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Actualizado: 24 jul


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Docenas de obras de ficción y no ficción, cortometrajes y largometrajes, conforman la cuidada programación de la XIII Edición de MUSOC, Muestra de Cine Social y Derechos Humanos de Asturies. Un espacio de encuentro entre el arte cinematográfico, el activismo y el pensamiento crítico que se celebrará del 10 al 31 de enero de 2025 en 10 concejos asturianos y que nos invitará a soñar con alternativas, frente a las realidades jerárquicas, opresivas o injustas que las películas seleccionadas retratan y denuncian. Os aconsejo que no os perdáis ninguna de las perlas que os recomiendo a continuación. 



La cocina

Viernes 10 de enero

19:30 h.

Casa de Cultura Teodoro Cuesta, Mieres

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Dice Peter, el protagonista de la obra teatral La cocina (1960), de Arnold Wesker, que el sueño “es el tiempo en que te olvidas de lo que eres y haces lo que podrías ser. Cuando el hombre sueña, crece” (traducción de: “It´s the time when you forget what are you and you make what you could be. When a man dreams, he grows”). Sin embargo, cuando le preguntan qué haría cuando se cumpliera su deseo -la desaparición de la cocina en que trabaja-, enmudece tímido y nervioso, sin encontrar respuesta, incapaz de seguir soñando. 


Thoreau se lamentaba: “Este mundo es un lugar de negocios. ¡Qué bullicio infinito! Casi todas las noches me despierto por el resoplido de la locomotora. Interrumpe mis sueños.” Con esta cita del filósofo trascendentalista estadounidense empieza La cocina, vibrante adaptación cinematográfica del cineasta mexicano Alfonso Ruizpalacios (Güeros, Una película de policías). Y la referencia no parece más apropiada. Ruizpalacios nos introduce en el estrés de un caótico día de trabajo en la bulliciosa cocina de The grill, una trampa para turistas en Nueva York con paupérrimas condiciones laborales. Este claustrofóbico espacio se convierte en microcosmos satirizado de ese mundo de negocios del que hablaba Thoreau. Una multicultural sociedad jerárquica, clasista y racista en la que el alienante, precario, mecánico, frenético y sisífico trabajo impide los sueños y el crecimiento personal. Una inhumana sociedad capitalista ante la que la violencia (en el sentido de Los condenados de la tierra de Frantz Fanon) parece ser la única salida.



Trasladando la acción de la obra original de Gran Bretaña a pleno Times Square, añadiendo dos tramas centrales a modo de macguffin y situando en primer plano la representación de la realidad migrante, Ruizpalacios es fiel a la furiosa beligerancia crítica de Wesker (importante exponente del kitchen sink realism). Pero se aleja de la teatralidad regalando al espectador una barroca, heterogénea e impresionante puesta en escena llena de arriesgadas ideas. Desde juegos con la aparición repentina del color hasta pasajes rodados con muy pocos fotogramas por segundo; desde precisos e informativos travellings hasta planos detalle de la elaboración de las comidas cocinadas con cariño; desde planos cenitales hasta split diopters; desde un alucinante y agobiante plano secuencia que recuerda a Birdman (Alejando G. Iñarritu) hasta un catártico montaje de primeros planos de los personajes insultándose que remite a Do the right thing (Spike Lee)… Cine febril.


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Dahomey

Domingo 12 de enero

20:00 h.

Centro Niemeyer, Avilés

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Dahomey, el segundo largometraje de la directora franco-senegalesa Mati Diop. Es un metódico documental que retrata los pormenores, así como las reacciones de celebración y discusión, que suscitó el proceso de restitución a Benín, en 2021, de 26 piezas del reino de Dahomey que se encontraban en el museo Quai Branly-Jacques Chiriac (París). Con una claridad, precisión, transparencia y concisión admirable, Diop resume la situación en breves intertítulos para después centrarse en la labor de los operarios que embalan, cargan, transportan, colocan, vigilan, protegen, examinan o describen las obras, ocupando estas usualmente el centro de las composiciones, enfatizándose su materialidad.



Y, de repente, una misteriosa y onírica voz emerge desde la oscuridad, hablándonos en el idioma fon. Se trata de la pieza número 26 (según la catalogación francesa), de la estatua del rey Ghézo (tal y como se nombra en Benin). Huella de un pasado que ha sido olvidado, en tanto que despojado y “folclorizado” en un museo que entraña su muerte. Con la pantalla en negro, nuestra atención se focaliza en las palabras, sugerentes reflexiones poéticas, en sintéticas frases cortas, que dotan de subjetividad concreta a la realidad colonial colectiva. Las imágenes podrán acompañar sus monólogos, solo cuando la obra recupere su identidad y su vitalidad en tanto objeto metamórfico de discusión presente, confirmándose el carácter y el potencial rebelde, cambiante y activo de la tradición y el patrimonio cultural.



La propuesta se completa con la filmación del estimulante y entretenido debate postcolonial de la comunidad universitaria de Abomey-Calavi en el que, lejos de ofrecerse aleccionadoras soluciones únicas, se discute acerca de los efectos del colonialismo, la noción de patrimonio, el sistema educativo o los pormenores de la restitución. Uno de los documentales del año, que se alzó con el Oso de Oro en la 74ª Edición del Festival de Berlín. Mi análisis completo de la cinta aquí


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Familiar touch


Lunes 13 de enero

20:00 h.

Teatro Filarmónica, Oviedo

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Ruth (Kathleen Chalfant), una elegante mujer octogenaria, se maquilla y viste con ceremonial parsimonia para lo que parece ser una cita. Sin embargo, las extrañas reacciones del hombre con quien flirtea despiertan nuestro desconcierto. ¿Quién es ese hombre? ¿Lo conoce con anterioridad o no? ¿Está realmente interesado sexo-afectivamente en ella o mantienen más bien otro tipo de relación? Las preguntas se agolpan y nuestra falta de información nos sitúa en la misma posición y emoción que la protagonista. Pero cuando empecemos a comprender, antes que ella, que ese hombre es su hijo y que pretende llevarla a una residencia, pasaremos a pivotar entre la comicidad incómoda de la situación absurda y la profunda tristeza del drama que acarrea. 



La ópera prima de la cineasta y coreógrafa estadounidense Sarah Friedland, Familiar touch, no cesará en situarnos entre la cercanía empática al sentir y la subjetividad de la protagonista y la distancia comprensiva de las diferencias entre el modo de significar su realidad de Ruth y el de las personas que la rodean. Un mecanismo que podría recordar vagamente a la impactante El padre, de Florian Zeller, salvo porque lejos de un exhibicionista, estridente y lacrimógeno relato del declive trágico y despersonalizador de la demencia, Friedland prefiere retratar con luminoso humanismo y tierna naturalidad el proceso de envejecimiento y adaptación a un entorno desconocido, enfatizando la pervivencia y continuidad de nuestro ser en las distintas etapas de nuestra vida. El resultado es un detallista coming of old age que, reivindicando la importancia de los cuidados, se convirtió en la gran revelación del pasado Festival de Cine de Venecia (premio a la mejor dirección y actriz de la sección Orizzonti y a la mejor ópera prima de todo el certamen). 


