lo da todo en su defensa del cambio individual como motor del cambio social. Sí, hay inevitables altibajos, pero la cinta logra mantener constante la tensión del espectador gracias a la acumulación de tramas con un riesgo común: la posibilidad de la anagnórisis trágica. Pero, tras el cambio, ¿qué es lo que se reconoce? Audiard, haciendo gala de un romanticismo desaforado, deja claro que el único reconocimiento válido es el vinculado a aquel amor que conlleva la aceptación y la redención.



Karla Sofía Gascón emociona e hipnotiza, Zoe Saldaña impresiona en sus dotes vocales y coreográficas y Selena Gómez arrebata, abrazando con autoconsciencia su condición de estrella del pop y protagonizando alguna de las set pieces musicales más espectaculares y mamarrachas. Sin duda, una de las películas del festival, si no del año.


publicada el 21.09.2024

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EL JOCKEY
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He disfrutado muchísimo la película argentina El jockey (Horizontes Latinos), de Luis Ortega, un gozoso festín de inesperados hallazgos audiovisuales con un encomiable manejo del tempo. Como su errante y cambiante protagonista (un lacónico y camaleónico Nahuel Pérez Biscayart), la cinta deambula. Entre divertidos gángsters “coenianos” y magnéticas coreografías (a cargo de unas juguetonas Mariana di Girolamo y, especialmente Úrsula Corberó); entre rítmicos montages videocliperos y conversaciones fragmentadas en primeros planos de rostros frontales y simétricos;


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entre precisos usos de la steadicam que recuerdan a Kubrick y tensas y muy originales set pieces deportivas; entre juegos de palabras y fugas oníricas; entre  el western y el policiaco; entre el realismo mágico latinoamericano y el surrealismo lynchiano; entre pausas dramáticas y golpes de efecto humorístico al estilo de Kaurismäki (no se puede olvidar la gran dirección de fotografía de Timo Salminen, habitual colaborador del cineasta finlandés)... 



Todo ello para sugerir, quizás, una reflexión sobre la identidad. O sobre lo queer. O sobre nuestra capacidad para el cambio. Aún así, no hacen falta significados, pues no resulta difícil entregarse a tan subyugante, ilógico, festivo y sorprendente viaje. 



publicada el 22.09.2024


LA SUSTANCIA
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The substance (Perlak), de Coralie Fargeat, es un glorioso baño de abyección como crítica feroz y antídoto ante los opresivos y misóginos cánones de belleza normativos. A través de una simple premisa de ciencia ficción (una sustancia que produce una segunda versión más joven, bella y perfecta de quien la consume), la película desarrolla una alegoría de ese patriarcado que excluye, deshecha y convierte en monstruo a cualquier persona que se aleje de un ideal cada vez más inalcanzable, y que enemista y enfrenta a las mujeres que lo sufren. 

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Fargeat genera tensión, incomodidad e impacto a través de una audaz e impresionante puesta en escena con un estilo muy marcado. Los planos detalles proliferan, sea para expresar el orden o para abrumarnos por el caos que se acaba imponiendo. Ello se compone con un dinámico montaje que genera un ritmo imparable, un maquillaje memorable que da cuenta de los cambios corpóreos de la protagonista, un heterogéneo aprovechamiento de un artificioso y saturado diseño de producción o un sonido que amplifica cada mínimo ruido para convertirlo en atronador. 



La película juega con las repeticiones de la rutina para generar un marcado contraste entre el desenvolvimiento en el mundo de la protagonista y de su doble. Y aunque Demi Moore se expone hasta niveles insospechados, es Margaret Qualley, la doppelgänger de la función, la que logra hacer creíble tanto la identificación entre ambos personajes, como sus sucesivos distanciamientos. Hasta el punto en que estos sean irreparables, y a la película solo le quede entregarse a la violencia y acción más gore, festiva y catártica. 



Quedaos pendientes del blog, pues próximamente llegará una crítica más detallada de la que, por ahora, es mi película favorita del festival. 


publicada el 22.09.2024


MANIFESTACIÓN ANIMALISTA

Manifestantes animalistas protestaron delante del Kursaal ante la proyección de Tardes de soledad, del polémico Albert Serra, un documental sobre la tauromaquia. Estoy de acuerdo, no podía ser de otra manera.

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publicada el 23.09.2024


CÓNCLAVE
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Tras la oscarizada All quiet on the western front, el alemán Edward Berger regresa a la carrera de premios con el muy entretenido thriller Cónclave, una adaptación al pie de la letra de la novela homónima de Robert Harris (muchos de los diálogos son citas textuales y la trama y giros argumentales es idéntica), eliminando, eso sí, la claridad acerca de las motivaciones psicológicas del protagonista en favor de la concisión. A cambio, la maestra pero sobria dirección de Berger transmite al espectador la atmósfera emocional de cada secuencia. Montaje, iluminación, diseño de producción y banda sonora se alinean para dar cuenta de los recelos, ambiciones, intereses o intrigas de los personajes, ya desde el juego de miradas de la primera escena. 



Ralph Fiennes sostiene a la perfección los enfáticos primeros planos expresando su agotamiento personal y honestidad ideológica. Él es uno de los sustentos de la reflexión que la cinta esboza sobre la duda como base de la fe, sobre la existencia entre las certezas del mundo. 

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Berger probablemente celebrara desde su butaca las risas de complicidad y las reacciones de sorpresa del público ante un plot twist que apunta un cambio grande en una institución tan conservadora y patriarcal como la iglesia.


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publicada el 23.09.2024


EXPOSICIÓN DE ISABEL HERGUERA

¡Qué suerte poder disfrutar, en el poco tiempo libre entre proyección y proyección, de la exposición Isabel Herguera!. Retrospectiva. Para descubrir los fotogramas tras la magia del movimiento, el artificio tras las sombras, las capas superpuestas tras la imagen única. Y, especialmente, para apreciar la versatilidad y el detallismo de la directora de su película El sueño de la sultana.


publicada el 23.09.2024


THE END
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Joshua Oppenheimer reincide en su interesante musical distópico The end (Sección Oficial) en temas ya presentes en su magistral y terrorífico documental The act of killing, acerca de la impunidad legal, política, histórica y mental de los torturadores y genocidas de la dictadura militar del general Sugarto en Indonesia.


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Ahora, Oppenheimer recupera su exploración de la deshumanizadora banalidad del mal, de la facilidad con que se enmudece una hipotética voz humanista de la conciencia, así como nuestra relación, justificatoria y confrontativa, con los relatos y las representaciones artísticas. Y todo ello con la familia como microcosmos social paralizante en el centro. 


RUEDA DE PRENSA
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En la rueda de prensa, decía Oppenheimer, con un discurso excelentemente articulado, que:


"Creo que vivimos en una sociedad, en una economía, que nos dice que debemos ser codiciosos. Se nos dice que un buen agente en una economía capitalista es aquel que intenta maximizar su propio beneficio. Y la cuna del individuo codicioso racionalmente interesado en sí mismo es la familia nuclear y se nos dice que debemos encontrar allí todo nuestro significado. Y cuando ponemos todas nuestras esperanzas en una noción de familia que se define mediante la exclusión del resto de la familia humana, y, de la misma manera, cuando nos definimos a nosotros mismos a través de nuestras naciones excluyendo a personas de otros países a quienes conscientemente empobrecemos y al mismo tiempo depender, nos colocamos voluntariamente y habitualmente todos los días en un búnker como el búnker de la familia”.


traducción libre de:  “I think we live in a society, in an economy, that tell us we should be greedy. We are told that a good agent in a capitalist economy is one trying to maximize his own profit. And the cradle of the rationally self-interested greedy individual is the nuclear family and we´re told we should find all our meaning there. And when we place all our hopes on a notion of family that´s defined through exclusion of the rest of the human family, and, likewise, when we define ourselves through our nations to the exclusion of people in others across borders whom we knowingly inmiserate and at the same time depend on, we place ourselves willingly habitually each and every day in a bunker just like the family´s bunker.”


Y seguía: “Siento que The end es una meditación sobre la narración de historias, es una película sobre cómo creamos nuestros mundos, relaciones o valores a través de las historias que contamos. Lo que significa que ninguna historia es neutral, cada historia tiene un efecto. Mis películas tratan sobre cómo ocultamos el mundo a nosotros mismos, cómo nos ocultamos a nosotros mismos, cómo inventamos y nos aferramos a excusas para aliviar nuestros arrepentimientos. Y cómo de alguna manera logramos creer esas excusas. Es decir, se trata del autoengaño y de la capacidad exclusivamente humana de mentirnos a nosotros mismos”.


traducción libre de: “I feel that The end is a meditation on storytelling, it's a film about how we create our worlds, relationships or values through the stories we tell. Which means that no story is neutral, every story has an effect. My films are about how we obscure the world from ourselves, how we obscure ourselves from ourselves, how we make up and cling to excuses to ease our regrets. And how we somehow managed to believe those excuses. Which is to say, it´s about self-deception and the uniquely human ability to lie to ourselves.” 