Entre pasajes de evocadora sensorialidad y una atención precisa a la gestualidad y expresividad de la cotidianidad, emerge la desarmante interpretación de Kathleen Chalfant, que logra que su personaje mantenga constante su entereza y dignidad a lo largo de todo el metraje. Ella es el centro de un filme cuyos movimientos de cámara solo aparecen cuando el personaje comienza a estar a gusto. Una genial decisión formal de entre los muchos y conmovedores gestos cinematográficos que hacen de Familiar touch la película más bella de cuantas he podido ver del MUSOC. 


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La historia de Souleymane

Jueves 16 de enero

20:00 h.

Nuevo Teatro La Felguera, Langreo


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Tras Hope y Camille, el realizador francés Boris Lojkine estrenó en la sección Un certain regard de Cannes la humanista y urgente La historia de Souleymane. Un trepidante y desesperante retrato de la estresante cotidianidad de Souleymane, un joven inmigrante ilegal guineano en París, días antes de acudir a su entrevista de solicitud de asilo, clave para obtener los papeles. Obligado a trabajar precariamente como repartidor de comida con el fin de conseguir el dinero necesario para hacer convincente, en tal entrevista, una historia que no es suya, Souleymane se ve sometido a un tortuoso periplo en el que cualquier mínimo retraso, error, imprevisto o traición puede ser fatal. 



El filme, que hará las delicias de los fans del cine de los Dardenne o del Yo, Daniel Blake de Ken Loach, presenta un París sin glamour, de tonos azulados, rodado en una alternancia de tambaleantes cámaras en mano y precisos y rápidos seguimientos del protagonista en bicicleta, que hacen que la ciudad se sienta viva. En este ambiente, Lojkine construye hábilmente un personaje veraz, tan empático como incapaz de ayudar a las personas en su misma situación. A ello contribuye la convincente interpretación de Abu Sangare, intérprete no profesional ganador del premio al mejor actor en Cannes, los EFA y el FICX. Sosteniendo a la perfección, con su agotada y desmoralizada mirada, los primeros planos que abundan en la película, Sangare brilla en un sorprendente y emocionante final para el recuerdo. Un desenlace en el que la recuperación de la agencia y la afirmación de la propia identidad, frente al sistema que la invalida, se interpreta como un triunfo. Pase lo que pase. 


Una obra que, en su indagación en los procesos de solicitud de asilo, hace una perfecta triple sesión con el incisivo y emocionante cortometraje La voix des autres (Fatima Kaci) y con el excelente documental The hearing (Lisa Gerig), ambos presentes en MUSOC. 


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A batalha da Rua Maria Antônia

Miércoles 22 de enero

19:30 h.

Casa de Cultura Teodoro Cuesta, Mieres


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La Batalha da Maria Antônia fue un conflicto que, en octubre de 1968, enfrentó a estudiantes de la Universidad Presbiteriana Mackenzie -bajo el amparo del Comando de Caza Comunista- y alumnos (y docentes) de la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de Sâo Paulo. Estos últimos, pertenecientes al movimiento estudiantil de izquierdas, llevaban varios meses ocupando el edificio, resistiendo y protestando contra la dictadura militar de Brasil. A batalha da Rua Maria Antônia, ópera prima de Vera Egito, reconstruye con visceralidad este suceso a través de una tensa cuenta atrás de 21 coreografiados e impresionantes planos secuencia que siguen a diferentes profesores y estudiantes de filosofía involucrados en la batalla. 



Rodado en 16 mm, en granulado blanco y negro, este ejercicio de recuperación de la memoria histórica brilla en su intenso espíritu combativo, en su detallista diseño de producción (cargado de carteles reivindicativos) y en su eficaz alternancia entre el viaje íntimo de concienciación social de la protagonista y el fresco de la militante lucha colectiva. Esa lucha que interrumpe las clases sobre la Poética aristotélica que una profesora se empeña en dar, a pesar de todo. La referencia no es casual, pues las enseñanzas del filósofo griego acerca de la tragedia permean la estructura dramática de toda la cinta: desde la unidad de acción y localización hasta la búsqueda de la catarsis en el relato en sí mismo, pasando por la proliferación de anagnórisis o reconocimientos. Y aunque, a veces, las interpretaciones no estén a la altura y el desarrollo de ciertos personajes sea un tanto abrupto, el resultado de este experimento estético y político asombra y funciona a la perfección. 


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Bird

Viernes 24 de enero

19:30 h.

Casa de Cultura, Cangas de Onís



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La directora de Fish Tank y American Honey, Andrea Arnold, combina el realismo social y el mágico en Bird, su nueva película. Un entretenido coming of age precoz ambientado en una comunidad marginal en el norte de Kent. Arnold muestra con crudeza la mirada hostil de la preadolescente protagonista, Bailey (naturalista Nykiya Adams), al entorno de precariedad, irresponsabilidad afectiva, violencia y miseria en que se ha criado. Pero la atenta observación de la protagonista -enfatizada por planos subjetivos u over the shoulders, así como por las grabaciones desde su móvil- también es capaz de rescatar la felicidad, el amor y la belleza más emocionante y genuina, que se produce incluso en los contextos más adversos.



El epítome de esta dualidad es el fascinante personaje interpretado por un cautivador e insuperable Barry Keoghan. Padre impulsivo, ausente y mandón cuya honestidad amorosa y cariño no deja de sobreponerse por encima de su egoísmo y patetismo. Contradictorio y realista, se opone al ideal encarnado por un dulce Franz Rogowski que sirve de alivio y detonante para la esperanza. La cineasta introduce, a su vez, un estereotípico villano (un maltratador machista) que, a ojos de Arnold y la protagonista, no merece compasión y que genera alguna de las escenas más terroríficas de la cinta, rodadas con una tensa cámara en mano. Entre estas ambivalencias en torno a la construcción de personajes, emerge una película sensible, transparente y vital. Mi crítica completa aquí


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Simón de la montaña

Lunes 27 de enero

19:00 h.

Escuela de Comercio, Gijón


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Decía Federico Luis que el germen de Simón de la montaña, apasionante filme argentino ganador del Gran Premio de la Semana de la Crítica de Cannes, fue una conversación con Pehuén Pedre, uno de los actores/personajes de la cinta, que tiene un certificado de discapacidad. “Estábamos conversando sobre nuestras zonas de imperfección compartidas y él me preguntó por qué yo no tenía mi certificado. A partir de esa pregunta se me reveló el mundo de la película.” (La entrevista completa aquí)


Lorenzo Ferro (El ángel) impresiona encarnando a Simón, un incomprendido y atribulado joven de 21 años que, ante su triste y violenta realidad familiar desestructurada, encuentra su lugar, integrándose en un grupo de personas con discapacidad cognitiva. Atraído por sus anárquicas, libres y lúdicas reglas de socialización y sus modos de amar y divertirse, Simón comienza a “actuar”, imitando sus tics y movimientos corporales. 