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Preguntado sobre el recelo de ciertos autores a considerar “musicales” a sus largometrajes, respondía: The end tiene que ser un musical. Si no fuera un musical, sería una historia de ciencia ficción sombría y aterradora sobre una familia atrapada en un búnker que intenta sobrevivir sola después del fin del mundo. El hecho de que sea un musical es lo que la convierte en una película sobre el engaño y la negación”.


traducción libre de: The end has to be a musical. If it were not a musical it would be a bleak and scary science fiction story about a family trapped in a bunker trying to survive alone after the world has ended. The fact that it´s a musical is what makes it a film about delusion and denial.”


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Y es que las canciones de los personajes sirven para autoconvencerse de la necesidad y grandeza de sus crímenes y de su aislamiento, pero también para desvelar un reprimido impulso solidario y una fascinación por lo extraño. George MacKay, Michael Shannon y Tilda Swinton fuerzan sus cuerdas vocales en teatrales momentos musicales donde se mueven por un cuidado diseño de producción plagado de saturantes obras de arte.



Pero ni siquiera la precisión y complejidad de los planos secuencia en que están rodadas los hacen inmersivos o espectaculares. Y quizás de eso se trate. De generar en el espectador una comprensión desde la distancia, que incite a la autocrítica. Pero la cansina repetición de los mismos conflictos en bucle durante 2 horas y media y lo aséptico de la propuesta, acaban por convertir The end en un soporífero experimento fallido, que palidece aún más al compararlo con la reciente y brillante The zone of interest.

publicada el 23.09.2024


ALL WE IMAGINE AS LIGHT 
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All we imagine as light (Perlak), de Payal Kapadia, es una precioso y tierno retrato, con toques neorrealistas, de la situación contemporánea de la mujer en una Mumbai de tonos azulados. Pero también es la presentación ilusionada de una idílica y luminosa alternativa de sororidad y buenos afectos, retratada con asombrosa calidez y sensorialidad en un mágico desenlace para el recuerdo. 


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Ligando lo íntimo de la frustración amorosa y la crítica social, como ya había hecho en su documental A night of knowing nothing, Kapadia contrapone dos generaciones para sugerir lo que ha cambiado y lo que sigue igual. Por el camino, nos regala, con admirable sutileza, toneladas de poesía impresionista.



publicada el 24.09.2024


C'EST PAS MOI
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C´est pas moi es un extraordinario y fascinante autorretrato de Leos Carax en forma de collage godardiano, en el que se entremezclan sin respiro durante 40 minutos citas y re-montajes de su filmografía, fotografías de cineastas y películas adoradas, imágenes de archivo personales o históricas, animaciones, textos en pantalla, nostálgicas reflexiones cinéfilas… 


Un agotado y frágil Carax decía en el encuentro con el público: “El título fue lo primero. Es lo que dice un niño cuando le acusan de algo. Es a la vez un sentimiento de injusticia, si realmente no eres tú, o un sentimiento de las primeras mentiras, de inventar y de funcionar. Pero también es lo que dicen los dictadores cuando se les acusa de algo”.


traducción libre de: “The title came first. Is what a child sais when he is accused of something. Is both a feeling of injustice, if it's really not you, or a feeling of the first lies, inventing, and it works. But it's also what dictators say when they're accused of something”. 


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Un título que parece remitir al problema de la representación, desde Magritte, se transforma bajo este prisma en un apunte sobre cómo la condición de enfant terrible de Carax linda con la atrocidad. Ya en la cinta, con una sinceridad desarmante, Carax se reconocía como hijo del siglo XX, después de mostrar imágenes del triunfo del nazismo. Ante esta asimilación, queda la autoconsciencia arrepentida de lo que su cine puede implicar. 


Decía, a este respecto, un embarullado Carax en Tabakalera: “Cuando entiendo que había alguien detrás de las películas [...], casi sólo había hombres detrás de las películas. Nunca he hecho una película con una mujer en el centro. [...] Me parece que el cine perdona mucho a los personajes masculinos, hay toda una historia de eso, y yo soy parte de eso, supongo”.


traducción libre de: “When I understand that there was someone behind the films [...], there were almost only men behind films. I've never made a film with a woman in the center. [...] It seems to me that cinema forgives a lot to male characters, there's a whole history of that, and I'm part of it, I guess”. 



“El cine lo perdona todo” señala una cartela de C'est pas moi. Y sin embargo, Carax parece seguir peleando por una redención imposible, que este espectador ya creía percibir en Annette, su anterior trabajo. Sin poder aceptarse, Carax se mira en el espejo y lo vuelve a decir: no soy yo. 


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Nos hemos centrado en este triste punto, quizás demasiado. Pues lo mejor es que esta es solo una de las estimulantes isotopías que subyacen en un hipnótico mediometraje que se antoja inagotable. 


publicada el 25.09.2024


LA HABITACIÓN DE AL LADO
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La última película que vi en Donosti fue la dinámica y enternecedora La habitación de al lado (Premio Donostia), de Pedro Almodóvar, flamante ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, que adapta magistralmente la novela ¿Cuál es tu tormento?, de Sigrid Nunez. 


Como en la obra original, la narración central de la experiencia ante la muerte cuenta con sorprendentes quiebres, que Almodóvar hace propios. Así, en la cinta, los comentarios feministas se sustituyen por los antibelicistas; las referencias a Walter Benjamin, Aristóteles, La broma infinita, Orson Wells, Chantal Ackerman, Hitchcock, thrillers psicológicos, etc., por las que se hacen a Hopper, Joyce, Elizabeth Taylor, Keaton o los libros de ornitología; o situaciones secundarias como el realismo mágico de un gato parlante, por historias de romances en irreales flashbacks. Pero, más allá de la forma, se mantiene el núcleo temático. 

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La novela se abría con una cita de la filósofa francesa Simone Weil: “La plenitud del amor al prójimo estriba simplemente en ser capaz de preguntar: ¿Cuál es tu tormento?”. Pedro Almodóvar entiende que la esencia de la obra de Nunez estaba ahí. En esa amistosa actitud de escucha comprensiva, acompañamiento sincero, empatía y cuidado (mutuo) que tal cita entraña. 


“Me encanta escucharte”, dice uno de los personajes. Y, con dulzura y elegancia, Almodóvar consigue que nos contagiemos del interés con que cada una de las protagonistas atiende a los relatos, recuerdos y reflexiones de su compañera. 


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Para ello, continuando con la depuración estilística y la contención de sus últimos filmes, el cineasta manchego confía en la palabra, en los cuidados diálogos que nos descubren el mundo interior de cada personaje, en algunos casos, acompañados de irreales flashbacks. Pero también confía en la emoción transmitida por una variada y delicada banda sonora de Alberto Iglesias en los montages de transición o por las actuaciones llenas de matices de dos intérpretes en estado de gracia. Impresionante es la dignidad y la enorme volubilidad en un solo plano de Tilda Swinton ante la experiencia de su inminente muerte, así como la contradicción interna transmitida por Julianne Moore entre el temor a tal muerte y el deseo de respetar la voluntad de su amiga (ese “sufrir sin culpabilizar a otros”), resuelta en un excelente arco de personaje.


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Comentaba Almodóvar en la rueda de prensa: “Hay una enorme tentación en alguien que ha sido tan barroco como yo y contando historias tan extremas, que es la contención. La contención, como estilo, para mí significa la depuración. [...] La habitación de al lado habla sobre una mujer que agoniza en un mundo agonizante. Es un tema serio, mayor, grave, casi fúnebre. [...] En esta contención también quería no caer en ningún melodramatismo o sentimentalismo”. 



El resultado de tal sobriedad es un conmovedor relato de factura impecable que termina por superar a la novela en un estimulante epílogo. Un final que refuerza el discurso político en favor de la eutanasia y que, sobre todo, llama al futuro, a la esperanza, al legado y la herencia de nuestros gestos, a nuestra pervivencia tras una muerte que vale más que una mala vida. 


publicada el 27.09.2024


LA SEMILLA DE LA HIGUERA SAGRADA
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La semilla de la higuera sagrada (Perlak), del director Mohammad Rasoulof, es un grito de denuncia urgente, alto y claro. Un alegato contra el opresivo régimen de los ayatolás de Irán que condenó al propio cineasta a ocho años de cárcel bajo la premisa de que sus películas eran “ejemplos de connivencia con la intención de cometer un delito contra la seguridad del país”. 



Confiando en la fuerza explicativa de las metáforas, Rasoulof convierte el conflicto familiar en parábola de las pulsiones psicoanalíticas (con el miedo en el centro) de la paranoica represión política, en un ruinoso sistema (patriarcal) imperante que se ahoga a sí mismo. Pero también, la familia se convierte en el seno de una alegoría de la rebeldía social. Y es que, de fondo, a través de los móviles de las protagonistas, se nos muestran esperanzadoras y dolorosas imágenes de las protestas iniciadas tras la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022, bajo el lema de “Mujer, vida, libertad”. 



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El problema reside en que toda la potencia emocional del relato es condensada en esas imágenes, y la intriga central, reiterativa, sobre-explicada y obvia, se alarga hasta la extenuación y hasta un desenlace desconcertante. La puesta en escena feísta de colores desaturados y el confinamiento casi total de la narración a un mismo espacio, aunque atinados discursivamente, no ayudan a que el espectador reconecte con una película que gana cuando se aleja de tales códigos formales en favor de la tensión, la belleza estética o el cambio de punto de vista. Eso sí, nunca se deja de apreciar la enorme valentía de una cinta cuya función pedagógica es cumplida con creces. 


publicada el 27.09.2024


I SAW THE TV GLOW
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Jane Schoenbrun nos regala con I saw the Tv glow (Zabaltegi-Tabakalera) un original, hipnótico, plástico, lynchiano y profundamente sincero coming of age que nos sumerge en la experiencia de la disforia. Fue increíble poder asistir al Conversatorio de una hora de duración con le directore, en el que desgranó alguno de los pormenores de su proceso creativo, aventuró alguna interpretación de su filme o destacó lo personal de su propuesta. 



Decía Schoenbrun de We are all going to the world´s fair, su anterior largometraje, que: “Durante años estuve obsesionado con la idea de hacer algo sobre esta comunidad de Internet y realmente no entendí lo que estaba buscando hasta muy avanzado el proceso creativo. Luego me di cuenta de que lo que estaba explorando tenía mucho que ver con mi propio género, luchas y disforia y este sentimiento de buscarse a sí mismo en línea, en la oscuridad de la pantalla. Pero no vino de ese lugar, no dije desde el principio, oh, voy a hacer una película sobre la disforia, ni siquiera sabía esta palabra cuando comencé a trabajar en esa película, y cuando se estrenó la película, había comenzado la transición y me entendí como un cineasta trans".


traducción libre de: For years, I was obsessed with the idea of making something about this internet community and I really didn't understand what I was looking for until very late in the creative process. Then I realized that what I was exploring had a lot to do with my own gender, struggles and dysphoria and this feeling of looking for yourself online, in the obscurity of the screen. But it didn't come from that place right, I didn't say from the beginning, oh, I'm gonna make a movie about dysphoria, I didn't even know this word when I started working on that film, and when the film premiered, I had started to transition and I understood myself as a trans filmmaker”. 


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En cambio, desde una posición de madurez, I saw the Tv Glow se inició con plena consciencia del tema que se deseaba abordar: “Sabía que ésta era una película sobre descubrir la propia identidad y aceptar todas las formas en que lo que habías considerado como tu hogar era en realidad, en muchos sentidos, lo que te alejaba de ti mismo. [...] Existía la idea de un programa de televisión que se cancela y termina de esta manera terrible sin resolver y esa es una herida enfermiza que los personajes llevan consigo hasta el punto en que casi se siente como si el dolor y la naturaleza no resuelta de la cancelación del programa estuvieran en su propio cuerpo”.


traducción libre de: “I knew this was a film about figuring out one's identity and coming to terms with all of the ways that what you had thought of as home was actually in many ways the thing that was keeping you from yourself. [...] There was this idea of a tv show that gets canceled and ends in this unresolved terrible way and that is a sickest wound that the characters carry with them to the point where it almost feels like the pain and unresolved nature of the show cancellation is like in their own body.” 


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Pronto, podréis leer una reseña más completa de esta fantástica película, así como una transcripción de algunos de los momentos más reveladores del encuentro con Schoenbrun. 


publicada el 27.09.2024



BIRD / POR DONDE PASA EL SILENCIO

“¿Es demasiado real para ti?”, preguntan Fontaines D. C. en una de las canciones que suena en el inicio de Bird (Perlak), en la que Andrea Arnold vuelve a retratar la vida en ambientes marginales.

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En este caso, con una apuesta clásica que combina el realismo social y el mágico, muestra con crudeza la mirada hostil de una preadolescente al entorno de precariedad, irresponsabilidad afectiva, violencia y miseria en que se ha criado. Pero la atenta y pura observación de la protagonista -enfatizada por planos subjetivos u over the shoulders, así como por las grabaciones desde su móvil- también es capaz de rescatar la felicidad, el amor y la belleza más emocionante y genuina, que se produce incluso en los contextos más adversos. 


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El epítome de esta dualidad es el fascinante personaje interpretado por un cautivador Barry Keoghan. Padre impulsivo, ausente y mandón cuya honestidad amorosa y cariño no deja de sobreponerse por encima de su egoísmo y patetismo. Contradictorio y realista, se opone al ideal encarnado por un dulce Franz Rogowski que sirve de alivio y detonante para la esperanza. 


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Lo auténticamente asombroso de Bird acaba por ser que el retrato de la sordidez no impida a Arnold desarrollar una profunda empatía por todas sus criaturas. O casi todas. La excepción es un estereotípico villano (un maltratador machista) que, a ojos de Arnold y la protagonista, no merece compasión y que genera alguna de las escenas más terroríficas de la película, rodadas con una febril y tensa cámara en mano. En cualquier caso, la decisión no empaña ese tratamiento general de los humanos como seres complejos que hace que todo parezca tan real. Demasiado real como para ser contemplado con indiferencia. 



¿Es demasiado real para ti? Al ver Por donde pasa el silencio (New Directors), el debut en la dirección de Sandra Romero (a partir de un corto homónimo) y la película más aplaudida de todas cuantas pude ver en la Zinemaldia, uno tiene la pudorosa sensación de estar penetrando en la intimidad más privada de una familia real. Una en la que los conflictos cotidianos más desgastantes, impactantes y profundamente tristes se dan la mano con los momentos de sintonía y fraternidad más conmovedores y cómicos, sin que ninguno adquiera la suficiente trascendencia como para resultar decisivo o para conformar un arco narrativo y de personajes evidente. Lo que queda, es la vida, sus dolores y sus alegrías. 



Un baño de realidad que recuerda a Isaki Lacuesta y que, en palabras de Romero, lo fue también para los propios actores protagonistas (no profesionales, en el caso de dos de ellos), hermanos fuera de la ficción. “Al final no deja de ser una película de ficción, es una construcción, hay una serie de argumentos que transitamos, pero las emociones que ellos tienen son reales, y a mí me parece un acto muy generoso por su parte”. Se trata de crear secuencias ficticias basándose en las emociones propias de intérpretes que se exponen intensamente encarnando versiones semi-ficcionales de sí mismos. No cabe duda, esto afecta. Así lo mostraron unos emocionadísimos hermanos que se apoyaban, con vértigo, los unos en los otros ante la cálida acogida. Y así lo confirmaba Antonio Araque: “Estamos aquí en catarsis. Como dice Sandra, las emociones son reales. Sufríamos, claro, y eso se arrastra después. Y la película siguió mucho más adelante, con esas emociones”. Y María Araque continuaba: “Las seguimos teniendo. Ha sido durísimo”. Sí, demasiado real.

publicada el 28.09.2024


HARD TRUTHS
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Ecos de la excelente Secretos y mentiras resuenan en Hard truths (Sección Oficial), el nuevo filme del ya octogenario Mike Leigh. De nuevo, dos núcleos familiares aparentemente antitéticos (el disfuncional, el modélico), pero siempre imperfectos, se encuentran en una celebración en que el choque acaba por ser inevitable. Pero si hace 30 años todo explotaba en un catártico y tenso desvelamiento de lo ocultado, ahora el tempo se pausa y se impone un incómodo y muy triste silencio, el de quienes reflexionan sobre su lugar en el mundo, sabiendo que ya han expresado demasiado.


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Hasta entonces, en pantalla, un huracán. Marianne Jean-Baptiste nos regala un recital interpretativo antológico, encarnando a un personaje antipático, voceras, cargante, hipócrita, amargado, obsesivo, escrupuloso, tiquismiquis y criticón que, en sus desesperantes confrontaciones, produce irritación a la par que comicidad exagerada. La maestría de la actriz, versátil en su evolución desde el estruendo a la más sutil calma introspectiva, consiste en no dejar que la protagonista caiga en la parodia, dotándola de complejidad desde un profundo conocimiento de su pasado, sugerido pero no mostrado en la cinta. Sería una injusticia que no se llevara la Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista.