La opacidad psicológica del complejo protagonista, junto al magistral uso de las elipsis, dotan a la obra de una fascinante y turbia ambigüedad moral. ¿Responden las acciones del protagonista a una irresponsable apropiación o a una genuina sintiencia? ¿Son sus engaños una forma de manipulación de los más indefensos, aprovechándose de y reforzando su posición de poder? La tensión y la incomodidad que la situación despierta son inevitables. Pero, cuando los inesperados e impactantes giros que nos regala el largometraje sucedan, entenderemos que eran nuestros prejuicios más capacitistas sobre nociones como la de “normalidad” o “discapacidad” los que acrecentaban dicha tensión. 



Entre lo inquietante y lo tierno, Simón de la montaña es una película desafiante, provocadora, sutil, radical y profundamente reveladora, que desmonta nuestros prejuicios más arraigados y explora cuestiones como la identidad, la performatividad, el control, el amor o las relaciones de poder. Con un diseño sonoro impecable, un atinado elenco naturalista y una gran fuerza visual, el filme deja poso y resulta difícil de olvidar. 


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Toxic

Miércoles 29 de enero

19:30 h.

Centro Polivalente Integrado de Lugones, Siero


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La directora lituana Sualè Bliuvaitè arrasó en el Festival de Locarno (Leopardo de Oro, mejor ópera prima y premio ecuménico) con Toxic, un crudo y fragmentario relato de las vivencias de Marija y Kristina, dos adolescentes de una escuela de modelos dispuestas a forzar y modificar sus cuerpos para escapar de su desolada, asfixiante, contaminada y marginal ciudad industrial. 



Con una incisiva indagación en los infértiles anhelos de ascenso social por parte de los más vulnerables que recuerda al cine de Sean Baker, Bliuvaitè nos regala un estimulante, arriesgado y llamativo despliegue formal. Desde “lanthimianos” planos fijos generales que dan cuenta de la toxicidad ambiental y relacional, hasta tambaleantes cámaras en mano en los momentos más dolorosos y desagradables, pasando por originales e íntimas composiciones que nos acercan al tierno vínculo que las protagonistas construyen a lo largo de la cinta. 



Un inesperado vínculo convertido en irrenunciable corazón de un largometraje duro que aborda de manera poco edulcorada cuestiones como el abandono, la anorexia, el bullying o la violencia sexual. Un vínculo que hace de cada cariñosa caricia un oasis de belleza, esperanza y amor frente a la miseria, la desgracia, la crueldad y la toxicidad imperante.


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“Por su sensibilidad y belleza cautivadora, capaz de hacernos sentir conectadas a través de sus leyendas que trascienden el tiempo y la distancia”. Con este alegato defendía el Jurado Joven de la 62ª Edición del Festival Internacional de Cine de Xixón su Premio al Mejor Largometraje de la Sección Oficial Retueyos para la película japonesa River returns, minimalista cuento audiovisual de Masakazu Kaneko. Unos minutos antes de que asistieran al estreno mundial de esta cinta y unas horas antes de que llevaran a cabo su deliberación, me reuní con cinco de los integrantes de este jurado para, durante casi una hora, discutir sobre su relación con el FICX. Conversamos sobre sus criterios de valoración y responsabilidades como jurado, sus críticas al festival o sus secuencias favoritas de los filmes vistos en el certamen. 


Ellos son Lucía Corte, Jorge Bazo, Javier Canal, Andrea Guadagno y Carmine Ciccarone. Los tres primeros, asturianos, habían asistido al festival desde su infancia y adolescencia, yendo a las películas de la sección Enfants terribles con sus colegios e institutos, además de, en algunos casos, con sus padres. Su relación con el festival se estrechó en los últimos años. 


Decía Lucía: “La edición del año pasado fue en la que estuve más presente, en 2023. Para mí fue como un descubrimiento bastante grande. Pude elegir todas las películas que quería, porque me cogí un Bono Joven, y eso me ayudó mucho a ver las diferentes secciones del FICX y ponerlo un poco en completo”. Y añadía Jorge: “En los últimos años sí que he seleccionado alguna película en concreto para ir a ver que me llamaba la atención, pero, claro, ahora al estar como jurado y estar 'forzado' a tener que ver una sección completa, ves películas que de otras maneras no irías por el simple hecho de que no te llamarían y las acabas descubriendo. Y es una forma guay, la verdad, de descubrir el festival.” 


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Carmine Ciccarone y Andrea Guadagno llegaban desde Italia al festival, gracias a un convenio con el Giffoni Film Festival, certamen anual que reúne a centenares de niños y adolescentes de todo el mundo, en la localidad de Giffoni Valle Piana, para asistir a encuentros, premiéres y conciertos y votar su película favorita en sus respectivas secciones. 


Comentaba Carmine: “Soy de Salerno, al sur de Italia, y entré en contacto con el FICX gracias a nuestro festival, que es Giffoni. Una vez que haces de jurado en Giffoni, tienes la oportunidad de hacer una prueba para ver si, de alguna manera, puedes ser lo suficientemente bueno para que te envíen a otros festivales del mundo. Y ya había oído hablar del Festival de Xixón porque, en su momento, tuve alguna experiencia con jurados del FICX, pero en Giffoni. Tenía pensado venir aquí desde hace 5 años y finalmente se hizo realidad. Y mi punto de vista sobre este festival es que es una gran familia y una gran organización, y todo se parece mucho a Giffoni, así que, en cierto modo, me siento como en casa”.


traducción libre de: “I come from Salerno, south of Italy, and I got in contact with the FICX thanks to our festival, which is Giffoni. Once you do the jury in Giffony, you get the chance to do a test to see if, in any ways, you could be good enough to be sended to other festivals in the world. And I already heard of FICX because, back in time, I had some experience with FICX jurors, but in Giffoni. I had planned to come here for 5 years and finally it happened. And my point of view on this festival is that it is a great family and a great organization, and everything seems very similar to Giffoni, so, in a certain way, I feel like home”


Preguntados por las características del test que debían hacer para ser seleccionados, Carmine explicaba: “Teníamos que dar un discurso, así que hicimos una prueba presencial para demostrar nuestra capacidad lingüística. Tienes que demostrar que sabes inglés y, por supuesto, italiano, o al menos estos dos. Y hablas en inglés sobre las películas que te gustan, cuál es tu experiencia en Giffoni, qué buscas en Italia, qué buscas en otro festival, si estás dispuesto a vivir en el extranjero durante algunos días. Y qué piensas sobre el cine en general y qué te lleva a amar el cine, por qué lo amas, por qué es tan importante para ti. Y después de este discurso hablar en general, tal vez describirte un poco a ti mismo y listo, no creo que hayan sido más de 15 o 20 minutos, fue algo así, sólo una pequeña charla al final”.


traducción libre de: “You had a speech, so we had a face face test and you had to demonstrate your language capability. So you have to show you know English and of course Italian, or at least these two. And you talk in English about movies you like, what is your experience in Giffoni, what are you searching for out of Italy, what are you searching for in another festival, are you prepared to live abroad for some days. And what do you think about cinema in general, and what moves you to love cinema, why you love it, why is it so important for you. And after this speech you talked in general, maybe you described a little bit yourself and it's done, I don't think it was more than 15-20 minutes, it was something like that, just a little talk in the end.”


En el caso de la convocatoria oficial para formar parte del Jurado Joven, decía Javier que “para poder entrar en al jurado joven te pedían el currículum, un texto en el que comentases un poco cuál era tu motivación, por qué querías ser jurado joven, y luego te pedían una crítica (de unas 200 palabras) de una película estrenada este año o un vídeo o corto en plano secuencia de 2 minutos”. 


Lucía grabó una conversación con una amiga suya “en la que contaba durante 2 minutos su primera experiencia lésbica y cómo se dio cuenta de que le gustaban las mujeres”.




Alejándose del tono documental, el vídeo de Jorge “era un plano secuencia grabado como si fuera una película de ciencia ficción de los 80, retrofuturista, en la el que hablo sobre por qué el cine es importante y sobre un mundo ficticio en el que se supone que las máquinas están dominando el mundo con la inteligencia artificial”. 




Javier, en cambio, optó por hacer una crítica de la lituana Toxic, de Saulè Bluivaitè, Leopardo de Oro en el Festival de Locarno, que “vi en Seminci, fue una película que me gustó muchísimo, me parece que el tema que trataba, la forma de mostrar todo era muy cruda, muy descarnada, muy tóxica en general.”


Una mirada tóxica a la juventud (Crítica de Toxic, Saulė Bliuvaitė, 2024. Por Javier Canal)


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Toxic, la ópera prima de Saulė Bliuvaitė, es una mirada cruda, dura, realista, y, sobre todo, tóxica a la juventud. Durante sus 99 minutos, la cineasta lituana presenta la historia de Marija (Vesta Matulytė) y Kristina (Ieva Rupeikaitė), dos jóvenes que anhelan salir del pueblo en el que viven. A través de su historia, la cineasta realiza una radiografía descarnada de una juventud que no duda en jugarse la vida para salir de allí.


Esta idea se refuerza desde el título, ya que se hace referencia a la toxicidad que envuelve todo el filme: la escenografía, los personajes y sus relaciones. Todo es tóxico. Bliuvaitė lo refleja con un uso de la cámara que transita desde el intimismo, con escenas en las que invita a soñar con las protagonistas, hasta un realismo desgarrador, en las que la cámara no juzga, pero sí que obliga a realizar una reflexión sobre la situación actual de los jóvenes, porque, a pesar de localizarse en una situación muy extrema, Toxic se muestra como una apuesta potente que no dejará indiferente a nadie, logrando así un mensaje cautivador en un mundo desolador.



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Ser jurado joven en el FICX


Si, en un primer momento, Carmine destacaba que todo parecía similar a Giffoni, era Andrea quien se centraba más en las diferencias con el certamen italiano. Señaló que en Giffoni son los temas actuales de las cintas los que cobran más importancia, y ponía como ejemplo la anorexia, el bullying, los conflictos bélicos, el genocidio en Palestina, las migraciones... En cambio, en el FICX, los puntos que deben atender de las películas están más relacionados a sus propuestas artísticas, poéticas o literarias. “Tenemos que criticar las películas de manera diferente, muy en profundidad. Aquí hablamos de las películas, de cómo se tratan los temas. Y es diferente. Tiene una responsabilidad de jurado y tiene una responsabilidad de crítico, es más diferente de ser un jurado de un grupo muy grande, con muchas personas con ideas diferentes. Aquí estamos pocas personas”. 


En este punto coincidía Carmine: “La gran diferencia entre Giffoni y FICX es la enorme cantidad de jurados que hay en Giffoni. Aquí es como una versión más pequeña, lo que la hace más íntima y tienes más voz, porque hay menos gente y, por lo tanto, puedes hablar más, tu idea cuenta más de cierta manera”.


traducción libre de: “The big difference between Giffoni and FICX is the huge quantity of jurors that are in Giffoni. Here is like a smaller version which makes it more intimate and you have a bigger voice here, cause there are less people and, so you can talk more, your idea counts more in a certain way.” 


La sensación de responsabilidad que ello acarreaba era compartida por todos los entrevistados. Para Javier: “Yo creo que la mayor responsabilidad que yo puedo sentir como jurado es intentar ser lo más objetivo posible dentro de la subjetividad que tenemos a la hora de juzgar. Porque muchas veces te quedas siempre con la primera idea de 'me gusta o no me gusta esta película', pero aquí se trata de por qué me gusta o por qué no me gusta esta película”.


Añadía Carmine: “Sí, creo que sentimos la responsabilidad de dar un buen juicio sobre lo que vemos. Lo juzgamos, en general, por los sonidos, las imágenes, el guión, los diálogos, cómo se trata el tema…, y tenemos tipos de películas muy diferentes. Así que creo que va a ser difícil ponerle una valoración a una, pero vamos a trabajar por ello. Y sí, quiero decir, esa es quizás la responsabilidad más importante, vamos a trabajar para encontrar la correcta”.


traducción libre de: “Yes, I think we do feel the responsibility to give a good judgment on what we see. We judge it, in general, for sounds, images, script, dialogues, how the topic is treated…, and we have really different kinds of movies. So i think  it is gonna be hard to give a price to one, but we are gonna work for it. And yeah, I mean, that's maybe the most important responsibility, we are gonna work to find the right one.”


En la misma línea apuntaba Andrea: “Será muy difícil dar un premio a un ganador, no sé, un premio solo, porque son muchas películas magníficas, interesantes y también que tratan temas e historias de manera muy eficaz y muy única. Es muy difícil ser objetivo, no poner el juicio personal en la crítica de una película, ser objetivo en la fotografía, en la música, en las tomas, en cómo se cuenta la historia… Es muy difícil eso. Y también tienes que ser responsable de ti mismo, porque tiene que haber una cultura personal y también artística y literaria, para entender el cine. Pero si una película transmite un mensaje, es simple, te llega ese mensaje, la película funciona, pienso eso”.


Jorge consideraba que la responsabilidad era más colectiva que personal, que en el diálogo y en la media de la diversidad de opiniones, visiones culturales y personales se encontraba el valor del veredicto. “Pues seguramente una persona se fijara más en unos aspectos y otra en otros. Cada uno venimos de diferentes ámbitos, del periodismo, la ingeniería, la filosofía…, y cada una aporta una visión que es una opinión diferente sobre la película”. 