Ante la pregunta en la rueda de prensa, de si había trabajado su personaje desde la infancia, respondía con un contundente: “Sí, sí y sí. Trabajamos los personajes de una manera muy detallada. Entonces, cuando llegamos a ensayar y filmar, hay toda una historia, hay toda una bolsa de información de cosas en las que puedes simplemente sumergirte. Cualquiera que sea la situación en la que se encuentre ese personaje, tienes las herramientas para poder actuar y reaccionar en consecuencia. [...] Ya sabes, cuando vas al supermercado y te encuentras con alguien como Pansy, quieres decirle “vete a la mierda”, piensas que esa persona debe estar loca. Pero no empiezas a decir: “oh, deben haber tenido una infancia difícil”. Nosotros no hacemos eso. Quizás si lo hiciéramos, tendríamos un poco más de compasión por esas personas. Y creo que esa es la belleza de este personaje”.


traducción libre de: “Yes, yes and yes. We work on the characters in a very detailed way. So by the time we come to rehearsing, shooting, there's a whole history, there's a whole bag of information of stuff that you can just dip into. Whatever situation that that character is put in, you have the tools to be able to act and react accordingly. [...] You know, when to go to the grocery store and you encounter somebody like Pansy, you want to say “fuck off” to them, you think that that person must be crazy. But you don't sort of start going: “oh, they must have had a difficult childhood”. We don't do that. Maybe if we did, we would have a bit more compassion for those people. And I think that's the beauty of this character.”



Pero lo arrollador de la protagonista no nos debe hacer olvidar la atención prestada a la creación de todos los personajes secundarios, contrapuntos en el viaje central. En palabras de Leigh: “Creo que sería imposible hacer un estudio significativo de Pansy de manera tridimensional y real, si de alguna manera sólo detallaras sobre ese personaje. [...] La verdad es que estoy pensando en otra película todo el tiempo, porque tengo que caminar por la calle y pienso en 10 películas, porque para mí se trata de gente real. Por eso, para mí resulta natural mirar a todos los protagonistas de la película de la misma forma tridimensional”.


traducción libre de: “I think it would be impossible to make a meaningful study of Pansy in a three-dimensional and real way, if in some way you only would detail about that character. [...] The truth is I´m thinking about another film all the time, because I have to walk down the street and I think of 10 films, because for me it's all about real people. So, for me it comes naturally to look at everybody in the film in the same three-dimensional way”. 


publicada el 28.09.2024


ON FALLING
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Producida por Ken Loach, On falling (Sección Oficial), ópera prima de la portuguesa Laura Carreira, ha sido la mayor revelación de la competición y una de las más firmes candidatas a la Concha de Oro. La película es una contundente e inteligente crítica a la precariedad laboral y a la situación de la clase obrera en los tiempos del deshumanizador capitalismo neoliberal, construida a través del preciso y realista retrato de la cotidianidad de una trabajadora de un almacén que remite irremediablemente a Amazon.


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Sin aspavientos, salidas lacrimógenas, ni proclamas explícitas, Carreira introduce en la anodina y repetitiva rutina de su protagonista anecdóticos momentos profundamente reveladores que incitan la indignación del espectador. Un niño que visita el almacén y tira un cacahuete a la trabajadora, como si fuera un mono de feria; una chocolatina como recompensa ante el buen trabajo, que genera una adicción que ha de ser saciada comprando tal producto; un lavado de cara empresarial mediante un compromiso ecologista consistente en donaciones de los trabajadores; un diálogo (“¿quién eres?”, “Aurora”, “No, ¿cuál es tu número?”); una caja-Sísifo que se precipita interminablemente hacia abajo, en una cinta transportadora que insiste en ascender… 


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A través de estos instantes, Carreira aborda orgánicamente temáticas como la migración, la salud mental, las redes sociales, el suicidio, la pobreza o la soledad para crear un desgarrador y completo filme cuyo brillante y desolador final, que recuerda a Never rarely sometimes always y en el que destaca la atinada interpretación naturalista de Joana Santos, hace que apreciemos más todas las piezas que nos han llevado hasta él.



publicada el 28.09.2024



PALMARÉS
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“Allá vamos. Por su poder artístico, porque a través del lenguaje cinematográfico la película otorga un amplio espacio al espectador para juzgar. Porque creemos en el poder del arte para generar movimiento, pensamos que esta obra nos permite reflexionar sobre los límites de la creación artística, sobre el miedo y la brutalidad, sobre la tradición y la masculinidad, entre otros muchos aspectos. Por todo ello, el jurado ha decidido otorgar la Concha de Oro a la película Tardes de soledad de Albert Serra”. Así anunciaba Jaione Camborda, entre abucheos y aplausos, la ganadora del más prestigioso galardón de la Zinemaldia, coronando un palmarés polémico, pero muy variado, que olvida, entre otros, a Mike Leigh y Edward Berger. 


Los premios anunciados en la ceremonia de clausura (y previamente) han sido los siguientes:


Premios Sección Oficial

Concha de Oro a la mejor película - Tardes de soledad (Albert Serra)

Premio Especial del Jurado - Reparto de The last showgirl (Gia Coppola)

Concha de Plata a la mejor dirección - Ex Aequo - Laura Carreira (On falling) y Pedro Martín Calero (El llanto)

Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista - Patricia López Arnaiz - Los destellos (Pilar Palomero)

Concha de Plata a la mejor interpretación de reparto - Pierre Lottin - When fall is coming (François Ozon)



Premio del Jurado a la mejor fotografía - Bound in heaven (Huo Xin)

Premio del Jurado al mejor guión - When fall is coming (François Ozon)


Premio Kutxabank - New Directors

Premio Kutxabank - New Directors - Bagger drama (Piet Baumgartner)

Mención Especial - La guitarra flamenca de Yerai Cortés (Antón Álvarez)


Premio Horizontes Latinos

El jockey (Luis Ortega)


Premio Dama de la Juventud

Turn me on (Michael Tybyrski) - New Directors


Premio Zabaltegi-Tabakalera

Premio Zabaltegi-Tabakalera - April (Dea Kulumbegashvili)

Mención especial - Monólogo colectivo (Jessica Sarah Rinland)


Premio del Público Ciudad de Donostia

Premio del Público Ciudad de Donostia (Perlak) - En fanfare (Emmanuel Courcol)

Premio del Público Ciudad de Donostia a la mejor película europea (Perlak) - La semilla de la higuera sagrada (Mohammad Rasoulof)


Premio Irizar al Cine Vasco

Chaplin. Espíritu gitano (Carmen Chaplin) - Zinemira


Premio Culinary Zinema

Mugaritz. Sin pan ni postre (Paco Plaza)


Otros premios

Premio RTVE Otra mirada - All we imagine as light (Payal Kapadia) - Perlak

Mención Especial RTVE Otra mirada - On falling (Laura Carreira) - Sección Oficial

Premio de la Cooperación Española - Sujo (Astrid Rondero, Fernanda Valadez) - Horizontes Latinos

Premio Agenda 2030 Euskadi Basque Country - Soy Nevenka (Iciar Bollaín) - Sección Oficial

Premio Dunia Ayaso - Los pequeños amores (Celia Rico Clavellino) - Made in Spain

Premio Fipresci (Sección Oficial) - Bound in heaven (Huo Xin)

Premio Feroz Zinemaldia (Sección Oficial) - Tardes de soledad (Albert Serra)

Premio Sebastiane - Reas (Lola Arias) - Horizontes Latinos

Premio Lurra - Greenpeace - The wild robot (Chris Sanders) - Perlak

Premio Signis - Los destellos (Pilar Palomero) - Sección Oficial

Premio Ateneo Guipuzcoano - Tardes de soledad (Albert Serra) - Sección Oficial

publicada el 28.09.2024


SUPER HAPPY FOREVER
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“El cine autoriza a Orfeo a volver la mirada sin que Eurídice muera”. La cita, de Godard, resume a la perfección el ejercicio que Kohei Igarashi ejecuta en Super happy forever (Zabaltegi-Tabakalera), una delicada y transparente meditación sobre la muerte construida con colores suaves, amables composiciones y leves y precisos movimientos de cámara.


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Un cambio de punto de vista y de momento en el tiempo transforma un retrato sobre el duelo (transitado con triste toxicidad), en una bella historia de amor marcada por la conciencia melancólica de su futuro fin. ¿O no? El cine, capaz de invocar lo perdido, nos muestra lo difuminadas que son las fronteras entre la vida y la muerte. 



Igarashi insistía en este punto, durante el encuentro con el público: “Las películas tienen una característica común y especial. Describen el pasado. Charles Chaplin u otros actores famosos están en la pantalla pero están muertos, están en el pasado. La idea era que Supper happy forever reflejara el pasado en el presente. Resucitando a un personaje, trayéndolo a la vida, en mitad de la cinta, muestra que, aunque forme parte del pasado, existe también en el presente, de alguna manera”. (Versión libre, en primera persona, de la traducción del japonés en directo).