Lucía, agradeciendo la confianza en la mirada de los jóvenes que suponía que fueran los encargados de dar dos premios de la Sección Oficial (Retueyos y de cortometrajes), afirmaba contundentemente “yo creo que sí nos dan bastante responsabilidad”. Y, con respecto a sus criterios de valoración, “yo creo que en lo que más nos fijamos o deberíamos, por lo menos en mi caso, es primero en la mirada que pone la directora en las películas. Qué mirar, qué debo mirar, cómo, a quién.”


Indagando más en esta última cuestión les preguntaba: “¿creéis que el premio del jurado joven en tanto jurado joven debería distinguirse del del jurado oficial en algún aspecto en torno a lo que valoráis o sencillamente creéis que cambian las personas que lo juzgan, pero que el criterio debe ser el mismo?”. 


Jorge: “Nosotros, siendo del jurado joven, tenemos menos experiencia en lo que se refiere a juzgar películas. Entonces, claro, las características que nosotros juzgamos son muy diferentes de una persona que ya lleva unos años en la profesión o como jurado o como crítico. Y yo creo que simplemente ese cambio de perspectiva, no solo por el hecho generacional, sino por el hecho de la “experiencia laboral”, aporta otra visión y otra manera de juzgar.” 


Javier: “Además, muchas de las sesiones que nosotros tenemos la compartimos con el jurado Fipresci, porque también está con Retueyos, entonces, como comentaba Jorge, hay mucha diferencia entre la experiencia que tenemos nosotros y la que tiene un crítico de cine que ha estado en más festivales y ha visto muchas películas, tiene más bagaje. Muchas cosas que nosotros no podemos apreciar de contexto cultural, político o incluso de influencias que pueda tener un director o una directora en una película, ellos lo aprecian más”.


Carmine: “Creo que la forma de juzgar las películas es siempre la misma, hay que juzgar el buen cine o el mal cine. Pero la diferencia entre un jurado normal y un jurado joven es que, en primer lugar, la mayoría de nosotros o ninguno de nosotros estamos en el mundo del cine. Quiero decir, podemos tener algo de experiencia, pero no somos expertos. Y eso nos lleva a tener juicios más del corazón. Juzgamos las películas como si no fuéramos expertos, así que ofrecemos diferentes formas de juzgar. Pero al final, la forma en que ves, la forma de juzgar, es siempre la misma, siempre se trata de lo que es bueno para ti y lo que no es bueno para ti y lo que te hace latir el corazón”.


traducción libre de: “I do think the way you judge movies is always the same, you have to judge good cinema or bad cinema. But the difference between a normal jury and a young jury is that, first of all, most of us or all of us are not into the world of cinema, of making it. I mean, we could have some experience, but we are no experts for sure. And that brings us to having a judge meant of heart in a certain way. We judge movies as not experts, so we give different ways of judging. But in the end, the way you see, the way to judge, is always the same, is always about what is good for you and what is not good for you and what makes your heart pound”


Lucía: “Yo creo que está bien ser jurado joven si eres consciente de que el puesto en el jurado joven significa específicamente que eres joven. Si quieres estar como algo más profesional, pues espérate a poder ser jurado normal. Ser jurado joven implica que te van a tratar como tal. Y también damos una mirada diferente que ellos no van a tener porque no son jóvenes. Esa línea generacional que se crea da pie a que no se critique el cine solo de una manera, sino que haya varias perspectivas, y se tenga en cuenta también la opinión de la juventud como oficial”. 



Las obligaciones del jurado joven son asistir a las sesiones de la Sección Oficial Retueyos y la Sección Oficial de Cortometrajes (aproximadamente tres al día) a las horas y localizaciones indicadas en la agenda organizada por el equipo del festival. Algunas de estas proyecciones, dice Jorge, cuentan con “encuentro con gente que ha trabajado en la película y, aunque no es obligatorio asistir a ellas, normalmente nos solemos quedar porque es interesante. Y luego tenemos un par de sesiones que son solo cerradas para jurados, porque como tenemos la agenda tan apretada hay veces que algunas películas en otras sesiones no podemos ir y nos lo han colocado así".


Esto era criticado por Javier, a quien le parecía una pena que la mayoría de sesiones matinales del “Teatro Jovellanos, que se supone que es la sede central, sean para jurados, esté cerrado  y entonces estás tú solo en el teatro. Entonces a mí esto me llama la atención, me choca un poco, con la idea de, por ejemplo, poder hacer allí pases también para prensa o incluso abrirlo a más gente que pueda ir porque a lo mejor hay gente que trabaja por las tardes, no puede ir a ver las películas, pero por la mañana sí podría. Eso sí que me llama mucho la atención”.


A su vez, Lucía demandaba, entre asentimientos, una mejora en los horarios del jurado con respecto a los tiempos entre películas. “Porque si está cerca no pasa nada porque llegas bien. Pero es verdad que, además de que no te da tiempo a estar en los coloquios, que es algo que puede ser muy beneficioso siendo jurado joven, hay veces que no llegamos a la siguiente película. Y aún teniendo coches, que no es lo normal, para ir a los sitios que estaban lejos, llegábamos tarde o justos y allí te dicen no puedes pasar aunque seas jurado joven. Y eso es una cosa que no está del todo bien, porque, al final, no es que estemos por ahí caminando tranquilamente. No. Estamos corriendo todos a ver si llegamos a los sitios, y encima puede ser que no nos dejen entrar. Cuán justo es eso para la directora de la peli o el corto que vamos a ver, si medio jurado no puede estar”.


En cambio, Carmine ama el horario: “Te juro que me encanta el horario, porque como extranjeros tenemos la posibilidad cada mañana, o casi cada mañana, de ir a visitar la ciudad porque no hay películas para ver, son todas por la tarde. Lo cual, vale, es estresante ver 3 películas, muchas de ellas conceptuales y, a veces empiezas a no entender nada. Pero te juro que me encanta poder visitar Gijón, poder visitar el lugar donde se celebra este festival y poder probar a qué sabe la ciudad, que para mí también es parte del festival. Así que me encanta el horario y creo que han hecho un gran trabajo”.


traducción libre de: “I swear I love the schedule, cause as foreign, we have the possibility every morning, or quiet every morning, to go and visit because there are no movies, they are all in the afternoon. Which, ok, is stressful to see maybe 3 movies, even if they are conceptual, and you start to don´t understand anything. But I swear I love that I can visit Gijón, I can visit where this festival takes place and I could taste what the city tastes like, which, for me, it's part of the festival too. So, I love the schedule and think they have done a really great job”.