A su vez, Igarashi destacaba los numerosos elementos de su cinta que refuerzan esta posición animista. Ahí están los zombis de George A. Romero, los objetos que adquieren una nueva vida con cada uso o la canción Beyond the sea de Bobby Darin, una de las muchas versiones de La mer de Charles Trenet (revivida en diferentes formas, en cada una de estas versiones), que también es interpretada de diversas maneras en la cinta. A través de las rimas y los cambios, el filme adquiere el ritmo de las olas que van y vienen, de la vida que, aunque toque a la muerte, no se destruye, sino que permanece en eterna transformación.



publicada el 29.09.2024



ELIGIENDO UN TOP 10 DEL FESTIVAL

La 72ª Edición del Festival Internacional de San Sebastián ya ha terminado. Y con ella, mi cobertura en directo. Ha sido un placer disfrutar de las 25 proyecciones y una docena de encuentros y ruedas de prensa a los que pude asistir, y compartir mis impresiones al respecto. Próximamente, se irán publicando en la web de pezlinterna crónicas más detalladas de algunas de las películas que más me han interesado de todo el certamen. Hasta entonces, aquí están mis 10 filmes favoritos de la Zinemaldia 2024. 


  1. The substance (Coralie Fargeat) - Perlak

  2. Anora (Sean Baker) - Perlak

  3. Pepe (Nelson Carlos de los Santos Arias) - Zabaltegi-Tabakalera

  4. I Saw the Tv Glow (Jane Schoenbrun) - Zabaltegi-Tabakalera

  5. La habitación de al lado (Pedro Almodóvar) - Premio Donostia

  6. C´est pas moi (Leos Carax) - Zabaltegi-Tabakalera

  7. El jockey (Luis Ortega) - Horizontes Latinos

  8. Emilia Pérez (Jacques Audiard) - Perlak

  9. On falling (Laura Carreira) - Sección Oficial

  10. April (Dea Kulumbegashvili), Every you every me (Michael Fetter Nathansky) y Super happy forever (Kohei Igarashi) - Zabaltegi-Tabakalera



Menciones especiales: All we imagine as light (Payal Kapadia, Perlak), Bird (Andrea Arnold, Perlak), Cónclave (Edward Berger, Sección Oficial) y Memoir of a snail (Adam Elliot, Perlak). 



Agur!


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publicada el 29.09.2024


 
 

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El cine de ficción de Justine Triet se ve atravesado por constantes temáticas como el protagonismo de mujeres profesionales independientes: periodistas, abogadas, psicólogas o escritoras; el efecto de elementos desestabilizadores en la vida personal y laboral de tales protagonistas que las hacen ser cuestionadas y las llevan al colapso; la relación entre la vida y el arte, cine o literatura, así como la autoficción; la exploración de las dificultades, las crisis, las discusiones y las mediaciones de la vida en pareja y la domesticidad; las responsabilidades y las desatenciones de la crianza; la convivencia con perros; la influencia de los medios de comunicación... Pero sus trabajos presentan una evolución formal, del realismo a la modernidad reflexiva, que implica un cambio en el discurso acerca del estatuto de las imágenes, pero también acerca del realismo y de las perspectivas. Un discurso que alcanza su culmen en su más reciente película del 2023, Anatomía de una caída.



En La batalla de Solferino (2013), estrenada en la programación de la ACID de Cannes, Justine Triet retrata un día en la vida de Laetitia, presentadora de televisión que cubre el triunfo del socialista François Hollande en las elecciones presidenciales francesas de 2012, a la par que se enfrenta al violento Vincent, su exmarido, que intenta por todos los medios pasar el día con sus hijas. Naturalista retrato del conflicto de pareja como microcosmos social del conflicto político con resonancias tanto a las elecciones democráticas, como a la batalla acontecida en 1859 cuya consecuencia fue la creación de la Cruz Roja. Esta tensa cinta es también un impresionante documento histórico de las esperanzas y pasiones que despertó la victoria de Hollande frente al conservador Sarközy.

 

Como si de una fotoperiodista se tratara, Triet filma los disturbios posteriores y entrevista a algunos de los militantes reunidos en la calle de Solférino (ante la sede del Partido Socialista), escenario real en que sitúa a los actores de su película. Con cámara en mano, planos dorsales u over the shoulder, cenitales y primeros planos entre la multitud, la sensación de realidad de sus acciones se acentúa. Pero ya en los espacios domésticos, los febriles planos secuencias en movimiento de seguimiento de los personajes o los incómodos planos medios fijos, acompañados por un uso del ruido ambiente realista, contribuían a la apuesta naturalista del largometraje. Estas decisiones formales, entre el Mumblecore y el Dogma, hacen que la poética que preside La batalla de Solferino parezca ser la de una captación inmediata de lo real.


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Sin embargo, en la modesta screwball comedy Los casos de Victoria (2016), Triet adopta un formalismo y convencionalismo audiovisual con poca garra. El filme, presentado en la Semana de la Crítica de Cannes, cuenta la crisis de la abogada Victoria Spick, que defiende a su amigo Vincent de la acusación de intento de asesinato. A su vez, acepta a Sam, un ex narcotraficante, como compañero de piso y asistente personal. El humor reside en los rápidos diálogos irónicos, la revisión contemporánea de figuras arquetípicas (la femme fatale y el hombre pasota), los humanos momentos de errores o tensión, las inesperadas reacciones o las situaciones hiperbólicas (la presencia de una vidente y el papel de los animales no humanos en el juicio son clave), pero no en la apuesta formal. Los planos fijos, los movimientos precisos de cámara, los montages, el diseño de producción de colores saturados, etc., solo son un fondo para que los temas cobren fuerza autónomamente.


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El reflejo de Sybil (2019) es otra cosa. Primera incursión de la realizadora en la Sección Oficial de Cannes, en la película vemos cómo Sibyl, psicoterapeuta que deja progresivamente a sus clientes para volver a escribir, se ve hipnotizada por la vida de su paciente Margot, joven actriz cuyas declaraciones graba para que formen parte de su novela. Azotada por un pasado marcado por el alcoholismo y el abandono de su antigua pareja, Sibyl pronto se ve inmersa en una espiral autodestructiva que alcanza sus mayores cotas en su viaje a Stromboli, localización del rodaje de la cinta protagonizada por Margot. A través de una narración fragmentaria y discontinua, donde los flashbacks son solo parte de una sucesión de secuencias con poco (o convencional) montaje interno e interrupción repentina (especialmente en lo musical), accedemos a la subjetividad doliente de la protagonista. Las repeticiones, los leves zooms, los sinuosos movimientos de cámara, la heterogeneidad de clases de planos, las secuencias que representan los testimonios de Margot, etc., generan un ritmo que nos permite entender el estado mental de Sibyl.


Y entonces todo cambia. La protagonista viaja a Stromboli y, de repente, una vanguardista ruptura de la cuarta pared sitúa plenamente El reflejo de Sibyl en la modernidad cinematográfica (no es casual que esto ocurra en la isla, localización de la neorrealista Stromboli (1950) de Roberto Rossellini, reivindicada por los teóricos de la Nouvelle Vague como transformadora en la historia del cine, una brecha). Esta quiebra del clasicismo se da en solo tres planos: un plano secuencia de seguimiento al actor mientras sube unas escaleras cantando Un giorno come un altro, que se convierte (con un movimiento de grúa) en plano general del bar; un plano de acercamiento a la directora que observa en un monitor dichas imágenes; y un primer plano de dicho monitor, en que la imagen del bar que en él se encuentra (al principio, con los bordes del aspect ratio marcados) acaba por dominar toda la pantalla, convirtiéndose en extradiegética, cuando la directora salta al plano para dar indicaciones a su pianista y la cámara le sigue en un paneo hasta que el plano enfoca a la directora, de espaldas, ¡viendo el mismo monitor del que en principio parecía provenir la imagen! Monitor que ahora repite el plano inicial de seguimiento del actor, que veremos tanto diegética (con la imagen borrosa y los bordes de la relación de aspecto) como extradiegéticamente (como imagen nítida, sin indicaciones de que es una filmación). Confuso, lo sé. Pero indicativo de la confusión acerca de su identidad que la protagonista pasará a sentir, con su personalidad desdoblada y reflejada en Margot, en el personaje que esta interpreta en el rodaje, en el personaje de la novela que Sibyl escribe inspirándose en Margot, en sus propios recuerdos.



En el desenlace, la voz en off de Sibyl muestra cómo ha resuelto este caos experiencial: “Ahora lo veo con claridad. Y lo entiendo. Mi vida es una ficción. Puedo reescribirla a mi gusto. Puedo hacer lo que sea, cambiar lo que sea, crear lo que sea”. El citado retorcimiento metadiscursivo ya adelantaba esta tesis. Situando la imagen cinematográfica en un monitor de una cinta de ficción, se reconocía reflexivamente que las imágenes de El reflejo de Sybil eran ficticias. Pero en la medida en que, mayoritariamente, las decisiones formales podían enmarcarse en una poética de la subjetividad, la subjetividad reflejada pasaría a reconocerse como una reescribible ficción. El largometraje defendería, así, que somos libres para construir nuestra perspectiva ficticia de lo real, y que, por tanto, no hay un real absoluto que ha de ser captado en nuestras imágenes.


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En Anatomía de una caída (2023), Justine Triet recupera la puesta en escena periodística de La batalla de Solferino reconociéndola como una ficción parcial, a través de implicaciones discursivas cercanas a El reflejo de Sibyl. La cinta, que ganó la Palma de Oro en la 76ª Edición del Festival de Cannes, retrata los antecedentes y la ejecución del juicio en el que se acusa a Sandra de asesinar a su marido Samuel, fallecido al caerse (accidentalmente o no) desde la última planta de su chalé en los Alpes. Este intrigante thriller judicial es también un emocionante drama familiar que hace énfasis en el dolor que se impone ante la ausencia de un ser querido.


A lo largo del metraje, es recurrente la aparición de fotografías o vídeos de Samuel que acaban por ocupar toda la gran pantalla, situándose en el mismo nivel que el resto de fotogramas del filme, olvidándonos del dispositivo reproductor. Pero también proliferan tanto imágenes filmadas sin que descubramos el aparato de grabación, como cámaras periodísticas sin que veamos lo que ruedan. A través de estos saltos (de lo diegético a lo extradiegético) se acentúa, como en la anterior película de la directora, la posición de las imágenes en tanto imágenes. Imágenes cuyas imperfecciones no se ocultan: desde la aparición repentina y desenfocada del rostro de algún entrevistador, hasta varios movimientos aparentemente improvisados de los camarógrafos, pasando por el momento en que la cámara de un periodista que corre graba el suelo antes de filmar a Sandra saliendo del tribunal. Así, las imágenes periodísticas pierden su carácter de objetiva captación de lo real, para convertirse en construcciones profundamente parciales.



Pero Anatomía de una caída no solo incluye imágenes periodísticas, sino que también las emula en momentos puntuales (especialmente del juicio), a través de una puesta en escena con un seguimiento levemente tambaleante de los personajes que hace parecer que la cámara se adapta a estos y no a la inversa; vistosos y anti-estéticos barridos (de cámara en mano) para enfocar a quien habla; planos de reacción televisivos; zooms llamativos; reiteraciones de un plano general de la sala (como si de una cámara de videovigilancia se tratara); interposiciones de objetos y personas entre la cámara y el sujeto enfocado que transmiten una sensación voyeurística o de paparazzi (y que, al enfatizar en la posición de la cámara y los sujetos en el espacio, reincide en la idea de perspectiva); etc. Pero si Anatomía de una caída emula una puesta en escena periodística (casi como un falso documental) y se ha caracterizado las imágenes periodísticas como parciales, la narración debería perder toda omnisciencia. Y, de hecho, lo hace, dotando a cada gesto, acción y proferencia de una ambigüedad que imposibilita la certeza del espectador ante los numerosas lagunas que se encuentra.



La puesta en escena periodística fundamenta de esta forma la situación del espectador, equivalente a la falta de certeza de los personajes ante el fatídico suceso objeto de juicio. Pero también apoya el perspectivismo que la película transmite con sus diálogos explícitos al respecto, con los contrapuntos entre las imposibles recreaciones impersonales y la parcialidad de las escenas más subjetivas o con el tema del idioma. A través de su poética de la perspectiva, Triet niega que exista una verdad única, pues hay varias interpretaciones posibles de los hechos. [Aquí puedes leer mi análisis pormenorizado del tratamiento de la verdad en Anatomía de una caída]

 

Si esto es así, ¿dónde quedan las imágenes del cine de Triet? Lejos de captar la realidad, parecen constituir relatos ficticios, construcciones de lo real. Anatomía de una caída se encarga de rechazar esa “ingenuidad” realista y objetivista que parecía imperar en La batalla de Solferino, destacando la parcialidad en tanto perspectiva de sus imágenes periodísticas. Y es que después de Los casos de Victoria y de El refejo de Sibyl, es decir, del artificio clasicista y del quiebre reflexivo de la modernidad cinematográfica, resulta difícil regresar a esa idea original del cine como herramienta documental de captación pura.


 
 

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The courtroom is essentially where our history no longer belongs to us,

where it's judged by others who have to piece it together

from scattered and ambiguous elements. It becomes fiction,

and that's precisely what interests me. (Justine Triet)


En la conocida Rashomon (1950), obra maestra del cineasta japonés Akira Kurosawa, se explora -y critica- cómo los valores y el código de honor de la cultura japonesa del siglo XII condicionan los testimonios que tres personajes dan en un juicio acerca de la muerte de un samurái. Lejos de intentar salir del proceso judicial como inocentes, estos testigos crean una mentira deliberada para evitar que su honor quede mancillado. El espectador, pendiente de ver las conexiones y diferencias entre las tres historias para intentar establecer su propia reconstrucción, recibe, al final, una certeza. Un inesperado cuarto testigo acepta ser deshonrado en favor de la verdad. En este desenlace, el perspectivismo queda remplazado por una confianza humanista en la capacidad del hombre para dar cuenta de los hechos tras desprenderse de sus intereses egoístas.

 

Varias décadas más tarde y antes de abrazar por completo este recurso en Monster (2023), Hirokazu Koreeda utilizó en El tercer asesinato (2017) el efecto Rashomon de manera singular -sin una única perspectiva para cada individuo, sino con varios testimonios cambiantes de un único individuo- para presentar una reflexión más contundente acerca del imposible acceso a la verdad. En la cinta, el lacónico y reflexivo Shigemori es un abogado a quien encargan que defienda al locuaz Misumi, acusado de robo con homicidio que reconoce ser culpable. Aunque preocupado en principio por conseguir una versión verosímil que logre reducir al máximo la pena de su cliente, Shigemori acaba inmerso en una maraña de datos para los que no encuentra explicación congruente. En tanto espectadores, somos capaces de construir una verdad a partir de tales datos, pero la película no deja de transmitirnos que el nuestro no será el único relato que explique los hechos, sino que hay varias interpretaciones posibles, es decir, una profunda subdeterminación empírica. Igual que el protagonista (retratado en planos asimétricos y leves saltos de ejes, que muestran su falta de control), tendremos que manejarnos en el caos aparente, en una constante encrucijada, sin poder tomar una decisión definitiva.


Ahora bien, ¿qué ocurriría en esta situación si se nos obligara a tomar una decisión? Esta pregunta se encuentra en el centro de la extraordinaria Anatomía de una caída (2023), intrigante thriller judicial y emocionante drama familiar que ganó la Palma de Oro en la 76ª Edición del Festival de Cannes.



La película, dirigida por Justine Triet, retrata los antecedentes y la ejecución del juicio en el que se acusa a Sandra (Sandra Hüller) de asesinar a su marido Samuel (Samuel Theis), fallecido al caerse (accidentalmente o no) desde la última planta de su chalé en los Alpes, y cuyo cuerpo es descubierto por su hijo Daniel (Milo Machado Graner) y su perro Snoop (Messi). Esta completa anatomía del fatídico suceso se convierte pronto en un milimétrico estudio de personajes a través de la autopsia de un matrimonio en horas bajas, mediante las declaraciones de testigos, interrogatorios a la acusada o escucha de grabaciones que tienen lugar en el tribunal. Pero esta cinta, nominada a 5 Oscars (película, dirección, actriz, guión original y montaje), también se transforma en una estimulante disertación filosófica y sociológica sobre la verdad, cuyas conclusiones permiten presentar una reflexión crítica feminista sobre la legitimidad del proceso judicial.

 

A este respecto, el de la verdad, la noción de perspectiva es explicada por Sandra en el juicio, cuando el psicoanalista de Samuel acusaba a la protagonista de tener un comportamiento castrador y de cargar a su paciente de numerosas dificultades materiales y emocionales. En las palabras de Sandra: “lo que describe no es más que una pequeña parte de toda la situación […]. Me parece posible que, a veces, Samuel necesitara ver las cosas como las describe usted. Pero, si yo hubiera ido a un terapeuta, podría estar aquí y decir cosas horribles de Samuel, pero ¿serían la verdad?”. La diversidad de accesos a lo real o, al menos, la diversidad de interpretaciones y entendimientos de lo fáctico dependen, según el personaje, de las necesidades, situación, etc. de cada persona.