Andrea coincidía por comparación con Giffoni, “En nuestro festival estamos cerrados desde las 8:30 de mañana hasta las 21:00 de la tarde. Es muy importante porque, cómo puedo decir, uno muere. Después de un día cerrado en el cine con todas las entrevistas, películas, sin tiempo para comer o algo, estás muy cansado.” Carmine lo reforzaba: “Es una privación de sueño, porque después de las 9:30 el día no termina”.


traducción libre de: “It's a deprivation of sleep, because after 9:30 the day doesn't end”.


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“We are gonna discuss about cortos”


"Vamos a hablar de cortos" decía Carmine, entre risas de sus compañeros, mientras se mostraba indeciso acerca de cuál era su cortometraje favorito. Destacaba la animación del polaco Sheep out, de Zofia Klamka; la emocionalidad de la profunda exploración de la muerte en Horizontal, de Alex Reynolds; el tratamiento del tema de la epilepsia (que también alabó Andrea) en El mal de Hércules, de Marta Rodríguez Quesada, Marinal Miguel Pavia, Ismael Cabrera, Laia Balaguer, Eulàlia Clarós Sidera y Paula García Escolá; o Campolivar, de Alicia Moncholí, que finalmente se llevó el Premio del Jurado Joven al Mejor Cortometraje de la Sección Oficial “por la originalidad en el tratamiento de un tema social que resulta visualmente impactante”. 



El consenso se intuía en la entrevista. Decía Javier: “mi favorito es Campolivar, y sí que creo que va a ganar”. Lucía añadía: “me gustó muchísimo Una lluz, de Diego Flórez, y creo que va a ganar Campolivar, que también me gustó mucho y debería ganar”. Jorge lo secundaba: “nos ha gustado a todos bastante y creo que también es una de mis favoritas”.


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Con respecto a los largometrajes, Javier y Lucía coincidían en que su preferido era January 2, de la húngara Zsófia Szilágyi, el realista y feminista retrato de una jornada de mudanza que Lucía describía como cargado de “sensibilidad”. “Fue con la que más conecté y hubo escenas en las que no podía pensar en otra cosa que en vale, esto es cine y ya está. Pero creo que va a ganar Yo vi tres luces negras”. 


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La cinta colombiana de Santiago Lozano Álvares se ganó los elogios de Jorge y Carmine. El primero destacaba el aspecto técnico y la manera de tratar sus temas. El segundo manifestaba: “Espero que todo el mundo esté de acuerdo porque eso es cine de verdad. Es decir, está muy bien hecha, tiene un tema interesante, pero lo que me emocionó al ver la película fue la forma críptica de describir las cosas, algo que para mí es muy difícil en las películas, porque es muy fácil caer en eso y volverse ridículo en un segundo. Y lo que realmente me gustó fue que no llegó ni de lejos a ser ridículo. Está tan bien hecha que te llega cada concepto”.


traducción libre de: “I hope that everybody agrees because that is real cinema. I mean, it's really well done, it got a cool topic, but what excited me watching the movie was the cryptic way of describing things, which for me it's really difficult in movies, cause it is too easy to fall into that and get ridiculous in one sec. And what I really liked was that it didn't get near to getting ridiculous. It's so well made that every concept arrives to you”. 


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Sin embargo, confesaba tener dudas acerca de si pensaba que debía ganar. “Estamos en un festival y debería haber un aspecto social también. Debería ser, no sé, algo que haga que la sociedad sea mejor, de alguna manera. Y por eso estaba pensando que Mistress Dispeller [Elizabeth Lo], era realmente genial, en realidad, y tiene un aspecto social realmente genial para ser tratada. [...] Entonces, existe este debate interno para mí. Porque por un lado tengo buen cine, por el otro lado tengo cine social. Así que todavía estoy pensando”.



traducción libre de: “We are in a festival and it should be a social aspect too. It should be, I don´t know, something that makes society better, in a certain way. And for that I was thinking that Mistress Dispeller [Elizabeth Lo], was really great actually, and it has a really great social aspect to be treated. [...] So, there is this internal debate for me. Because on one side I have good cine, on the other side I have social cine. So I'm still thinking”. 


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Andrea también dudaba entre Yo vi tres luces negras y otra propuesta: Mother Vera, de Cécile Embleton y Alys Tomlinson, que le encantó y le pareció “un documental muy interesante”. Era una ejemplificación de lo que Javier diría minutos más tarde: “me parece importante el diálogo interno, que imagino que tendremos todos al terminar la última película, de ver cuáles han sido nuestras notas y nuestras ideas a lo largo del festival y ver luego cuáles son las tres que elegimos”


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Acabamos la entrevista recordando nuestras escenas predilectas del certamen. El “impresionante” final de Peaches Goes Bananas, de Marie Loisier (Lucía); el zoom out de los numerosos edificios residenciales que aparecen en Mistress Dispeller (Andrea y Javier); la secuencia sin guión del encuentro entre una mujer y la amante de su marido en la propia Mistress Dispeller (“Realismo en estado puro”, “Pude sentir en mi piel las emociones de ambas personas”, como la describía Carmine).


traducción libre de: “realism in its purest way”, “I could feel on my skin the emotions of both people”


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O la grabación en VHS de la abuela de Pablo Casanueva, el director de Luna, mientras este “comenta que son los únicos 15 segundos que tiene grabado de esa persona en concreto y que es mucho mejor que la propia película en sí. [...] Y bueno, lo ves y te marca” (Jorge). 


Apasionados por esas películas que les marcaron, por esos filmes que, como dice Lucía, “no te van a dar lo que tú crees que el cine te suele dar normalmente, sino que te van a dar otras cosas que son igual de beneficiosas o más y que te van a hacer reflexionar mucho más”, salían apurados del Antiguo Instituto, donde hicimos la entrevista, para dirigirse a la Escuela de Comercio, a ver River returns. Un enorme agradecimiento hacia todos ellos por pasar tanto rato compartiendo sus reflexiones, emociones y miradas.

 
 

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En un momento de Dahomey, segundo largometraje de la directora franco-senegalesa Mati Diop, alumnos de la Universidad de Abomey-Calavi (Benín) discuten sobre algunos de los efectos más perecederos del colonialismo. “Los colonizadores nos hicieron esclavos de nosotros mismos”, dice una joven al mencionar la imposición de la lengua del colonizador (el francés, lengua oficial del Estado), que impide decir todo lo que se puede expresar en sus propios idiomas. Varios compañeros refuerzan su postura añadiendo que la implantación de un modelo educativo basado exclusivamente en el aprendizaje de los hitos de la cultura europea absorbió la capacidad de excelencia de los propios benineses, y, al mismo tiempo, convirtió sus costumbres más asentadas en objeto de rechazo y miedo. “¿Por qué ahora le tenemos tanto miedo al vudú? ¿De dónde viene ese miedo?”, dice uno. El montaje de Gabriel González corta y ofrece una respuesta, dada por otro estudiante: “Lo que nos saquearon hace más de un siglo es nuestra alma. El alma del pueblo. Es nuestra capacidad de sentirnos orgullosos”. 