 

La cuestión de la perspectiva es reflejada formalmente en numerosas secuencias donde se sigue a un determinado personaje, manteniendo la parcialidad de su punto vista. Así, su perro Snoop deambula alrededor de los policías, forenses y sanitarios, sin que la cámara deje de estar a su altura, de igual manera que, minutos más adelante, la cámara subirá las escaleras con Sandra para llegar a la habitación de Daniel (mientras que el volumen del sonido refleja su escucha subjetiva). Estas escenas se contraponen al tratamiento formal de las representaciones visuales extradiegéticas de la recreación criminológica de la caída como fruto de una trifulca, con la cámara haciendo un movimiento imposible hasta acercarse a las tres huellas de sangre de la pared del cobertizo. De igual manera, el testimonio de Sandra acerca del primer intento suicidio de Samuel es ilustrado por un impersonal movimiento rápido de cámara por el salón y la cocina de su hogar, que convierte en inmediato un descubrimiento (el de los blísteres de las pastillas vacíos en la basura) que ocurre “plus tard”. El contrapunto entre estas imposibles recreaciones impersonales y la parcialidad de aquellas escenas más próximas a la subjetividad de los caracteres acentúa el perspectivismo defendido por el largometraje.



A su vez, la aparición del tema del idioma puntúa la reflexión sobre las perspectivas. Ahí está la precisión semántica del psiquiatra -de que el verbo francés “se suicider”, referente al gesto, no diferencia entre intentar y conseguir suicidarse- para sugerirnos que nuestra forma de mentar las entidades condiciona nuestra percepción de ellas. De ahí la necesidad de Sandra de expresarse en una lengua como el inglés, que habla con fluidez, para ser coherente con su propia perspectiva, ignorando tanto la obligación de utilizar el francés en presencia de la cuidadora de Daniel, como la indicación de hablar tal lengua que se le impuso en el juicio. Y de ahí su frustración ante el hecho de que, en la recreación de su conversación con Samuel, sus diálogos hayan sido transcritos en inglés.


Además de ser escritora, como traductora, Sandra establecería analogías entre perspectivas idiomáticas distintas. Es por esta correlación entre lengua y perspectiva por lo que Samuel le discutiría a su mujer que le impone su idioma diciéndole “I´m the one meeting you on your terms” [“Soy yo quien voy a tu terreno” o “Me adapto a tus propios términos”]. Y por lo que ella le rebatiría señalándole que su lengua materna es el alemán y que el inglés se trata solo de un término medio para que nadie tenga que encontrarse con el otro en su terreno, es un “meeting point” [punto de encuentro]. De hecho, la pelea de Sandra y Samuel, que sintetiza numerosos temas discutidos a lo largo del filme con una naturalidad pasmosa, no deja de ser una confrontación de perspectivas, de consideraciones acerca de cuáles son los hechos: si hay una injusta división de tareas o Sandra hace su parte; si hay un desequilibrio o no (o, al menos, no se considera relevante bajo una infravaloración de la idea de reciprocidad en una pareja); quién se ha adaptado más al terreno del otro; si Sandra saqueó la idea de Samuel o solo se inspiró de ella con su consentimiento; si Samuel es una víctima de las imposiciones de Sandra o se victimiza para sufrir; si Sandra folla con otros o no; etc. Pero la mediación (la traducción) termina por ser imposible.



Así, el perspectivismo acaba cerrando la posibilidad de una verdad consensuada y se instaura una incertidumbre generalizada. De hecho, los abogados contínuamente relativizan la verdad de las proferencias de sus adversarios, minando su seguridad. Por ejemplo, la defensa alega que la suposición del empujón para explicar las tres gotas del cobertizo son dos hipótesis con una alta carga teórica especulativa, no una explicación; mientras que la acusación enfatiza retóricamente el uso de la expresión “a mi entender” de la analista favorable a la hipótesis del suicidio para reducirla al estatuto de opinión e insiste con pesadez en que hablar de “improbabilidad” no elimina la posibilidad. A su vez, los recuerdos de Sandra acerca de lo ocurrido en la pelea con Samuel son contrapuestos a un examen experto tildado de interpretativo más que objetivo, de “una opinión subjetiva en base a un documento ambiguo”. El jurado tendrá que superar tal ambigüedad y acabar por desarrollar una creencia de lo sucedido que sirva para dictaminar su veredicto. Y la situación del espectador ante la película acaba por equivaler a la falta de certezas de los personajes, lo que se fundamenta en la puesta en escena periodística de la cinta. Veámoslo.


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A lo largo del metraje, los personajes observan fotografías y grabaciones de Samuel. Por ejemplo, Sandra mira con pena su rostro desde su tablet, una imagen que acaba por ocupar toda la gran pantalla, situándose en el mismo nivel que el resto de fotogramas del filme, olvidándonos del dispositivo reproductor. Acto seguido, una nueva imagen filmada. La de Daniel en un interrogatorio, cuyo aparato de grabación descubrimos minutos más tarde. De igual manera, tiempo después, vemos cámaras televisivas sin insertarse la entrevista a un representante del ministerio fiscal que graban, mientras que el plano anterior había sido la filmación periodística del abogado de Sandra, sin ver cuál era el aparato de grabación utilizado. A través de estos saltos (de lo diegético a lo extradiegético) se acentúa la posición de las imágenes en tanto imágenes, como ocurre en El reflejo de Sybil, anterior película de la directora.



La parcialidad de dichas imágenes no solo se entiende a la luz de los diálogos explícitos acerca de la perspectiva y su relatividad, que explicamos más arriba, sino también por la imperfección de las imágenes filmadas que proliferan por toda la cinta: desde la aparición repentina y desenfocada del cuerpo del entrevistador en el plano de Daniel para tomar apuntes, hasta el movimiento improvisado del camarógrafo durante la recreación con Daniel de la conversación entre sus padres que este escuchó, pasando por el momento en que la cámara de un periodista que corre graba el suelo antes de filmar a Sandra saliendo del tribunal. Así, las imágenes periodísticas pierden su carácter de objetiva captación de lo real, para convertirse en parciales (re)construcciones ficticias de los hechos.



Pero Anatomía de una caída no solo incluye imágenes periodísticas, sino que también las emula en momentos puntuales (especialmente del juicio), a través de una puesta en escena con un seguimiento levemente tambaleante de los personajes que hace parecer que la cámara se adapta a estos y no a la inversa; vistosos y anti-estéticos barridos (de cámara en mano) para enfocar a quien habla; planos de reacción televisivos; zooms llamativos; reiteraciones de un plano general de la sala (como si de una cámara de videovigilancia se tratara); interposiciones de objetos y personas entre la cámara y el sujeto enfocado que transmiten una sensación voyeurística o de paparazzi (y que, al enfatizar en la posición de la cámara y los sujetos en el espacio, reincide en la idea de perspectiva); etc. Pero si Anatomía de una caída emula una puesta en escena periodística (casi como un falso documental) y se ha caracterizado las imágenes periodísticas como parciales, la narración debería perder toda omnisciencia. Y, de hecho, lo hace, dotando a cada gesto, acción y proferencia de una ambigüedad que imposibilita la certeza del espectador ante los numerosas lagunas que se encuentra.

 




“A ver, si nos falta un elemento para pronunciarnos, y esta laguna es intolerable, solo nos queda decidir. ¿Entiendes? Para salir de dudas nos vemos obligados a inclinarnos hacia un lado más que hacia otro”. Anatomía de una caída, Justine Triet, 2023.

Anatomía de una caída sitúa de esta forma al espectador en la misma posición interrogante que cualquier miembro del jurado del proceso judicial y, por tanto, en el desconocimiento acerca de lo exactamente ocurrido en torno a la relación de pareja y al posible homicidio o suicidio. Así, por ejemplo, la sobresaliente recreación visual de la discusión, que se escucha en una grabación, se interrumpe en el punto donde los abogados de la acusación y la defensa discrepan acerca de lo sucedido. Cierto es que, con nuestro acceso a las interacciones privadas de Daniel y Sandra, disponemos de mayor información, pero esta resulta insuficiente para tomar una decisión determinante. Y es que el muy pensado y lleno de detalles guión original (ganador del Oscar), el componente simbólico de los últimos planos de la película y la interpretación llena de matices de Sandra Hüller, hacen que el arco del personaje protagonista funcione a la perfección tanto en el caso de que sea culpable, como si no, de tal manera que se acentúa la ambigüedad.