En una secuencia de Pepe, tercer largometraje del realizador dominicano Nelson Carlo de los Santos Arias, se muestra sin tapujos el modo de ejecución de este poder colonial. Estamos aproximadamente a 3500 km de distancia de Abomey-Calavi, en los alrededores del río Okavango en África del Sudoeste, la actual Namibia, antigua colonia alemana -tras la Conferencia de Berlín (1884-85)-, donde se produjo el genocidio herero y namaqua, considerado el primer genocidio del siglo XX. Es 1981. En un bus turístico, un grupo de alemanes, de safari, se ríen cómplicemente de las “bárbaras” creencias de un nativo. “Excentricidades” o “funny stories” que su guía ridiculiza y juzga con profundo paternalismo, además de censurar las palabras de su subordinado cuando este da instrucciones de cómo actuar en caso de que un hipopótamo se acerque a tu barco. “¡No digas eso! ¿Eres estúpido? Siéntate” le recrimina y ordena, para después dirigirse a su venerable público con un “Son historias, son fábulas africanas. A la población local les apasionan sus mitos. Tienen una gran imaginación”. 


Numerosos hilos temáticos y estructurales unen Dahomey y Pepe, presentadas en Donosti en la sección Zabaltegi-Tabakalera tras ser estrenadas mundialmente en la Sección Oficial de la Berlinale. Dos estimulantes reflexiones sobre la identidad y el colonialismo que, a través de muy dispares aproximaciones a los tópicos abordados, dan voz a realidades olvidadas o marginadas bajo el prisma hegemónico. 



Dahomey es el nombre de un reino desaparecido, probablemente fundado en el siglo XVII y situado en la actual Benín. Esta monarquía, conocida por contar con un ejército de mujeres guerreras (las Amazonas) y por el comercio de esclavos, cayó en 1894, con el derrocamiento del rey Behanzi por parte de las milicias francesas, dos años después de que la metrópoli comenzara sus campañas militares. Había sido entonces, en 1892, cuando decenas de objetos reales del Palacio Abomey fueron saqueados por las tropas dirigidas por Alfred Dodds, general de brigada y Gran Oficial de la Legión de Honor. 


Desde 2006, muchas de esas obras acabaron engrosando la abundante colección del museo etnológico Quai Branly-Jacques Chiriac (París), cuyo catálogo, formado por más de un millón de piezas, incluye 70000 objetos del África subsahariana provenientes de antiguas colecciones del Museo del Hombre y del Museo Nacional de las Artes de África y Oceanía. Entre ellas, se encontraban tres estatuas antropozoomorfas que representaban, con atributos animales, a los últimos reyes de Dahomey: Ghezo (pájaro), Glélé (león) y Béhanzi (tiburón). El 9 de noviembre de 2021, fueron restituidas, junto a otras 23 obras, a Benín, siendo expuestas en una muestra en el Palacio Presidencial de Cotonú que tuvo que ser prorrogada por la gran afluencia de visitantes. 




Pepe es el nombre del primer hipopótamo asesinado en América. Era un macho joven, descendiente de una de las seis parejas de hipopótamos originales que el conocido capo de la droga Pablo Escobar, incumpliendo cualquier convenio internacional sobre tráfico de especies, había traído a su Hacienda Nápoles. Creada en 1978 por Escobar y su primo Gustavo Gaviria, la Hacienda Nápoles fue una propiedad de unas 3000 hectáreas situada en Puerto Triunfo (Antioquía, Colombia), que contaba con numerosos edificios, carreteras, piscinas, lagos artificiales, etc., además de una pista de aterrizaje, plaza de toros y, desde principios de los años 80, un zoo privado, un Arca de Noé particular. Desde África y el Wildlife Park de Dallas, el narcotraficante mandó transportar más de 1500 especies de jirafas, tigres, leones, avestruces, cebras, canguros, elefantes… Tras la muerte de Escobar, en 1993, la Hacienda fue abandonada y la fauna desprotegida. Fue a mediados de 2007 cuando comenzaron a construirse las primeras atracciones en el lugar, convertido en un Parque Temático. 


Alrededor de estas fechas, Pepe fue derrotado en una pelea con El Viejo, el macho dominante de su grupo de hipopótamos. Ello hizo que tuviera que escapar de la Hacienda junto a su pareja, Matilda, para establecerse a unos 150 kilómetros, en el río Magdalena (río por el que los conquistadores españoles llegaron a la actual Colombia), donde vivió dos años. Pero las autoridades regionales y las del Ministerio de Medio Ambiente, preocupadas por la presunta peligrosidad del animal y por el mantenimiento de la propiedad privada, decretaron su pena de muerte. Dos ejecutivos, de nuevo, alemanes -de la multinacional automovilística Porsche e inscritos en la Federación Colombiana de Caza- lideraron el batallón del Ejército que liquidó a Pepe. El suceso despertó manifestaciones de grupos ecologistas, así como quejas de numerosos colectivos o de la Defensoría del Pueblo de Colombia. 




Oso de Oro en la 74ª Edición del Festival de Berlín, Dahomey es un metódico documental que retrata los pormenores, así como las reacciones de celebración y discusión, que suscitó el citado proceso de restitución a Benín, en 2021, de 26 piezas reales de Dahomey que se encontraban en el museo Quai Branly-Jacques Chiriac. Con una claridad, precisión, transparencia y concisión admirable, Diop resume la situación en breves intertítulos para después centrarse en la labor de los operarios que embalan, cargan, transportan, colocan, vigilan, protegen, examinan o describen las obras, ocupando estas usualmente el centro de las composiciones (generalmente primeros planos o planos medios), enfatizándose su materialidad. 



Y, de repente, una misteriosa voz emerge desde la oscuridad, hablándonos en el idioma fon. Se trata de la pieza número 26 (según la catalogación francesa), de la estatua del rey Ghézo (tal y como se nombra en Benin). Huella de un pasado olvidado en tanto despojado, “folclorizado” y convertido en estático en un museo que entraña su muerte. Con la pantalla en negro, nuestra atención se focaliza en las palabras, sugerentes reflexiones poéticas, en sintéticas frases cortas, que dotan de subjetividad concreta a la realidad colonial colectiva. Las imágenes podrán acompañar sus monólogos, solo cuando la obra recupere su identidad y su vitalidad en tanto objeto metamórfico de discusión presente, confirmándose el carácter y el potencial rebelde, cambiante y activo de la tradición y el patrimonio cultural. Se escucha: “Camino. Ya no me detendré en cada cruce, donde se desafiará mi humanidad. Ya no me preocuparé más por mi encarcelamiento en las cavernas del mundo civilizado. Nunca me detendré. Nunca me fui. Estoy aquí. No olvido.” Se ve un bello montage de coloridas luces en la noche, movimientos en cámara lenta o alegre cotidianidad. 