 

Por un lado, si pensáramos que Sandra ha asesinado a Samuel, consideraríamos sus mentiras (acerca del hematoma de su brazo) y omisiones (de la pelea) como claros encubrimientos de su crimen; su frialdad como muestra de su indiferencia ante el fallecimiento de su marido; su sollozo en el coche como una expresión de arrepentimiento y de que es consciente del descubrimiento por parte de Daniel de su mentira; la persistencia de su cabreo con Samuel (por convencerla de vivir en Francia) como indicativo del predomino del odio sobre el amor; su repentino recuerdo del intento de suicidio de Samuel como una mera invención; las insistencias a su hijo como una estrategia más de manipulación; su tardanza en volver a casa tras acabar el juicio como una dificultad de enfrentarse a que Daniel haya mentido por ella; etc.



Pero, por otro lado, si consideramos a Sandra inocente (y al filme una revisión de los tropos hitchcockianos del falso culpable), estaríamos presenciado el tortuoso viaje de una mujer a quien obligan a justificar toda su vida e intimidad más profunda, ante una fría disección que convierte todo aspecto de su existencia en sospechoso. Una mujer que se resiste a abandonar su perspectiva, pero que se ve forzada a replantearse continuamente sus convicciones más asentadas para percibirse desde un punto de vista ajeno, lo que la somete a una crisis que la hace intentar convencer insistentemente a su hijo y abogado de su inocencia; acabar llorando desesperada; abrazar a Snoop como muestra de amor a Samuel (debido a que, según el testimonio de Daniel, Samuel se habría referido a sí mismo a través de Snoop), etc. A su vez, su frialdad se vería disminuida por comentarios como “estoy harta de llorar. Es ridículo, estoy agotada”; se contextualizaría su deseo de mantener en secreto el consumo de antidepresivos de Samuel para proteger la memoria del fallecido (visibilizando un estigma sobre la salud mental que fácilmente habría ignorado si hubiera sido culpable, para aprovechar en su favor toda evidencia en favor de la hipótesis del suicidio); su disposición de replicar argumentadamente en el momento de la discusión solo termina en expresiones claras de odio (y posteriormente, en violencia física) cuando Samuel la bombardea con temas cada vez más íntimos y agresivos.


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En cualquiera de los dos casos, es fácil ver que un veredicto que declarase la culpabilidad de Sandra habría sido injusto por superar la presunción de inocencia y la duda razonable (e insuperable, dado el punto de vista de la cinta) por influencia de sesgos de género. La relación de Sandra y Samuel representa una inversión de los roles y la asignación estereotípica de tareas en el entorno doméstico. Y Samuel se considera un “hombre engañado y saqueado”, viendo herida su posición masculina por el triunfo de su mujer, y, en términos de su psicoanalista, encontrándose castrado por Sandra. El abogado de la acusación se apoya sin cuestionamiento en el testimonio de ese terapeuta, y utiliza de manera sexista la bisexualidad o las infidelidades de Sandra para construir un perfil que ha de ser rechazado por no corresponderse con lo esperado en una mujer “admirable, altruista, comedida, que impedía al otro hacerse daño”.


La antipatía de este invasivo abogado, que sonríe con elegancia profesional pero desprecio cuando la primera testigo reconoce sentirse molesta cuando se ve reducida a su estatuto marital con el uso de “Mademoiselle”, y la ternura que despierta el equipo de la defensa, favorece el reconocimiento de Sandra como víctima de un violento juicio. Esta sensación se refuerza por la contraposición entre la falsa seguridad de los hombres acusadores y la sincera precisión terminológica relativizadora de las expertas de la defensa (la distribución del género de tales personajes no parece casual). Aunque no suficientes para concluir la inocencia de Sandra, atendiendo a estas apreciaciones, Anatomía de una caída puede enmarcarse en esa tradición de cine jurídico que denuncia la influencia de prejuicios en el establecimiento de verdades jurídicas inciertas, y que incluye desde 12 Angry Men (1975, Sidney Lumet), hasta El misterio von Bülows (1990, Barbet Schroeder), pasando por La verité (1960, Henri-Georges Clouzot).

 

Por otra parte, durante el monólogo del abogado de Sandra en el juicio, un curioso plano over the shoulder por detrás de Daniel resalta la mirada que su madre le lanza, y primeros planos personalizan al público del tribunal en la figura del joven discapacitado visualmente. Y es que, en último término, toda la estructura narrativa del largometraje responde a equiparar nuestra incertidumbre con la de Daniel y, así, poder llegar a sentir su devastación emocional en el tercer acto, ante la toma de esta decisión imposible, una que resulta inconcebible que tenga que tomar. Aquí queríamos llegar.



Ya al inicio del juicio, la representación visual de la primera hipótesis de la caída de Samuel por un empujón de Sandra parecía ser una imaginación de Daniel por estar inserta entre dos planos de su rostro pensativo. Y una de las más llamativas salidas formales de la puesta en escena periodística durante el juicio respondía a denunciar la instrumentalización del niño por parte de los abogados: un travelling (semi)circular alrededor de Daniel (triste, agobiado), que pendulaba entre el banco de la acusación y el de la defensa según quién hablara de la experiencia del niño.



El foco en Daniel se hacía desde la primera escena de la cinta, en el que los planos del lavado de Snoop interrumpían los de la entrevista de Sandra. Entre las audaces decisiones de dirección de Triet que abundan por todo el metraje, en este inicio se apuesta por primeros planos de los rostros desde la distancia y con poca profundidad de campo junto al alto volumen de la versión instrumental de la misógina canción P.I.M.P., para generar una sensación agobiante y opresiva. Las variaciones del volumen de la música responden más a un intento de generar un efecto emocional, que a respetar un realismo diegético. El énfasis en el sonido, a través de las grabaciones y el dominio de la palabra ante la ausencia de imágenes, también servía para acercarnos a la discapacidad visual de Daniel (que se asimila a la ceguera de la justicia, no por su imparcialidad, sino por su falta de omnisciencia). En el caso de la excelente secuencia de la discusión, por ejemplo, el diseño de sonido es simultáneamente claro, realista (con objetos reconocibles), impactante emocionalmente y profundamente indeterminado.

 

A lo largo del primer acto, Justine Triet y su coguionista (y pareja) Arthur Harari se recrean en la imparalizante y desbordante tristeza de Daniel, que él mismo expresa ante la jueza de manera insuperable, cuando, con un hilo de voz, dice: “ya me han herido”. Pero el dolor del personaje se convierte en protagonista de los últimos compases del filme. Su desesperación descarnada es transmitida, además de por las muy memorables interpretaciones de Machado Graner y Messi, por la claustrofobia del encuadre de Daniel entre las paredes de su cuarto, el dramatismo que dota la luz natural del atardecer, el tenso movimiento de cámara tambaleante y los repentinos cortes de montaje durante la reanimación de Snoop, el dominio de primeros planos que aíslan completamente al personaje, sutiles dolly in enfáticos que centran nuestra atención en los matices de sus expresiones faciales, etc.



Junto a ellos, la etérea melodía del Prélude No. 4 de Chopin que Daniel toca en el piano constituye un intento de melancólico sosiego, que, además, es adelanto de que su testimonio va a posicionarse a favor de su madre. Al fin y al cabo, tocaba este tema a 4 manos con ella en el primer acto, y se establece una rima entre el acercamiento, en perfil, hacia sus labios, con el plano detalle de la boca de Sandra durante la entrevista grabada que le hacía su abogado antes del juicio. Con todo, el hecho de que deseara estar solo en la casa nos generaría la sensación contraria.



Nuestro interés se desplaza, de esta forma, del discernimiento de la culpabilidad o inocencia de Sandra a la decisión que tomará Daniel acerca de lo ocurrido para rellenar ficticiamente el aterrador vacío al que se enfrenta. La representación cinematográfica de su testimonio, con la voz en off de Daniel pronunciando en estilo directo los diálogos que atribuye a su padre, cuenta con un salto de eje que genera cierto extrañamiento en el espectador, para transmitirle inconscientemente que esto no es más que, como mínimo, un recuerdo falaz de una memoria frágil, o, más probablemente, un engaño deliberado para salvar a su madre (hemos de recordar cómo interpreta Daniel en qué constituye su decisión: “inventar que estoy seguro”, fingir). En cualquier caso, su relato parece ser determinante, y la verdad performada en el veredicto, resultado de tal decisión.


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Pero el hincapié en el punto de vista y el sufrimiento de Daniel constituye, sobre todo, un clamor para que, más allá de infértiles especulaciones y conflictos de perspectivas, cuidemos y atendamos esta vulnerabilidad de los afectados por nuestras decisiones y verdades (con la infancia como mayor expresión de tal problema). Además, este énfasis también enmarca la indagación sobre la verdad en una exploración general de nuestra relación con la falta (de imágenes y evidencias, pero también de la presencia del ser querido). Una falta que nos atenaza, cuestionando nuestras perspectivas más asentadas. Y es que entre tanta ambigüedad, queda una certeza: el dolor persiste. Y no debe ser ignorado.


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