En Dahomey, así, las salidas poéticas o fugas oníricas y fantasmagóricas interrumpen la metódica claridad expositiva del documental canónico, en favor del goce estético, el impacto reflexivo o la dislocación de la cronología temporal, indicando una pervivencia del pasado, en constante transformación, en el presente. En cambio, en Pepe, es la voz del hipopótamo protagonista la que convierte la laberíntica y apasionante propuesta de Carlo de los Santos Arias en un relato, más o menos, lineal. 


Oso de Plata a la mejor dirección en la Berlinale de 2024, el hipnótico y muy divertido ensayo experimental Pepe comienza lanzando al espectador piezas de un puzzle que progresivamente irá montando. La voz de dos militares intentando comunicarse por sus walkie talkies durante la operación Nápoles, mientras vemos la pantalla en blanco. Una televisión en que aparecen fragmentos tanto de la noticia de la muerte de Pablo Escobar, como de la serie de dibujos animados de Hanna Barbera Pepe Pótamo, protagonizada por un hipopótamo violeta vestido como un explorador africano. Los rostros de soldados, esperando a entrar a matar. Y, entonces, escuchamos una voz fantasmagórica. La de Pepe, quien se pregunta por qué está muerto. 



La profunda, sabia y poética voz de Pepe (Jhon Narváez), entre la onomatopeya y los idiomas mbukushu, español y afrikáans, nos guía a lo largo de la historia de su vida y muerte, en busca de una respuesta. Una que pasa por esa condición de Otro radical y anormal que le une, en tanto oprimido y marginado, a los esclavos transportados desde África hacia el Nuevo Mundo, a las víctimas de genocidios coloniales, a los obreros bajo las órdenes de Pablo Escobar, a la población pobre de Estación Cocorná. Pero que también le separa, en un sistema en que, frustrados, los más desamparados parecen condenados a desarrollar un discurso inteligible y respetado solo cuando se oponen violentamente a una alteridad más recóndita y monstruosa. 



Dice Pepe, a este respecto, en un monólogo para el recuerdo [con partes omitidas, en la cita]: “Complejo problema este de la palabra “ellos”. Es lo más confuso de todo. ¿Quién es este “ellos” que interviene en mi oración? ¿Otros? Hay un “ellos” que puede ser un nosotros y un “ellos” que impide cualquier posibilidad de un nosotros”. Y sigue: “Mi historia solo tiene sentido porque se convirtió en su historia. En su historia me convertí en una sombra. Un trozo de madera. Un monstruo. Un “Otro” que aterrorizó a todos. Es como si este lugar rompiera todas las reglas de lo que éramos. Un nuevo mundo que rasgó toda nuestra existencia. Nada volvería a producir nuestros sonidos, solo el silencio quedó de lo doblemente desconocido. El para ellos y el para nosotros.” 



Nelson Carlo de los Santos Arias, realizador, productor, guionista, montador, director de fotografía, compositor y diseñador del sonido de la cinta, rompe el silencio de Pepe a través de la cacofonía. Pero, al hacerlo, invita también a difuminar la frontera entre el ellos y el nosotros, a romper con la centralidad de la alteridad en la articulación de la narración. Para ello, se sitúa siempre en el límite. Entre la verdad del caso real en que se inspira y el ejercicio de la imaginación más desbordante (su subtítulo: estudios de la imaginación). Entre el documental y el sueño. Entre la palabra y el ruido ininteligible (“¿cómo sé lo que es una palabra?”). Entre la oralidad y la transmisión no verbal (“No sé cómo recuerdo esta historia. Quizás, los ojos de los mayores me la contaron, o las cicatrices de sus cuerpos viejos”). Entre el retrato de la comunidad de Pepe y el del tejido social que hizo posible la desgracia (de transportistas a pescadores y cazadores). Entre lo cotidiano y lo insólito. Entre la seriedad y lo juguetón. Entre la concentración conceptual y la relajación narrativa. Entre un género cinematográfico y el otro. Porque Pepe fluye, con sorprendente desparpajo, del idílico y preciosista documental de animales, al natural horror; de la denuncia social más inesperada, al cine de acción más vibrante; del drama costumbrista, a la hilarante comedia negra; de la lúdica e impulsiva experimentación audiovisual (con cambios de formato, color, etc.), al meditado y reflexivo soliloquio filosófico (antropológico, sociológico, histórico, lingüístico y biológico). Todo desde la heterodoxia y la impureza fílmica más subyugante. 



Y es que Pepe es pura resistencia. Una barroca, rizomática, excesiva, sensorial y bastarda muestra de cine decolonial que se encuentra hasta cuando se pierde. Porque, en un momento, la voz de Pepe desaparece, y pasamos a observar una nueva periferia: la precaria realidad de los habitantes de Estación Cocorná, lugar presentado en un impresionante travelling lateral. De lo implícito a lo explícito, un concurso para la coronación de la reina del bocachico se convierte en plataforma de protesta por el deterioro urbanístico, el abandono, el olvido de la historia de los trabajadores, el mal servicio de abastecimiento de agua potable, etc. 



De manera similar, en Dahomey, nos alejamos de la exposición de las 26 piezas en el Palacio de Cotonú para asistir, como espectadores, al interesante y entretenido debate postcolonial de la comunidad universitaria de Abomey-Calavi, en que se cuestiona la ausencia de referentes de la propia cultura para la infancia; los eufemismos con los que se relató su historia; la noción de patrimonio; el sistema educativo y económico; la necesidad de una revolución o la suficiencia de la diplomacia;, lo insultante de una restitución tan parcial; el carácter histórico o político del acto de devolución; etc. Lejos de ofrecer aleccionadoras soluciones únicas, Diop muestra la emoción que despierta en el público cada postura, desempatando levemente la disputa con la voz en off de la escultura del rey Ghezo. 



Análogamente, la posición de Pepe no se ignora completamente en Estación Cocorná, sino que, aunque callada, pasa a identificarse con la de la cámara. Desde su perspectiva, observamos la facilidad con la que emerge la violencia. Nuestra mirada capta, ahora, lo ordinario y la cotidianidad con una extrañeza crítica y mordaz, que cuestiona lo dado como obvio. Porque ese era el punto. Como Pepe nos confirmará, la idea era retratar un espacio “donde todo está constantemente relacionado, desvaneciéndose la misma idea de una transparencia aplastante, que, como una maldición no para de repetir la misma historia”, llena de luchas de machos, dictaduras y muertes. 


Así, si Dahomey confía en la transparencia como medio para despertar la conciencia social, Pepe parece alejarse de esa transparencia explicativa que genera alteridades en violento conflicto. Desde ambas premisas, Diop y Carlo de los Santos Arias ofrecen dos extraordinarios trabajos en fructífero diálogo que visibilizan realidades Otras, no hegemónicas y olvidadas. Dahomey y Pepe rescatan nuevas voces que claman con contundencia por una descolonización definitiva que parece no llegar nunca. Voces cuya irresistible fuerza ya no puede ser ignorada. Es hora de escucharlas.


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